Angelelli: Una voz
silenciada por
no legitimar el despojo
y la
"colonialidad".
4 de agosto de 2018
Por Oscar Soto (Rebelión)
Transitar el siglo XXI de manera realista implica abrir los ojos a
una mirada crítica respecto de la sociedad en la que estamos insertos. Anclados
en la globalización neoliberal que padecemos, rodeados de gobiernos afectos a
esmerilar las condiciones materiales más básicas de los pueblos
latinoamericanos y siendo conciudadanos de las peores injusticias y las mayores
desigualdades; no podemos más que alimentar nuestra mirada crítica e incrédula
sobre todas las “certezas” que se nos han trasmitido hasta aquí.
Las versiones del mundo que nos circundan son
los fragmentos del relato oficial triunfante. A esta altura de los
acontecimientos, solo las historias de resistencias sociales de nuestro Sur
global logran socavar el discurso imprescriptible e inalterable de la
colonialidadi: la
lucha feministaii por ejemplo desgasta el patriarcadonaturalizado, los
movimientos populares, campesinos e indígenas, resisten las formas coloniales de apropiación sobre territorios y
espacios, en tanto trabajadoras y trabajadores enfrentan a diario el capitalismo neoliberal.
Lo religioso en busca de la liberación
La cuestión de lo religioso en America Latina
no es un tema menor en las dinámicas de legitimación del poderío que ha
ejercido (y ejerce) la triada del colonialismo-capitalismo-patriarcadoiii históricamente. Uno de los sustentos
de la modernidad europea fue la acumulación
originaria, posible solo gracias a la invasión de América en donde la forma
hegemónica de religión cristian a
existente en occidente, resultó ser un dispositivo fundamental para el modelo
epistemológico de la
modernidad. Se construyó así el consenso y la coerción para
dominar territorios, cuerpos y mentalidades.
Sin embargo incluso allí, en el entramado religioso,
el reverso de la dominación ha sido la lucha social de los sectores populares
que reinventan y transforman lo “dado”. A pesar de la colonialidad y los
elementos que fortifican el capitalismo como fin en sí mismo, en Nuestra
América se han configurado experiencias de alteridad y resistencias al patrón
de poder global. La educación
popular, los movimientos campesinos sin
tierra, las teologías de la liberación, el feminismo latinoamericano, las luchas indígenas y afrodescendientes,
la economía popular y tantas otras experiencias; nuclean
todas ellas la esperanza de otro mundo posible, aun en medio de la desolación
actual.
En el caso del universo religioso
–puntualmente católico y protestante-, desde los años ´60 del siglo pasado se
ha dado una vinculación política de campesinos, obreros y masas populares con
las aristas críticas de la espiritualidad identificada en los valores del cristian ismo. Desde esos años comienza a ser
repensada la forma en que la memoria larga de las comunidades primitivas cristian as había sido aniquilada; elemento a partir
del cual, con mucho de razón, una vertiente de pensamiento crítico sustentada
en el marxismo había colocado a la religión en el lugar del “opio de los pueblos”iv. En
verdad, desde la tradición tributaria del marxismo no encontramos un todo
homogéneo, el mismo Engels desarrolla un pensamiento mucho más acabado que Marx
sobre la cuestión religiosa en su análisis de las representaciones que se dan
en relación a las luchas sociales, arrojando junto con Kaustky una luz sobre el
potencial de protesta de la religión y los movimientos religiosos; por otro
lado Gramsci pondrá más atención al fenómeno histórico de la religión en su
contexto, con observaciones agudas, pero también con mayor apertura a entender
la religión como “utopía gigante” y como parte vinculada en la reconciliación
de las contradicciones de vida históricasv (Gramsci, 2001).
Angelelli, 42 años después
El caso de Enrique Angelelli, obispo
comprometido con las causas populares, la teología de la liberación y la lucha
campesina, asesinado el 4 de agosto de 1976, luego de que “sorpresivamente” su
automóvil sufriera un accidente cuando regresaba de un homenaje a los
sacerdotes Gabriel Longueville (francés) y Carlos Murias (argentino),
torturados y fusilados dos semanas antes en La Rioja, en el contexto de la
última dictadura cívico-militar-eclesial Argentina, repone este viejo debate
que atraviesa marxismo, cristian ismo
y luchas políticas actuales: las
resistencias sociales trascienden a las instituciones y los momentos políticos
más oscuros.
En la actualidad, bajo regimenes formales de
democracia y cultura patriarcal, la religión como justificadora del orden y el
individualismo neoliberal parecieran borrar de un plumazo la obra de personas
como Angelelli, Mugica, Wenceslao Pedernera y tantos otros; pese a ello
persiste en los movimientos rurales, las comunidades eclesiales y los centros
ecuménicos de base una lectura anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal
que sigue recordando la pregunta de Angelelli, que Osvaldo Bayer recuerda: “¿en
qué país injusto y deshonesto vivimos que ni siquiera los trabajadores de la
madera pueden poner sus muertos en ataúdes para sepultarlos?”vi.
Antonio Gramsci se anticipaba de alguna manera
a la necesidad de resistir un simplismo recurrente para cierto pensamiento
anticapitalista -no sólo marxista-: la idea de que la religión era un eslabón
más de la conformación de una superestructura que se desmoronaría con la caída
del propio sistema capitalista. En cierta medida la perspectiva del pensador
italiano estaba dirigida hacia el requerimiento de una reforma moral e
intelectual que permita, junto con la colectivización de la economía, el
desenvolvimiento de una cultura contrahegemónica frente a los intereses
burgueses dominantes.
Las críticas de Angelelli al latifundio, a la cultura represora y
a los privilegios de clase retornan en contextos de disputa en América Latina y
recuerdan que así como hay un sistema que oprime, existen las resistencias al
interior de todos ámbitos de la vida social: el religioso, el político, el
cultural. Se trata de reinventar las formas de enfrentar al gigante, poniendo
en el centro la memoria de los que lucharon por la tierra, el pan y la justicia
como forma de quebrar el discurso oficial de la colonialidad, incluso en medio
de la oscuridad política y el silencio forzado que vivimos en la Argentina de
Macri desde 2015 a
esta parte.
Aunque se trate de un largo camino, hay que
seguir andando, no más.
Notas:
i El peruano Aníbal
Quijano sostiene que pese a las independencias latinoamericanas y el final del
“colonialismo” europeo, persiste en la actualidad una colonialidad que
estructura las relaciones sociales: "uno de los elementos constitutivos
y específicos del patrón mundial de poder capitalista…se funda en la imposición
de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra
angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y
dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia social cotidiana y a
escala societal" (Quijano, 2000)
ii Argentina es testigo
por estos días de cómo el feminismo logra avanzar y romper el cerco neoliberal
en medio de un contexto neocolonial y conservador. La lucha por la aprobación
de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que ya tiene media sanción
de la Cámara de Diputados es el ejemplo mas digno de ello.http://www.abortolegal.com.ar/no-negocien-con-nuestros-derechos/ .
iii Boaventura de Sousa
Santos “Contra la dominación” https://www.pagina12.com.ar/69482-contra-la-dominacion
iv Alves, R. “Religión.
¿Opio o instrumento de liberación?” Biblioteca Mayor, Tierra Nueva, Montevideo,
1970.
vi Osvaldo Bayer “Las
flores del algarrobo” https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-82561-2007-03-31.html
Oscar Soto. Licenciado en Ciencia Política y
Administración Pública. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo.
Integrante del Centro P. Carlos Mugica – Mendoza, Argentina.
Blog del autor: http://criticayresistencia.blogspot.com/
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=244913
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