La crisis económica y
los bancos centrales
29 de marzo de 2019
Por: Eric Toussaint
Ya se han reunido los elementos de una nueva crisis financiera
internacional: no sabemos cuándo estallará, pero estallará y tendrá un
importante impacto en todo el planeta.
Los principales factores de la crisis son los siguientes:
·
Un
fuerte aumento de las deudas privadas de las grandes empresas.
·
Una burbuja
especulativa sobre los precios de los activos
financieros: bolsa de valores, precio de los títulos de
la deuda y, en algunos países (Estados Unidos,
China…), nuevamente, la burbuja del sector inmobiliario.
Estos dos factores están estrechamente interconectados.
Incluso las empresas que disponen de una enorme liquidez, como
Apple, se endeudan masivamente porque aprovechan los bajos tipos de interés para prestar a otros el dinero
obtenido mediantes esos préstamos. Apple y numerosas otras empresas «piden
préstamos para prestar» y no para invertir en la producción. Apple
también se endeuda para comprar de nuevo sus propias acciones en la bolsa. Todo esto ya lo
expliqué en un artículo titulado: «La montaña de deudas privadas de las empresas estará en
el corazón de la próxima crisis financiera», que podéis consultar
publicado el 20 de noviembre de 2017.
Las burbujas especulativas mencionadas son el resultado de la
política llevada a cabo por los grandes bancos centrales (Reserva
Federal de Estados Unidos, BCE, Banco de Inglaterra,
desde hace diez años, y el Banco de Japón desde el estallido de la burbuja
inmobiliaria en los años 1990) que inyectaron
billones de dólares, de euros, de libras esterlinas, de yenes en los bancos
privados para mantenerlos a flote. Estas políticas son llamadas Quantitative
Easing, expansión cuantitativa, o de flexibilización monetaria. Los medios
financieros, que los bancos centrales distribuyeron profusamente a bancos y
empresas capitalistas de otros sectores, no fueron utilizados para la inversión
productiva. Sirvieron para adquirir activos financieros: acciones en bolsa,
obligaciones de deudas de empresas, títulos públicos soberanos, productos
estructurados y derivados… Eso produjo una burbuja especulativa en el mercado
bursátil, en el mercado obligatorio (es decir de las obligaciones de deudas) y,
en algunos lugares, en el sector inmobiliario. Todas las grandes empresas están
sobreendeudadas.
Esa política de los bancos centrales demuestran que las
decisiones de sus dirigentes están totalmente determinadas por el interés a
corto plazo de los grandes bancos privados y de las grandes firmas capitalistas
de otros sectores no financieros: impedir las quiebras en cadena y, por consiguiente,
pérdidas considerables para sus grandes accionistas.
También, esa política corresponde a una característica del
capitalismo financiero contemporáneo: una parte cada vez menor del nuevo valor
creado se reinvierte en la producción (véase François Chesnais, «De nouveau sur l’impasse économique
historique du capitalisme mundial», consultado el 17 de marzo de
2019). Una parte creciente del nuevo valor se gasta en dividendos para los
accionistas, en comprar de nuevo acciones, en inversiones especulativas
especialmente en productos estructurados y derivados,… François Chesnais habla
especialmente de «un flujo creciente de beneficios no reinvertidos de los
grupos financieros con predominio industrial». [1]
Volvamos sobre la política adoptada por los bancos centrales
para combatir la crisis que estalló en 2007-2008. Su intervención no permitió
sanear el sistema, por el contrario los elementos de fragilidad se mantuvieron
o aumentaron: la ratio entre fondos
propios (el capital de la empresa) y los
compromisos tomados por la misma sigue siendo baja. Efectivamente, el nivel de
esa ratio es insuficiente para hacer frente a una pérdida de valor que estaría
provocado por una caída de la cotización en bolsa, del mercado obligatorio o de
otros activos financieros que posee la empresa, sea ésta un banco o una empresa
como Apple o General Electric, para dar algunos ejemplos. Todas las empresas
están fuertemente endeudadas ya que este recurso les cuesta muy poco debido a
los tipos de interés muy bajos (0 % en la zona euro, -0,1 % en Japón, 0,75 % en
el Reino Unido, 2,5 % en Estados Unidos). Además existe una plétora de
capitales a la búsqueda del máximo beneficio financiero listos para comprar títulos
dudosos de deudas (junk bonds), emitidos por empresas en mala situación. Así
que, las empresas como Apple, con una buena reputación de sanidad financiera,
se endeudan para comprar seguidamente títulos «podridos» de alto rendimiento.
Las empresas en mala situación, que emiten esos títulos se mantienen así en una
política permanente de endeudamiento: piden préstamos para poder pagar los
anteriores.
A fines de diciembre de 2018, casi se produjo un gran crac
bursátil en Estados Unidos y el efecto contagio fue inmediato. Era otra señal
anunciadora de un importante y próximo nuevo crac.
El mercado inmobiliario de Estados Unidos se ha fragilizado: el
precio de un inmueble aumentó un 50 % desde 2012. Su nivel actual supera el que
alcanzó justo antes de la crisis que comenzó en 2005-2006, y que luego provocó
la gran crisis internacional de 2008-2009. Algunos especialistas consideran que
se podría estar en los albores de una nueva crisis del sector inmobiliario, ya
que la actividad comienza a ralentizarse, la venta de viviendas disminuyó.
La prosecución de políticas de flexibilización monetaria,
expansión cuantitativa, en Europa, y por otro lado, el abandono de dichas
políticas en Estados Unidos, son factores de crisis.
Los grandes bancos privados llamados sistémicos son
extremadamente frágiles y el valor de sus acciones bajó fuertemente en Estados
Unidos y en Europa en la segunda mitad de 2018, y su caída prosigue en el primer
trimestre de 2019. Estos grandes bancos son sostenidos a duras penas por los
bancos centrales de sus propios países. La FED no respeta su compromiso de
revender los títulos de deuda privada tóxica (las famosas mortgage backed
securities –MBS–). En marzo de 2019, poseía el enorme volumen de 1,6 billones
de dólares estadounidenses en MBS, (https://www.federalreserve.gov/releases/h41/current/h41.pdf,
consultado el 17 de marzo de 2019) adquirido en 2008-2009 a los grandes bancos
privados con el fin de rescatarlos. La FED sabe muy bien que si vendiera
masivamente esos títulos, como lo había prometido, los precios caerían
estrepitosamente y con ellos el mercado obligatorio de Estados Unidos. También
sabe que si aumentara el tipo de interés por encima del 2,5 %, toda una serie
de empresas endeudadas se vería confrontada a graves dificultades para
reembolsar o refinanciar sus deudas. Sin contar que eso aumentaría también el
coste del pago de la deuda pública.
Por su parte, el BCE continúa prestando liquidez a los bancos al
0 % de interés y acaba de prometer que no aumentará el tipo de interés antes de
2020 (véase Martine Orange, «La BCE face á ses limites»,https://www.mediapart.fr/journal/international/080319/la-bce-face-ses-limites?page_article=1 publicado el 8 de marzo de 2019 y
Delphine Cuny (La Tribune), «La BCE choque les marchés en repoussant la hausse
des taux»,https://www.latribune.fr/entreprises-finance/banques-finance/la-bce-choque-les-marches-en-repoussant-la-hausse-des-taux-809976.html#xtor=EPR-2-[l-actu-du-jour]-20190308
, publicado el 7 de marzo de 2019). Además, el BCE otorgó a los bancos privados
nuevos préstamos masivos a medio y largo plazo, lo que se llama en la jerga TLTRO (Targeted
longer-term refinancing operations). Los bancos italianos y españoles son los
que dependen más de este mecanismo (según JP Morgan, representan el 55 % del
monto prestado durante el último TLTRO) pero como todos los bancos están
interconectados, todos dependen más o menos directamente.
Agreguemos que los
bancos europeos utilizan masivamente el dinero que reciben a tipo de interés
cero para comprar títulos de la deuda
soberana, preferentemente de
su propio Estado, pero también de otros Estados europeos, lo que les procura un
rendimiento positivo de títulos considerados seguros ya que son emitidos por
los Estados.
El entusiasmo de los bancos y otros actores en los mercados
financieros por los títulos de la deuda pública es impresionante: todos los
Estados de la zona euro lograron conseguir fuertes sumas de dinero durante los
tres primeros meses del año 2019 (como hicieron en 2018) en los mercados
financieros. Con cada anuncio de emisión de títulos, afloran las ofertas de
compra. Generalmente, cuando un Estado quiere obtener 1.000 millones de euros,
los bancos le proponen 4.000, lo que demuestra hasta qué punto disponen de
liquidez (que proviene ampliamente de los bancos centrales a su servicio), o
sea hasta qué punto quieren comprar títulos públicos por su remuneración y
seguridad. Además, como ya lo expliqué en mi libro Bancocracia, el hecho de
comprar títulos soberanos permite a los bancos aumentar artificialmente la
ratio de sus fondos propios en relación a su balance, gracias al
sistema de ponderación de activos por el riesgo (véase «Economía internacional:
Todo va muy bien, señora marquesa» enhttp://www.cadtm.org/Economia-internacional-Todo-va-muy y en Bancocracia, capítulo 12, Icaria
editorial, Barcelona, 2014). Pero en el momento en que la crisis tome un cariz
catastrófico, los medios de comunicación dominantes y los banqueros acusarán
nuevamente a los Estados de hacer demasiados gastos públicos y de emitir
demasiada deuda pública.
En muchos casos hay un crecimiento muy débil, estancamiento o fuerte recesión
El crecimiento económico en los «viejos» países más
industrializados permanece débil, y está en descenso en varios países claves.
Particularmente en Europa donde, después de un pequeño crecimiento en 2017, el
año 2018 se terminó en un estancamiento y en el caso de Alemania, con una caída
en la producción industrial en el 4º trimestre de 2018, que continúa en el
primer trimestre de 2019 (Financial Times, « German industrial production drops
unexpectedly », 11 de marzo de 2019,https://www.ft.com/content/2e93cb1a-43ca-11e9-a965-23d669740bfb).
Las autoridades alemanas revisaron a la baja las previsiones de crecimiento
para 2019, reduciéndolas al 1 % (mientras que en 2016-2017 la tasa de
crecimiento anual superaba el 2 %). La inversión en la UE tardó 12 años en
volver a su nivel de 2007, de antes del estallido de la crisis (Financial
Times, «EU investment rebounds to level before 2008 financial crash», 9 de
marzo de 2019). En el ámbito de la zona euro, el crecimiento en el tercer
trimestre de 2018 fue solo del 0,2 %, el más bajo desde hacía 4 años. Italia
está en recesión. Francia mantiene una pequeña recuperación gracias al ligero
aumento del consumo, resultado del movimiento de los chalecos amarillos, que
llevó a Macron a no respetar ciegamente la disciplina presupuestaria (véase mi
artículo «Europe: désobéir pour mettre en œuvre une alternative favorable aux
peuples», 12 de febrero de 2019,http://www.cadtm.org/Europe-desobeir-pour-mettre-en-oeuvre-une-alternative-favorable-aux-peuples )
En Japón, el crecimiento en el período abril 2018 - marzo2019 es
de cerca del 0.9 %, también en descenso con respecto a 2017. Igualmente, la
economía de Estados Unidos está en fase de ralentización, el FMI prevé un crecimiento del 2,5 % en 2019
contra el 2,9 % en 2018. Otros expertos prevén un crecimiento menor aún. Eso
condujo a la Reserva
Federal de Estados Unidos a suspender provisoriamente el
aumento del tipo de interés emprendido desde fines de 2016.
El crecimiento chino también se ralentiza aunque sigue siendo la
locomotora mundial: sería del orden del 6 %, el más bajo desde hace 25 años. En
China, puede desencadenarse una crisis financiera en cualquier momento, lo que
haría caer el crecimiento interno y mundial, y agravar las condiciones de vida
de millones de sus habitantes.
La economía de otros Brics también se desacelera, salvo la India
que tiene una tasa de crecimiento de un poco más del 7 %. Rusia también crece
poco, del orden del 1,2 % en 2018 y una previsión del 1,3 % para 2019. La
República de Sudáfrica, que entró en recesión durante la primera mitad de 2018,
tuvo un pequeño avance. Brasil, que sufrió una fuerte recesión en 2015-2016,
tuvo un crecimiento escaso, apenas un poco más del 1 % en 2018.
Varios países
emergentes están sufriendo graves crisis:
Turquía, Argentina, Venezuela… con devaluación de la moneda y grandes dificultades
para seguir con los pagos de la deuda externa pública y privada.
Una serie de países periféricos, entre los más pobres, están
pasando una crisis aguda de deuda (Mozambique y otros). Y esto es solamente el
comienzo de una lista que se alargará.
A pesar de este crecimiento económico, que es muy débil a nivel
mundial y especialmente en las principales viejas y contaminantes potencias
industriales, los factores que aceleran el cambio climático no se atenúan.
Tenemos pruebas tangibles ante nuestros ojos de los efectos de serias
perturbaciones y calentamiento climático en todo el planeta. Frente a esta
crisis cuyas dramáticas consecuencias aumentan, los gobiernos mantienen
promesas puramente retóricas, lo que, felizmente, hace que crezca una fuerte
reacción de la población en general y de la juventud en particular.
Balance de la actuación del BCE
Desde el comienzo de la crisis en 2007-2008, el BCE tuvo un
papel vital en el rescate de los grandes bancos privados, de sus grandes
accionistas y de sus principales dirigentes, garantizando la vigencia de sus
privilegios. Se puede afirmar, sin riesgo de equivocarse, que sin la acción del BCE, esos grandes bancos hubieran
quebrado, lo que habría forzado a los gobiernos a tomar fuertes medidas
obligatorias para sus dirigentes y grandes accionistas. Hay que agregar que la
acción del BCE reforzó la concentración del sector bancario en provecho de una
veintena de grandes bancos que tienen un papel dominante. EL BCE contribuyó
activamente a mantener y desarrollar monstruos bancarios demasiado grandes para
quebrar. Además del rescate de los grandes accionistas de los bancos, persigue
oficialmente el objetivo de una inflación del 2 %. Desde ese punto de vista, el
balance del BCE es un fracaso puesto que la tasa de inflación de la Eurozona en
2018 alcanzó solamente el 1,6 %, y en el primer trimestre de de 2019 está en descenso.
Pero las acciones del BCE tienen tres objetivos más, que pueden
resumirse de la manera siguiente:
• Defender el euro, que es una camisa de fuerza para las
economías más débiles de la zona euro así como para todos los pueblos europeos.
El euro es un instrumento al servicio de las grandes empresas privadas y de
clases dominantes europeas (el 1 % más rico). Los países que forman parte de la
zona euro no pueden devaluar su moneda ya que adoptaron el euro. Sin embargo,
para los países con más dificultades de la zona euro, una devaluación les
facilitaría la competitividad frente a los gigantes económicos alemanes,
franceses, del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) y de Austria.
Países como Grecia, Portugal, España o Italia están acorralados por su
pertenencia al euro. Las autoridades europeas y sus gobiernos nacionales
aplican entonces lo que se llama la devaluación interna: imponen una
disminución de salarios, medida cuyos únicos beneficiarios son los accionistas
de las grandes empresas privadas. La devaluación interna es sinónimo de
reducción de salarios.
• Reforzar la dominación de las economías europeas más fuertes
(Alemania, Francia, Benelux…) donde tienen su sede las mayores empresas
privadas europeas. Eso implica mantener fuertes asimetrías entre las economías
más fuertes y las más débiles.
• Participar y sostener de manera ofensiva los ataques del
Capital contra el Trabajo con el fin de aumentar los beneficios de las empresas
y hacer que éstas sean más competitivas en el mercado mundial, frente a la
competencia de las estadunidenses, chinas, japonesas, coreanas… Los ejemplos de
intervención del BCE para alcanzar este objetivo en Italia, Grecia, Chipre,
Portugal, Irlanda, España… son múltiples.
El ensañamiento del BCE en contribuir a los ataques contra la
población de abajo se muestra, nuevamente, muy claro. En marzo de 2019, el BCE
y los bancos del Eurosistema rechazaron la devolución a Grecia de una parte de
los beneficios realizados a costa del pueblo griego, [2] con el pretexto de que el gobierno de
Alexis Tsipras no había profundizado suficientemente las contrarreformas sociales.
Es evidente que el BCE quiere ver la supresión de los últimos obstáculos para
hacer efectiva la expulsión de las familias griegas incapaces de seguir pagando
la deuda hipotecaria de su vivienda principal. No se le ahorra ningún
sacrificio al pueblo griego, una víctima expiatoria de laTroika en la que el BCE tiene una función
clave.
La necesidad de soluciones radicales
La próxima crisis financiera se enmarca en un contexto más
amplio de crisis sistémica del capitalismo global. Esta crisis sistémica es
multidimensional: económica, ecológica, social, política, moral, institucional…
Es necesario romper de forma radical con la lógica que guía
actualmente a los gobiernos y se deben tomar medidas urgentes. En oposición al
sistema actual que ofrece impunidad y aterrizajes felices a los responsables de
los desastres, hay que hacer pagar la factura de los rescates bancarios a las y
los que son responsables.
Las medidas anunciadas para disciplinar los bancos son
cosméticas. La supervisión centralizada de los bancos de la zona euro, la
creación del fondo europeo de garantías de depósitos, la prohibición de
algunas operaciones (que afectan solamente al 2 % de la actividad bancaria
total), el techo para los bonos de remuneración, la transparencia de las
actividades bancarias e incluso las nuevas reglas de Basilea III solo
constituyen recomendaciones, promesas o, en el mejor de los casos, medidas
totalmente insuficientes con respecto a los problemas a resolver. Por lo tanto,
es necesario imponer unas verdaderas reglas muy estrictas y que no puedan
eludirse.
Esta crisis debería superarse mediante la ejecución de medidas
que afecten la propia estructura del mundo financiero y del sistema
capitalista. [3]
El oficio de banquero es demasiado serio para dejarlos en manos
privadas. Se necesita socializar el sector bancario (lo que implica su
expropiación) y colocarlo bajo el control ciudadano —de los trabajadores y
trabajadoras de los bancos, de los clientes, de las asociaciones y de los
representantes de los actores públicos locales— puesto que debe estar sometido
a las normas de un servicio público y los ingresos que su actividad genera
deben ser utilizados para el bien común.
La deuda pública contraída para rescatar a los bancos es claramente
ilegítima y debe repudiarse. Una auditoría ciudadana debe determinar las otras
deudas ilegítimas, ilegales, odiosas, insostenibles… y permitir una
movilización de tal envergadura que una alternativa anticapitalista creíble
pueda ser posible.
Esas dos medidas deben enmarcarse en un programa más amplio, que
hemos esbozado en el siguiente artículo: «Aprender de la historia y actuar en
el presente. Propuestas para lxs que luchan» en http://www.cadtm.org/Aprender-de-la-historia-y-actuar-en-el-presente
Hay que refundar, de manera radical, a los bancos centrales y sus
misiones se deben redefinir. Estos bancos deben retomar su función de creación
monetaria y contribuir activamente a la financiación de la transición ecológica
y de la lucha contra la injusticia social.
La movilización ciudadana y la auto-organización social constituyen
la condición sine qua non para la realización de las diferentes soluciones
propuestas.
Traducción: Griselda Pinero
Notas
[1] Estoy
de acuerdo con la conclusión del artículo de François Chesnais ya mencionado:
«En primer lugar, tenemos las políticas de austeridad en todos lados, y también
una configuración en la que las empresas y la gran distribución deben persuadir
a las familias, cuyo poder adquisitivo está estancado, de que compren cosas que
ya tienen, más allá de los cotidiano indispensable. Paralelamente, en las
cadenas de valor mundiales, los que ordenan presionan cada vez más a los que
subcontratan y a los transportistas marítimos y terrestres a lo largo de la cadena. La curva de
acumulación del capital dinero, que genera intereses, refuerza el peso
económico y político en todos los países de gestión de fondos y fortunas, y con
dirigentes de grupos financieros industriales y comerciales interesados
únicamente en la seguridad de los flujos de interés y la máxima distribución de
dividendos. Así los procesos con efecto de contracción que dominan la economía
mundial se acompañan de una aceleración de la dilapidación de los recursos
mineros, de la deforestación y del agotamiento de los suelos. Paralelamente, el
monto de las inversiones públicas exigido para cualquier «transición
ecológica», más que nunca una reivindicación democrática absolutamente central,
es inalcanzable sin la anulación de las deudas públicas.»
[2] Con
respecto a los beneficios odiosos obtenidos por el BCE a costa del pueblo
griego, véase: Éric Toussaint, «Los odiosos beneficios del BCE obtenidos a
costa del pueblo griego», en http://www.cadtm.org/Los-odiosos-beneficios-del-BCE,
publicado el 3 de noviembre de 2017 y « La política de la Troika en Grecia:
Robar al pueblo griego y transferir el dinero a los bancos privados, al BCE, al
FMI y a los Estados que dominan la zona euro» en http://www.cadtm.org/La-politica-de-la-Troika-en-Grecia-Robar-al-pueblo-griego-y-transferir-el,
publicado el 5 de noviembre de 2018.
[3] Estoy
de acuerdo con el punto de vista que se da en el artículo de Michael Roberts,
Michael Roberts, «Estancamiento secular, política monetaria y John Law»http://www.sinpermiso.info/textos/estancamiento-secular-politica-monetaria-y-john-law consultado el 24 de marzo de 2019.
Fuente: https://www.aporrea.org/economia/a277481.html
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