La tragedia de la
exclusión y la banalización de la información
28 de marzo de 2019
Por Eduardo Camín
CLAE
Hace algunas
semanas un nuevo Informe de la OIT, destacaba que más de la mitad de la
población mundial no tiene acceso a servicios de atención sanitaria básica y
solo el 29% cuenta con plena cobertura de seguridad social.
A escala mundial, solo el 68% de las personas
en edad de jubilación perciben algún tipo de pensión, y en muchos países de
bajo nivel de ingresos esa proporción es del 20%. En menos del 60% de los
países existen planes o prestaciones para garantizar ingresos básicos
destinados a los niños.
Estos resultados figuran en el Estudio
General 2019 elaborado por la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y
Recomendaciones (CEACR) de la
OIT. Dicho estudio (titulado Protección social universal para
la dignidad humana, la justicia social y el desarrollo) hace hincapié en la
Recomendación de la OIT sobre los pisos de protección osicla, 2012 (número
202), en virtud de la cual se preconiza una seguridad en materia de ingresos y
servicios de atención sanitaria elementales desde la infancia hasta la vejez.
También se fomenta ampliar el nivel de
protección para el mayor número posible de personas en el plazo más breve
posible.
La contracara, o la visibilidad de la
injusticia
A cada informe surge el desconcierto,
la impotencia de ese silencio cómplice e incontenible de las tristes capitales,
de informes que nos suceden, que se repiten, que nos interpelan, como especie.
Hace muchos años, cuando aún formaba parte de ese mundo onusiano, y el cinismo
conformaba mi traje protocolar, distinguí dos cosas la desesperación y la
desesperanza con la primera me decía “así no se puede seguir” con la segunda me
dije “así se puede seguir indefinidamente”.
En medio de este calcinante estertor
tenemos la impresión de que nadie se entera que la tragedia es banalizada
impunemente, que la verdad es asesinada con cada informe por las empresas
multinacionales de la (des) información, que carecen de la más mínima
preocupación ética, su único sentido es la rentabilidad.
Todos sabemos que la impericia, la
imprevisión y la ignorancia llevan a la dependencia; pero mirar y ver, conocer
los hechos, no supone resignarse a soportarlos. Por el contrario, se es esclavo
de ellos cuando se les pretende ignorar.
La OIT define a grandes rasgos, que la
injusticia social es el desequilibrio en el reparto de los bienes y derechos
sociales en una sociedad. Esta se produce en todos los ámbitos de la sociedad.
Pero hay quienes entienden que algunas
de las causantes de la injusticia social a nivel de un Estado son producto de
la corrupción de funcionarios deshonestos, que conlleva a la disminución de
fondos para la salud pública, educación pública, creación de trabajos y
subsidios sociales. Posiblemente haya algo de esto, pero en realidad son
fenómenos marginales que no inciden mayormente en la planificación y ejecución
de las políticas sociales.
El problema de fondo de la injusticia
social se refleja con todo su peso en las leyes del mercado, en la dirección de
su conducción económica que benefician a minorías y perjudican a mayorías. En
este sentido, al estar la política y la economía conectados, la injusticia y la
desigualdad social también lo están.
Es por ello, que la justicia social va
de la mano con la desigualdad social que agrava las condiciones de los más
necesitados. La justicia social se refiere de manera general a la inequidad
política y la desigualdad social a la económica. Sin dudas que la mundialización genera
mucha tensión en el tejido social; cuando los gobiernos son incapaces de
prestar seguridad social y las redes familiares se han estirado al máximo,
debemos preguntarnos ¿cómo colmar la brecha?
Si con cada informe, nos tomáramos el
tiempo de analizarlo desde el pensamiento crítico veremos en estos una realidad
insoslayable y hasta podríamos entender algunas cosas. Por ejemplo, las
políticas de consolidación fiscal adoptadas a partir de 2010 a lo largo y ancho del
planeta dieron lugar a una reducción de la protección social para las personas
de edad.
Las medidas de ajuste incluyeron
recortes presupuestarios en los servicios de salud y otros servicios sociales,
además de reformas como el aumento de la edad de jubilación, la reducción de
las prestaciones y el incremento de las tasas de cotización. Estos ajustes
están comprometiendo la idoneidad de los sistemas de pensión y de protección
social, y disminuyendo su capacidad de prevención de la pobreza en la edad
avanzada.
Por otra parte las principales
deficiencias en materia de acceso a servicios sanitarios básicos obedecen a una
financiación insuficiente de los servicios de atención sanitaria, a la escasez
de trabajadores sanitarios y a las elevadas cuotas de pago a cargo de los
pacientes. Ello da lugar a un mayor riesgo de empobrecimiento y a dificultades
financieras en todas las regiones del mundo. Las actuales políticas económicas
llevadas adelante -tanto en los países industrializados, como en los emergentes
(eufemismo onusiano)- nos hacen ver con una claridad meridiana, el desatino del
capitalismo.
Los sistemas de seguridad social no
pueden sostener el número creciente de beneficiarios apoyadas por una
proporción cada vez menor de contribuyentes, estimulados, además, por prácticas
políticas de un gran costo social como lo son el desempleo, el incumplimiento
de los convenios salariales, el trabajo marginal, los contratos temporarios y
la destrucción de bosques nativos debido a fines de lucro. Lo que demuestra la
superior eficacia y resistencia del capitalismo es que todas sus calamidades
humanas que habrían invalidado cualquier sistema económico no afectan su
credibilidad ni le impiden seguir funcionando a pleno rendimiento. Es
precisamente su indiferencia mecánica como sistema que se robustece con las
desgracias humanas.
Este inmenso mar de silencio, estos
informes que se repiten no caen del cielo, ni descienden al infierno de las
profundidades más oscuras de la tierra, al contrario, cada día despierta en
nosotros y sobreviven o mueren entre las soledades de la multitud, en aquella
indiferencia de la tragedia, que contradice al capital.
En las costas del mediterráneo o en los
muros de la inhumanidad, en una aldea africana o en los paraísos artificiales
de las grandes capitales de la globalización, la injusticia perdura entre los
secretos de las estadísticas.
Eduardo Camín. Periodista uruguayo,
corresponsal de prensa de la ONU. en Ginebra. Asociado al Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=254137
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