Alberto Acosta:
“La izquierda debe
hacer una profunda autocrítica”.
27 de agosto de 2018
Por Wilber Huacasi
La República (Lima)
Crítico con los gobiernos progresistas, el
expresidente de la
Asamblea Constituyente de Ecuador Alberto Acosta plantea una etapa de
balance para América Latina, sin desdeñar variables como la corrupción y las
prácticas autoritarias. Luego avizora una izquierda con nuevos componentes en
la agenda como el feminismo y el medio ambiente.
En setiembre se cumplen diez años de vigencia
de la nueva
Constitución de Ecuador, ¿cuál es su balance?
Tenemos diez años de una Constitución que
despertó muchas expectativas, tanto por su contenido como por la forma en que
fue elaborada. Desde 1830 hemos tenido 21 constituciones. Todas fueron
elaboradas por el sistema tradicional: desde los asambleístas y con una muy
escasa participación ciudadana. Esta Constitución de Montecristi se caracterizó
por una amplísima participación. Es la Constitución más ecuatoriana de todos
los tiempos. En contenido, esta es una Constitución que sintetiza una suerte de
proyecto de vida en común. Es una herramienta democrática para la construcción
de una sociedad democrática.
¿Y cuánto se avanzó en economía social y
solidaria?
A pesar de que esta Constitución fue defendida
por el entonces presidente de la República (Correa), no ha sido puesta en
práctica. La Constitución decía con claridad que el ser humano está sobre el
capital. Correa se llenaba la boca hablando de que el ser humano está sobre el
capital, pero, en su gobierno, terminó favoreciendo a los grandes grupos
económicos. A Correa no le interesó nunca la nueva Constitución
de Montecristi, fue una herramienta para concentrar el poder del caudillo.
Usted hace énfasis en la condición de caudillo
de Rafael Correa. ¿Cuánto de esto hay también en otros gobiernos de izquierda,
como Evo Morales o Cristina Kirchner o Lula?
A mí me preocupa mucho que los procesos
progresistas, que en realidad no son procesos de izquierda, hayan consolidado
las viejas formas y prácticas caudillistas. Esta ha sido una historia
latinoamericana. Los caudillos latinoamericanos marcan la historia de todos
nuestros países, con sus matices y características. Las historias están
marcadas por figuras de caudillos y con insuficientes procesos de
democratización. Esto se repite con los gobiernos progresistas. Es una de las
explicaciones de por qué estos progresismos no pudieron avanzar. No
profundizaron la
democracia. Si a los progresismos tuviéramos algo que
criticarles en el ámbito político es el debilitamiento de los movimientos
sociales. Eso va a permitir ahora que el neoliberalismo recupere espacios con
mucha más fuerza.
Estuvimos antes en una etapa de viraje hacia la
izquierda en América Latina, ¿se ha culminado esa etapa?
Yo creo que sí. Hay varias explicaciones. Una
explicación de fondo es que los gobiernos progresistas no intentaron afectar la
matriz de acumulación capitalista. Y, dos, tampoco afectaron la modalidad de
acumulación primario exportadora de nuestras economías. Todos los países de
América Latina, con gobiernos liberales o neoliberales, o los progresistas,
todos sin excepción, han profundizado la dependencia de sus economías del
mercado mundial. Somos cada vez más dependientes de exportaciones de recursos
primarios. Sean productos agrícolas, petróleo o minerales, al final son materia
prima. Ha habido un proceso de desindustrialización y de reprimarización de
nuestras economías.
¿Tampoco hubo experiencias de fondo en materia
de diversificación productiva?
Seguimos siendo exportadores de materia prima.
Los países lo único que hacen es vender productos primarios. No hemos sido
capaces de diversificar nuestras exportaciones, ni siquiera de procesar de
nuestras materias primas.
¿Qué futuro ve para la izquierda en los
próximos quince o veinte años?
La izquierda, inclusive los progresismos,
tienen que hacer un proceso profundo de autocrítica. Hay que analizar cuáles
fueron los avances, si es que lo hay y, sobre todo, cuáles fueron los graves
errores. Errores económicos, errores políticos, errores sociales, que
impidieron las grandes transformaciones. Había expectativa, diagnósticos,
propuestas, había constituciones como la del Ecuador,
que pudo haber sido el marco referencial para una gran transformación.
¿Y qué piensa sobre el régimen de Venezuela?
Venezuela parecería estar en una interminable
crisis terminal en el ámbito económico y político. Hay causas internas y
también las presiones imperialistas. El imperio está haciendo su tarea para
debilitar cualquier proceso que sea alternativo.
Pero Maduro tampoco ha hecho mayores esfuerzos
para legitimarse…
Por eso digo: causas internas. Veamos los
graves errores de Venezuela: Un país con tantos recursos económicos no ha sido
capaz de resolver la demanda de los servicios sociales básicos. Eso no es un
tema del imperialismo. Es un mal e irresponsable manejo. La consolidación de
regímenes caudillescos y autoritarios es también una de las grandes
explicaciones de esta realidad. Ese es uno de los grandes mensajes para la izquierda. Por eso
tenemos que ser autocríticos.
Y en la autocrítica también está el tema de la
corrupción que golpeó duro a la izquierda.
A todos. Y en el caso de la izquierda eso es
intolerable. Porque gobiernos como el de Correa, que levantaron la tesis de una
revolución ética y de lucha frontal contra la corrupción, terminaron embarrados
en corrupción por los cuatro costados. Eso es terrible.
Y Brasil…
Brasil siguió con la lógica de su
subimperialismo, con Odebrecht, que es un solo ejemplo; podríamos contar
situaciones de Petrobras y otras realidades, porque Odebrecht no es el único
caso. Eso, en gobiernos progresistas, es intolerable. La izquierda tiene que
hacer una autocrítica y tiene que buscar la verdad cueste lo que cueste. Es
preferible que se repliegue, que aprenda y, de ser el caso, desaprenda. Y si
realmente busca transformar la sociedad, la izquierda debe partir por nuevos
planteamientos básicos.
¿Cómo cuáles?
Una izquierda feminista, que enfrente el
patriarcado; una izquierda ecologista, que garantice los derechos de la madre
tierra; una izquierda socialista, que permita la equidad social, y una
izquierda decolonial, que nos permita superar todos los atisbos de racismo, de
exclusión y de marginación, que son una lacra de la sociedad en América Latina.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245708
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