El ejemplo de las
termitas
25 de marzo de 2019
Por Guillermo Almeyra (La Jornada)
Como se sabe,
las hormigas termitas mediante su acción colectiva
y coordinada pueden llegar a carcomer la estructura de una casa hasta tornarla
inhabitable o provocar su derrumbe y cuando deben cruzar un río ancho y
caudaloso se agrupan y forman una bola flotante para llegar a la orilla a costa
del sacrificio de las hormigas exteriores que salvan así al resto de la
colonia.
Salvo en circunstancias
excepcionales (guerras, incendios, terremotos u otros desastres naturales) los
seres humanos han perdido hace cientos de miles de años ese instinto de
preservación y resguardo de la especie que tuvieron por millones de años los
primeros homínidos y las pequeñas hordas de neandertales o cromañones.
Los
clanes y las tribus fueron excluyentes y la civilización condujo después a la
creación de estados cada vez más fuertes que, además, tenían interés en evitar
que sus poblaciones se conocieran, se comunicaran y entremezclaran y, por el
contrario, hacían de todo para convertir al vecino en enemigo potencial y esa
cultura nefasta infectó hasta a las pequeñas comunidades vecinas.
Eso
es lo que hace, por ejemplo, que los sonorenses no sientan como propios los
problemas de los indígenas de Chiapas o del Istmo de Tehuantepec o incluso de
Tamaulipas; o que todos deban librar en semiaislamiento una lucha contra un
enemigo que tiene mil caras, pero que es común y único: el patrón, el
capitalismo.
Las luchas y las movilizaciones, como las de las mujeres mixes y zapotecas del Istmo de Tehuantepec que defienden su modo de vida y su territorio y se oponen por eso a los planes gubernamentales para la región que buscan transformarla en un dique de contención para los migrantes centroamericanos y sureños que le quitan el sueño a Donald Trump, unen a diversos grupos étnicos en un sólo haz; esas mujeres dejan de ser sólo zapotecas o mixtecas para considerarse indígenas que resisten en común. Eso refuerza su solidaridad, eleva su dignidad y conciencia, afirma la confianza en sí mismas de esas comunidades que aprenden que los planes que propone el Estado de sus explotadores no son inevitables ni los únicos posibles, pues, en determinadas condiciones sociales, es viable una alternativa. La organización de policías comunitarias y la coordinación de las mismas en la Montaña de Guerrero con independencia de la policía y de la justicia estatales, enseña también a todos que la forma verticalista y autoritaria asumida por el Estado en nuestro país puede ser remplazada por una democracia basada en decisiones de asambleas, con cuerpos ejecutivos controlados y revocables por las mismas en cualquier momento.
Hay que partir de las grietas del capitalismo, ensancharlas, sembrar en ellas, aplicar directamente soluciones a las pequeñas cosas, ocupando tierras baldías o improductivas, restructurando el territorio, organizando –en alianza con técnicos, maestros y sanitaristas– la distribución del agua, la enseñanza y la sanidad de modo que respondan a las necesidades de
El Estado central, con los impuestos indirectos, como el IVA, o directos que pagan todos menos las grandes empresas evasoras, deberá proveer los servicios esenciales que forman parte de los derechos humanos reconocidos por la ONU sin pretender imponer condiciones de vida que la población local organizada rechaza, ni restructurar el territorio de ésta en contra de su voluntad y de sus intereses.
En
la administración local democrática, en la dirección asamblearia de los
sindicatos o las comunidades, sin charros ni caudillos, es donde se adquiere
confianza en la propia capacidad, se aprende a aprender lo necesario para ser
ciudadano pleno, administrador, organizador y estadista. En ella se puede
adquirir también el conocimiento de qué es el capitalismo y establecer alianzas
para combatirlo.
Lo local no está separado de lo regional, de lo nacional ni de lo
internacional. Es sólo la expresión particular, en una zona dada, del imperio
internacional del capital financiero. Por eso –como hacen las mujeres con sus
enormes luchas o los estudiantes que combaten la destrucción ambiental en todo
el planeta– hay que trabajar
localmente, pero considerando siempre el resto del país y el mundo y
encontrando en estos propuestas, fuerzas y solidaridad.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=254010
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