Trasfondos: sobre la desaparición forzada
de
Santiago Maldonado
21 de septiembre de 2017
Por Miguel Mazzeo
La desaparición forzada de Santiago
Maldonado terminó siendo delatora de un conjunto de situaciones que constituyen
los fundamentos mismos de la política represiva del gobierno argentino.
Puso
sobre el tapete el peso de las estructuras de dominación basadas en el despojo
de los pueblos condenados a una muerte por desarraigo; mostró cuan
desarrollados están los sistemas de usurpación territorial y la intensidad que
pretenden desarrollar sus personeros junto con la impiedad y la barbarie que
están dispuestos a ejercer. Si tenemos en cuenta este trasfondo, difícilmente
la desaparición de Santiago pueda considerarse un “accidente” o un hecho
aislado.
Esas estructuras y esos sistemas se han conformado a
lo largo de los años a partir de la articulación de diversos actores:
terratenientes extranjeros y locales, grandes empresas mineras, forestales o
hidroeléctricas; grupos financieros y mercantiles, sectores del Estado: el
poder político y judicial, las fuerzas de seguridad, los organismos de
inteligencia y, claro está, los medios de desinformación. Se constituyó así un
bloque monolítico, prácticamente sin fisuras. Lo
que le confirió un elevado grado de inmunidad e impunidad. Este bloque ni
siquiera tuvo que hacer trampa después de que se hizo la ley. Para ellos la ley
ya era la trampa. Todo
sigue igual, como está a la
vista. O un poco peor. Hoy el contexto político, ideológico y
cultural, por la vía de la identificación, la indiferencia o la insensibilidad
generalizada, alienta la mentira provocatoria, el arrebato discriminatorio, el
cinismo ilimitado y justifica la crueldad ejercida contra las víctimas.
En
la Patagonia (a ambos lados de la cordillera) pervive la vieja cultura
conservadora del latifundio, la cultura de los “conquistadores del desierto” y
los “pacificadores de la araucaria”. Más
recientemente esa vieja cultura se ha combinado sin demasiadas contradicciones
con la “moderna” cultura del extractivismo y la mercantilización de los
recursos naturales y de todas las esferas de la actividad humana. Se trata de
culturas “falsas”, que no admiten otra “incorporación” que no implique
dominación y subordinación. De este modo, no hacen otra cosa que reproducir la
muerte.
En las últimas décadas el despojo ha adquirido nuevos ritmos. Se ha
tornado vertiginoso. Viene avanzando a pasos
agigantados, apoderándose de bosques, ríos, montañas, animales y seres humanos.
Según los tecnócratas neoliberales, esa es la única posibilidad de hacer
competitivas a nuestras economías periféricas y atrasadas. No podemos darnos el
“lujo” de la sustentabilidad, dicen. Ni hablar de democratizar el derecho a la
propiedad.
La desaparición forzosa de Santiago Maldonado también puso en evidencia
el carácter estratégico de la lucha de los pueblos (originarios o no) en
defensa de sus territorios, concebidos como espacios integrales, como entornos
naturales y espirituales. El control territorial, entonces, es la base para la
reconstrucción material, identitaria y política de los pueblos. Y la autonomía
territorial es la base para los procesos emancipatorios más amplios. Los pueblos quieren la tierra para reconstruirla y reconstruirse. Otro
trasfondo. Vale decir que los mapuche, por ejemplo, nunca ambicionaron el
territorio de los otros y las otras. Sólo han reclamado por el propio, el que
les robaron o el que pretenden robarles. No se puede decir lo mismo de Benetton
o Lewis.
Son
tiempos de acumulación por desposesión, de trasnacionalización de la economía y
pérdida de soberanía. Son tiempos de colonización de las subjetividades por
parte del mercado y de auge de la cosmovisión que pone el énfasis en la
libertad individual, la propiedad privada y los formatos empresariales: ¡todos
y todas somos capitalistas! Entonces, la lucha por
el territorio adquiere centralidad, universalidad y capacidad de articular un
sujeto anticapitalista extenso y diverso.
Hoy más que nunca, la resistencia de los pueblos
originarios, su lucha por tierra e identidad, el pensamiento cosmovisionario
ancestral (que no escinde a la naturaleza del ser, a la tierra del ser), cobran
nuevos sentidos. Por eso son objeto de desprecio y estigmatización para la
derecha y los grupos más representativos del poder dominante. Con la
desaparición de Santiago comenzaron a instalarse con más fuerza las “ideologías
de la distinción” y los discursos sobre los “no iguales”: pobres, indios, campesinos…
La
repuesta represiva del Estado (en ambos lados de la cordillera), tiende a
cortar de raíz los procesos de lucha de las comunidades en defensa del
territorio. Esa respuesta contempla el recurso a terrorismo de Estado, con sus
leyes antiterroristas, con sus leyes de seguridad interior –que son verdaderas
trampas-, con sus discursos contrainsurgentes y con los grandes medios de
desinformación satanizando a quienes se resisten al despojo (“subversivos”,
“terroristas”) y obviando las aberraciones de los despojadores. Estos medios
son cajas de resonancia de los intereses de las grandes empresas, los
terratenientes y el Estado represor.
Al
mismo tiempo, desde el poder, se pretende evitar cualquier connato de
solidaridad. Para las clases dominantes es fundamental garantizar el
aislamiento de las comunidades en lucha. Por eso Santiago sigue desaparecido. Entonces, para nosotros y nosotras es fundamental comprender los
alcances de esa lucha. La lucha del pueblo mapuche por sus territorios
ancestrales es parte de la lucha para que el conjunto de los y las de abajo
recuperen sus propias territorialidades materiales o simbólicas, o para
que no pierdan los fragmentos de las mismas que aún conservan,
incluyendo a la mismísima patria. Sus experiencias de
control territorial, sus formas embrionarias de autonomía, resaltan como
alternativa a la ciudadanía neoliberal y la democracia precaria que se nos
quiere imponer, un ejemplo de democracia radical para todos y todas.
¿Dónde está Santiago Maldonado?
Lanús
Oeste, 20 de septiembre de 2017
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/trasfondos-sobre-la-desaparicion-forzosa-de-santiago-maldonado/
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