Algunas reflexiones sobre la candidatura Fernández
– Fernández
20
de mayo de 2019
La elección por
parte de Cristina Fernández de Kirchner, de Alberto Fernández como candidato a
presidente, ha generado todo tipo de análisis, y especulaciones. En esta breve
nota presento algunas reflexiones.
Por Rolando Astarita
Todo indica que el primer y obvio objetivo de la
candidatura de Alberto Fernández es ampliar el apoyo electoral con vistas a
ganar el ballotage. Es que la candidatura de Alberto F no restaría los votos
del núcleo “duro” del kirchnerismo (La Cámpora, Patria Grande, Nuevo
Encuentro, y similares), a la vez que permite disputar votos al peronismo no
kirchnerista, tentar a dirigentes como Massa para que entren en la coalición, y
pescar entre los desencantados de Cambiemos. De hecho, ocho gobernadores
peronistas ya se pronunciaron a favor de la fórmula F-F .
Pero en
segundo lugar, y tal vez más importante, con la nueva candidatura se procura
asegurar una coalición de gobierno que permita aplicar una política (en primer
plano, bajar el gasto público) que evite un nuevo default. Además de avanzar en
las “reformas estructurales” (reforma laboral, previsional y tributaria), que
pide el capital de conjunto. Una demanda que se mantendrá al margen de que la
economía argentina pueda experimentar algún rebote en 2020 (respondiendo a la
mecánica usual de los ciclos económicos).
En
cualquier caso, en este punto es necesario introducir el factor clave: la constricción que
impone sobre los gobiernos la amenaza de la “no inversión”. En
Argentina la misma se expresa en la debilidad de la inversión
productiva; en las recurrentes y abruptas salidas de los fondos que se
colocan temporariamente en activos financieros; y en la casi constante fuga de
capitales. Lo cual se traduce en baja productividad general de la economía,
recurrentes ciclos de endeudamiento y posteriores devaluaciones de capital,
frecuentes crisis cambiarias, altísima inflación y extendida miseria de
las masas populares.
La
constricción de la amenaza de no inversión se concreta en que, en 2020, entre
capital e intereses, y solo con el sector privado, hay vencimientos por 60.000
millones de dólares. No hay forma de que el próximo gobierno pague esta suma. Y
si no defaultea, deberá refinanciar, por lo menos, los vencimientos de capital.
Como es conocido, en esas refinanciaciones los acreedores, sean privados, o
institucionales, imponen condiciones que apuntan a favorecer al capital “en
general”. O sea, políticas que aseguren la generación y realización de
plusvalías –en moneda fuerte, dólares- destinadas a cumplir con las
obligaciones con el capital financiero. Más específicamente, en Argentina
se trata de generar un marco social y político que asegure frente a la
eventualidad de medidas nacional-estatistas (tipo cepo cambiario, control
de precios, estatizaciones, prohibición de remesas de ganancias, manipulación
del Indec, etcétera). Pero además, en la medida en que una economía está en
crisis, las políticas que apuntan a restaurar la rentabilidad del
capital, se hacen más duras. Los ajustes “a lo FMI” de Portugal (que una parte
del progresismo criollo reivindica como modelo a seguir) y Grecia, son
ejemplares al respecto. En esto no hay número de votos que valga. Cristina K
podrá tener el apoyo popular, pero a la hora de exigir el pago de las deudas
ese apoyo a los acreedores les importa poco (recordar aquí la experiencia de
Syriza con el FMI y la
Unión Europea ). Con el agregado de que la situación económica
mundial está empeorando. Entre otros factores, en los últimos tiempos hubo
liquidación masiva de bonos de países “emergentes”, siendo Argentina uno de los
más afectados. Y el contexto puede empeorar si se profundiza la guerra comercial
entre EEUU y China (el precio de la soja ya bajó más de 100 dólares en los
últimos meses).
De lo
anterior se deriva la contradicción que recorre la coyuntura: con el voto
popular CFK puede llegar a la presidencia, pero con eso no se supera la
constricción que imponen la relación capitalista y el poder concentrado
del capital dinero. De ahí el rol asignado a Alberto Fernández. No
tiene votos, -se los aporta CFK- pero su misión es tender puentes con las
cámaras empresarias y los inversores, con los grandes medios de comunicación,
con Washington y otras potencias, y con el FMI. Se trata de asegurar “a
los factores de poder” que un gobierno K 2019-2023 será “racional y moderado”.
Para eso, Kicillof ya aseguró en Washington que “nadie puede querer un default”,
que “no podés romper con el Fondo” y recordó que “durante el gobierno de CK
cumplimos con todos nuestros compromisos, nunca tuvimos una postura de no
cumplirlos”. Pero no bastó.
Por eso
ahora la candidatura de Alberto Fernández apunta a elevar el nivel de
garantías. En este respecto, el economista Matías Kulfas, señalado como uno de
los principales asesores económicos de Alberto Fernández, acaba de declarar que
“los compromisos asumidos serán honrados y con el FMI se discutirá y se
negociará articulando estrategias que permitan recuperar el crecimiento y pagar la deuda”
(La
Nación, 20/05/19; énfasis agregado). Tengamos presente que la deuda
con el FMI hasta 2021 es de 57.100 millones de dólares. Por supuesto, en el
plano de las hipótesis se puede especular con que un eventual gobierno F-F
repudie la deuda y emprenda un curso de extendidas estatizaciones y
profundización de medidas tipo capitalismo de Estado. Pero se trata de una
especulación vacía. No hay elementos que permitan entrever algo semejante, ni existe
base política y social para lanzarse a algo parecido al chavismo-madurismo (con
el agregado de que el chavismo pagó deuda externa hasta el agotamiento
del país). Seguramente habrá algunos retoques –por ejemplo, Kulfas parece
proponer un cambio en el régimen de liquidación de las exportaciones; alguno
propondrá algo más de “precios cuidados”- pero nada dramático, por lo que se
puede atisbar a futuro.
Por lo
anterior se dio entonces la extraña circunstancia (tal vez única en el mundo)
de que la candidata a vicepresidenta designó al candidato a presidente. Lo cual
puede ser fuente de tensiones y hasta de crisis a futuro. Especialmente cuando
haya que pagar los costos políticos asociados a las medidas de ajuste del
próximo gobierno.
En cualquier caso, CFK establece una importante conexión con
la militancia nac & pop, con el sindicalismo reformista, el PC y
organizaciones afines. Aunque no son significativos en términos de votos, esta
gente aporta desde lo ideológico y político, y exhibe una significativa
capacidad de movilización callejera. Lo cual destaca el rol imprescindible de
CFK para poner esa militancia al servicio de la candidatura de quien hasta 2017
era “traidor vendepatria y agente de Clarín”. De ahí también la utilidad de
apelar a la memoria de Gelbard (ex ministro de Economía de Cámpora y Perón,
entre 1973 y 1974) y el “pacto social al servicio de la liberación
nacional”. Todo sirve para entusiasmar al socialismo pequeño burgués
nacionalista y empeñarlo en políticas de conciliación de clase, imprescindibles
para la “gobernabilidad”.
Precisemos
asimismo que el debate por la ampliación de la base social y política con
vistas a la continuación del ajuste se ha extendido a Cambiemos: un sector del
radicalismo demanda la ampliación de la coalición oficialista hacia el
peronismo federal (Schiaretti, Urtubey). Incluso inversores y analistas de Wall
Street piden que Macri se baje de su candidatura para armar una coalición más
amplia que derrote al kirchnerismo (véase La Nación, 19/05/19). Es
que cada vez parece más claro –lo muestran las elecciones provinciales
realizadas hasta ahora- que Cambiemos va camino a una derrota de proporciones
en la elección nacional.
Para
terminar, una observación sobre algunos análisis de organizaciones de
izquierda, que leí por estos días. En uno de ellos se afirma que la candidatura F – F es
“una claudicación de CFK frente a los mercados”. En otro se sugiere que CFK
sería “progresista” frente a Alberto F. Pues bien, la primera cuestión es qué
significa “luchar contra los mercados” bajo el sistema capitalista. ¿Luchar
contra los precios? ¿Contra la oferta y la demanda? ¿Significa imponer
controles de precios? Frente a esto, la crítica marxista debería explicar que
la idea de que el Estado burgués puede manejar los mercados –los precios y
cantidades comerciadas- es una ilusión propia del reformismo burgués, que en
ningún lado ha dado resultados beneficiosos para las masas populares (y ha
alentado el conciliacionismo de clase). Estamos al nivel elemental de la
crítica marxista: el mercado es un producto de las relaciones sociales de
producción imperantes, por lo cual no tiene sentido la lucha “contra el
mercado” si no se acaban esas relaciones que le dan fundamento.
Pero además, son esas leyes
objetivas de la economía capitalista –la ley del valor, de la plusvalía, las
tendencias de la acumulación del capital- las que explican por qué el
kirchnerismo apoyó políticas “de ajuste” siempre que lo creyó
necesario. Lo hizo cuando defendió las privatizaciones
en los 1990 (y Alberto Fernández era alto funcionario menemista); o
cuando, en 1999, aplicaba el ajuste en Santa Cruz, siguiendo a Cavallo,
ministro del gobierno de la Alianza; o cuando instrumentó la devaluación de
2014; y también cuando aplicó, y sigue aplicando, el ajuste de nuevo en Santa
Cruz. ¿Qué sentido tiene entonces sostener que Cristina F tiene una trayectoria
política a la izquierda de Alberto F? La única justificación que puedo
encontrar para semejante afirmación por parte de alguien que se considera
marxista es el intento de establecer alguna conexión con el kirchnerismo
izquierdista. Pero el kirchnerismo izquierdista va a militar por la candidatura F-F
con plena conciencia de lo que significa. En todo esto no hay ingenuos ni
confundidos.
Agreguemos que, en un plano más
general, el peronismo también respondió a las crisis con políticas “ortodoxas”.
Así, además de la ya citada política menemista, podemos recordar el ajuste
instrumentado por el propio Perón en su segunda presidencia, a partir de 1952;
o el paquete de ajuste de Isabel – López Rega, en 1975, que dio lugar al
llamado Rodrigazo. Y destacar que el repunte de la economía argentina
desde mediados de 2002 ocurrió después de un profundo “ajuste”, que significó
una de las caídas más grandes de los salarios y las condiciones de vida de la
población.
En
definitiva, lo de CFK no es “claudicación”, o “traición”. Es,
simplemente, política de clase, en su sentido más profundo. Tener
esto en claro es el punto de partida para luchar por la independencia de la
clase obrera. En otros términos, por generar conciencia de que los
padecimientos de las masas trabajadoras no se superan cambiando los personajes
que están al frente del Estado, sino cambiando el carácter de clase del Estado.
Fuente: https://www.anred.org/2019/05/20/algunas-reflexiones-sobre-la-candidatura-fernandez-fernandez/
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