Cuidadoras del fuego.
Cuerpo-territorio en resistencia
frente al saqueo
7 octubre 2019
Por Huerquen
"Hablar
de cuerpo-territorio nos permite ampliar la noción del despojo al que
intenta someternos el extractivismo. Implica reconocer que la violencia
desplegada sobre los espacios comunes incluye las violencias a que son
sometidos los cuerpos de cada quién y el cuerpo colectivo que los habita".
La realidad que viven
los pueblos afectados por el extractivismo como los megaproyectos mineros o la
extracción de hidrocarburos es cruel, sin embargo no desconocida. El término
“Zona de Sacrificio” fue utilizado por primera vez durante la Guerra Fría para
referirse a las áreas contaminadas por procesos mineros. Latinoamérica está
atravesada por este tipo de proyectos imbricados en lógicas internacionales de
extracción y exportación de commodities, cuyas consecuencias en términos
ambientales y socioeconómicos han sido ampliamente documentadas y contra los
que las comunidades presentan tenaz resistencia.
Menos conocidos son la serie de
impactos que la irrupción de grandes contingentes de trabajadores asociados a
estos proyectos, en su enorme mayoría varones, o las reconfiguraciones de la
matriz productiva de los lugares, tienen sobre el cuerpo-territorio al
asociarse con las dinámicas patriarcales preexistentes.
Cambios en la matriz
productiva
Durante la fase
inicial de los proyectos existe una demanda intensiva de mano de obra, que en
general es cubierta por hombres que migran al territorio, y en su mayoría
llegan solos. De esto da cuenta el manual “Hablemos de Megaminería”
elaborado por la Unión
de Asambleas Ciudadanas de Chubut (UACCH) que enumera como uno
de los impactos negativos de estos proyectos la invasión de población ajena a
la región.
Las actividades
extractivas anulan posibilidades productivas tradicionales de las que
participaban tanto hombres como mujeres, y en paralelo abre posibilidades
laborales a las que acceden casi exclusivamente varones. Esto refuerza lógicas
patriarcales de ´macho proveedor´, socava la autonomía y modifica el lugar de
las mujeres en la comunidad.
Lidia
Campos de la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua nos dice: “en
Allen (Río Negro) la producción de frutas y verduras daba trabajo a 8.000
personas aproximadamente. Había 30 – 35 galpones de empaque. Mientras en el
petróleo, la empresa que más personas tomó fue 350 obreros. La empresa que
trabaja en la actividad petrolera no toma a cualquier persona, sino a mano de
obra especializada y a la mayoría de los vecinos de Allen no los recibían. De
esas 8.000 personas de la producción de frutas y verdura el 60% eran mujeres,
que en su mayoría trabajaban en los galpones de empaque, ya que se necesita
delicadeza para trabajar la fruta y que se aproveche la mayor cantidad. En
Allen hay muchas mujeres que son jefa de hogar, y trabajan desde enero que
comienza la cosecha hasta mayo. Eso le da la posibilidad a la mujer de tener
un sueldo diferente, poder mandar a sus hijos a la escuela y pagar el
alquiler. Pero muchas perdieron el trabajo por los cambios que trajo la
actividad extractiva. Y muchas tuvieron que irse”.
En contextos de
explotación minera y petrolera existe una ‘masculinización’ de los territorios (Solano
Ortiz, 2015; García Torres, 2014; Miradas Críticas al Territorio desde el
Feminismo, 2013) en la que se reconfiguran los espacios comunitarios y la
vida cotidiana alrededor de los deseos y valores de una masculinidad
hegemónica. (Extractivismo en América Latina – FAU,
2016)
Cuerpos sacrificados
La reconfiguración
general que plantea el extractivismo tiene impacto directo en los cuerpos
feminizados.
“La llegada de
hombres jóvenes en busca de trabajo y la pérdida de soberanía económica empuja
a muchas mujeres a prostituirse. Aumentan los casos de violación y los riesgos
de contagio por enfermedades sexualmente transmisibles. La violencia hacia las
mujeres aumenta drásticamente por el gran aumento del consumo de alcohol y
drogas” (Zorrilla, Zacher, Acosta – 2012)
Una integrante de la Asamblea Centenario Libre de Fracking, nos cuenta que “La
prostitución esta de hace añares. Yo no tengo un registro de si aumentó. Yo
supongo que por la cantidad de obreros que están trabajando, lo más probable
es que haya aumentado el tema de la prostitución. No
hay una organización que esté trabajando exclusivamente ese tema. Las
organizaciones feministas lo denuncian. Nosotros sabemos que la ruta del
petróleo es la ruta de la trata, la ruta de la cocaína”.
La violencia
sufrida por los territorios se corresponde con la sufrida por los cuerpos
feminizados, como relata Karina
Martinelli: “lo que nos pasa en nuestros cuerpos, y lo que nos han
querido hacer en nuestros cuerpos, es lo mismo que le hacen al territorio
cuando avasallan un cerro, lo mismo cuando avasallan nuestros cuerpos”.
Mujeres en la resistencia,
las cuidadoras del fuego
La resistencia al
extractivismo en cualquiera de sus formas viene siendo protagonizada por
mujeres. Basta recorrer mentalmente los conflictos para reconocerlas al frente
de las luchas.
Corina
Milán de la Asamblea No a la Mina de Esquel, “la asamblea está
llena de mujeres y creo que las más laboriosas, las más aguerridas, son todas
mujeres. Obviamente participan chicas, chicos, chiques, hombres y todos los
géneros pero hay un protagonismo cuantitativo. Es muy notable lo que pasa.
Obviamente hay un vaivén, unas idas y vueltas en los momentos de lucha. Hay
momentos que son muy calientes y está todo el mundo, y hay momentos que son de
meseta en la
movilización. En esos momentos amesetados suelen ser las
mujeres más grandes, las mamás, las abuelas, las jubiladas de la asamblea, a
las que yo llamo las ´cuidadoras del fuego´, las que siguen estando”. Y continúa: “Las
primeras que se dan cuenta de esta historia son mujeres. Una química y una
bioquímica, profesoras de la Universidad de la Patagonia, que tiene sede acá
en Esquel. Que empezaron a investigar qué químicos se usaban y cómo eran los
métodos de explotación y de lixiviación, los impactos ambientales, y
compartieron el conocimiento con otras vecinas y vecinos de Esquel”.
Otros modos de vivir
El futuro de tierra
arrasada que el extractivismo dibuja en el horizonte de la mano de prácticas
patriarcales, al mismo tiempo nos revela la potencia de tejer la defensa del
territorio con el empoderamiento de las mujeres y las reivindicaciones que
sostienen los feminismos.
Las mujeres no sólo
defienden los territorios con sus cuerpos sino también desarrollan prácticas
sostenidas por lógicas del cuidado y reproducción de la vida que son incompatibles
con el modelo de saqueo. En esas prácticas laten alternativas que refutan el
“fatalismo productivo” que enarbolan las empresas para instalarse y que repiten
los poderes estatales. Esos discursos sobre la “única posibilidad productiva”
de una región genera confusión y fragmentación en las comunidades lo que a su
vez es aprovechado por las empresas. Cabe preguntarnos también por las lógicas
preexistentes que invisibilizan y desvalorizan esas prácticas ancestrales y
productivas, sostenidas sobre todo por mujeres. Aun así ellas logran
obstaculizar la implementación de los megaproyectos extractivos.
La voz de estas mujeres nos devela un
escenario más complejo del que avizoramos al comienzo. Mientras se entrelazan
los extractivismos, aflora la necesidad de construir colectivamente otros modos
de vivir, donde se valore el vínculo con la tierra y la naturaleza, y
cristalicen otros modelos productivos.
Desafíos
¿Es posible
problematizar las formas que el extractivismo despliega en los territorios para
el saqueo, omitiendo las lógicas patriarcales de dominación? ¿podemos concebir
un anti-extractivismo que no cuestione también al patriarcado? Y en paralelo,
¿podemos problematizar plenamente las violencias que sufren los cuerpos
feminizados sin territorializarlos? ¿el anti-extractivismo puede estar ausente
entre las reivindicaciones feministas?
Hablar
de cuerpo-territorio nos permite ampliar la noción del despojo al que
intenta someternos el extractivismo. Implica reconocer que la violencia
desplegada sobre los espacios comunes incluye las violencias a que son
sometidos los cuerpos de cada quién y el cuerpo colectivo que los habita.
Desde esta
perspectiva enfatizamos el camino que los feminismos comunitarios y populares,
campesinos y originarios, vienen desplegando a través del protagonismo de
tantas que enfrentan los proyectos extractivos y defienden los modos de vida (y
la vida) de las comunidades de las que son parte.
En tiempos de
revolución feminista, de amplificación y revalorización de las cosmovisiones de
las comunidades y los modos de vida en armonía con la naturaleza, late el
desafío de profundizar los aprendizajes que nos dejan las luchas, de desplegar
la complementariedad de las miradas alrededor del fuego del aquelarre, buscando
hacer realidad el anhelo de que ni las mujeres ni la tierra seamos territorios
de conquista en ningún lugar.
Catamarca – Neuquén – Río Negro – Chubut – Buenos Aires entre
julio y septiembre de 2019
Fuente:
http://www.biodiversidadla.org/Documentos/Cuidadoras-del-fuego.-Cuerpo-territorio-en-resistencia-frente-al-saqueo
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