Silvia Federici: “El movimiento feminista puede ser una fuerza
hegemónica porque pone el foco en la reproducción de la vida”
3 de octubre de 2019
Nació en Italia
en medio de la ocupación nazi-fascista, pero vive en los Estados Unidos desde
1967. Es una de las feministas más leídas en todo el mundo y sus charlas
públicas reúnen a miles de mujeres de los más diversos territorios, tradiciones
y edades. Su libro Calibán y la bruja, traducido a numerosas lenguas, es
venerado entre las jóvenes de la nueva marea verde en la región. En esta
entrevista sin pelos en la lengua, nos comparte las claves para comprender por
qué la lucha y el protagonismo de las mujeres en América Latina llegó para
quedarse, y revela el secreto que le garantiza ser una bruja de casi 80 que
nunca se cansa.
Por Hernán Ouviña
¿En qué medida el movimiento
feminista y las luchas de las mujeres han logrado erosionar la hegemonía
patriarcal a nivel latinoamericano y mundial?
El movimiento feminista tiene muchos
años. A partir del proceso que se inicia en los años setenta, se dice que se
abre una nueva fase. Pienso a este movimiento como un movimiento amplio, que ha
puesto sobre la mesa toda una nueva problemática, que no fue la problemática
del feminismo que se desarrolló en el siglo XVIII y XIX. Mirando a esta fase
que empieza más o menos en los años 70 y llega hasta hoy, con este nuevo
movimiento que involucra a muchísimas jóvenes, podemos ver que algo muy
importante se ha cambiado, a pesar de que yo hablo siempre de una revolución
feminista todavía inacabada. Algo se ha cambiado, en primer lugar,
con respecto a la problemática del proceso revolucionario. Durante la mayoría
del siglo XX, el enfoque de los movimientos revolucionarios estuvo sobre todo
centrado en los trabajadores de fábrica y el proletariado industrial. En el
imaginario colectivo y en la política de los movimientos sociales, el
proletario industrial era el sujeto revolucionario, quien podía construir con su
lucha y preparar las condiciones materiales para la nueva sociedad sin
explotación, la nueva sociedad comunista.
El movimiento feminista junto al movimiento
anti-colonial y ecologista, ha cambiado este panorama. Hoy en realidad los
movimientos sociales más importantes no se enfocan en la fábrica. No solamente
a causa de la reestructuración de la economía global, con el desmantelamiento
de las grandes concentraciones obreras, como la FIAT en Italia, o la Ford y las
otras compañías de coches en los Estados Unidos, por ejemplo, en Detroit.
También porque desde la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy, nuevos sujetos
políticos han asumido protagonismo. En primer lugar, el movimiento
anti-colonial ha sido fundamental para cambiar el panorama político y portar a
la lucha política la voz de los sin salario, de quienes han vivido y trabajado
fuera del “contrato social” que el salario ha representado, en la relación
trabajadores y capital, así como también más tarde el movimiento ecologista.
Y el movimiento feminista es central
en este proceso, ya que al igual que el movimiento anti-colonial, ha echado luz
sobre todo un mundo de trabajo y explotación que nunca se había “visto”. Las
mujeres por supuesto lo conocían, pero nunca se había politizado y jamás había
sido parte de los movimientos revolucionarios. Toda el área de la reproducción
y muchísimas de sus articulaciones, como el trabajo del hogar, la sexualidad,
las relaciones familiares, el parir, la procreación, la denuncia de cómo ésta
vida privada no es en realidad privada, el haber contestado a la separación
entre lo público y lo privado afirmando que lo personal es político, porque ha
sido completamente estructurado por el Estado y capturado para el capital, en
la medida en que ambas son orientadas al funcionamiento del mercado laboral, a
la acumulación capitalista y a la reproducción de la fuerza de trabajo. Creo
que este ha sido un aporte fundamental, porque ha echado luz sobre la condición
real de las mujeres, es decir, cómo gran parte de las mujeres, las mujeres
proletarias, son en realidad productoras de capital, también cuando no trabajan
fuera de la casa; ha echado luz sobre la explotación de la mujer, del
significado de que este trabajo no sea pagado ni reconocido.
En el funcionamiento del salario y
en el ocultamiento, que no solamente es una cantidad de dinero, sino que el
salario es una herramienta política para estructurar las divisiones sociales y
jerarquías. Pero ha echado luz también sobre algo más importante: qué es el
capitalismo y cómo ha sido capaz de perpetuarse. El capitalismo no se ha basado
solo sobre el despojo y la privatización de los medios de producción, sino a la
vez en el ocultamiento del trabajo no pagado y la recreación continua de
divisiones sociales y jerarquías, de poblaciones que no tienen derechos y que
son explotadas al límite de sus capacidades naturales. El feminismo, poniendo
el foco y brindando luz sobre la explotación de las mujeres como reproductoras
de la fuerza del trabajo, poniendo luz sobre esta área de vida del proletariado
y de las relaciones entre proletariado y capital, ha cambiado también nuestra
comprensión de lo que es el capitalismo como totalidad. Contrariamente a lo que
se dice muchas veces, que “el feminismo se ocupa sólo de las mujeres y del
género”, más bien el feminismo, en su extensión más importante, ha sido una
redefinición de qué es la explotación del trabajo humano en la sociedad
capitalista y de cuál es la esencia de la explotación capitalista. Esto me
parece un aporte muy muy grande. Lo que el movimiento feminista no ha
conseguido generar es una estrategia para cambiar concretamente la relación de
poder entre mujeres, y entre hombres y capital, y desafortunadamente una parte
del movimiento feminista ha sido capturada por las instituciones, que se han dado
cuenta muy pronto de la posibilidad de capturar la búsqueda de las mujeres de
mayor autonomía y ha sido capaz de manipularla y capturarla para integrar a las
mujeres en la nueva fase de desarrollo que se ha inaugurado con la
reestructuración la economía global. Que es una fase en la cual el trabajo
asalariado se ha completamente desvalorizado, ya que ha perdido todos los
beneficios que una vez podía dar a los trabajadores.
Entonces las mujeres han sido la
solución a la crisis del capitalismo, la solución al rechazo del capitalismo
que ya el proletariado industrial estaba exprimiendo, porque los años setenta
fueron años de grandes luchas de todo el proletariado: desde Torino hasta
Detroit, se hablaba de un “hilo rojo” que pasaba también por Inglaterra, donde
los trabajadores por la noche traían sus mochilas para dormir en las fábricas.
Era el periodo en el cual, en Torino, en la FIAT se hacían asambleas y, en
1974, los trabajadores fueron capaces de conseguir las 150 horas, que eran
horas de estudio en la fábrica pagadas, una cosa que hoy parece una utopía
increíble. Esto como ejemplo, para subrayar la gran fuerza y el rechazo que los
trabajadores habían sido capaces de organizar ya a partir de la mitad de los
años ’70, cuando el capitalismo se vio obligado a declarar la crisis y adoptar
el “no crecimiento” como estrategia. Desafortunadamente, el movimiento
feminista, en gran parte, ha aceptado la idea de la emancipación a través del
trabajo asalariado, lo cual ha sido una enorme solución para las instituciones.
Es por eso que muy pronto, a partir de 1975, las Naciones Unidas intervienen en
la política feminista con la primera Conferencia
Global sobre las Mujeres, que hubo luego en la Ciudad de
México. Es interesante que la primera conferencia global se haya hecho en el
sur del continente americano, como lugar precursor. Aquí empieza la
domesticación de la agenda feminista, que ha sido capturada, sometida,
domesticada, subvertida y limitada.
Mencionaste dos ciclos. El más
reciente implica un recambio generacional donde hay mujeres muy jóvenes, que
irrumpen con un alto nivel de radicalidad, poniendo en cuestión las prácticas
de la vieja izquierda, e incluso de ciertas organizaciones feministas
tradicionales ¿Cómo ves esta dinámica donde nuevamente el Estado parece
intentar domesticar estas luchas a través lógicas institucionalistas o
electorales, de construir “caudillismos individuales”, en un movimiento que, si
tuvo algo de potente -sobre todo en Argentina- es que no se ha destacado por
figuras personalistas ni tampoco por haber puesto la centralidad en las
elecciones?
Me parece muy importante que este
nuevo movimiento, que surge de jóvenes mujeres, emerge en respuesta a un
período en el cual muchísimas jóvenes no querían definirse como feministas. Yo
recuerdo muy bien que, en los años ‘90 y también en el 2000, el feminismo
parecía una corriente o un movimiento neoliberal, capturado, que no tenía
capacidad subversiva. Lo que ha pasado es que las nuevas generaciones se han
dado cuenta que, en realidad, la problemática de la sexualidad, de la identidad
social, del trabajo, es una problemática todavía abierta, que hoy las jóvenes
encuentran los mismos problemas que hemos enfrentado. También se enfrentan a
algo nuevo que es el feminicidio, el incremento de la violencia contra las
mujeres, que va directamente a penalizar el protagonismo de las mujeres en
tantos lugares en su búsqueda de autonomía; penaliza el hecho que las mujeres
son cada vez más protagonistas en el campo y en las ciudades. Este movimiento
tiene una fuerza muy grande, ha sido un gran inspirador a nivel internacional,
sobre todo saliendo de América Latina, donde las mujeres se han enfrentado con
formas más fuertes de represión en todo el espacio rural y urbano, y conocen
bien la experiencia de la
dictadura. Hay en ellas una sabiduría, una conciencia
política de qué son las relaciones sociales en la sociedad capitalista, hay una
visión y mirada anticapitalista más profunda y más clara que en Europa y los
Estados Unidos. Hoy en América Latina, sobre todo en Argentina, y también en
Chile y parte en México, hay feminismos que se dicen “populares”, que salen del
campo, de la lucha contra el extractivismo, de las luchas de las mujeres
indígenas contra la minería y la extracción petrolera. Muchas veces las mujeres
no se definen feministas, pero sus luchas tienen contenidos muy
feministas, centradas en la defensa del territorio, en la defensa de la
reproducción, en la búsqueda de formas de reproducción completamente
diferentes, y en rechazo de la mercantilización de la vida. Por eso el
feminismo aquí es una guía y una inspiración para otras partes del mundo. Es
claro que hay una orquestación ideológica y no ideológica para capturarlo.
Espero que el movimiento sea bastante fuerte para poder rechazar todas estas
diferentes medidas de captura. La primera empieza ya con los gobiernos que se
dicen progresistas, con la captura a través de las bolsas familiares y los
pequeños subsidios, como los que han otorgado el PT en Brasil y el gobierno
mexicano en varios períodos, para la reproducción, pero que no resuelven de
ninguna manera la situación de las mujeres, y al contrario extienden el control
del Estado sobre una población de mujeres que estaba fuera de las relaciones
monetarias. Me refiero también a estos programas feos del microcrédito, que es
el caballo de batalla del Banco Mundial. También hoy está la tentación
electoral. Mujeres que han militado en tantos movimientos sociales y frentes
muy amplios, piensan que insertarse en el proceso electoral y trabajar en las
instituciones puede dar un respaldo a sus luchas, pero lo que hemos visto es
que en realidad se va poco a poco destruyendo la capacidad subversiva de los
movimientos, que toda la energía del movimiento se enfoca en las elecciones y
que al final se producen formas de caciquismo individual.
El terreno electoral e institucional es un terreno
lleno de minas; cuando tu empiezas a trabajar en este terreno, hay fuerzas de
las que no puedes escapar, hay una lógica que te absorbe independientemente de
cuáles sean tus intenciones originales. Esto lo hemos visto en Europa, sobre
todo en España, pero también en Italia. Al principio del movimiento 5 Estrellas
en Italia, se decía que era un movimiento completamente no institucional,
gobernado desde abajo. Hoy 5 Estrellas es aliado de los fascistas y está
traicionando lo que había prometido en un primer período. Vemos también que el
municipalismo en España, después de varios años no ha producido un cambio real,
al contrario, muchas energías se han consumido en promover esto. Por eso digo
que ponerse en las instituciones es como despojarse. Hemos visto varias veces
en los Estados Unidos que buscar la vía electoral como medida para empoderar al
movimiento, no funciona. Lo que ocurre es que periódicamente el movimiento
elige un “salvador”.
Puede ser Obama,
Bernie Sanders o actualmente Alexandria Ocasio-Cortez, que es una mujer
valiosa, pero se encuentra con un partido que va a bloquear sus iniciativas. En
realidad, lo que pasa es que a medida que estas personas se involucran en partidos
que son definitivamente pro-capitalistas, no pueden escapar a esa lógica. Otro
peligro es el de crear fuertes movimientos, pero que se enfocan solamente sobre
una única reivindicación. Yo apoyo el movimiento por el aborto en Argentina,
pero espero que tenga presente que no se puede armar un movimiento por el
aborto, sin al mismo tiempo luchar para garantizar la posibilidad de las
mujeres de ser madres, en condiciones de poder decidir cuándo y cómo van a
hacerlo, y sin sacrificar sus vidas. El gran error del movimiento feminista en
los Estados Unidos fue decir que “el aborto es control sobre nuestros cuerpos”.
Es parte del control, pero control sobre nuestro cuerpo significa poder decidir
si vamos a reproducirnos o no, qué vamos a hacer con nuestra capacidad
reproductiva, si queremos tener o no niños. En los Estados Unidos, el enfoque
exclusivo de muchas feministas en la lucha por el aborto, fue la causa de una
disociación de muchísimas mujeres afrodescendientes, que se enfrentaban en este
periodo también a la esterilización, y a condiciones de vida que no les
permitía de ser madres. El discurso vale también por los movimientos trans y
queer, que quieren cambiar la identidad de genero, o rechazar el género como
distinción social. En este caso, es importante entender que no podemos cambiar
la identidad si no ponemos sobre la mesa el cambio de las condiciones
materiales de nuestra vida. Hoy se olvida que el movimiento feminista fue el
primer movimiento que ha criticado la femineidad, ha criticado lo que significa
ser mujer. Desde su principio ha reivindicado una forma múltiple y creativa de
qué es ser mujer. No es que hoy se inventa la fluidez de la identidad.
Ya el movimiento
feminista ha criticado la
femineidad. Pero , en la medida en que no hemos sido capaces
de cambiar las condiciones materiales de la vida de las mujeres, no hemos
conseguido un cambio real de identidades sociales. Tu puedes criticar la
heteronormatividad, pero si tu continúas dependiendo de un hombre, tú vas a ser
heteronormativa en la
realidad. Lo importante es no perder de vista que, si bien la
lucha puede ser contra el binarismo, no se la puede disociar de la lucha contra
el capitalismo. No se puede desconectar el discurso contra lo binario del
discurso contra la sociedad capitalista, que ha usado la diferencia de género
para crear formas más intensivas de explotación. Entonces yo espero que las
lecciones del pasado nos permitan no repetir los mismos errores, porque los
capitalistas tienen una gran capacidad de manipulación y cooptación.
Si el
desafío es cómo garantizar el reconocimiento de las diferencias y diversidades,
pero sin dejar de luchar por la supresión de todo tipo de desigualdad, y una de
las posibles limitaciones, como señalas, ha sido el corporativismo y la
tendencia al encapsulamiento, otra pregunta que nos hacemos es la siguiente:
¿puede el movimiento feminista ser una fuerza hegemónica, no “hegemonista” de
pretender avasallar e imponer, pero sí hegemónica en la clave de un proyecto
transversal y de articulación en común?
Para mi sin duda el
movimiento feminista puede ser una fuerza hegemónica porque pone sobre la mesa
la cuestión de la reproducción de la vida, la importancia de la reproducción. Pero
he aprendido mucho de otros movimientos también. Reproducción significa cuidado
del ambiente, cultivo de subsistencia, agricultura, comida, semillas. Poco a
poco he visto que el discurso de la reproducción es muy amplio, es un discurso
que finalmente puede enlazar todas las actividades más importantes por la vida. Entonces el
movimiento feminista tiene esta capacidad de identificar cuáles son los
terrenos estratégicos en la lucha contra el capitalismo. A partir del discurso
de la reproducción, se puede pensar también cómo cambiar la producción. Se
puede pensar de no pedir solo incrementos salariales, o más dinero y menos
trabajo. Es importante poder decidir qué vamos a producir, que no vamos a
envenenar el mundo, ni vamos a producir coches que nos van a matar. La temática
de la reproducción lleva a responsabilizarnos en nuestras actividades también
en el proceso de producción por el mercado. Nos compromete con la creación de
una sociedad donde lo que vamos a hacer es algo que beneficia a todos, algo que
hacemos cooperativamente, que permite a todos reproducirse, y que no construye
nuestro bienestar sobre el sufrimiento de los otros. El fin de la sociedad,
como dice Marx, debe ser el bienestar colectivo. Esta debe ser nuestra óptica.
Como las mujeres han estado involucradas por generaciones en la reproducción de
la vida, y conocen más que cualquier otro sujeto todas sus necesidades y
vulnerabilidades, hoy son más capaces de construir formas de organización que
sustentan nuestra vida. Por ejemplo, pueden armar grandes marchas de semanas,
que necesitan toda una sabiduría sobre la reproducción: por el cuidado de los
niños, por procurarse el agua, la comida, por desechar la basura. El discurso de
la reproducción es importante para crear una infraestructura para garantizar la
continuidad de la lucha. Y
a partir de la reproducción podemos ver nuestros vínculos con otros
movimientos: los de los maestros y maestras en la escuela, en la producción de
conocimiento, los movimientos campesinos, ecológicos. Podemos repensar nuestra
relación con los animales, la espiritualidad.
Aludiste a
la espiritualidad, un motor muy potente para la lucha. Hay sectores que
la confunden con la religiosidad de la iglesia e incluso con el Vaticano. ¿Cómo
interpretas esta tensión que a veces aparece entre reivindicar la
espiritualidad y el recostarse en la iglesia como institución, ya sea católica
o evangelista?
Soy sospechosa de las personas que piensan que la
gente se junta en la iglesia por la espiritualidad. Las
iglesias, sea las iglesias católicas, el Vaticano, o los fundamentalistas
pentecostales, en todos los casos son empresas. El Vaticano es una maquina
económica. Tiene inversiones y muchísimas empresas comerciales, incluso
empresas farmacéuticas en Suiza que producen anticonceptivos. Por eso la
hipocresía no tiene fin. El Vaticano desde su principio hasta hoy siempre ha
sido así. Es un estado con sus milicias. Papas tenían esclavos, y la iglesia ha
justificado la servidumbre de los sarracenos y los “paganos”. Nunca los
papas han hecho una batalla contra la esclavitud. En el siglo XX el Vaticano ha apoyado
al fascismo, ha firmado los famosos Pactos Lateranenses con el fascismo. Y la
historia se puede continuar hasta ahora. Es claro que la Iglesia no ha sido
simplemente cómplice del poder, como si estuviese por fuera: ha sido parte del poder, tanto la iglesia
protestante, actualmente con el pentecostalismo, como la iglesia católica. Hoy
la iglesia surge con una nueva fuerza, para contrastar la lucha contra el
neoliberalismo, en un contexto social, político y económico, en el que el
desarrollo capitalista debe empobrecer siempre más, desestabilizar y desplazar.
En este contexto llegan los nuevos misioneros, los evangelistas, los
pentecostales a decirte que “tú eres pobre, pero Jesucristo va a resolver todos
tus problemas”. Y capturan a una parte de la gente que se siente
desestabilizada, porque sus comunidades se están fragmentando. Entonces llegan
estas sectas con sus camionetas, sus recursos, su promesa de apoyo, y tú te
apoyas en ellos. Claro que está funcionando, porque la gente se siente tan
insegura y precarizada en su vida, que acude a ella. Por eso es tan perverso.
Las sectas están promoviendo una ideología que al final divide a la gente. Los
pentecostales por ejemplo hablan de Satanás, y te incitan a ser sospechoso con
los otros y otras de tu comunidad. En África, hoy, están impulsando una nueva
caza de brujas. Por eso creo que hay que comprender que la gente se junta no en
búsqueda de espiritualidad, sino en búsqueda de una respuesta a la
fragmentación, a la inseguridad económica y social. El reto es ver si somos
capaces de crear organizaciones e iniciativas que puedan tener la misma
capacidad de atracción. Es importante ser claros y entender que esta nueva ola
de expansión misionera, pentecostal, evangelista y católica, es parte
integrante de la expansión de las relaciones capitalistas hoy, es parte
integrante de la política de despojo, de la precarización de la vida, y sirve
para “darte humo en el ojo” y dividir a las comunidades, porque a algunos le
dan un pequeño apoyo si se conforman con lo que ellas proponen, y a los otros
los van a demonizar, literalmente, si se oponen.
Por último,
siempre afirmas que ese mundo que soñamos ya se está creando en el presente,
una idea que a algunos/as nos gusta llamar prefiguración. ¿Qué puedes decirnos
en términos esperanzadores al respecto?
A nivel pequeño y
personal, yo llevo un mes atravesando México, Argentina y Chile, y puedo decir
que he viajado a través de un mundo de compañeras y compañeros maravillosos,
con tanta solidaridad, tanta creatividad y placer. Así que no me siento cansada
a pesar de que tengo casi 80 años. ¡Lo puedo hacer porque me da tanta alegría!
Y a nivel más general, creo que, en cualquier lugar hoy, si pudiéramos ver un
mapa de todas las luchas, que se están dando en todos los lugares, podríamos
comprender por qué hay un Bolsonaro y un Trump. Ellos son la respuesta de un
sistema que se siente amenazado. Es claro que quieren imponer su hegemonía
sobre toda la riqueza natural: los mares, los ríos, las aves y los territorios.
Pero no pueden hacerlo, porque hay miles y miles de luchas, las luchas por
conservar las aguas, la floresta, los mares. Para mí estas luchas son las más
importantes que hay actualmente en el planeta. Quienes están luchando por el
bosque y el agua, están luchando verdaderamente por todas nosotras y nosotros,
porque la humanidad no sea reducida a esclavos, todos concentrados en las
ciudades. Pensar que los Monsanto y los Cargill van a dominar el campo y los
mares, y nosotros vamos a estar amontonados en la ciudad, es una pesadilla. Si
no tenemos ningún control sobre la naturaleza no podemos controlar nada de
nuestra vida. Entonces los que están luchando por tener acceso a la riqueza
natural, para mí son el fundamento de todas luchas. Pero esto ya se está
haciendo, y creo que las mujeres están dando un impulso muy grande, porque
estas luchas las están librando con una gran creatividad, con la creación de
nuevos entramados afectivos, que promueven la solidaridad. Y ésta
es ya la nueva sociedad.
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*
Entrevista publicada en la Revista Catarsis Número 1, Buenos Aires, mayo
2019.
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Fuente: https://www.anred.org/2019/10/03/silvia-federici-el-movimiento-feminista-puede-ser-una-fuerza-hegemonica-porque-pone-el-foco-en-la-reproduccion-de-la-vida/
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