“Basta de envenenarnos, existe una
alternativa a este modelo y es la agroecología”.
28 de marzo de 2019
Por Melisa Letemendía Foto: Conclusión
Con la participación de más de
100 representantes de organizaciones ecologistas, campesinas, educativas, sindicales y profesionales, junto con asambleístas y autoconvocados, el
pasado 16 y 17 de marzo se llevó a cabo en Bolívar el 10° Encuentro de Pueblos
Fumigados y 3° de Agroecología de la Provincia de Buenos Aires.
La Agroecología: despertando a
Bolívar
El modelo hegemónico
aplicado en la agricultura ha beneficiado a sectores privilegiados, encabezados
por corporaciones internacionales que han logrado transformar el alimento en
una mercancía, y deteriorar las relaciones entre las personas, y entre estas y
su ambiente. En este contexto, donde “la sombra del éxito” (parafraseando a
Fabián Tomasi) parece avanzar sin frenos, los pueblos continúan levantándose
para resistir las fumigaciones primero, y empezar a proponer la transición a la
Agroecología después.
Es así como con la
participación de más de 100 representantes de organizaciones ecologistas,
campesinas, educativas, sindicales y profesionales, junto con asambleístas y
autoconvocados, el pasado 16 y 17 de marzo se llevó a cabo en Bolívar el 10°
Encuentro de Pueblos Fumigados y 3° de Agroecología de la Provincia de Buenos
Aires, organizado en esta oportunidad por el Colectivo Tierra Viva.
Los y las concurrentes
se distribuyeron en varios grupos que dieron en llamar “Caminos”, donde
analizaron la situación actual en distintas temáticas como: Construcción
Social y Política, Ciencia Digna y Tecnologías Comunitarias, Experiencia
agroecológicas y Redes de producción y consumo, Mujer y Agroecología, Arte y
Comunicación, Economía Ecológica, Educación, Salud y Legales. Luego se avanzó
con propuestas concretas para alcanzarlo, superando la mera posición
declarativa del Encuentro.
Es claro que los frentes
son muchos y variados, pero también lo son las propuestas: reforzar las
economías comunitarias, mediante redes de producción y consumo; exigir el
cumplimiento de la Ley de Agricultura Familiar y de usucapión para acceder a la
tierra y a beneficios impositivos; replantear el papel de la ciencia al
servicio de la comunidad, mediante un diálogo de saberes y sociabilización de
las tecnologías; facilitar el acceso al conocimiento legislativo para seguir
avanzando en las limitaciones a las fumigaciones y en una futura prohibición de
uso de agrotóxicos a nivel nacional; formar una red de comunicación
entre las organizaciones participantes del evento; contener a las y los
docentes de escuelas fumigadas, exigiendo la intervención sindical ante la
problemática sufrida; continuar con la defensa de las semillas criollas y la Soberanía Alimentaria ,
repensando los vínculos a través de una mirada feminista y pluricultural que
evite seguir reproduciendo el modelo de dominación capitalista y patriarcal.
Sin duda el punto culmine del Encuentro
fue la marcha que se organizó el sábado por las calles principales de Bolívar,
prov. de Buenos Aires, de la que participaron alrededor de 300 personas de
todas las edades, que con carteles, cantos y actuaciones improvisadas expresaron
un mensaje claro y contundente: Basta de envenenarnos, existe una alternativa a
este modelo y es la Agroecología.
Celebrando el encuentro y expandiendo
las redes, se acordó que sea la localidad de Mercedes la sede del próximo año,
donde confluirán cada vez más personas que luchan por un futuro de Buen Vivir,
con la tenacidad de las hierbas resistentes que aparecen, y que de a poco, van
transformando el desierto verde en un rojo Amaranto.
Lo que deja el modelo que se va
El modelo
agroindustrial se ha instalado desde la década de los 60 con la promesa de
“eliminar el hambre mundial”; primero con la siembra extensiva de variedades de
semillas mejoradas, un uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes, para luego
profundizarse en los `90 con la implementación de la siembra directa y el
“paquete tecnológico” de semillas modificadas genéticamente para resistir mayor
cantidad de agrotóxicos.
Si bien desde entonces
la producción agroindustrial creció exponencialmente, con cosechas récords, el
resultado fue bastante distinto al esperado: según el informe de la FAO del año
pasado, 821 millones de personas padecen hambre en el mundo. Considerando que,
según la ONU, el 33% de los alimentos se desperdicia, se torna evidente que el
problema a solucionar no es la escasez sino la distribución de los mismos. Está
cada vez más claro que el modelo de negocios no tiene otro interés que las
ganancias.
Al mismo tiempo este sistema ha
aumentado la concentración de tierras, con el despojo a los campesinos y
pueblos originarios; la deforestación y pérdida de biodiversidad; la
desertificación por el uso intensivo e inadecuado del suelo; las emisiones de
gases de efecto invernadero y la contaminación con químicos -tanto de los
territorios como de los cuerpos-.
En Argentina, esto cala
de forma intensa ya que según el Informe Estado del Ambiente de 2016, el 70% de
las tierras sembradas son destinadas a monocultivos y el 70% del país está en
proceso de desertificación. A nivel mundial somos el Estado que más consume
Glifosato (agrotóxico declarado posiblemente cancerígeno por la Organización Mundial
de la Salud), y el 10º en deforestación, según Greenpeace.
Si bien nos mantenemos
en los primeros puestos en exportación de cereales, principalmente soja
transgénica, los niveles de pobreza y malnutrición se acentúan, hecho que ha
obligado a los mismos organismos internacionales a aconsejar el abandono de la
agricultura industrial y fomento de la producción familiar y de pequeños
campesinos, que son quienes producen el 60% de los alimentos. Esto significa
que las mayores exportaciones solo benefician a los grandes productores
mientras los niveles de pobreza y malnutrición aumentan.
A pesar de esta
contundente realidad, el Estado argentino sigue apostando por este modelo y
trata de extender su vida un poco más. A principios de 2019 el Ministerio de
Agroindustria de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de Leonardo Sarquís,
ex-Monsanto, dictó la Resolución 246-MAGP-18 que autoriza las fumigaciones
sobre escuelas rurales, reservas naturales, arroyos, ríos y campos linderos a
las ciudades, sin distancia mínima y con el mero control de Ingenieros
Agrónomos privados. Si bien esta normativa quedó “suspendida” por un año, el
Gobierno planea utilizar este tiempo para convencer a la sociedad que las Buenas
Prácticas Agrícolas (BPA) serán suficiente protección ante la liberación casi
irrestricta del veneno.
A nivel nacional la
apuesta es doble: la
compañía Bioceres , de Gustavo
Grobocopatel, intenta liberar el primer trigo transgénico del mundo, y el Estado
pretende modificar la Ley de Semillas, para que las corporaciones puedan cobrar
por los derechos de Propiedad Intelectual sobre los recursos genéticos, lo que
equivale al control de las semillas y la restricción para su libre circulación
entre campesinos
Mientras las
corporaciones siguen impulsando la agricultura de producción industrial que
maximiza sus ganancias, el modelo agroexportador demuestra que el problema no
es la escasez sino la distribución de los mismos. Mientras avanzan los procesos
de desertificación por este modelo extractivo de recursos, a la par que se
envenena la vida, los pueblos se organizan para resistir e impulsar propuestas
que permitan construir un modelo de soberanía alimentaria basada en la
agroecología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario