Movimientos populares
espontáneos, entre el espontaneísmo y la transformación
18 de octubre de 2019
Por Marcelo Colussi (Rebelión)
Partidos
políticos en crisis
A partir de las últimas
décadas del siglo pasado asistimos a una gradual pero permanente decadencia de
los partidos políticos tradicionales. Esto se da tanto en la derecha como en
De
ningún modo esos partidos están agotados, pues continúan siendo correas de
transmisión entre el poder económico –los verdaderos amos– y las grandes masas,
ofreciendo las capas de burócratas que manejan los aparatos estatales. Pero la
credibilidad de esos partidos está en este momento por los suelos, en todos los
países capitalistas del mundo. De todos modos, el “credo” fundamental de la
politología oficial, de la llamada “democracia representativa”, está dado por
la existencia de esos partidos. El resguardo de lo que la ciencia política de
derecha funcional al sistema llama “gobernabilidad” (o el inefable neologismo
de “gobernanza”) son esos –aunque desacreditados y un tanto aborrecidos–
partidos políticos. Por así decir: un mal necesario para el sistema.
En el campo de la izquierda
las cosas también están complicadas. Caídas las primeras experiencias
socialistas de la historia (desintegración de Hoy por hoy todo lo que suene a confrontación, como consecuencia de décadas de bombardeo mediático-ideológico, es visto como “peligroso”. O, cuando menos, como desconfiable. De ahí que los partidos políticos de izquierda, los tradicionales partidos comunistas (leninistas, o también maoístas, o trotskistas), no están hoy precisamente en crecimiento. Y si se trata de partidos socialdemócratas, es decir: fuerzas políticas que hablan un lenguaje capitalista “moderado”, “capitalismo con rostro humano”, no hay la más mínima diferencia con los partidos políticos de derecha. Los movimientos guerrilleros, por otro lado, en la actualidad no son opción. Fuerzas alzadas en armas con décadas de acción político-revolucionaria hoy se desarman para entrar al juego “democrático-parlamentario”, sin conseguir con ello poner en marcha el ideario que los acompañó anteriormente.
A
decir verdad, actualmente no se ve muy claro ninguna propuesta real de
transformación social. Ello no significa, en modo alguno, que el sistema
capitalista esté blindado ante los cambios. Son incontestables los elementos
que demuestran su inviabilidad a futuro: el solo ecocidio (la monumental
catástrofe medioambiental) que ha producido con su alocado modelo de consumo, o
el tener las guerras como una siempre posible válvula de escape cuando se
traba, deja ver su insostenibilidad. Sus negocios más grandes son: las armas,
el petróleo y las drogas ilegales, es decir: todas industrias de la muerte. Pero aunque
no ofrezca salida, solo, por su propio peso, no cae. Es necesario que alguien
lo derribe. ¿Quién es el sujeto revolucionario entonces en la actualidad? ¿Es
posible hoy levantar las banderas de partidos políticos revolucionarios?
Esto, en modo alguno niega que
los partidos comunistas que han llegado al poder (caso chino, caso cubano o
norcoreano) sean obsoletos, estén en retirada o no gocen de alta credibilidad. Son
ellos, en realidad, la garantía última de la construcción socialista que, con
diferencias y características propias particulares, está teniendo lugar en cada
uno de esos países.Pero ante este panorama de despolitización forzada, esta apatía por lo social que se vive desde la implementación de los planes neoliberales, con esta manipulada conducta de indolencia política que se ha impuesto, en distintas latitudes del planeta, y sin dudas en Latinoamérica con una considerable fuerza (ganan las elecciones candidatos de ultraderecha como Macri, Bolsonaro, Duque, Piñera, Giammattei), lo que sí se van dibujando como alternativas antisistémicas, rebeldes, contestatarias, son los grupos que presentan demandas más puntuales, quizá sin un proyecto político socialista en sentido estricto: luchas por la tierra, movimientos de desempleados, de jóvenes, de amas de casa. O, con una gran fuerza y sentido anti-sistémico, movimientos campesinos e indígenas que luchan y reivindican sus territorios ancestrales.
Movimientos populares
Quizá sin una propuesta clasista, revolucionaria en sentido estricto (al menos como la concibió el marxismo clásico, como han levantado los partidos comunistas tradicionales a través de los años en el siglo XX), estos movimientos campesinos y de reivindicación de territorios propios constituyen una clara afrenta a los intereses del gran capital transnacional y a los sectores hegemónicos locales. En ese sentido, funcionan como una alternativa, una llama que se sigue levantando, y arde, y que eventualmente puede crecer y encender más llamas. De hecho, en el informe “Tendencias Globales 2020 – Cartografía del futuro global”, del consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, dedicado a estudiar los escenarios futuros de amenaza a la seguridad nacional de ese país, puede leerse: “A comienzos del siglo XXI, hay grupos indígenas radicales en la mayoría de los países latinoamericanos, que en 2020 podrán haber crecido exponencialmente y obtenido la adhesión de la mayoría de los pueblos indígenas (…) Esos grupos podrán establecer relaciones con grupos terroristas internacionales y grupos antiglobalización (…) que podrán poner en causa las políticas económicas de los liderazgos latinoamericanos de origen europeo. (…) Las tensiones se manifestarán en un área desde México a través de la región del Amazonas”. [1] Para enfrentar esa presunta amenaza que afectaría la gobernabilidad de la región poniendo en entredicho la hegemonía continental de Washington cuestionando así sus intereses (¿quizá también la lógica capitalista en su conjunto?), el gobierno estadounidense tiene ya establecida la correspondiente estrategia contrainsurgente:
Hoy, como dice el portugués Boaventura Sousa Santos refiriéndose al caso colombiano en particular y latinoamericano en general, escrito antes de la desmovilización de la principal fuerza guerrillera de Colombia, pero igualmente válido ahora, “la verdadera amenaza no son las FARC [o alguna organización guerrillera vigente] . Son las fuerzas progresistas y, en especial, los movimientos indígenas y campesinos. La mayor amenaza [para la estrategia hegemónica de Estados Unidos, para el capitalismo como sistema] proviene de aquellos que invocan derechos ancestrales sobre los territorios donde se encuentran estos recursos [biodiversidad, agua dulce, petróleo, riquezas minerales], o sea, de los pueblos indígenas”. [2] Anida allí, entonces, una cuota de esperanza si de transformación se trata. ¿Quién dijo que todo está perdido?
No
hay dudas que la contradicción fundamental del sistema sigue siendo el choque
irreconciliable de las contradicciones de clase, de trabajadores y
capitalistas. Eso continúa siendo la savia vital del sistema: la producción
centrada en la ganancia empresarial. En ese sentido, las premisas de trabajo
asalariado y capital siguen siendo absolutamente determinantes: los
trabajadores generan la riqueza que una clase, la poseedora de los medios de
producción, se apropia. Esa contradicción -que no ha terminado, que sigue
siendo el motor de la historia, amén de otras contradicciones sin dudas muy
importantes: asimetrías de género, discriminación étnica, adultocentrismo,
homofobia, desastre ecológico- pone como actores principales del escenario
revolucionario a los trabajadores, en cualquiera de sus formas: proletariado
industrial urbano, proletariado agrícola, campesinos pobres, trabajadores
clase-media de la esfera de servicios, intelectuales, personal calificado y
gerencial de la iniciativa privada, amas de casa, subocupados varios,
trabajadores precarizados e informales.
Lo cierto es que, con la derrota
histórica de estos últimos años luego de la caída del Muro de Berlín y los
retrocesos habidos en el campo socialista, con el tremendo revés que la clase
trabajadora ha sufrido a nivel mundial con el capitalismo salvaje de estos
años, eufemísticamente llamado “neoliberalismo” (precarización de las
condiciones generales de trabajo, pérdida de conquistas históricas, retroceso
en la organización sindical, tercerización), los trabajadores, los verdaderos y
únicos productores de la riqueza humana, quedaron desorganizados, vencidos,
quizá desmoralizados. De ahí que estos movimientos campesinos-indígenas que
reivindican sus territorios son una fuente de vitalidad revolucionaria
sumamente importante.
Fidel Castro, interrogándose por la situación actual de la lucha revolucionaria en todo el mundo, preguntaba: “¿Puede sostenerse, hoy por hoy, la existencia de una clase obrera en ascenso, sobre la que caería la hermosa tarea de hacer parir una nueva sociedad? ¿No alcanzan los datos económicos para comprender que esta clase obrera -en el sentido marxista del término- tiende a desaparecer, para ceder su sitio a otro sector social? ¿No será ese innumerable conjunto de marginados y desempleados cada vez más lejos del circuito económico, hundiéndose cada día más en la miseria, el llamado a convertirse en la nueva clase revolucionaria?”. Sin dudas, las posibilidades de transformación social se ven hoy bastante escasas. El sistema capitalista ha sabido cerrar filas contra el cambio.
Pero
siempre quedan rendijas. El sistema lleva en sí mismo el germen de su
destrucción. Las contradicciones que le son inherentes -la lucha de clases-
dinamiza la historia, y en algún momento eso estalla. Como dijo el
multimillonario estadounidense Warren Buffett: “Por supuesto que hay luchas
de clase, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la
estamos ganando”. La gran incógnita es cómo hacer hoy para encender esa
mecha que ponga en marcha las transformaciones.
Movimientos populares y vanguardia
Esos movimientos populares espontáneos que mencionábamos más arriba, definitivamente tienen una gran potencialidad. En Argentina, por ejemplo, en diciembre del 2001, al grito de “¡Que se vayan todos!”, en dos semanas sacaron a cinco presidentes. Y en Ecuador, los movimientos indígenas, liderados en parte por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador -CONAIE-, en parte actuando espontáneamente, ya tienen una larga tradición de lucha y movilización, pues en estos últimos años expulsaron del gobierno a tres presidentes por corruptos, antipopulares y represores: Abdalá Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Y en estos pasados días, con una valiente acción de calle incendiando la ciudad capital, Quito, lograron que el claudicante presidente Lenín Moreno diera marcha atrás con un acuerdo fijado por el Fondo Monetario Internacional que contenía un “paquetazo” de medidas de ajuste económico antipopular.
Ejemplos de movimientos populares espontáneos hay muchos, heroicos en todos los casos, valerosos, que se enfrentaron en numerosas ocasiones a las fuerzas represoras, y triunfaron: la reacción espontánea de la población venezolana ante un aumento desmedido de tarifas en lo que se conoció como Caracazo, en 1989, lo que posibilitó la aparición de Hugo Chávez años después. O la salida espontánea de cientos de miles de seguidores de Hugo Chávez ya presidente, cuando fue derrocado por un golpe de Estado de extrema derecha en 1992, logrando su restitución casi inmediata.
En la historia reciente hay cuantiosos ejemplos de estallidos populares, de movimientos sin propuestas partidarias, pero de gran energía política, que influyen en las dinámicas sociales, a veces de forma profundísima: Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, movimientos Okupa en diversas partes del mundo tomando tierras y construcciones abandonadas para habitar, movimientos por la diversidad sexual, estallidos espontáneos como la Primavera Árabe (luego manipulada y tergiversada). Aclárese rápida y muy enfáticamente que no hacemos entrar aquí lo que se conoce como “Revoluciones de colores”, por ser ellas manipulaciones arteras hechas desde centros de poder con fines bien delimitados, utilizando descontentos populares que son vilmente manejados (recuérdese Goebbels y Brzezinsky ) .
Ahora
bien, la pregunta fundamental ante todo esto: ¿constituyen estos movimientos
-desde la reivindicación anti industria extractiva a los desfiles gay, desde
las protestas estudiantiles con toma de universidad ante los “cacerolazos” que
aparecen espontáneamente cada tanto- un verdadero fermento revolucionario, una
verdadera chispa que puede encender el fuego del cambio profundo?
La
observación serena de los resultados de todos ellos muestra que sí,
efectivamente, como acaba de suceder en Ecuador, tienen una enorme fuerza
política (le torcieron el brazo a uno de los más poderosos organismos del
capital global en este caso), pero no alcanzan para colapsar al sistema, para
producir una revolución victoriosa. Como alguna vez expresó un mural callejero
durante la
Guerra Civil Española : “Los pueblos no son
revolucionarios, pero a veces se ponen revolucionarios”. ¿Qué se necesita
para que esa chispa, ese enorme descontento popular que anida en la gente se
pueda transformar en un verdadero cambio de estructuras? Una vanguardia, un
grupo organizado y con claridad política que pueda conducir esa fuerza contestataria
encausándola en un auténtico proyecto transformador.
Notas
[1] En
Yepe, R. “Los informes del Consejo Nacional de Inteligencia”. Versión digital
disponible en la página:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=140463
[2] Boaventura
Sousa, S. “Estrategia continental”. Versión digital disponible enhttps://saberipoder.wordpress.com/2008/03/13/estrategia-continental-boaventura-de-sousa-santos/
Blog del autor: https://mcolussi.blogspot.com/
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261565
No hay comentarios:
Publicar un comentario