Proyectos educativos y
movimientos populares en Nuestra América
2 de marzo de 2019
Por Óscar Soto
La tinta
Comenzamos el debate sobre
algo que nos inquieta, inquietud que se expresa en términos teóricos, pero que
se enuncia, sobre todo, en sentidos prácticos y políticos: ¿por dónde pasa el conflicto social
y las reinvenciones de los movimientos sociales-populares en este presente
político de América Latina?Sin la intención de agotar un tema que especialistas ya habrán sistematizado unas cuantas veces, aventuramos algunas reflexiones al respecto.
En primer lugar, habría que decir que la cuestión del fin de la política o la ´desaparición´ de las clases trabajadoras como sujeto histórico en las ciencias sociales y cierta perspectiva teórica de los años 80′ estuvo ligada al auge del análisis de los “nuevos movimientos sociales” como “protagonistas privilegiados” de la protesta social contra el neoliberalismo. En cierta medida, la clave de lectura social de estos fenómenos buscaba escapar al determinismo economicista típico de años anteriores y, no pocas veces, derivó (y deriva aún) en la idealización de la espontaneidad en la organización de la sociedad civil.
La
resistencia social se organiza
Lo segundo que podemos
resaltar, si pensamos en los movimientos sociales latinoamericanos, es que
existe, hoy -en pleno 2019, atravesados por todas las formas de explotación
posibles-, la necesidad de avanzar por sobre la textualidad dicotómica que
contrapone la perspectiva de la constitución subjetiva de los movimientos
sociales, frente a la miradas que enfatizan los condicionamientos
económico/estructurales. Es decir: ni todo es el sujeto/sujeta que hace y
deshace per se, como tampoco lo es todo la estructura y cierto mandato
esencialista o fatalista que nos condena a estar oprimidos o “hacer la
revolución”. El análisis de
los movimientos sociales en Nuestra América debe implicar una doble ruptura
epistemológica y política en relación a las escuelas de pensamiento
tradicionales.En tal sentido es que pensamos que la noción de movimientos sociales, como sujetos educativos-políticos y espacios de construcción de “epistemes” (que producen saberes alternativos y proyectos políticos contrahegemónicos), puede ser una característica definitoria de los movimientos sociales y populares latinoamericanos en
Veámoslo con más claridad.
Movimientos
sociales y proyectos educativos
El proceso de resistencia
social y política latinoamericana (siguiendo a Lía Pinheiro Barbosa) que
proponen, por ejemplo, los pueblos campesinos, indígenas, afrodescendientes, como
aquellos desplazados y empobrecidos en las grandes ciudades, constituye el
reverso de las secuelas que ha dejado la colonización iberoamericana, como así
también la agudización de las contradicciones y antagonismos sociales actuales. En esa dirección, al re-pensar
América Latina, lxs sujetxs sociales organizadxs en movimientos populares
representan la emergencia de un gran puñado de rebeldías. Rebeldías que se
expresan en otras semánticas y dispositivos de lucha ideológica, a tal punto
que sus prácticas logran desafiar la unilateralidad hegemónica de la
colonialidad, al tiempo que exponen la continuidad histórica de una “profunda
contradicción estructural subyacente al y propia del capital”.
Es decir
que, en nuestros sures, los movimientos en lucha no solo desafían al
capitalismo, sus gobernantes y poderes fácticos, sino que también ponen en tela
de juicio opresiones más lejanas. Ahí están el movimiento campesino, indígena,
feminista y tantos otros.
Las demandas
articuladas que encarnan esos pueblos organizados en movimientos sociales
expresan la centralidad de las clases sociales en contextos de dependencia. Es
decir, tanto las formas de resistencia como las alternativas
pedagógico-políticas que los movimientos sociales desarrollan en América
Latina, resultan una forma de
impugnación al modelo económico-político del capitalismo, al tiempo que
elaboran una crítica del tipo de relaciones ideológicas que atraviesan, de
múltiples maneras, las modalidades de conciencia y voluntad de los sujetos.
Dicho en los términos de Barbosa: “Denuncian, de par a par, las múltiples
formas de sojuzgar propias de un modelo político-económico que edificó su
dominación más allá del campo económico, haciendo raíces profundamente
arraigadas a esquemas simbólico-ideológicos que dan sostenimiento a la
dominación vivida en nuestros días”.
En otras palabras, decimos:
solo la educación popular y nuestra alfabetización política militante puede
empezar a desmontar las opresiones que cargamos en nuestras realidades
concretas.
Desplazamiento
semántico
En los últimos años, se ha
dado, en la región, tanto en el estudio de los movimientos sociales como en la
práctica misma de las luchas populares, un cierto desplazamiento semántico
desde la noción de movimiento social a la caracterización de movimientos
populares latinoamericanos. Con el tiempo, hemos constatado que, en el
acontecer de las resistencias en América Latina, los proyectos
políticos-educativos de estos movimientos apuntan a poner en cuestión la
pasividad hegemónica que la misma pedagogía tradicional les asigna bajo el
imperio del capital. Dicho de otra manera, una vía de expresión del antagonismo
social y la tensión de clases, en la actual coyuntura regional, se materializa
en las disputas pedagógico-políticas de los movimientos.“Un mirar panorámico sobre el continente nos permite vislumbrar los indicios de un proyecto emancipador, vinculado a un papel político conferido a la Educación, manifiestos en: la trayectoria del Sector de Educación del MST; en la propuesta de creación de la Universidad del Sur; en la expresiva experiencia del Método de Alfabetización cubano, ‘Sí, Yo Puedo!’, sobre todo, con los pueblos originarios; en las Escuelas Autónomas Rebeldes Zapatistas, entre otras propuestas que se han consolidado y avanzado gradualmente, testigos vivos de que el ‘paradigma emancipador para América Latina’ tiene un pie en la Educación, camino de transformación cultural radical y necesaria a nuestro continente”, explica Barbosa.
Así presentados, los movimientos sociales desde América Latina se estructuran en torno de una disputa de sentidos comunes, en términos gramscianos. Los mismos representan una erosión a las formas de dominación del capital, pero llevadas a cabo por vía de la puesta en cuestión de sus elementos ideológico-políticos. En el caso de los movimientos populares latinoamericanos, entre los que el campesinado o los movimientos indígenas resaltan por sus luchas políticas, la cuestión de las propuestas educativo/políticas re-crean formas de articulación social y una praxis política disruptiva.
Finalmente, nos jugamos y reafirmamos nuestra hipótesis: los
movimientos sociales, en particular, el conjunto de organizaciones de base
campesinas e indígenas, mujeres, trabajadores precarizados, excluidas y
excluidos en América Latina constituyen fuertes experiencias de clase social
devenidas en movilización política, articuladas en torno a proyectos políticos
que prefiguran otros espacios y construyen saberes populares para encontrar
salidas a esta injusticia perfecta que padecemos llamada capitalismo.
Óscar Soto es politólogo y militante social.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253119
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