El petróleo ya no es
promesa de futuro, sino sinónimo de inestabilidad
18 de octubre de 2019
Por Emiliano Teran Mantovani
Observatorio de Ecología Política de Venezuela
Desde principios del siglo XX, el petróleo representó la gran
promesa de riqueza súbita y modernidad a nivel mundial, e incluso numerosos
proyectos de luchas en el Sur Global lo tuvieron como un instrumento principal
para la ‘Liberación Nacional ’.
Pero hoy como nunca, es evidente que se trata de una promesa rota. El tiempo de auge, estable dominio y
expansión del petro-capitalismo contemporáneo no sólo ha llegado su fin, sino
que asistimos a una fase de la crisis energética global determinada por la
volatilidad, inestabilidad y el declive.
No se trata sólo de la ocurrencia de ‘guerras por el petróleo’
(que suelen ser usadas para explicar toda la conflictividad y contradicciones
generadas en torno a este recurso); o del ‘fin de la era de los hidrocarburos
baratos’, aunque es también un factor determinante. Lo que cruje, lo que se estremece, es todo el mundo que ha sido
configurado en torno a los hidrocarburos. Las relaciones de poder global, los
ritmos de acumulación y consumo, las tecnologías y la potencia de las máquinas,
la movilidad y la relación espacio-tiempo, la alimentación, la distribución de energía, el metabolismo social y
los modos de relacionamiento con la naturaleza, los ciclos ecológicos, los
patrones culturales.
El sistema se desacopla internamente (como ocurre con las brechas
que se van generando entre la oferta y la demanda de hidrocarburos; o el
declive de las fuentes convencionales), pero también radicaliza su desfase con
los límites del planeta Tierra. Esto nos está
llevando a escenarios límite. El mundo que sostiene el petróleo se
desquicia, mientras que se van profundizando significativamente las
contradicciones. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
Haití, Aramco, Londres, Venezuela. Crisis energética en fase
tardía
Con la sofisticada tecnología de los drones, rebeldes houti logran
llevar a cabo el pasado 14 de septiembre un bombardeo de gran escala en las
instalaciones de Aramco, la mayor petrolera del mundo, ubicada en el segundo
país productor de crudo del planeta, Arabia Saudí. De un plumazo lograron
afectar la mitad de la capacidad de producción de la empresa, unos 5 millones
de barriles diarios. El pasado viernes 11 de octubre, un tanquero iraní era
atacado en el mar Rojo, zona costera de Arabia Saudí. La volatilidad del
mercado petrolero está también estrechamente relacionada con la creciente
volatilidad del conflicto geopolítico. Ambos factores se retroalimentan
peligrosamente.
Pero en un sentido muy diferente, y motivados por la emergencia
climática que se asume cada vez con más fuerza en el mundo, miles de activistas
en varias partes del mundo se vuelcan a las calles, ya no sólo a protestar,
sino a ejecutar acciones directas de ocupación de espacios y cortes de ruta
para tratar de detener máquinas, proyectos y flujos de mercancías que siguen
contribuyendo al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero; pero
también, para tratar de sacudir el mundo, de generar una reacción social.
Desde el 7 de octubre miles de activistas del movimiento
internacional ‘Extinction Rebellion’ acuden al llamado a la ‘Rebelión Internacional ’
y, bloquean avenidas principales o plazas en ciudades europeas como Amsterdam,
París, Berlín, Madrid o Roma; las puertas o alrededores del parlamento en
Londres o Dublín; o hasta acciones en aeropuertos como en Londres. Sólo en esta
ciudad, al menos hasta el día 12 de octubre, casi 1.300 personas habían sido
arrestadas.
Varias comunidades, pueblos y organizaciones en el mundo están
en esta misma línea (como las ocupaciones de minas de carbón por el grupo Ende
Gelände en Alemania, las resistencia contra la explotación petrolera en la
Amazonía ecuatoriana por parte de indígenas Shuar y Achuar, o los bloqueos de
oleoductos en Standing Rock en los Estados Unidos) y nuevas acciones de
rebelión climática están programadas. Estas son el síntoma del crecimiento de
la legitimidad de las acciones radicales para hacer frente drásticamente al
cambio climático. El petróleo nunca había sido tan impopular como en la
actualidad.
A pesar de ello, los combustibles siguen estando entre los
productos más requeridos para el desarrollo de la vida cotidiana de millones de
personas. La crisis energética, que se conecta con la inestabilidad del acceso
a los combustibles, está vinculada a su vez con la emergencia de numerosas de
las explosiones sociales que vemos en la
actualidad.
Haití, que está sumergida en una profunda crisis, experimenta en
la actualidad un escenario de intensas protestas generalizadas en el país desde
el pasado mes de septiembre hasta la actualidad (sumando ya unos 18 muertos),
motivado a una creciente escasez de combustible, que ha visto su suministro
colapsar desde agosto. La razón: el fin de los envíos que la ex-potencia
petrolera Venezuela dirigía a este país en el marco de la alianza
‘PetroCaribe’. El colapso de la nación petrolera venezolana ha repercutido en
diversos grados en varios de los países de la zona que contaban con su apoyo,
lo que ha contribuido a la intensificación de las crisis económicas internas de
los mismos. La corrupción en Haití, que también es uno de los factores que motivan las
protestas en ese país, está también vinculada a PetroCaribe, en la medida en la
que antiguos y el actual gobierno, liderado por Jovenel Moïse, han estado
involucrados directamente en el desfalco de los fondos obtenidos de ese
programa, que se dirigían a mejorar los servicios públicos para los más pobres.
Las revueltas que han convulsionado Ecuador en la primera quincena
de octubre, también están relacionadas con el aumento de los precios de los
combustibles, a raíz del anuncio del Presidente Lenín Moreno de eliminar los
subsidios. Luego de las protestas, primordialmente encabezadas por las
organizaciones indígenas como Conaie, Moreno se vio obligado a derogar el
decreto. Pero lo que pudiésemos destacar es la evidencia de la relación entre
crisis económica, ajustes neoliberales y el acceso social a los combustibles.
Los huecos fiscales, sobre todo en los países del Sur Global, y el afán de
mantener los márgenes de ganancia del gran capital cargándoles a los más pobres
los costos de las crisis, van afectando permanentemente la capacidad de dichos
países de mantener subsidios y evitar las alzas de precios, que tantas
protestas van generando. Estas tensiones calientan aún más el termómetro de la
crisis, y la redimensionan.
Si esto lo vemos a escala geopolítica, Irak hoy es una de sus más
claras expresiones. El país vive una oleada de protestas desde inicios de
octubre, que ha dejado cerca de un centenar de fallecidos. Pobreza, desempleo,
corrupción, violencia y servicios públicos inservibles son de las principales
demandas de los manifestantes, en un proceso crítico desatado en desde
intervención militar estadounidense y el derrocamiento de Sadam Husein a
principios del siglo XXI. Una guerra desatada en primer lugar por petróleo.
Por último, en esta panorámica de la relación
petróleo-inestabilidad volvamos a Venezuela. Aunque las sanciones de los
Estados Unidos están teniendo un gran impacto en el país, en realidad se trata
de una crisis mucho más profunda. El país caribeño es, a nuestro juicio, la
expresión más clara de la crisis de la civilización petrolera; un reflejo en
pequeño del colapso sistémico de un mundo construido alrededor de los hidrocarburos.
No hay que olvidar que décadas atrás, Venezuela fue la gran promesa de la
modernidad, la estabilidad y la riqueza en el Sur Global.
Si se quería analizar cómo se expresaba el ‘mito del petróleo’,
bastaba mirar al país. En la década de los años 80, la economía colapsó y el
hechizo comenzó a romperse. La posterior instauración de la llamada ‘Revolución
Bolivariana’ parecía decidida a cumplir la gran promesa de modernidad y
emancipación social incumplida en el pasado. Pero decidió surfear la ola
revolucionaria montado sobre una nueva versión de la Gran Venezuela Petrolera ,
ahora con los crudos extra-pesados de la Faja del Orinoco como bastión. Hoy el
derrumbe en el país es integral y ha provocado un conjunto de conflictos de
diversa escala (protestas de calle, conflictos territoriales, conflictos
políticos por el control del Petro-Estado y/o conflictos de orden geopolítico).
Venezuela es el reflejo del nuevo ‘orden’ del mundo de los hidrocarburos.
Ya no hay nada futuro que prometer con el petróleo
Antes que eventos aislados, estos conflictos sociales y
geopolíticos laten al ritmo de un tiempo límite. Son también el movimiento
proactivo o reactivo de las volátiles e inestables ondulaciones de este sistema
global petrolizado. El petróleo es ya hoy muy requerido, pero a la vez muy
socialmente contestado y se muestra cada vez más incapaz para sostener el mundo
que construyó sobre sus hombros. Así que estamos en un crucial período de
redefiniciones en el cual, además, se está jugando el mantenimiento de las
condiciones que hacen posible la vida en el planeta.
El petróleo, que otrora construyera horizontes de futuro, ahora es
el emblema de la inestabilidad. Ya no hay nada futuro que prometer con el
petróleo. El camino es claramente otro, pero no bastarán energías renovables,
si no se produce un profundo cuestionamiento a un modelo civilizatorio
capitalista, colonial y patriarcal. La profundidad de la crisis es tal, que es
a la vez una oportunidad para abrirnos hacia otros horizontes civilizatorios.
*Emiliano Teran
Mantovani es sociólogo venezolano, miembro del Observatorio de Ecología
Política de Venezuela e investigador asociado del Centro de Estudios del
Desarrollo (Cendes – Universidad Central de Venezuela).
No hay comentarios:
Publicar un comentario