Engels, tradición socialista y corrupción
6 de agosto de 2018
Por Rolando Astarita
Frente
a las nuevas revelaciones sobre el pago de coimas a altos funcionarios del
gobierno anterior, incluidos Cristina y Néstor Kirchner, varias organizaciones
de izquierda intentan disimular la gravedad del asunto, y/o desviar la atención
de la opinión pública. “Es un show”; “es una maniobra electoral de Cambiemos”;
“es una operación de los servicios de inteligencia”; “es por animadversión
hacia Cristina”; “el juez y el fiscal son agentes de la embajada de EEUU”; “son
fotocopias que no prueban nada”, son algunos de los argumentos más repetidos.
Alternativamente, algunas publicaciones casi no mencionan el tema. La idea que
parece sobrevolar es que la corrupción “nac & pop” es, de alguna manera,
progresiva con respecto a la corrupción “neoliberal y pro yanqui” del gobierno
de Cambiemos. En lugar de criticar de raíz todo el régimen político, parecen
empeñados en atenuar las responsabilidades de un sector de la clase dominante.
Pues bien, en oposición a esta actitud, sostengo que, si bien la
corrupción no es “la” causa del atraso del capitalismo argentino, o de la
miseria en que están sumidos millones de hogares (como pretende el discurso
dominante), los marxistas no deben defender a los políticos burgueses y
empresarios metidos en la corrupción, así se presenten como “nacionales y
progresistas”. Y que no hay que tener miedo en llamar a las cosas por su
nombre. López escondiendo bolsos con millones en un convento; Antonini
ingresando al país cientos de miles de dólares sin declarar, y asistiendo luego
a la Casa Rosada ;
empleados bancarios, jardineros y choferes “del poder”, infinitamente
enriquecidos de la noche a la mañana; gente filmada contando cientos de miles
de dólares en “la Rosadita”; secretarios presidenciales con propiedades
valuadas en millones de dólares; poderosos empresarios (incluso de la empresa
de la familia Macri )
admitiendo ante la justicia que pagaban coimas para obtener contratos de la
obra pública, ¿qué otro calificativo merecen que el de banda de ladrones y corruptos?
Pero
además, los ministros, secretarios de Estado, diputados, senadores, jueces,
fiscales, que miraron (y miran) para otro lado pretendiendo “no saber”, ¿qué
son sino encubridores de la banda de salteadores? Sin embargo, mucha gente de izquierda
también calla sobre estas complicidades. ¿Por qué tanto temor de hablar claro?
¿No se atreven a llamar cínico al cínico, e hipócrita al hipócrita? ¿Acaso el
socialista no tiene la obligación, moral y política, de denunciar el sistema de
engaño y encubrimiento de políticos y funcionarios del Estado, asociados al
capital por miles de lazos, corruptelas y negociados? ¿O es que se tiene miedo
de romper con posibles “compañeros” para las “unidades de acción patrióticas”?
En
cualquier caso, y a fin de aportar elementos para el análisis, en lo que sigue
presento algunos pasajes de cartas de Engels sobre un sonado caso de coimas y
robos, que se destapó en Francia, a fines del siglo XIX. Se trató de sobornos a
funcionarios del Estado, parlamentarios y periodistas por parte de la compañía Canal de
Panamá, fundada por Ferdinand Lesseps, en 1879. Esta empresa proponía construir
el canal, pero los fondos recaudados desaparecían rápidamente, a través de
oscuras operaciones. Carentes de dinero, Lesseps y otros directivos sobornaron
a parlamentarios y funcionarios para que los autorizaran a vender billetes de
una lotería, destinada a recaudar fondos. También convencieron a miles de
ahorristas de que invirtieran en acciones de la empresa. Sin embargo,
en diciembre de 1888 Canal de Panamá se declaró insolvente, provocando la ruina
de los pequeños accionistas y numerosas bancarrotas. El escándalo que siguió
fue mayúsculo. Se formó una Comisión investigadora que obtuvo evidencia
irrefutable se las coimas. Sin embargo, la Justicia tapó el asunto, y solo
fueron condenados Lesseps y algunos otros ejecutivos de la empresa.
La posición de Engels frente al escándalo Panamá está registrada
en su correspondencia. Los pasajes que cito a continuación corresponden a las
cartas contenidas en el tomo 50 de Marx
& Engels Collected Works. Sin embargo, utilizo la traducción de
los pasajes relevantes que tomo de Karl
Marx – Friederich Engels, Materiales para la historia de América Latina (Pasado y Presente, 30, Córdoba,
1972). Lo que me interesa, antes que nada, es destacar la crítica frontal de Engels a la
corrupción burguesa.
Algunas
cuestiones a destacar en los pasajes de las cartas de Engels que transcribimos.
Por un lado, su crítica de toda la corrupción, sin hacer distingos entre las fracciones
burguesas implicadas. Su denuncia no se interrumpe aunque era consciente de que
el escándalo podía ser aprovechado por aspirantes a Bonaparte para suprimir la
actividad política.
En
segundo lugar, es llamativa su convicción de que el escándalo abonaba el
terreno para una revolución socialista. “La república burguesa desnucada”; o
“es el comienzo del fin”, leemos en las cartas. Por eso la situación llevaría a
los socialistas a la toma del poder. Engels preveía que pudiera haber episodios
reaccionarios en el mientras tanto, pero en su opinión la dirección general del
proceso estaba clara. Y deseaba que no se acelerara, para dar tiempo a la
preparación de los socialistas.
Aunque,
por supuesto, sabemos que nada de eso sucedió. En las “notas” de la recopilación
realizada por Pasado y Presente se dice: “Más que a un desarrollo de las
corrientes socialistas, sin embargo, el escándalo de Panamá, hábilmente
orquestado por la prensa reaccionaria, dio pie a una ola antisemita…” (p. 339).
Una demostración de que las llagas de la política burguesa no necesariamente
generan conciencia socialista.
Por
último, subrayamos la actitud que recomienda Engels: utilizar el escándalo para
avanzar en la agitación socialista. Mostrar el carácter sistémico de la
corrupción: la república burguesa es una república de hombres de negocios,
escribe. Y en esto entraban todas las fracciones de la clase dominante: los
monárquicos, los aspirantes a bonapartes, los burgueses radicales y variantes.
El discurso de Engels no deja espacio para los compromisos con las “pandillas y
bandas de ladrones”. Vayamos entonces a los pasajes.
La primera mención de Engels al asunto Panamá aparece en una
carta a Paul Lafargue, del 22/11/1892. Dice: […] El asunto Panamá, si las
circunstancias ayudan, bien puede convertirse, para la república burguesa, en
la misma caja de Pandora que fue para la monarquía de Julio la gaveta de Émile
de Girardin, de la que salía ‘un escándalo por día” [Engels se refiere a las revelaciones,
en 1447, del periodista Girardin sobre la corrupción de la monarquía y el
ministro Guizot]. Luego de pedirle a Lafargue que esté en París para seguir el
desarrollo del escándalo, agrega: Cada
nuevo hecho escandaloso que se ponga al descubierto será un arma para nosotros.
Luego,
en carta a August Bebel, del 3/12/1892, escribe:
[…] Por lo
demás, la época se coloca bajo el signo de la crisis. Si por la
mañana leo el Daily News, o digamos los periódicos franceses que me llegan [Engels vivía en Londres], me encuentro totalmente inmerso en
el año 1847. También entonces esperábamos cada mañana una nueva revelación
escandalosa, y raras eran las veces que se experimentaba un desengaño. El
asunto panameño supera todo lo que ocurrió, en materia de corrupción, tanto en
los tiempos de Luis Felipe como bajo el tercer Bonaparte. Se han desembolsado
83 millones de francos en gastos de instalación, incluyendo en estos la prensa
y el parlamento. El asunto desnuca a la república burguesa, ya que los
radicales están tan metidos en el baile como los oportunistas [los oportunistas eran un partido de
burgueses republicanos moderados, surgido de una ruptura del partido Radical]. Desde luego los implicados procuran
echar tierra sobre el asunto, pero cuanto más se esmeran, tanto peor. Una vez
abierta la compuerta de las revelaciones, y hallándose algunos
irremediablemente enredados en el escándalo, estos tienen que cubrirse y para
ello traicionan a sus compinches y alegan que todo su delito fue dejarse llevar
por la corriente. Ya
en estos momentos la comisión ha escuchado declaraciones tan tremendamente
comprometedoras que no hay manera de enterrar el asunto; unos pocos podrán
escurrir el bulto, pero hay una gran cantidad de identificados nominalmente, y
además, cuantos menos sean los nombres, quedarán más asociados a la república
burguesa. Cualquier cosa podrá sobrevenir aún, pero es el comienzo del fin. Por
fortuna, todos los partidos monárquicos están absolutamente desprestigiados, y
no es tan fácil encontrar un segundo Boulanger [Boulanger era un general que
había aspirado a convertirse en un nuevo Bonaparte].
En
carta a Laura Lafargue, del 5/12/1892, luego de mencionar los escándalos de
1847, escribe:
Pero aquellos escándalos, y aun los del Segundo Imperio, nada
son comparados con esta Gran Carrera de Obstáculos Nacional del
Escándalo. Cuando Luis Bonaparte sonsacó a los campesinos el dinero que tenían
enterrado, se cuidó muy bien de hacerlo en favor de empréstitos estatales, que
eran seguros; pero en el presente caso los ahorros del pequeño comerciante, del
campesino, del fámulo y ante todo del ‘pequeño rentista’, que de todos es el
que aúlla con más desesperación, se han perdido irremediablemente, realizándose
así el milagro de transformar en abismo insondable un canal que aún no ha sido
excavado. 1500 millones de francos… desaparecidos para siempre, salvo lo que
fue a parar a los bolsillos de estafadores, políticos y periodistas; y se
reunió el dinero mediante estafas y sucias artimañas con las que ni las de
Norteamérica pueden parangonarse. ¡Qué base de operaciones para una campaña
socialista!
El asunto se apoyaba, evidentemente en su misma enormidad. Cada
cual se consideraba a salvo porque todos los demás estaban metidos en el baile
como él. Pera a eso se debe, justamente, que ahora sean imposibles los tapujos;
a los innumerables receptores de boodle [coimas]… por su mismo
número les es imposible una acción común y concertada, pues cada uno pelea por
su propia cuenta y lo mejor que puede, y no hay exhortaciones ni sermones que
puedan evitar un sauve-qui-peut [sálvese quien pueda] general. (…). A mi
parecer, es el comienzo del fin. La república burguesa y sus políticos mal
pueden sobrevivir a este desenmascaramiento.
Engels
considera entonces tres alternativas: una intentona monárquica; la aparición de
algún candidato a un Bonaparte, o sea, un nuevo Boulanger, “o el socialismo”.
Piensa de todas formas que las dos primeras conducen siempre a la tercera
alternativa. Dice que eso le alegraría “siempre que no ocurra prematuramente y
de manera demasiado repentina”.
En
carta a Bebel, del 22/12/1892, escribe:
[…] Lo de
Panamá se vuelve cada día más maravilloso. El asunto adopta por entero un giro
dramáticamente crítico, tal como suele ocurrir en Francia. A cada momento
parece como si pudieran cuajar los esfuerzos por enterrar el caso, pero
entonces salta de nuevo por un lugar inesperado, con más violencia que antes, y
sucede ahora que no hay ocultamiento que valga. Primero había que echarle
tierra al asunto por medio de la justicia, pero las nuevas revelaciones
obligaron a designar la comisión investigadora; luego se debía neutralizar a
esta, pero la intentona no arrojó más que un resultado parcial, y ello solo
porque se incoó el segundo proceso judicial, más riguroso (…)
Cuál será el resultado de todo esto, es claro: en último término,
a nuestro favor. Pero es difícil vaticinar etapas intermedias en la veleidosa Francia. De
todos modos, sobrevendrán varias de estas, antes de que nuestra gente pase
decididamente al primer plano. Solo si París hiciera una revolución les tocaría
el turno a los socialistas, ya que en París, como la Comuna, toda revolución se
vuelve de por sí socialista. Pero París está menos soliviantado que el
interior, y eso es bueno. (…) Si prosiguen los escándalos puede haber una
crisis presidencial –Carnot [el
presidente] está
implicado por lo menos como encubridor de muchos chanchullos- y de todos modos
el año que viene habrá elecciones parlamentarias. Por añadidura, elección de
muchos concejales en París. De manera, pues, que están abiertas más vías
legales de las que son menester. (…)
Sea como fuere, el desenvolvimiento interno de Francia ha
adquirido ahora una importancia sobresaliente, y pronto se verá hasta qué punto
la gente está a la altura del cometido que se le plantea. He de decir que
tratándose de crisis tan grandes como la presente, tengo mucha confianza
en ellos. No en que venzan de inmediato y rotundamente –todavía pueden darse,
en el interín, repugnantes episodios de reacción- sino en que al fin de cuentas
salvarán con honor el compromiso. No conviene, por lo que a nosotros respecta,
que la cosa vaya muy rápido. También nosotros necesitamos tiempo para nuestro
desarrollo….
En
carta a Friedrich Albert Sorge, del 31/12/1892:
[…] Por lo demás, hace tiempo ya que los norteamericanos han
proporcionado al mundo europeo la prueba de que la república burguesa es la
república de los hombres de negocios capitalistas, en la cual la política es un
negocio como cualquier otro; y los franceses, entre los cuales los políticos
burgueses gobernantes conocían desde hacía tiempo esa verdad y la practicaban
en secreto, finalmente lo han aprendido también a escala nacional gracias al
escándalo de Panamá. Pero para que las monarquías constitucionales no puedan
pavonearse virtuosamente, cada una de ellas tiene en casa su pequeño Panamá.
El asunto de Panamá, empero, es con seguridad el comienzo del
fin de la república burguesa y puede ponernos, dentro de poco, en una situación
de suma responsabilidad. Toda la pandilla oportunista y la mayor parte de la
radical está tremendamente comprometida; el gobierno procura echar tierra sobre
el asunto, pero esto ya no es posible, porque los documentos probatorios están
en las manos de gente que quiere voltear a los actuales gobernantes… Todos…
tienen pruebas más que suficientes contra las bandas de ladrones; las retienen,
sin embargo, primero para no gastar de una vez toda su pólvora y segundo, para
dar tiempo tanto al gobernó como a los tribunales de meterse en un callejón sin
salida. Todo esto no puede sino convenirnos; poco a poco sale a la luz
suficiente material para que la agitación no ceda un ápice y los dirigentes se
metan cada vez más en el atolladero, pero también para que el escándalo y las
revelaciones ejerzan su efecto hasta el último rincón del país, ya antes de la
inevitable disolución de las cámaras y las nuevas elecciones que, con todo, no
deberían tener lugar con demasiada anticipación.
Que las cosas se aproximan notablemente al momento en que
nuestra gente se convertirá en los únicos gobernantes posibles, no cabe duda.
Solo que no debieran ir demasiado rápido; nuestra gente en Francia tardará
todavía en estar madura para el poder.
En un artículo sin título, publicado en Vorwärts, 13/01/1893:
[…] Los jefes de la república
burguesa radical-oportunista –ministros, senadores, diputados- están todos
enredados en el escándalo Panamá: unos como sobornados, los demás como
cómplices y encubridores.
Esta
última frase de Engels se puede aplicar, punto por punto, a Argentina 2018.
Senadores, diputados, jueces, funcionarios de Estado desde los presidentes para
abajo, más empresarios, están todos enredados en el escándalo, ya sea por haber
sido partícipes directos, ya sea por cómplices y encubridores. No debe haber
lugar para el disimulo.
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Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/08/06/engels-tradicion-socialista-y-corrupcion/
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