El capitalismo, no “la naturaleza
humana”,
fue lo que acabó con nuestro impulso
para enfrentar el cambio climático
13 de agosto de 2018
The Intercept
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández Fuente:
Este domingo,
la revista del New York Times entera estará
dedicada a un solo artículo sobre un único tema: el fracaso a la hora de
enfrentar la crisis climática global en la década de 1980, una época en que la
ciencia y la política parecían alinearse. Escrito por Nathaniel Rich, esta obra
de la historia está llena de revelaciones internas sobre caminos no tomados
que, en varias ocasiones, me hicieron maldecir en voz alta. Y para que no quede
ninguna duda de que las implicaciones de esas decisiones quedarán grabadas en
el tiempo geológico, las palabras de Rich aparecen reforzadas por las
fotografías aéreas a toda plana de George Steinmetz, que documentan de forma
dolorosa la veloz desintegración de los sistemas planetarios, desde el agua
torrencial donde solía haber hielo en Groenlandia, a las floraciones masivas de
algas en el tercer lago más grande de China.El artículo, con una extensión de novela corta, representa el tipo de compromiso de los
Ninguna de estas excusas puede enmascarar el abandono del deber. Los principales
Por eso es tan excitante ver que el Times pone toda la fuerza de
su maquinaria editorial al servicio de la obra de Rich, acompañándola de un video promocional,
lanzándola con un evento en vivo en el Times Center y acompañándola de material educativo .
Por todo ello es por lo que resulta tan indignante que el artículo
se equivoque de forma espectacular en su tesis central.
Según Rich,
entre los años de 1979 y 1989, se entendió y aceptó la ciencia básica relativa
al cambio climático; la división partidista sobre la cuestión aún no se había
producido, las empresas de combustibles fósiles aún no habían iniciado
seriamente su campaña de desinformación y había un enorme impulso global para
conseguir un acuerdo internacional vinculante y audaz de reducción de
emisiones. Al escribir sobre el período clave de finales de los ochenta, Rich
dice: "Las condiciones para el éxito no podrían haber sido más
favorables".Y, sin embargo, "nosotros", los seres humanos, lo echamos todo a perder porque al parecer somos demasiado miopes para salvaguardar nuestro futuro. En caso de que no entendamos a quién y a qué hay que culpar por el hecho de que estemos ahora "perdiendo el planeta", la respuesta de Rich se presenta en un recuadro a toda página: "Conocíamos todos los hechos y nada se interponía en nuestro camino. Nada, excepto nosotros mismos".
Sí, Vds. y yo. Según Rich, no eran responsables las compañías de combustibles fósiles que acudían a cada reunión política importante descrita en el artículo. (Imagínense a los ejecutivos del tabaco siendo repetidamente invitados por el gobierno estadounidense para proyectar políticas que prohibieran fumar). Cuando todas esas reuniones no consiguieron resultado sustancial alguno, ¿no deberíamos llegar a la conclusión de que la razón de ello es que los seres humanos sólo queremos morirnos? En cambio, ¿no podríamos llegar a la conclusión de que el sistema político es corrupto y está en quiebra?
Varios científicos e historiadores del clima han señalado esta
lectura equivocada desde que la versión online del artículo apareció el
miércoles. Otros han comentado sobre las enloquecedoras invocaciones de la
"naturaleza humana" y el uso del regio "nosotros" para
describir a un grupo muy homogéneo de poderosos actores estadounidenses. A lo
largo del relato de Rich, no oímos nada de todos aquellos líderes políticos del
Sur Global que exigían una acción vinculante en este período clave y después se
preocupaban de algún modo por las generaciones futuras a pesar de ser humanos.
Al mismo tiempo, las voces de las mujeres son casi tan raras en el texto de
Rich como los avistamientos del pájaro carpintero real en peligro de extinción,
y cuando las señoras aparecen, es principalmente como esposas sufridoras de
hombres trágicamente heroicos.
Todos estos
fallos han sido ya abordados, por eso no voy a discutirlos de nuevo aquí. Me
centraré en la principal premisa del artículo: que a finales de la década de
1980 las condiciones no "podían haber sido más favorables" para una
acción climática audaz. Bien al contrario, una apenas podría imaginar un
momento más inoportuno en la evolución humana para que nuestra especie se
encontrara cara a cara con la dura verdad de que las ventajas del moderno capitalismo
consumista estaban erosionando rápidamente la habitabilidad del planeta. ¿Por
qué? Porque los últimos años ochenta estábamos en el cenit absoluto de la
cruzada neoliberal, un momento de suprema ascendencia ideológica para el
proyecto económico y social que se propuso vilipendiar deliberadamente la
acción colectiva en aras a la liberación del "libre mercado" en los
aspectos de Cuando ahondé en esta misma historia del cambio climático hace unos años, llegué a la conclusión, al igual que Rich, que el momento clave en que el impulso mundial se estaba forjando en aras a un acuerdo global firme basado en la ciencia se produjo en 1988. Fue cuando James Hansen, entonces director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, testificó ante el Congreso alegando que tenía un "99% de seguridad" en que había una "tendencia real hacia el calentamiento" vinculada con la actividad humana. Más tarde, ese mismo mes, cientos de científicos y políticos celebraron
Pero el cambio climático no sólo preocupaba a políticos y expertos, había pasado a formar parte de las conversaciones cotidianas y charlas de café, a tal nivel que cuando los editores de
(Curiosamente, a diferencia de Rich, Sancton no culpaba a la "naturaleza humana" del pillaje planetario. Siguió profundizando en el uso indebido del concepto judeo
Cuando examiné las noticias climáticas de este período, parecía que podría lograrse realmente un cambio profundo. Pero después, de forma trágica, todo se desvaneció, con Estados Unidos largándose de las negociaciones internacionales y el resto del mundo conformándose con acuerdos no vinculantes que dependían de "mecanismos de mercado" sospechosos, como la comercialización y compensaciones de bonos del carbono. Por tanto, merece realmente la pena preguntar, como lo hace Rich: ¿Qué demonios sucedió? ¿Qué fue lo que interrumpió la urgencia y la determinación que emanaban de todos estos establishment elitistas de forma simultánea al final de los años ochenta?
Rich concluye, aunque sin ofrecer ninguna prueba social o científica, que algo llamado "naturaleza humana" se puso a dar patadas y lo estropeó todo. "Los seres humanos", escribe, "ya sea en organizaciones globales, democracias, industrias, partidos políticos o como individuos, son incapaces de sacrificar las ventajas presentes para evitar el desastre impuesto a las generaciones futuras". Parece que estamos programados para "obsesionarnos con el presente, preocuparnos por el medio plazo y eliminar de nuestra mente el término a largo plazo, aunque acabemos envenenados por ello".
Al examinar el mismo período, llegué a una conclusión muy diferente: que lo que al principio parecía ser nuestro mejor intento para salvar la vida de la acción climática había sufrido, en retrospectiva, un caso épico de mal momento histórico. Porque lo que queda claro cuando se mira hacia atrás en esta coyuntura es que justo cuando los gobiernos se estaban uniendo para actuar seriamente a fin de controlar el sector de los combustibles fósiles, la revolución neoliberal global se convirtió en supernova y ese proyecto de reingeniería económica y social chocó a cada paso con los imperativos tanto de la ciencia del clima como de la regulación corporativa.
El hecho de no hacer siquiera una referencia pasajera a esta otra tendencia global que estaba desarrollándose en los últimos años ochenta representa un gran punto ciego incomprensible en el artículo de Rich. Después de todo, el principal beneficio de volver como periodista a un período en un pasado no muy lejano es que puedes ver tendencias y pautas que aún no resultaban visibles para las personas que vivieron esos tumultuosos acontecimientos en tiempo real. Por ejemplo, en 1988, la comunidad del clima no tenía manera de saber que estaban en la cúspide de la convulsa revolución neoliberal que transformaría todas las economías principales del planeta.
Pero nosotros sí lo sabemos. Y una cosa que queda muy clara cuando se mira hacia atrás, en los finales ochenta, es que desde ofrecer "condiciones para el éxito que no podrían haber sido más favorables", 1988-89 fue el peor momento posible para que la humanidad decidiera que iba a tomarse en serie el hecho de poner la salud planetaria por delante de los beneficios.
Recuerden qué otras cosas estaban pasando. En 1988, Canadá y Estados Unidos firmaron su acuerdo de libre comercio, un prototipo del NAFTA (siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y de los innumerables acuerdos que lo seguirían. El muro de Berlín estaba a punto de caer, un acontecimiento que los ideólogos de la derecha aprovecharían con éxito en EE. UU. como prueba del "fin de la historia", tomándolo como licencia para exportar
Fue esta convergencia de tendencias históricas -la aparición de una arquitectura global que se suponía iba a abordar el cambio climático y el afianzamiento de una arquitectura global mucho más poderosa que iba a liberar el capital de cualquier restricción- lo que hizo descarrilar el impulso que Rich identifica correctamente. Porque, como señala repetidamente, enfrentar el desafío del cambio climático hubiera requerido imponer rígidas regulaciones a los contaminadores, a la vez que invertir en la esfera pública para transformar la forma en que impulsamos nuestras vidas, vivimos en las ciudades y nos movemos.
Todo esto fue posible en los años 80 y 90 (todavía lo es hoy), pero habría exigido una batalla frontal contra el proyecto del neoliberalismo, que en ese momento estaba librando una guerra contra la idea misma de la esfera pública ("La sociedad no existe", nos dijo Thatcher). Mientras tanto, los acuerdos de libre comercio que se firmaron en este período estaban desarrollando muchas iniciativas climáticas sensatas, como subvencionar y ofrecer un trato preferencial a la industria verde local y rechazar muchos proyectos contaminantes como la fractura hidráulica y los oleoductos, que son ilegales en virtud del derecho comercial internacional.
Sobre esta colisión entre el capitalismo y el planeta escribí un libro de 500 páginas, y no quiero entrar de nuevo en los detalles aquí. Sin embargo, este extracto se introduce en el tema con cierta profundidad, por lo que citaré aquí un breve fragmento:
No hemos hecho lo necesario para reducir las emisiones porque eso entra fundamentalmente en conflicto con el capitalismo desregulado, la ideología reinante durante todo el período en el que hemos estado luchando para encontrar una salida a esta crisis. Estamos atrapados porque las acciones que nos darían la mejor oportunidad para evitar una catástrofe -que beneficiarían a la gran mayoría- son extremadamente amenazadoras para una élite minoritaria que tiene un dominio absoluto sobre nuestra economía, nuestro proceso político y la mayoría de nuestros principales
¿Por qué es importante que Rich no mencione este choque y, en cambio, afirme que nuestro destino ha sido sellado por la "naturaleza humana"? Es importante porque si la fuerza que interrumpió el impulso hacia la acción somos "nosotros mismos", entonces el titular fatalista en la portada de
Por otra parte, si nosotros, los seres humanos, estuvimos realmente a punto de salvarnos en los años 80, pero nos vimos inundados por una oleada de fanatismos por parte de la élite del libre mercado, a la que se oponían millones de personas en todo el mundo, entonces ahí hay algo bastante concreto que podemos hacer al respecto. Podemos enfrentar ese orden económico y tratar de reemplazarlo con algo que esté enraizado en la seguridad humana y planetaria, esa que no coloca la búsqueda del crecimiento y el beneficio a toda costa en su centro.
Y la buena noticia -y sí, hay alguna- es que hoy, a diferencia de 1989, un movimiento joven y en crecimiento de socialistas democráticos verdes está avanzando precisamente con esa visión en EE. UU. Y eso representa algo más que sólo una alternativa electoral: es nuestra única línea de vida planetaria.
Sin embargo, tenemos que tener claro que la línea de vida que
necesitamos no es algo que haya sido probado antes, al menos no en la escala
requerida. Cuando el Times tuiteó su
tráiler del artículo de Rich sobre "la incapacidad de la humanidad para
enfrentar la catástrofe del cambio climático", la excelente ala de
ecojusticia de los Socialistas Democráticos de América ofreció velozmente esta corrección :
"*CAPITALISMO* Si fueran serios a la hora de investigar qué ha ido tan
mal, deberían centrarse en la ‘incapacidad del capitalismo para abordar la
catástrofe del cambio climático’. Por encima del capitalismo, *la humanidad* es
totalmente capaz de organizar sociedades que prosperen dentro de límites
ecológicos".
Su punto de
vista es bueno, pero está incompleto. No hay nada esencial sobre los seres
humanos que viven bajo el capitalismo; los humanos somos capaces de
organizarnos en todo tipo de órdenes sociales diferentes, incluidas las
sociedades con horizontes de tiempo mucho más largos y con mucho más respeto
por los sistemas de apoyo a la vida natural. De hecho, los humanos han vivido
de esa manera durante la gran mayoría de nuestra historia y muchas culturas
indígenas mantienen vivas hasta el día de hoy las cosmologías centradas en Pero culpar simplemente al capitalismo no es suficiente. Es absolutamente cierto que el impulso hacia el crecimiento y las ganancias sin fin se oponen rotundamente al imperativo de una transición rápida en el abandono de los combustibles fósiles. Es absolutamente cierto que el desencadenante global de la forma desatada de capitalismo conocida como neoliberalismo en los años 80 y
Pero tenemos que ser honestos y reconocer que el socialismo
industrial autocrático ha sido también un desastre para el medioambiente, como
lo demuestra radicalmente el hecho de que las emisiones de carbono descendieron
brevemente cuando las economías de la antigua Unión Soviética
se colapsaron a principios de los años noventa. Y como escribí en "Esto lo
cambia todo", el petropopulismo venezolano ha continuado con esta
tradición tóxica hasta nuestros días, con resultados desastrosos.
Reconozcamos
este hecho al tiempo que señalamos que los países con una fuerte tradición
socialista democrática, como Dinamarca, Suecia y Uruguay, tienen algunas de las
políticas ambientales más visionarias del mundo. De esto podemos concluir que
el socialismo no es necesariamente ecológico, pero que una nueva forma de
ecosocialismo democrático, con la humildad de aprender de las enseñanzas
indígenas sobre los deberes para con las generaciones futuras y la
interconexión de toda la vida, parece ser la mejor oportunidad que tiene la
humanidad para la supervivencia colectiva.Estas son las apuestas del aluvión de candidatos políticos que están promoviendo una visión democrático ecosocialista, conectando los puntos entre los expolios económicos causados por décadas de ascendencia neoliberal y el devastado estado de nuestro mundo natural. Inspirados en parte por la carrera presidencial de Bernie Sanders, candidatos de diversos tipos, como Alexandria Ocasio-Cortez en Nueva York, Kaniela Ing en Hawai y muchos más, se presentan en plataformas que piden un "Nuevo acuerdo ecológico" que satisfaga las necesidades materiales básicas de todos, ofrezca soluciones reales a las desigualdades raciales y de género, al tiempo que catalice una transición rápida al cien por cien de energía renovable. Muchos, como la candidata a gobernadora de Nueva York,
Estos candidatos, se identifiquen o no como socialistas demócratas, rechazan el centrismo neoliberal del establishment del Partido Demócrata, con sus tibias "soluciones basadas en el mercado" para la crisis ecológica, así como la guerra total de Donald Trump contra
No estamos perdiendo la Tierra, pero esta se está calentando de forma tan veloz que está inmersa en una trayectoria en la que muchos de nosotros vamos a perdernos. Justo a tiempo, está apareciendo un nuevo camino político hacia
Naomi Klein es una periodista e
investigadora canadiense de gran influencia en el movimiento antiglobalización
y el socialismo democrático. Entre sus libros publicados figuran: No Logo, Vallas y Ventanas, Esto lo cambia
todo: el capitalismo contra el clima. Su nuevo libro es: Decir no, no basta: Contra las nuevas
políticas del shock, por el mundo que queremos.
Esta traducción puede reproducirse
libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la
traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245192
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