¿Para qué necesitamos a
los bancos centrales?
23 de marzo de 2019
Por Adam
Tooze
En Enero de
2013 la Reserva
Federal de los EEUU hizo una extraordinaria declaración.
Anunció que continuaría el estímulo monetario y mantendría los bajos tipos de
interés hasta que la tasa de desempleo de los EEUU se situara por debajo del
6,5 por ciento. El banco central más importante del
mundo declaraba así que la compra de activos financieros por valor de decenas
de miles de millones de dólares quedaría condicionada al mercado laboral de los
EEUU.
Y
la Fed cumplió su palabra. Su presidenta, Janet Yellen, no subió los tipos de
interés hasta diciembre de 2015 –para entonces la tasa de desempleo había descendido
al 5 por ciento-. Hoy está en el 4 por ciento.
La
comparación con la zona euro es dolorosa. En julio de 2012 el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, anunció que
“haría lo que fuera” para salvar el euro. Lo que significó fue salvar los mercados
de deuda soberana de los países europeos, no salvar a los desempleados de
Europa.
Durante
los siguientes meses, en vez de proveer algún estímulo, el BCE permitió la
contracción de su balance. No hizo nada para compensar el desastroso crujido fiscal
impuesto a los presupuestos públicos por la chaqueta de fuerza de la zona euro.
Al término de 2013 el desempleo de la eurozona había alcanzado su punto álgido
en el 12 por ciento, casi el doble del objetivo de la Fed. Pero ni eso fue
suficiente para que se reaccionara.
No
fue hasta que Europa estaba enfrentándose a una aguda amenaza de deflación
cuando el BCE adoptó la política monetaria expansiva “quantitative easing”. Desde 2013, la tasa de
desempleo ha caído, pero en el verano de 2018 todavía rondaba el 8 por ciento.
Impávido, el BCE declaró que acabaría el programa de compra de bonos y
anticipaba una subida de los tipos de interés. La justificación era una
presunta tendencia hacia una aceleración de la inflación.
Ello
acabó siendo totalmente infundado. Al comienzo de 2019 la zona euro se
encuentra de nuevo en riesgo de caer en recesión.
Enfoque tuerto
Si
alguien pregunta porque el BCE da tan escasa consideración al desempleo, la
respuesta de serie es que el pleno empleo no es parte de su mandato. Por el
contrario, el predecesor de Yellen, Ben Bernanke, pudo invocar la Ley Humphrey Hawkins
Full Employment Act de 1978 que dio a la Fed un “doble mandato” para conseguir
el máximo empleo así como la estabilidad de precios. Como sabe todo el mundo,
el tuerto enfoque del BCE en la estabilidad de precios es heredera de
Bundesbank alemán.
Para
ser justos, el mandato único contra la inflación no es algo especial de
Alemania o el BCE. Los bancos centrales independientes con un mandato único
contra la inflación se pusieron en boga tras su implantación por el Banco
Central de Nueva Zelanda en 1990.
El
consenso generalizado de la opinión política detrás de este modelo fue fuerte.
Si se asume que el desempleo está determinado en el largo plazo por factores no
monetarios -factores de oferta como la regulación del mercado laboral,
habilidades y nivel de formación- usar la política monetaria para alcanzar un
objetivo de empleo no solo es una receta para la frustración, también hace aún
más difícil que el banco central se comprometa creíblemente a perseguir su
supuestamente verdadero mandato: la estabilidad de precios. Al final, esta
falta de credibilidad significa que los mercados pedirán mayores tipos de
interés y eso será malo para el crecimiento y el empleo. En el largo plazo la
mejor política para el empleo sería una implacable fijación con la estabilidad
de precios.
Sin justificación
Aunque
superficialmente convincente, este razonamiento no está justificado por la
evidencia en décadas recientes. A pesar de su doble mandato, el historial sobre
la inflación de la Fed es intachable. Y la historia indica que los bancos centrales con el
mandato único de la estabilidad de precios están raramente concentrados tan
únicamente en ese objetivo como se anuncia. Los bancos centrales siguen de
cerca el mercado laboral –al menos por el simple hecho que el crecimiento de
salarios afecta a la determinación de precios-. Tal y como demuestra el BCE, un
único mandato hace más difícil demostrar una política responsable y
adecuadamente equilibrada.
Esto
no es solo prejudicial para la transparencia y credibilidad de los bancos
centrales. En un mundo en que las presiones inflacionarias no son tan fuertes
como lo fueron hace década, es de hecho un gran riesgo. Con la alta inflación
de los 70 de fondo, un doble mandato era una tentación permanente que
comprometía la estabilidad de precios. Hoy el riesgo es el contrario. Sin la
debida atención al flojo mercado laboral, el banco central puede que no provea
a tiempo el estímulo adecuado y se arriesgue a caer en la deflación. De hecho,
en 2018 Nueva Zelanda decidió añadir
el empleo como segundo objetivo de su banco central.
Claro
que nadie sugeriría que el problema del desempleo en Europa puede ser
solucionado por el BCE solamente. Para atajar el arraigado desempleo al que nos
enfrentamos hoy necesitaremos una combinación de políticas industriales,
monetarias, fiscales y del mercado de trabajo. Pero ampliar el mandato del BCE
abriría la puerta a una postura política más equilibrada.
Sin
duda que se enfrentaria a una gran oposición por parte de los monetaristas
conservadores quienes insistirían en el tratado fundacional. Pero ese tratado
no es tan restrictivo como a ellos les gustaría. En especial, el artículo 127
requiere que el BCE “apoye las políticas de la economía de la unión” que
incluyen el “pleno empleo” y un “equilibrado crecimiento económico”. Pasar a un
doble mandato podría ser fácilmente presentado como una reforma de la práctica
existente y no como una revolución cultural.
La
pregunta es si habría alguna diferencia. Después de todo lo que se necesita no
es cambiar la retórica sino un cambio real en las prioridades económicas y
políticas. Un cambio en el mandato del BCE tendría efecto si fuera parte de una
ofensiva general contra el masivo desempleo –en particular de los jóvenes en
gran parte de Europa-, una crisis que pide una urgente e implacable atención
por todas las instituciones económicas. Podemos argumentar la fuerza de este
punto si examinamos la historia del doble mandato de la Fed.
Reivindicación explosiva
La
Ley de Pleno Empleo fue aprobada en 1978 pero la campaña para que se aprobase
una ley con el mandato del pleno empleo en los EEUU empezó varias décadas antes,
en las luchas que reivindicaban que el gobierno asegurase un “derecho general
por el empleo útil, remunerado, regulado y a tiempo completo”. La primera ronda
de la batalla fue en los últimos días del New Deal, con la guerra fría de telón
de fondo. La explosiva reivindicación para que el gobierno asegurase el pleno
empleo fue neutralizada por la aprobación de la Ley de Empleo de 1946 que, en
cambio, especificaba el objetivo de “maximizar el empleo, la producción y poder
adquisitivo” –en otras palabras, el crecimiento económico-.
En
los EEUU, como en Europa, normalmente pensamos en las décadas de los 50 y 60
del siglo pasado como periodos de rápido crecimiento y pleno empleo. Pero
incluso entonces, las comunidades negras marginalizadas sufrían espantosas tasas
de desempleo. Al tiempo que la campaña por los derechos civiles ganaba fuerza a
principios de los 60, revivió la reivindicación por
el trabajo garantizado. El lema completo que encabezaba la famosa Marcha por
Washington en 1963 era la Marcha por el Empleo y la Libertad. Mientras Martin
Luther King daba su inmortal discurso “I have a dream”, en las pancartas que se
agitaban entre el público se leía: “Derechos Civiles + Pleno Empleo =
Libertad”.
King
fue asesinado en 1968 pero su mujer, Coretta Scott King –una gran activista por
los derechos sociales-continuó la lucha. Su reivindicación
del trabajo garantizado no recibió ningún apoyo por parte de la confederación
de sindicatos, la AFL-CIO, y organizaciones de empresarios se opusieron
amargamente. Pero contaba con el apoyo del ala más radical del movimiento
obrero, liderado por los Trabajadores del Auto Unidos, y líderes afroamericanos
clave del Congreso. Aunque el presidente demócrata Jimmy Carter no estaba nada
entusiasmado con la idea, pero el impulso era tal que la ley Humphrey-Hawkins [1] fue presentada de nuevo en 1978.
Pero una vez más fue un ejercicio de componenda y neutralización.
El
pleno empleo garantizado fue reemplazado por la reiteración del objetivo de
máximo empleo. Además, se dejó a la Fed y a la administración Carter
la interpretación de cómo ordenar sus prioridades políticas. A la luz del
declive del dólar y la emergente inflación, su elección fue predecible.
La
dolorosa ironía es que después de un año de recibir su doble mandato, la Fed,
bajo el liderazgo de Paul Volcker, llevaría a cabo la mayor subida de tipos de
interés en la historia moderna. Esto hizo resurgir al dólar y devastó gran
parte de la manufactura de los EEUU, a costa de millones de empleos.
Importancia histórica
La
importancia de un mandato depende de las batallas políticas que lo rodean. Pero
esto no significa que la legislación no fue de una importancia histórica. El
mandato permanece en los estatutos. Los esfuerzos para revocar la ley Humphrey-Hawkins
han sido resistidos. Y, enfrentados a la emergencia nacional de 2008, la
ausencia de ninguna presión inflacionaria y una incipiente crisis de
legitimidad, Bernanke y la Fed –a diferencia del BCE- tenían la clara
responsabilidad de actuar.
De
hecho, no solo la Fed se fijó el objetivo de reducir el desempleo; empezó a
tomarse en serio el desarrollo económico regional y los problemas de
desigualdad. Aún más dramáticamente, el ala izquierda del partido Demócrata ha
revivido el espíritu de Coretta Scott King y su reivindicación de que la Fed
debe ser responsable de asegurar el pleno empleo. La reivindicación por un
trabajo garantizado está de vuelta.
Los
mandatos legales no son decisivos por sí mismos. Pero abren la puerta. Proveen
con la oportunidad para lo que la filósofa Seyla Benhabib
evocadoramente describíacomo iteraciones democráticas –debates
“por los cuales las reivindicaciones por derechos y principios universales son
disputados y contextualizados, apelados y revocados, propuestos y orientados a
través de instituciones legales y políticas, así como en asociaciones por los
derechos sociales”. En este proceso, los mandatos legales funcionan como un
mástil, permitiendo en cada iteración del debate cambiar progresivamente el
entendimiento de las comunidades políticas y de las instituciones.
Dado
el tremendo desastre de la política económica de la euro zona en la última
década para estar a la altura de las expectativas de la UE –poniendo en
cuestión su propia legitimidad- es ya tiempo para que el mandato del
BCE sea sometido a una concienzuda reevaluación democrática.
[1] Ley por la que se estableció el doble mandato de la Fed
para velar por el pleno empleo y la estabilidad de precios.
profesor de
historia en la Universidad de Columbia. Su último libro es Crashed: Como una
década de crisis financiera ha cambiado el mundo.
Fuente
original: https://www.socialeurope.eu/what-are-central-banks-for
Traducción: Ayoze Alfageme
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/para-que-necesitamos-a-los-bancos-centrales
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