¿Qué son y a qué nivel están los
chalecos amarillos?
24 de febrero de 2019
El
gobierno del gran capital intenta hoy demonizarlos y desprestigiarlos y los
reprime con leyes liberticidas. Pero ellos son sólo un síntoma de la rabia
social que se seguirá expresando en otras formas ante el ataque capitalista.
Por Guillermo
Almeyra.
Las grandes crisis del capitalismo no
son sólo económicas sino también sociales, políticas, culturales y mueven a los
sectores más pasivos y conservadores de la sociedad cuando cuestionan la
hegemonía de los sectores dominantes. Pero, incluso cuando comienzan a aparecer
y difundirse gérmenes de autoorganización y hasta de autogestión y surge una
situación potencialmente revolucionaria, si la protesta de clase no tiene
conciencia y objetivos clasistas anticapitalistas el tambaleante grupo
capitalista dominante podrá restablecer su dominación tras un período de empate
de las fuerzas en lucha eliminando todos los derechos democráticos que le sean
posible e instaurar un régimen basado en la violencia. El
ejemplo clásico es la instauración del nazismo en Alemania con el apoyo
fundamental de la socialdemocracia.
Desde la mundialización del
capitalismo, que hoy subsume todos los rincones de la sociedad y determina la
vida hasta de los habitantes de las selvas más recónditas, y desde el derrumbe
inglorioso de la Unión
Soviética y el desarrollo impetuoso del capitalismo en China,
los grandes movimientos sociales son expresión aguda de la lucha de clases,
pero sólo una expresión elemental y primitiva de ella.
Los movimientos
sociales del siglo XXI, en efecto, se parecen mucho más a los de siglo XIX que
a los del siglo XX. Cuando no son defensivos o corporativos, son grandes
“pobladas”, estallidos de odio, rebeliones plebeyas masivas sin una comprensión
del sistema de explotación capitalista ni una ideología opuesta al mismo y sin
una utopía, esperanzas ni proyecto alternativo de sociedad. La conciencia
retrasa enormemente con relación a la existencia entre los oprimidos de este
comienzo de siglo que desgraciadamente crecieron en medio de la podredumbre del
stalinismo ruso y chino y de la socialdemocracia europea y de la pérdida de las
ilusiones sobre Cuba, Nicaragua y Venezuela, que decían ser socialistas.
Por eso, aunque las instituciones
estatales, los partidos y las ideologías viven una profunda crisis, no han sido
reemplazados aún a pesar de los intentos de democracia directa, las luchas
solidarias y el odio elemental a “los ricos” y a la injusticia que, sin duda,
son la condición básica para la rebelión social pero no bastan para elaborar un
proyecto alternativo de sociedad y para organizar las fuerzas que podrían
imponerlo.
Actúan en lo
político con una gran desconfianza por la política, son una expresión clasista
de la protesta social de los explotados por el capital, reúnen trabajadores
precarios, asalariados, artesanos, pequeños comerciantes, jubilados, sectores
pobres de las clases medias urbanas y rurales pero desconfían de los sindicatos
aunque comienzan a confraternizar con ellos. No buscan unir las luchas y no han
logrado todavía un apoyo solidario y paros en las fábricas ni entre los
estudiantes. Comparten sus objetivos sociales con los pocos revolucionarios
existentes pero todavía no un proyecto anticapitalista, que podrían llegar a
elaborar. Por eso provocan
el odio de quienes, como los capitalistas, tienen clara conciencia de clase y
ven en ellos un peligro potencial. Como las clases son una relación social
interactiva, ese odio clasista podría ayudar a que lo muy diversos tipos de
explotados que protestan puedan adquirir su propia conciencia de clase cerrando
así el paso a la infiltración de la derecha.
El gobierno del
gran capital intenta hoy demonizarlos y desprestigiarlos y los reprime con
leyes liberticidas. Pero
ellos son sólo un síntoma de la rabia social que se seguirá expresando en otras
formas ante el ataque capitalista. Por lo pronto, en las elecciones europeas de
fines de mayo las abstenciones y los votos en blanco serán probablemente
mayoritarios y evidenciarán el aislamiento de Macron y de todo el
establishment. Estamos en el inicio del comienzo.
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Fuente: https://www.anred.org/?p=111006
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