Circulación y
división territorial del trabajo: la hidrovía Paraná-Paraguay ,
el avance de la soja y el agravamiento de la crisis socio-ambiental en la Argentina
(1996-2014)
Sebastián Gómez Lende
Investigador
Asistente de CONICET. CIG, IGEHCS, CONICET-UNCPBA. Tandil, Provincia de Buenos
Aires, Argentina. gomezlende@yahoo.com.ar
Introducción
Entender el funcionamiento
del territorio exige captar el movimiento. Esta premisa es especialmente válida
para el período actual, donde la circulación se acelera y prevalece sobre la
producción propiamente dicha, valorizando desigualmente las áreas de cada país
e imprimiendo fluidez al desplazamiento de los factores esenciales de la
economía globalizada. Como en el pasado, las redes de transporte desempeñan una
función clave: permitir la difusión de los usos modernos del territorio,
jerarquizando a las áreas productivas preexistentes y participando de la
creación de otras nuevas. En la actualidad, esto viabiliza formas de
acumulación por desposesión que insertan a esas áreas en el mercado mundial a
expensas del patrimonio ambiental y las condiciones de vida de las comunidades
locales. Este trabajo persigue dos objetivos complementarios. Por un lado,
estudiar el papel que la Hidrovía Paraná-Paraguay ha desempeñado en la consolidación del extractivismo en la
Argentina durante el período 1996-2014, especialmente en el norte del país,
atendiendo a su influencia en el avance de la frontera agrícola, la expansión
de la soja transgénica, el aumento de las exportaciones oleaginosas, la
valorización y concentración de la tierra y el agravamiento de la crisis
socio-ambiental (desalojos, deforestación, contaminación, etc) asociada a esos
fenómenos.
Por otro lado, demostrar que la hidrovía ha venido a cumplir una función
análoga a la que antaño desarrollara el ferrocarril durante el modelo
agroexportador (1880-1930), analizando los paralelismos verificados en el papel
que ambos sistemas de transporte han jugado en la consolidación del modelo de
acumulación propio de cada época. En primer lugar, se presenta un breve
marco teórico, donde se definen conceptos básicos como espacio geográfico,
redes, acumulación por desposesión y extractivismo. A continuación, se
desarrolla una aproximación general al caso de la Hidrovía Paraná-Paraguay ,
analizando sus antecedentes y contexto histórico, la funcionalidad de esta obra
de infraestructura para los países miembros del proyecto, sus nexos respecto de
la privatización del sistema nacional de puertos, la concesión de parte de esa
red a capitales privados, las condiciones de fluidez existentes para la
circulación y el nivel de tráfico comercial. Enteramente dedicado al núcleo del
trabajo, el tercer apartado explica cómo el inicio y la expansión de las
actividades de la
Hidrovía Paraná-Paraguay hicieron posible el avance de la
frontera agrícola hacia el norte del país, fenómeno que, íntimamente ligado al
boom de la soja transgénica, ha coadyuvado al agravamiento de la crisis
socio-ambiental preexistente.
En
tal sentido, se analiza el peso relativo de la comercialización de oleaginosas
en las exportaciones transportadas por la hidrovía, el aumento (discriminado
según provincias) de la superficie dedicada al monocultivo sojero, la
apropiación de puertos por parte de las grandes cerealeras y agroindustrias
nacionales y extranjeras, la valorización y concentración de la tierra, los
conflictos sociales, la expulsión de campesinos y aborígenes, y el aumento de
la deforestación y la contaminación ocasionado por ese nuevo uso del
territorio. También aquí son abordados los paralelismos hallados entre la moderna Hidrovía Paraná-Paraguay y la antigua expansión ferroviaria del modelo agroexportador,
como vectores-clave para el afianzamiento y la expansión de los modelos
hegemónicos de organización espacial propios de cada período histórico.
Finalmente, se presentan las conclusiones a las que ha arribado este trabajo.
Conceptos básicos: espacio
geográfico, redes, acumulación por despojo y extractivismo Si el espacio
geográfico constituye una forma-contenido manifestada a partir de un conjunto
solidario, indisociable y contradictorio de sistemas de objetos y sistemas de
acciones mediados por normas (Santos, 1996a), la noción de territorio puede ser
definida como ese mismo espacio explicado a partir de sus usos (Santos y
Silveira, 2001). En el período histórico contemporáneo -el denominado medio
técnico-científico-informacional-, los usos hegemónicos del espacio expresan
una aceleración de todas las formas de circulación, la consolidación de la
división socio-espacial del trabajo, el mayor nivel de especialización
económica regional y la diferenciación de los lugares según su productividad
espacial, generando una creciente tensión entre globalidad y localidad (SANTOS,
1996a; 1996b). En la actualidad, el propio patrón de reproducción espacial es
definido por la circulación, que es responsable por los cambios de valor en el
espacio y prevalece sobre la producción propiamente dicha, creando mapas de
puntos de sujeción y control destinados a facilitar el movimiento de los
factores esenciales de la economía globalizada (SANTOS, 1996a; 2000). Entender
el funcionamiento del territorio exige captar el movimiento y comprender cómo
la inteligencia del capital reúne aquello que el proceso directo de la
producción había separado (SANTOS y SILVEIRA, 2001). Cobran importancia aquí
las ‘interacciones espaciales’ (LOBATO CORRÊA, 1997), el complejo conjunto de
desplazamientos de personas, mercancías, capital e información que, vía
diversos medios y velocidades, diseña redes de fijos y flujos. Ordenador del
espacio total, ese espacio de flujos se superpone a aquél, implicando un
proceso selectivo de creación de fluidez que privilegia a las regiones donde se
sitúan las producciones destinadas a la exportación (SANTOS, 2000; SANTOS y
SILVEIRA, 2001).
Siendo portadores de una
lógica o racionalidad determinada, esos sistemas ‘eligen’ a los subespacios y
agentes destinados a beneficiarse con su geometría, explotación y
modernización, pasando a ‘regular’ sus comportamientos. Exigentes de un control
coordinado, los puntos intrínsecos al trazado de las redes ejercen, a pesar de
su limitada extensión física, una poderosa influencia sobre el espacio
contiguo, incluso sobre las áreas más distantes del territorio nacional.
Además, las redes destruyen viejos recortes espaciales y crean otros nuevos,
operando como conductoras de fuerzas centrípetas y centrífugas que, de ese
modo, se vuelven responsables por la división territorial del trabajo y la
organización del espacio (SANTOS, 1996a). Operando como vectores de
reproducción y agravamiento de las desigualdades preexistentes, las redes unen
a los puntos productivos y evitan a las áreas menos dinámicas (Silveira, 1999).
En
consecuencia, los países se fragmentan en espacios de la rapidez y de la
lentitud, en áreas de fluidez y de viscosidad, en virtud del nivel de fluidez
virtual -morfología, número y densidad de vías, soportes y vehículos aptos para
la circulación- y efectiva -frecuencia de uso, pautas técnicas y políticas de
funcionamiento- (SANTOS y SILVEIRA, 2001) de las redes. Todas las redes
geográficas -de transporte, energéticas, financieras, de comunicación e
información- son permeables, bajo el imperio del llamado ‘orden global’, al
influjo de lo que SANTOS (1996a, 1996b) denomina ‘verticalidades’, esto es,
fuerzas cuyos principales atributos son la mundialización del capital, la
producción globalizada, las actividades modernas, las normas internacionales y
la estricta obediencia a la racionalidad del mercado y a los intereses de los
actores dominantes. Las verticalidades fomentan la instalación de los usos
modernos del territorio, que se revelan racionales sólo para los agentes beneficiados
por ese modelo de organización espacial, y siendo irracionales para el resto de
la sociedad.
Esos usos del territorio
encarnan mecanismos de ‘acumulación por desposesión’ (HARVEY, 2004), formas de
despojo que representan la continuidad y perfeccionamiento del acto histórico
de acumulación primitiva u originaria (MARX, 1968) que instauró las relaciones
capitalistas a escala mundial. Operando a través de formas tanto tradicionales
-supresión de las formas de producción y consumo alternativas, monetarización y
tributación, usura y endeudamiento a través del crédito, desplazamiento de
granjas familiares a manos de grandes empresas agrícolas, persistencia de
ciertas formas de esclavitud- cuanto recientes -mercantilización y
privatización de la tierra, conversión de regímenes de propiedad común al
régimen de propiedad privada, expulsión de campesinos e indígenas de sus
dominios ancestrales, privatización de firmas estatales industriales y de
servicios públicos, depredación de los recursos naturales, degradación
ambiental, biopiratería, robo de recursos genéticos, derechos de propiedad
intelectual- (HARVEY, 2004), la acumulación por desposesión impone, en los
países periféricos, un modelo espacial donde impera el orden de prioridades que
interesa a los actores hegemónicos, a expensas de la insatisfacción de las
necesidades esenciales y el agravamiento de las condiciones de vida del resto
de la sociedad (SANTOS, 1996a).
Los usos
extractivos del territorio se revelan como protagonistas privilegiados de la
actual oleada de acumulación por desposesión en América Latina. Signado por la
estructuración de una matriz socio-productiva altamente dependiente de la
explotación intensiva de recursos naturales y la apropiación o usufructo de los
productos así obtenidos por parte de agentes externos -vía la exportación-, el
extractivismo (FRECHERO, 2013) es
actualmente la modalidad dominante de articulación de los países periféricos a
la división internacional del trabajo. Orientado a implantar economías de
enclave y ‘zonas de sacrificio’, el extractivismo es un modelo diseñado para
garantizar la continuidad de la inserción internacional subordinada de América
del Sur (GUDYNAS, 2009).
En la Argentina, dicho
modelo se expresa a través de vectores-clave de la división territorial del
trabajo como el cultivo de soja transgénica, la minería metalífera, la
silvicultura e industria forestal, la explotación de hidrocarburos y la pesca
marítima, todos ellos implicados en la producción de graves problemáticas
ambientales. Sabido es que las redes han desempeñado, en las últimas décadas,
un papel estratégico respecto del afianzamiento y expansión del modelo
extractivo en el territorio: así pues, segmentos y nodos considerados valiosos
y/o estratégicos para el desplazamiento de personas y del capital, y para el
desenvolvimiento de las vinculaciones con el exterior, han sido
refuncionalizados conforme a las exigencias de la circulación internacional;
paralelamente, han surgido sistemas más recientes, globalizados desde el
momento mismo de su concepción. En ambos casos, el resultado es el mismo: las
redes han pasado a operar de modo extrovertido para obedecer a la lógica del
comercio mundial, funcionando como vectores de creación de áreas aptas para el
avance del extractivismo. Se convierten así en vehículos de lo que SANTOS y
SILVEIRA (2001) llaman ‘circulación innecesaria’ -una circulación redundante,
de gran costo social-, contraparte inexorable de la ‘producción innecesaria’ a
la que se refería MARX (1968).
No hay comentarios:
Publicar un comentario