Legisladorxs por la
muerte
15 de agosto de 2018
Por Vanessa Dourado
Virginia
Bolten
En la Argentina, el Senado rechazó la ley de interrupción
voluntaria del embarazo. La respuesta de los/las legisladores/as de la cámara
alta es una: ustedes no piensen que sus cuerpos serán tan fácilmente liberados.
Mientras tengamos el poder los/las que legislamos, con un pie en la iglesia y
otro en la estupidez, lo seguiremos ejerciendo sobre sus vientres.
Millones de
personas en la calle –luchando por el derecho a no morir por abortos
clandestinos– demostraron que la sociedad está lista para dar el debate, aunque
las instituciones no lo están. La sociedad comprende la problemática, pero
quienes gobiernan tienen miedo de perder su poder, tienen, en su mayoría, miedo
de perder sus votos, lo que también es un miedo de perder sus privilegios. Un/a
legislador/a que se niega a debatir de forma honesta sobre la causa de la
muerte de personas, no cumple con su rol.Las puertas del Senado fueron abiertas al mundo el último miércoles –pero cerradas a quienes reclaman por sus derechos–, y lo que se presentó allí fue una estructura ultrapasada, incapaz de dar los debates de su tiempo. Una estructura viciada en las formas tradicionales de hacer política para garantizar sus propios intereses, valiéndose de sus convicciones para decidir sobre la vida de las/los demás, contrariando la voluntad de estos actores expresada de la forma más democrática que se pueda comprender un deseo común.
El mundo pudo ver la expresión más nítida de la misoginia impregnada en las voces de quienes seguramente piensan el cuerpo de una mujer como mero objeto de reproducción. Personas cuya capacidad de comprensión de la realidad está anulada por la construcción de un sentido de urgencia: salvemos las dos vidas.
La demofobia por parte de personas elegidas por el pueblo es también la prueba de la incapacidad de uno/a de ocupar un lugar, pensando en legitimidad, que no le pertenece. Un lugar en el cual se negocian derechos en lugar de garantizarlos. Donde es preferible transferir la responsabilidad de esta incapacidad a los/as demás, creando así una justificativa a su incompetencia y/o limitación cognitiva: es un asesinato.
Nadie está a salvo mientras personas que toman decisiones en base
en sus creencias sigan en los espacios de poder. Los/las que niegan el derecho a
decidir, también son aquellos/as que, con sus firmas, asesinan a los/as
niños/as en las villas; que los/las someten a la pobreza, a vivir una vida
indigna, privada de las más básicas necesidades humanas. Mirando al costado,
dicen no a la criminalidad, y mandan a tomar los territorios con la mano dura
de la policía, que tortura y humilla estos cuerpos que pareciera que tienen más
derechos cuando estaban en el vientre: el derecho del feto a vivir.
No puede ser que se hable de cuidar la vida cuando la aporofobia
impide a los/las que hacen las leyes comprender que un cuerpo villero, negro,
migrante, tirado al margen; no es lo mismo que un cuerpo blanco de la sociedad
deseada por el sistema excluyente, y con plata en el bolsillo: regalemos los
perritos.
La hipocresía, expresión de una construcción
dogmática que ignora las contradicciones que hacen posibles regímenes de
opresión, gobierna la
Argentina. Pero las calles toman esta realidad innegable, la
cual ninguna mano fascista puede tapar.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245283
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