La nostalgia colonial
y el desagravio pleno
Decimosegunda
conjetura
de nuevo orden
28 de marzo de 2019
Por Cristóbal
León Campos (Rebelión)
La noticia
revelada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sobre el
envío de dos misivas, una dirigida al rey Felipe VI de España y otra al Papa
Francisco con el objetivo de que ambos encabecen en conjunto una petición de
perdón a los pueblos originarios de México por las atrocidades cometidas
durante la conquista y toda la época colonial, produjeron una rápida reacción
de diversos sectores de la sociedad mexicana y en algunos países, voces
discordantes llegan incluso a la mofa por la petición calificándola de ridícula
y anacrónica, evocando una supuesta superación de los efectos que el
colonialismo causó y sigue causando en México y en toda Latinoamérica. La
realidad es que España no solo debe pedir perdón, también debe indemnizar a los
pueblos originarios de toda Nuestra América.
En contraposición a la solicitud los partidarios de la nostalgia colonial (consientes o no) reproducen viejos eslogan convenientes al neocolonialismo que mantiene en la conciencia del pueblo mexicano el sometimiento sufrido durante el genocidio más grande de la historia humana. En realidad, dicho genocidio continúa hasta la fecha, los pueblos originarios no son aún reconocidos en plenitud con todos sus derechos y con todos sus rasgos culturales, la constante contradicción entre el capitalismo, modernidad y comunidades originarias se manifiesta en el despojo, el racismo y la exclusión que sufren cotidianamente. El propio gobierno mexicano si pretende una verdadera solicitud de perdón tendrá que repensar su relación con los pueblos originarios y favorecer su real reconocimiento como sujetos de derecho en las leyes y en los hechos, eso también pasa por la necesaria revisión de los mega-proyectos que han enfrentado a las comunidades con los planes de desarrollo del actual gobierno, una solicitud de perdón y desagravio requiere un diálogo plural con todos los actores en cuestión, los movimientos populares, sociales y comunales entre los que se encuentran los pueblos que ejercen ya su autodeterminación y desde luego el movimiento zapatista. Un acto de desagravio categórico es construir “un mundo donde quepan todos los mundos”.
A nadie sorprende la respuesta del Pontífice ni del rey de España, ambos son representantes de instituciones y gobiernos con una larga tradición de opresión, ¿o acaso los críticos de las cartas olvidan que las monarquías fueron derrotadas y cuestionadas por ser sistemas de gobierno claramente antidemocráticos y autoritarios? ¿Se olvidaron aquellos que se mofan de la opresión ejercida hasta la fecha sobre los pueblos originarios a nombre de la religión o incluso a sectores sociales como la mujer cuya opresión patriarcal se consolidó durante la época colonial? Resulta relevante observar como las reacciones más álgidas en contra de la solicitud del presidente mexicano terminan ocultando el hecho mismo de la continuidad del colonialismo, se les olvida que uno de los países participes del saqueo realizado en México durante las últimas décadas de neoliberalismo ha sido justamente España, se niega además la forma en que la Iglesia católica mantiene una oleada ultraconservadora contra las reivindicaciones de la diversidad en todos sus sentidos humanos. Lo anacrónico es la existencia de monarquías y la continuidad del poder de la Iglesia por encima de la dignidad humana. La solicitud para que se pida perdón es la puerta para el respeto de la dignidad de los pueblos, es el hecho de que nuestra nación no puede ni tiene porque seguir sometida a los intereses neocoloniales de las viejas potencias europeas, mucho menos, en un contexto latinoamericano tan álgido por la revitalización de las agresiones imperialistas de los Estados Unidos. Las cartas corresponden en suma a la exigencia de respeto pleno para nuestra nación.
El desagravio también tiene que incluir una revisión de la
historia que se enseña en las aulas mexicanas y latinoamericanas, la
construcción del perdón debe cimentarse en la toma real de conciencia del valor
y la importancia de los pueblos originarios en términos históricos como
actuales, México y toda Nuestra América requiere la enseñanza de su historia a
partir de sí mismos, romper las formas neocoloniales de dominación cultural que
mantienen los currículos escolares y las mentes colonizadas y que reproducen
valores, ideas y prejuicios insertados de la mano con la espada y la biblia. Todos los
símbolos coloniales que se mantienen en las ciudades mexicanas y
latinoamericanas como las estatuas y monumentos dedicados a los conquistadores
han de ceder su lugar a la verdadera memoria de los pueblos hermanos desde su
raíz más profunda, la historia de nuestros pueblos debe florecer con la
libertad plena y el reconocimiento justo que desde siglos se les ha negado. La
reivindicación será plena o no será.
Cristóbal León Campos es integrante del
Colectivo Disyuntivas
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