La CUT y los
trabajadores:
Basta de consignas y
arengas desprovistas de fuerza social
13 de agosto de 2018
Por Manuel Ahumada Lillo
Pulso
sindical
Tres temas vinculados a los trabajadores, se han tomado los medios de comunicación por estos días. Lo que en
caso alguno significa que son los trabajadores organizados quienes están
participando del debate y hacen saber a la ciudadanía su posición sobre ellos.
Al contrario, el tratamiento que han tenido los mismos, deja en
claro la urgente necesidad en las organizaciones de desprenderse de burócratas
y funcionarios partidarios y pasar de una vez a actuar con claridad
independencia y autonomía, sin ambigüedad ni doble discurso, por el bien de la
clase trabajadora tan venida a menos en los últimos decenios.
La manifestación contra el director del trabajo de algunos días
atrás, encabezada por los mismos que hace poco se tomaron una sonriente foto
junto al funcionario de gobierno, es la demostración más clara de que se está
haciendo política sindical para la prensa.
Porque decimos lo anterior? Porque se trata de los mismos
burócratas sindicales que guardaron silencio cuando el director del trabajo de
la nueva mayoría cambió un dictamen respecto de los trabajadores hoteleros a
petición de la patronal del sector, llevándoles desde el N° 7 al N° 2 del
artículo 38 del Código del Trabajo.
Durante mucho tiempo y por largos años, la Dirección del Trabajo
ha sacado dictámenes que más ayudan a la patronal que al alicaído movimiento
sindical y solo ahora se levantan voces para criticar.
¿Porque no cuestionar al director y las Inspecciones, cuando hasta
el día de hoy se sigue permitiendo que trabajen rompehuelgas y solo después de
acciones legales se consigue que abandonen las labores, generalmente cuando ya
la huelga perdió toda su fuerza como instrumento de presión?.
Simplemente una muestra rasca de oportunismo político que ni
siquiera da para ser analizada.
Lo mismo podemos decir respecto del Ingreso Mínimo que se discute
por estos días.
No tienen moral sindicalistas y diputados - en particular la CUT y
el PS – para demandar un aumento de $ 144.000 (ciento cuarenta y cuatro mil
pesos) para los próximos 4 años al Ingreso Mínimo en circunstancias que
validaron y aprobaron - con votos en el parlamento y ninguna protesta o acción
de rechazo - un aumento al mismo ingreso mínimo de $ 104.000 (ciento cuatro mil
pesos) en 8 años (de $ 172.000 en julio 2010 a $ 276.000 en julio 2018).
En palabras simples, populismo puro del que pocos parecen darse
cuenta.
Por una parte, quienes dicen ser de izquierda y que para efectos
de validar lo que propusieron en su tiempo los gobiernos de Bachelet y Piñera,
no trepidaron en dar la orden a sus representantes en el movimiento sindical
para que no movieran las aguas respecto del ingreso mínimo y otros temas que
involucraban a los trabajadores.
Por el otro lado la derecha que hoy habla de realismo en las
cifras, proponiendo un aumento de $ 7.500 para el año 2018 sin dar luces hasta
ahora para los años siguientes y que sin embargo, aprobó aumentos del IML por $
12.500 en promedio anual, durante el periodo 2011 a 2013, primer gobierno
de Piñera.
El ingreso mínimo, cualquiera sea su monto este año y los
siguientes, no solucionará los dramas de la clase trabajadora. Ésta, junto a
sus dirigentes, debe darse cuenta de una vez que en esta pelea están solos y
que deben esforzarse para ganar.
Sin organización no se puede cambiar el estado actual de cosas.
Un ingreso mínimo justo y digno al que aspiran cientos de miles,
solo será conseguido por aquellos que no creen en los discursos, que saben que
la victoria es resultado de la participación de las mayorías.
El tercer tema en la palestra ha sido el mal llamado “estatuto
laboral juvenil”.
Una propuesta de la derecha, archivada sin discusión en el primer
gobierno de Piñera y reflotada en los primeros días de este nuevo gobierno de
la patronal, propuesta que en forma inexplicable fue aprobada en la Cámara de
Diputados y que hoy se encuentra en discusión en el Senado.
Todo el mundo dice que es un proyecto malo, sin embargo ya tuvo su
primera santificación al ser aprobada por los diputados.
¿Cuál fue la razón de esta aprobación?. Los parlamentarios tienen
la palabra.
En lo que a nosotros corresponde, debemos llamar la atención sobre
varias cuestiones, sin desconocer que si los detentadores del poder concluyen
que esta norma sirve a sus intereses terminaran aprobándola, más allá de las
demoras y urgencias que vayan poniendo a la discusión.
Se trata de un nuevo paso en la flexibilización del empleo y la
permisividad de la explotación de la fuerza de trabajo, que será impuesto
porque no tenemos la más mínima capacidad para oponernos a lo que nuestros
adversarios resuelven.
El mentado estatuto es más liberalidad en el Código del Trabajo,
menor posibilidad de organización, mayor fomento al individualismo, validación
del “ráscate con tus uñas sin preocuparte de los demás”, un cachuchazo a la
organización sindical, una flexibilización malsana a las normas previsionales,
competencia desleal en muchos empleos particularmente de servicios y de poca
exigibilidad de título profesional, jornadas de trabajo cortadas en múltiples
mecanismo y diariamente.
En concreto, ayudará a seguir regulando “para abajo”, como ya
sucedió en los gobiernos de Aylwin, Frei Ruiz Tagle, Lagos, Bachelet y Piñera.
Sí señor, todos juntitos, porque representan distintas visiones para un
criterio común.
Entregar las mayores garantías a los dueños del capital para
explotar la fuerza de trabajo.
Y esto sucede con el Estatuto Laboral Juvenil, los dictámenes de
la Dirección del Trabajo, el Ingreso Mínimo Legal y todo aquello que implique
liberalizar, hasta el extremo, la relación empleado – patrón o si usted quiere
capital – trabajo.
Entonces, y antes de mayores elucubraciones, vamos a la pregunta
del millón.
¿Qué está haciendo el sindicalismo, fuera de sacar declaraciones y
algunas modestas acciones de movilización, para confrontar estas y otras
medidas del capital?.
La respuesta es dolorosa pero cierta y necesaria. Muy poco o nada.
Todos los hechos acaecidos durante los últimos 28 años, y que
tienen como perjudicados directos a la clase trabajadora, son fruto de la
entrega de posiciones de un sector de la llamada clase política que se ubicaba
a la izquierda, así como de un sector de la dirigencia sindical que va desde la
centro derecha hasta la izquierda.
Sin embargo, el sentido de autocrítica nos obliga a decir que
nosotros, aquellos que hacemos día a día grandes esfuerzos por revertir este
cuadro poco auspicioso, no hacemos todo lo que debemos, ya sea por omisión o
derechamente por incapacidad.
Y ya es momento de comenzar a corregir las deficiencias y avanzar.
Hay un gran espacio en el que debemos trabajar.
Primero haciendo claridad sobre lo que de verdad significa cada
uno de estos temas que se ponen de vez en cuando en discusión, al mismo tiempo
que avanzar en la propuesta de las herramientas para llegar a ese casi 90% de
trabajadores no organizados, que siguen sin vislumbrar salida alguna a sus
dramas de diario vivir y que mucha veces terminan creyendo la opinión, las
propuestas y el actuar de los detentadores del poder.
Los trabajadores no variaran de condición sólo con que lo
deseemos.
Hay que trabajar duro para ello. El abuso y la explotación
seguirán campeando si no enseñamos sobre los derechos, ayudamos a construir
organizaciones, y entregamos los elementos a los cuales recurrir para el
momento en que la lucha contra el que lo abusa sea inevitable.
El discurso, la arenga, son válidos como instrumentos de apoyo y
solidaridad, pero absolutamente insuficientes para construir el instrumento que
confronte a los que permiten y aplican el abuso y la explotación.
Cuando se modificaron las normas sobre indemnización por años de
servicio (hasta 1989 fueron 5 meses como tope y desde 1990 son 11 meses) se
tuvo mucho cuidado en ocultar que se había propuesto en el programa de gobierno
de la Concertación que volvería a ser sin tope.
Es bueno decir que en ese ya lejano tiempo, también se propuso que
las Federaciones y Confederaciones volverían a negociar por sus afiliados. Nada
hay de eso hasta ahora.
En estos tiempos de democracia se liberó a las Inspecciones del
Trabajo del control a las organizaciones para el correcto uso e inversión de
los fondos sindicales. Hoy estamos llenos de zánganos que roban impunemente los
fondos sindicales sin que nadie los fiscalice y menos los sancione.
En “democracia”, se legalizó la polifuncionalidad y se instaló un
Seguro de Cesantía que es casi de pago exclusivo del trabajador.
Todo esto y más con la anuencia del sindicalismo oficialista, los
partidos de gobierno y sus aliados y la oposición política que se hace parte de
negocios y acuerdos.
Todos ellos son quienes están detrás del Estatuto Laboral Juvenil,
las decisiones de la Dirección del Trabajo y el Ingreso Mínimo Legal. No se
siga esperando de ellos un cambio a la actual situación que afecta a los
trabajadores, los estudiantes, los pobladores, a los ciudadanos de nuestro
país. Vamos a cambiarlo todo rompiendo con los que detentan o son parte de la
distribución de poder.
Basta de consignas y arengas desprovistas de fuerza social.
Sólo se derrota al sistema imperante con una fuerza nueva,
independiente y autónoma, que exponga lo que se está viviendo y sea capaz de
construir propuestas.
MANUEL AHUMADA LILLO es Presidente de la C.G.T. CHILE
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=245176
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