#8M: DIÁLOGO CON RITA SEGATO
8 de marzo de 2018
“Nuestro continente asiste a una recolocación
de un discurso de poder patriarcal”
El siguiente intercambio con la
antropóloga feminista forma parte de un dialogo sostenido desde la Fundación Rosa Luxemburgo
(FRL) a partir de la lectura de “La guerra contra las mujeres”, motivado por la
necesidad de nutrir la puesta en práctica de este eje en la FRL, pero también
en los todos los espacios de intervención donde es necesario fortalecer el
lugar de las mujeres.
Con la instalación pública de
la legalización del aborto en estas últimas semanas, surge la reflexión sobre
las formas en los que se asume políticamente esta demanda desde la izquierdas. En ese
sentido, Rita Segato hace foco en que los temas “de mujeres” no suelen ser
tomados como temas estructurales, sino como problemas de minorías.
Les dejamos el primero de dos
envíos que componen esta charla, en la que el pasado, el presente y el futuro
pierden sus bordes para seguir pensando un feminismo popular y los desafíos del
movimiento, cada vez más grande, de mujeres.
Edición: Nadia Fink y Florencia
Puente
–¿Qué análisis hacés sobre lugar
que ocupan los “temas de mujeres” en las organizaciones o partidos”?
–Cuando en un programa político se pasa a abordar el tema de las
mujeres, lgbtt, o lgbtti, automáticamente el enfoque deja de ser estructural. Y
automáticamente el tema de género pasa a ser un problema de una minoría. Entiendo que ahí hay un defecto que hemos
acatado sin darnos cuenta: la minorización de ciertos temas. En el tema de
género agrupo todas las violencias que tienen que ver con la misoginia, la
transfobia, la homofobia como crímenes del orden patriarcal; creo que son
violencias estructurales en el sentido de que desde ahí se ejerce una pedagogía
que va a estructurar todo el edificio de las desigualdades. Pero ni siquiera es
un tema de las mujeres o de las personas que tienen sexualidades no normativas;
es un tema que estructura la primera forma política de desigualdad, de
opresión, que es la pedagogía indispensable para todas las otras formas de opresión
¿Por qué podemos hacer
esta afirmación hoy con más vehemencia que nunca? Porque nuestros
antagonistas del proyecto histórico nos están mostrando que es estructurante,
de la manera en que están encerrando el periodo multicultural. El
multiculturalismo nombró y reconoció la existencia de tajadas de la torta: los
negros, las mujeres, los disidentes sexuales; se pasó de un mundo bipolar, de
una política antisistémica a una política plenamente sistémica. Se trata de una
política distributiva, de los derechos humanos, de los derechos de las
minorías.
Ese periodo
multicultural, que duró unos 25 años aproximadamente, ahora cae. Vemos muy
rápidamente el final de lo políticamente correcto, el final de todas las
banderas multiculturales y una se pregunta ¿por qué el multiculturalismo en
ningún momento agredió la máquina de la acumulación, el proyecto histórico del
capital? Jamás tocó ahí, al contrario, distribuyó entre las porciones y dentro
de cada porción creó una elite.
Cuando antes
hablábamos de la destrucción de un sistema, nos referíamos inmediatamente
después a la inclusión a un (otro) sistema; el discurso inclusivo fue un
discurso de agitación, porque reconoció en el discurso público la existencia
del racismo, de los ataques misóginos y homofóbicos, los nombró y ese nombrar
fue importante. La distribución de derechos y recursos operó de una forma
inclusiva, o sea, incluyendo al sistema que en el periodo anterior queríamos
desmontar. La opinión pública está muy centrada hoy en el tema de la agresión
contra las mujeres, los femicidios, y es un dolor de toda la sociedad, pero es
importante revisar las múltiples violencias más allá de la de género; por
ejemplo, en Brasil medio millón de jóvenes negros murieron por muerte violenta
en una década, estamos hablando de un genocidio en este caso.
Los que en mis textos llamo “nuestros antagonistas del proyecto
histórico” –para no llamarlos enemigos porque no me parece adecuado—, aquellos
que claramente están dentro del proyecto histórico del capital, de la
acumulación, de la concentración, nos están mostrando hoy que reconstruir el
patriarcado con toda la fuerza, que recolocar la opresión de las mujeres, es
fundamental. Tenemos que preguntarnos por qué los think
tank, los grandes
cerebros formados en Harvard, Chicago y por ahí, han decidido que el
multiculturalismo era un peligro para el proyecto del capital. Es difícil
entender por qué, dado que no era un peligro, no tocaba en la máquina de la
acumulación y concentración, pero ellos nos están diciendo que la pedagogía patriarcal
es indispensable para su proyecto.
–¿Y en qué instancias concretas
se instala esta idea del fin del culturalismo en los lugares de las mujeres
puntualmente?
–En esta idea creo, e
identifico varias señales que la refuerzan, basta mirar la transformación veloz
y unificada de la escena presidencial. Todas las escenas presidenciales,
excepto (Michelle) Bachelet, que asume el aspecto de una abuela, son iguales.
Quien hoy quiere ser presidente se casa con una actriz, una presentadora de
televisión, inclusive el propio Linera. Ese cambio de estructura, esa imagen
que es pedagógica, se volvió igual en todas partes. Para mí eso es una agenda,
porque no se puede observar al poder –es imposible observar cómo el poder
delibera y decide–, pero podemos saberlo por sus epifenómenos, o sea, por lo
que es visible.
Y eso es algo visible que sucedió en muy poco tiempo: la mujer no
más al lado, no más haciendo su negocio, su política, su trabajo, sino de
acompañante. Esta es una primera afirmación: la política patriarcal se ha
recolocado, pero ¿por qué nuestros antagonistas del proyecto histórico nos
dicen que es preciso recolocar a la mujer ahí? Es fundamental para su política
de acumulación y concentración.
–La mujer ¿estuvo en otro lado efectivamente?
-Sí claro, por lo
menos en el discurso público sí. No hubo grandes cambios porque los femicidios
aumentaron, la violencia contra las mujeres también, no es que llegó a estar en
otro lugar pero no podía ser discurso público, como es en Brasil.
En ese sentido, es
gráfico el caso de Jair Bolsonaro, un candidato a presidente que ya tiene un
20% de la intención de voto, y es un militar cuyo hijo mató a quemarropa a un
joven negro. Es un matón, insultó a una diputada y le dijo que merecía ser
violada, públicamente. Estas son estrategias de shock para habituar a las
personas a la recolocación de un discurso de poder que es primero patriarcal.
Tenemos modelos de
explicación de por qué esto está pasando. ¿Por qué se abandona el discurso
multicultural, de lo políticamente correcto, de la igualdad de las mujeres?
¿Por qué tan rápidamente esa agenda no es más la agenda que se pretende colocar
en el centro, dominando el periodo histórico? La agenda multicultural se
sustituye por esta, muy bien encarnada por Trump.
Así vemos cómo se
ha recolocado la política patriarcal, que para mí es profundamente
política. Por eso nunca hablo de crímenes de odio, ya que aunque puede haber
odio en algunas situaciones, despolitiza a los crímenes patriarcales son
crímenes estructurales en este sentido: no son un problema de minoría,
estructuran la primera pedagogía de poder indispensable para todo el edificio
de las desigualdades y de los poderes. Eso sería una segunda cuestión a tener
en cuenta, y es lo central de mi diferencia como una persona que está pensando
este tema teóricamente.
La tercera cuestión
que está asociada a esas otras dos, es el tema de la implantación de un
fundamentalismo en nuestro continente. Esto está siendo sistemático, por
ejemplo con las marchas de las familias desde Guadalajara hasta todo México, en
defensa de las familias.
En Brasil, el
fundamentalismo se expresa con el ataque de la ley “Escola sin partido”, en
cuyo proyecto dice que un profesor que pronuncia la palabra género en su clase
puede ser procesado. El profesor entonces es rehén de esta práctica
fundamentalista que usa la idea de una ideología de género como el diablo; o
sea, la demonización del pensamiento de la crítica, que el feminismo construyó
de manera tan sofisticada durante tanto tiempo.
En relación nuevamente
con el carácter estructurante del discurso patriarcal, hay una frase que dice
que las distintas formas de violencia alimentadas por el capitalismo y machismo
están para impedir la resistencia de las mujeres. No lo veo así, hoy
afirmo que existe un mandato de masculinidad que es estructurante de la
sociedad, que la masculinidad es corporativa y que la primera víctima del
mandato de masculinidad son los hombres.
Una buena parte del
feminismo me mira con espanto. Creo que es así porque ese mandato de
masculinidad forma los sicarios, carne de cañón en las diferentes corporaciones
armadas. La corporación masculina va a dar la estructura que luego en el
continente, desde México, Centroamérica y ahora expandiéndose hacia el sur va a
formar esa mano de obra que sustenta la producción y la protección de un
capital no declarado, porque lo que tenemos que tener en cuenta hoy es que una
gran parte de la acumulación no se da a la luz del sol, a la superficie.
“La ley no tiene la capacidad de cambiar las prácticas de las personas,
a no ser que convenza”
Respecto de las leyes,
hago una diferencia fundamental entre las leyes, el derecho de lesa humanidad,
los derechos humanos y el derecho común, estatal, interno de las naciones. No
creo que puedan ser pensados de la misma manera.
Soy profundamente crítica al juez Rossi[1] y
todos aquellos jueces que siguen la doctrina de Zaffaroni, y ponen a un asesino
en la calle, porque es un asesino que solamente mata mujeres. Es impresionante
que eso sea visto como el problema de una minoría, de una gente que de repente
siente un deseo sexual incontrolable y mata. Es una despolitización completa del
problema del patriarcado, que es una estructura política, y no tiene que ver
con deseos sino que es un orden político de una desigualdad fundacional. Ese
zaffaronismo de colocar violadores en la calle ha causado sufrimiento
impresionante a la sociedad.
Por el otro lado, y
ahí está mi posición sobre el derecho, pensar que la cárcel y las leyes
sancionadas, ya en vigor, cambian los comportamientos, también es un error. La
ley no tiene la capacidad de cambiar las prácticas de las personas, a no ser
que persuada y disuada, que convenza. El ejemplo más importante es el aborto:
la gente sigue haciendo abortos todo el tiempo, inclusive los que son
militantes antiaborto, en el momento de desesperación, lo hace. Lo del aborto
es un doble discurso, no es un discurso real. La militancia contra el aborto es
una militancia que tiene que ver con la política, con el control del cuerpo de
las mujeres, con un control pedagógico sobre la dueñidad; o sea, tiene que
haber dueñidad, más en nuestros países que en Europa, porque si no la sociedad
se descontrola. En el discurso de esa ley antiaborto está expresada claramente
la dueñidad sobre el cuerpo-territorio. Pero por el otro lado, la gente sigue
haciendo abortos, entonces el discurso de la ley no convence, porque nadie va a
convencerse de que unas poquititas células son una persona humana. Las
estadísticas hechas en algunas investigaciones, dicen que hoy se comete en
Brasil y en Argentina prácticamente un poquito menos de un aborto por cada
nacimiento; quiere decir que esa ley nunca convenció.
Yo creo que la ley por
sí sola no va a cambiar y ya no ha cambiado. Hace diez años que tenemos estas
estadísticas de femicidios y de violencias, y no sólo no vimos decrecer las
agresiones contra las mujeres, nunca disminuyeron, eso a es un dato
importantísimo, sino que también aumentaron. Eso significa que no es con la
cárcel, con la amenaza de la cárcel, porque además en el continente, en todo el
mundo existen las cifras negras del derecho, que son el porcentaje de crímenes
que llegan a una sentencia de un juez. En América Latina, tanto en México como
en Río de Janeiro sólo el 1% de los ataques a la vida llegan a la sentencia de
un juez, no sólo de mujeres, sino de cualquier persona. Entonces, ¿qué es la
justicia?, ¿qué es el discurso del derecho? Si el derecho no alcanza primero
una eficacia simbólica, performativa, retórica, discursiva, si no está en el
discurso de la gente, el derecho no tiene eficacia material, no existe. Las
personas tienen una tremenda crisis con la fe estatal, hay una falencia de la
fe en las instituciones, hay un aumento del descrédito de la ley y un aumento
en las acciones privadas, de particulares, de hacer la ley por sus manos.
Porque la fe estatal tiene que existir para que la gente invierta confianza en la ley. Si el estado pierde
la confianza de la gente, si no hay fe cívica, la ley también se desmorona como
la forma de resolver los conflictos y de proteger a las personas. La ley es un
discurso importante y sagrado, es un discurso que tiene que ser generado, estar
ahí, tiene que haber un esfuerzo en su divulgación, pero sola por sí no tiene
la capacidad de causar comportamiento. La relación entre la ley y las conductas
de la gente no es una relación causal, que es lo que pensábamos en la
modernidad, que la norma positiva va a causar esto.
–¿Cuáles creés que son las
estrategias que desde el movimiento feminista se pueden pensar en este sentido?
Las respuestas frente a la visibilización de los femicidios en la agenda del
debate público desde el Estado fueron punitivas y llevaron a los movimientos
feministas a reflexionar sobre el qué hacer: lo que primó en el discurso
público y desde algunos agentes del Estado es “el que mata tiene que morir”, lo
que nos habla del conservadurismo más extremo.
–La violencia genera
más violencia. El estado no es un individuo, no es una persona, es el error de
los Estados Unidos de pensar que el estado va a vengar, no es una persona.
Sobre todo en el tema de la violencia es indispensable pensarnos en términos de
especie, de macro, no enfocar en los individuos, en la idea de venganza, hay
que pensar cómo vamos a resolver este problema, que no es de uno u otro
individuo, es un problema de la
sociedad. Es necesario pensarlo con un distanciamiento mucho
mayor, donde las emociones están ahí. Es el único campo, el de la violencia,
donde yo pienso que el pensamiento tiene que estar frío y distanciado, y hay
que pensarlo como un problema estructural; es un problema del escenario
contemporáneo. No lo podés pensar en el sentido de castigar a ese individuo y
el resto sigue igual, las razones, factores, estructurales que hacen que esa
violencia se suelte, atraviese al sujeto y se suelte en el sujeto y victimice,
continúan ahí. Si no hay una aproximación estructural a ese tipo de violencia,
no se puede corregir. No es desde los individuos que se corrige.
Sobre las marchas,
para mí son importantísimas. La gente dice que después de las marchas, vienen
los hombres y violan a las mujeres como venganza. No creo en eso. Sería como
decir que hiciste un partido masculino, una guerrilla masculina y entonces
vamos a responder. No es así, porque para que haya una agresión de tipo sexual
tiene que atravesar la conciencia del sujeto de una manera muy profunda.
Yo creo que el brote
de violencia contra las mujeres no tiene que ver con la lucha de las mujeres ni
con el ascenso de las mujeres a una vida más autónoma, más independiente, sino
que tiene que ver con un problema de los hombres entre los hombres. Es un
problema de la masculinidad por la precarización de la vida y por la
imposibilidad de ese sujeto masculino de estar a la altura de la potencia.
Lo que define la
masculinidad es la potencia de algún tipo, la primera que uno ve es la sexual,
pero hay otras como la económica, la intelectual, la moral, es el sujeto evaluador
moral; la mirada masculina en el centro que distribuye valor. Ese sujeto
potente está letalmente agredido en su potencia, sobre todo en nuestros países,
por la precarización extrema de su vida como trabajador, protector de una
familia.
En ese mundo de dueños, caben pocos dueños y la mayor parte de los
hombres se “emascula”. Este es un concepto que usamos en la antropología y que
es muy importante: la emasculación del sujeto masculino, que lo reduce y le
impide cumplir con el mandato de masculinidad; así restaura su posición
masculina mediante formas de violencia extremas. El problema del brote de
agresiones tiene que ver con una relación intragénero de la propia
masculinidad, no con las mujeres.
“No se trata de la identidad de
las mujeres, sino de en qué sistemas económicos y societarios están insertadas”
–Volviendo al tema del fin del multiculturalismo, en América Latina
y también en Europa, desde las izquierdas y desde el ámbito feminista se está
planteando que hay que combinar estrategias políticas, de clase y de identidad.
¿Cómo creé que sea posible construir estrategias en ese sentido, que tengan
realmente interseccionalidad de identidades?
–Pero no bastan las identidades. Pensamos mucho en términos de
identidades. El multiculturalismo naturalmente generó identidades políticas y
fue culturalista. El problema es que no son identidades. Mujeres de tipos
diferentes defienden organizaciones de vida, economías diferentes. No es sólo
el problema de la mujer negra, son íconos de diferencia, la mujer negra, la
mujer indígena. Hay que salir del culturalismo. Culturalismo y fundamentalismo
significan lo mismo, son ideas que actúan de igual forma. No se trata de la
identidad de las mujeres, sino que se trata de en qué sistemas económicos y
societarios están insertadas, ellas actúan, tienen su papel. Eso los
progresismos no lo respetaron en lo más mínimo. Una mujer que está organizando
el mercado local o los cultivos locales, ella no es una identidad, está en un
mundo propio. Entonces sí creo que uno de los problemas de todos los feminismos
actuantes, activistas, es la dificultad que tienen con la pluralidad de
experiencias. Yo soy crítica del feminismo institucional, eurocéntrico, aunque
tengo muchas amigas y actoras del feminismo institucional y eurocéntrico.
Como digo muchas
veces, los pluralistas somos nosotros, nuestros enemigos son monopólicos. Uno
tiene que practicar el pluralismo que es una dificultad muy grande dentro de
los feminismos. Cada una tiene una verdad.
La noción de identidad
puede ser muy traicionera, muy reductora de lo que se trata. Yo creo que hay
luchas muy distintas de mujeres muy distintas quién soy yo para decirles a las
mujeres de otros pueblos, que les voy a enseñar cómo es mejor ser mujer, si a
nosotros nos va tan mal por acá. Esa superioridad moral es lo peor del
occidente, una única verdad, un único dios, una única justicia, está errado,
equivocado; ese monopolio de la verdad es un error.
[1] El Juez Carlos Alfredo
Rossi, titular del Juzgado de Ejecución de Penas de Gualeguaychú (provincia de
Entre Ríos, Argentina), fue suspendido de su cargo en 2017 y actualmente se
encuentra en proceso de Jury para determinar su responsabilidad en el
otorgamiento de libertad condicional al acusado de violación Sebastián Wagner,
quien en ejercicio de la libertad condicional asesinó a la estudiante Micaela García ,
en uno de los femicidios con mayor repercusión de Argentina en 2017.
Compartimos también un video de Rita Segato a propósito del #8M – Paro
Internacional de Mujeres, realizado por Alerta Feminista – París.
Fuente: https://rosaluxspba.org/es/rita-segato-nuestro-continente-asiste-a-una-recolocacion-de-un-discurso-de-poder-patriarcal/
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