San
precariado y el pañuelo verde. La CTEP y un debate sobre las jornadas del 7 y 8
de agosto.
6 de agosto de 2018
Por Mariano Pacheco
¿Es posible pensar en una dinámica de
complementaridad y no en una lógica de oposición entre movimientos como el de
la ola verde, que viene peleando por la legalización del aborto, y el del
precariado, que retoma luchas de los años del estado de malestar para hacerle
un lugar a ese nuevo sector de la clase trabajadora que hasta hace muy poco no
era ni siquiera reconocido por los propios sindicatos?
En estas líneas intentaremos dejar planteados
interrogantes y esbozaremos algunas hipótesis en torno a dilemas que atraviesa
la Argentina contemporánea. Tal vez quienes lean esperen más respuestas, pero
somos de los que estamos convencidos que el pensamiento crítico necesita seguir
metiéndole preguntas a la época.
Siete/Ocho
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular
(CTEP) tuvo, desde su fundación, una gran virtud: supo agrupar, en una misma
herramienta de lucha social (gremial-reivindicativa) a una amplia diversidad de
corrientes políticas. Lo hizo durante los años kirchneristas, e incluso
impulsada fuertemente por una organización entonces kirchnerista: el Movimiento
Evita. A diferencia de lo que sucedió en los años ’90 y rondando el 2001, en
donde cada corriente política promocionó su grupo piquetero, en la CTEP
confluyeron sectores del peronismo y del cristian ismo
con otros agrupamientos de izquierda, en sus distintas versiones.
Fue desde este sector que, ya durante los
primeros meses de la
gestión Cambiemos , se impulsaron fuertes procesos de
movilización. No fue el único, por supuesto, y si bien muchos se sorprendieron
del hecho de que luego de la “década ganada” el gobierno de Mauricio Macri
impulsara con tanta velocidad una serie de medidas meses antes impensadas, hubo
expresiones de lucha que se hicieron oír desde los primeros momentos. Entre ellas
las de la economía popular y los trabajadores del Estado y, tiempo después, el
de las mujeres, que, si bien venían con un movimiento de décadas, desde el
#NiUnaMenos lograron un nivel de masividad y legitimidad social que fue
creciendo exponencialmente.
Para las trabajadoras y trabajadores de la
economía popular, la del 7 de agosto se tornó una fecha fundamental. La Marcha
de San Cayetano, que en 2016 logró nuclear a unas 100.000 personas, repitió una
escena de movilización de masas al año siguiente. En ambas oportunidades
multitudes de “descamisados del siglo XXI” marcharon desde Liniers hasta Plaza
de Mayo, bajo las consignas de “Tierra, Techo y Trabajo” (las tres T señaladas
por el Papa Francisco, o por Bergoglio, según guste el lector, o la lectora), que
retoman el emblemático lema de “Paz, Pan y Trabajo” que la CGT levantó como
bandera de enfrentamiento a la última dictadura cívico-militar en 1981, cuando
también se invocó a San Cayetano para inspirar rebeldías de los “condenados de
la tierra”.
Por supuesto, la CTEP no fue la única
expresión organizativa del sector que se movilizó, pero sí fue la columna
vertebral del bloque social que comenzó a mostrar cada vez más visibilidad, y
que logró nuclear a otras entidades como el Movimiento Barrios de Pie y la Corriente Clasista
y Combativa (CCC), en una articulación que incluso en los últimos tiempos
incluye también a los guevaristas del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL),
a los anarquistas de la Federación de Organizaciones de Base (FOB) y a
corrientes de la izquierda autónoma como el Frente Popular Darío Santillán
(FPDS).
De allí que la figura de Cayetano, bautizado
por algunos como San Precariado, logre aglutinar y ponga a dialogar a sectores
del peronismo, del cristian ismo y de
las izquierdas.
Hasta aquí estas palabras en torno a lo que
hemos denominado “bloque social”. No abundaremos en el tema, que requeriría una
nota aparte, pero cabe mencionar que para muchos analistas es hoy difícil –en
la actual situación de desarrollo del capital— pensar en un sujeto trabajador
sin tener en cuenta el amplio porcentaje de sectores precarios, y sin tener en
cuenta, asimismo, los repertorios de protesta y las experiencias de
organización social comunitarias desarrolladas en los territorios durante las
últimas dos décadas. Como en 2016 y 2017, también en 2018 este bloque social se
expresará en las calles el día 7 de agosto. Sí, un día antes de lo que seguro
será una jornada histórica en todo el país, y que tendrá como símbolo al
pañuelo verde, ese que no parece llevarse nada bien ni con Cayetano ni con
ningún otro santo.
Feminismos,
capitalismo y cambio social
Es cierto que sectores del peronismo y del cristian ismo que tienen mucho peso dentro de CTEP (y
también de otros agrupamientos de la economía popular), se oponen o al menos no
ven con buenos ojos este fenómeno de participación de las mujeres en el
quehacer político y el reclamo de legalización del aborto en el país. No deja
de ser cierto que declaraciones como las realizadas en su momento por Juan
Grabois ayudan poco a no dicotomizar ambos fenómenos. Pero también es cierto
que más allá de que uno podría suponer que hay momentos en los que es mejor
callar, sus dichos tenían un núcleo de verdad: que en las barriadas populares,
la opinión de las mujeres que integran movimientos sociales respecto al aborto,
está dividida. De hecho, la CTEP como tal no se ha pronunciado orgánica y
unánimemente.
Pero como alguna vez señaló Jean-Paul Sartre,
no se trata tanto de ver lo que las estructuras nos han hecho, sino lo hacemos
con eso que hicieron de nosotros (nosotras, nosotres). Lo que muchas veces pasa
inadvertido es todo el trabajo político que numerosas compañeras llevan
adelante cada día en este tipo de movimientos. Y no me refiero solamente al
hecho de que sean mayoría numéricamente, ni que muchas mujeres estén al frente
de numerosos proyectos productivos, comunitarios, de formación política y
organización barrial, sino incluso de tareas feministas (si bien es cierto que
aún no son las caras visibles, referencias principales de esas expresiones,
como deberían serlo).
Desde hace un tiempo la CTEP cuenta con una
Secretaría de Género y Diversidad, integrada por mujeres de los distintos
movimientos que la
integran. Estoy seguro de que en las barriadas la opinión de
muchas mujeres respecto del aborto ha cambiado en los últimos meses. Y no sólo
–como muchos piensan— porque el feminismo logró darse las estrategias para
aparecer en los medios hegemónicos
de comunicación, sino porque logró estar cada vez más en la boca de todos (y
todas), y eso fue por una estrategia integral que implicó, también, un trabajo
de hormiga en los territorios. He visto, en lo más profundo de La Matanza, cómo
pibas muy jóvenes con pañuelo verde al cuello y pechera de CTEP recorrían casa
por casa tocando el timbre, para repartir folletos y conversar (o discutir) con
las vecinas sobre la importancia de que en Argentina sea aprobada esa ley que
termine con los abortos clandestinos.
De experiencias como esas surgieron
entrecruzamientos entre activistas de colegios secundarios (que este año, por
ejemplo, tomaron establecimientos educativos con reclamos de género que
incluyeron la legalización del aborto) con activismo feminista y militancia
territorial de base. Los Encuentros de Feminismo Popular son una de las tantas expresiones
que hoy existen en el país, en donde participan activamente mujeres militantes
de CTEP.
Así como nunca es posible saber de antemano lo
que un cuerpo puede, resulta difícil ser muy categóricos hoy con lo que puede o
podrá este estallido del movimiento de mujeres, muy marcado por el protagonismo
de sectores medios de las grandes
ciudades. Pero tampoco es posible prever lo que podrán las mujeres de sectores
populares que se vienen politizando a partir de experiencias concretas y
cotidianas, que partieron de cuestiones vinculadas a la supervivencia y a la
resolución de un trabajo que muchas veces hay que inventar. Esas mujeres que
son mayoría en los movimientos sociales y que hoy ya no discuten sólo del
trabajo, la autogestión, la precarización, la acción directa y la movilización,
el reclamo y la negociación (¡sí, los movimientos sociales, como los
sindicatos, luchan y también negocian reivindicaciones!), sino también sobre la
necesidad de legalizar el aborto, el vínculo entre necesidad y deseo y la alianza
aberrante y fundante entre capitalismo y patriarcado.
Para muchos sectores agosto es el mes en el
que se contraponen dos lógicas y dos grandes jornadas de lucha popular. Para
otros sectores (muchas mujeres militantes de las organizaciones territoriales),
el 7 y el 8 de agosto son dos momentos de una misma lucha: contra el
patriarcado y el capitalismo que mata y separa a los cuerpos de lo que pueden.
Es decir: son diferentes registros de una misma lucha por el cambio social.
El cohete a la luna.
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/san-precariado-y-el-panuelo-verde-la-ctep-y-un-debate-sobre-las-jornadas-del-7-y-8-de-agosto/
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