La meseta
no es un “desierto”:
la necesidad de rebatir
los discursos del poder
Autor: Cristian Hermosilla. Colaboradorxs: Rebeca Sotelo y Pablo Blanco. Miembros de la CAEUyT
Desde la Cátedra Abierta de
Estudios Urbanos y Territoriales compartimos este pequeño informe de 7 páginas
para contrarrestar el discurso dominante que presenta a la meseta central del
Chubut como un territorio sin alternativas.
Desde hace algunos años existe una
gran campaña mediática nacional y provincial para asociar a la meseta con la
imagen del desierto y la decadencia, y que sólo se podría salir de ese estado
si se explota la megaminería con cianuro. Estas estrategias se construyen desde
los medios masivos de comunicación y
están a cargo de político/as y empresario/as ligado/as a los intereses mineros.
Algunos ejemplos:
Hay dos cuestiones que deben ser
discutidas: por un lado, la dinámica poblacional de la meseta ya que, en
términos demográficos, tiene un comportamiento mucho más complejo que aquel que
describen político/as y empresario/as a través de los medios
hegemónicos (gente escapando despavorida hacia las ciudades). De hecho, desde
hace 30 años, muchos de los departamentos en cuestión mantienen prácticamente
la misma cantidad de población. Segundo, la población que tiende a migrar es
aquella que vive en los campos (es decir, la que vive directamente de la tierra
y la ganadería), no así la de los pueblos importantes de meseta, que han
crecido década tras década. Pero el campo no ha dejado de ser rentable, sino
todo lo contrario, su gran rentabilidad ha generado un modelo que concentra la
tierra en pocas manos, mediante la expropiación y la expulsión de pequeños productores.
Los grandes grupos económicos relacionados al agro o la minería han impuesto
este modelo tanto en Argentina y Latinoamérica desde mediados de siglo XX.
Patagonia no ha sido la
excepción. Sin negar que existe, este artículo pretende
relativizar la migración como problema terminal. Se pone en debate, por medio
de datos estadísticos oficiales, la utilización política que se hace de las
migraciones, que tiene como objetivo imponer una matriz productiva que, lejos
de revertir estos procesos, podría significar la destrucción definitiva del
territorio.
Migraciones rurales como fenómeno
complejo Cuando los medios
hegemónicos hablan de despoblamiento rural en meseta, se simplifica y
generaliza un proceso que es mucho más complejo. El gráfico 1 muestra cinco
departamentos rurales testigos (en gran medida coincidentes con la “zona de
sacrificio”). Todos ellos tienen comportamientos distintos. Pero en términos
generales pueden apreciarse dos grupos y ciclos: uno desde 1947 a 1990, caracterizado
por un continuo descenso de la población en Gastre, Telsen y Paso de Indios (a
excepción de Mártires y Ameghino, que tienden a mantener o aumentar). Un
segundo período se da entre 1991 y 2010 donde, en términos generales, la
población rural tiende a estabilizarse (Gastre tiende a hacerlo en 2001,
incluso algunos departamentos han tendido a crecer, como Ameghino).
Pero si dentro de estos mismos
departamentos discriminamos entre población rural dispersa2 y agrupada3 (ver
Gráfico 2) nos encontraremos con que el grueso de población que históricamente
se ha visto obligada a migrar, es la primera, es decir, aquella que vive en y
del campo. Esto como consecuencia del debilitamiento de las economías
regionales, centradas en la ganadería ovina extensiva y, en su momento, por la
posibilidad de trabajo que ofrecían ciudades en pleno auge industrial, como
Trelew y Puerto Madryn. Pero la población agrupada en pequeños poblados ha
aumentado década tras década a partir de los 90. Por lo tanto, puede decirse
que desde desde 1950 hasta 1990 hubo una migración con clara tendencia
campo-ciudad extraregional; mientras que, desde 1990 a la actualidad, la
tendencia ha sido la migración campo-pueblo intrarregional.
Por lo tanto, si se ponemos el
foco en los últimos tres censos, la dirigencia política y empresaria pro
minera, seguramente se sorprendería, ya que los pueblos rurales más importantes
de meseta, como Gastre, Gan Gan, Telsen o Paso de Indios, no han disminuido su
tamaño sino que han crecido de manera sostenida (ver Gráfico 3). Cabe aclarar
que algunos poblados pequeños de meseta, como aldeas escolares o parajes, sí
han visto disminuir su población, lo cual es lógico ya que nacieron para dar
contención a las familias de los peones o trabajadores rurales. Pero al
destruirse las pequeñas economías ganaderas, las aldeas y parajes también han
perdido relevancia. Los medios
nacionales y provinciales ponen el foco en estas últimas, sobre todo en Las
Plumas y el Mirasol (un ejemplo ello es una extensa cobertura del diario La
Nación en octubre de 2012, citado al inicio), ya que han tenido un pequeña
disminución entre 2001 y 2010, pero a pesar de ello, son presentadas como
ejemplo del éxodo irreparable que sufre la meseta en general.
Por lo tanto, cuando se asegura
desde el poder que la región se está convirtiendo en un desierto, lo que en
realidad se hace es distorsionar la realidad, además de omitir que las
políticas estatales no han ofrecido alternativas viables a pequeño/as y
mediano/as productore/as. A pesar de la desidia estatal, los últimos censos
demuestran que mucha población prefiere resistir en la región con sus
costumbres y saberes antes que integrar los barrios pobres de las ciudades.
Ésta es la principal razón para pensar que a la población local no le da lo
mismo destruir su entorno y, sobre todo, que existen cuatro bienes claves para
cualquier proyecto productivo regional sustentable: energía (potencial eólico),
tierras, agua en grandes acuíferos y un pueblo con fuerte arraigo territorial.
¿La meseta para los grandes grupos económicos?
Pero el campo no ha dejado de ser
rentable, sino todo lo contrario, su gran rentabilidad ha generado un modelo
que concentra la tierra en pocas manos mediante la expropiación y la expulsión
de pequeños productores. Esto se ha dado con la ganadería, y se terminará de
consolidar con la megaminería a cielo abierto. La caída del precio
internacional de la lana, el sobrepastoreo, la desaparición de mallines, entre
otros, han sido factores que condicionaron la productividad de la región. Pero no
afectó a todos por igual. Si analizamos principales departamentos ganaderos de
meseta entre 1960 y 2008, observaremos una fuerte disminución de los
establecimientos menores a las 5000 hectáreas , pasando del 66% al 45%,
mientras que los mayores a 5000 hectáreas representaban el 33% en 1960 y
el 54% en 2008. Por lo tanto, la población ligada a los pequeños y medianos
establecimientos ganaderos es la que ha debido migrar desde los campos a los
pueblos de la región o a las grandes ciudades, dejando a merced de los grandes
productores, y hoy a las grandes transnacionales mineras, el provecho de un
territorio que es altamente rentable.
La economía lanar no ha
desaparecido como también se intenta imponer a través de los medios . Según el Ministerio de Economía de Nación,
la lana (sucia más peinada) se encuentra dentro de los 4 principales productos
exportados por Chubut en el año 2016, por un valor de 136,4 millones de
dólares. Además, a nivel nacional aporta el 71,8% de lana peinada y el 64,2% de
la lana sucia. Estos índices seguirán creciendo ya que desde 2016 el precio de
la lana presenta una importante alza mundial. El gráfico 5 nos demuestra que,
en términos generales, más allá de la lana, la provincia es un territorio muy
rentable y exitoso para quienes hacen negocios en el mercado internacional. Tal
es así que se encuentra en el cuarto lugar nacional de provincias exportadoras.
Pero Chubut no exporta cualquier
tipo de productos. El poder económico internacional le está exigiendo a los
diversos gobiernos de turno, que los territorios se consoliden como proveedores
de commodities4 . En este sentido, Chubut está haciendo bien las tareas. Como
detalla el Gráfico 6, las exportaciones que realiza la provincia se basan en 4
grandes sectores: depredación del mar, aluminio, explotación petrolera sin
procesamiento y lanas. Todo, salvo el aluminio, es exportación de naturaleza
sin procesar. Por lo tanto, caben muchas preguntas ¿La migración campo-pueblo
intraregional, y en menor medida campo-ciudad extraregional, se debe a la falta
de posibilidades o a que el Estado prioriza un modelo de exclusión y expulsión
a favor de los grandes grupos económicos? ¿Por qué una provincia con poco/as
habitantes y tan “competitiva” en términos de exportación de naturaleza tiene
tan graves problemas económicos? ¿Dónde van las ganancias? Por lo pronto podría
decirse que la fase superior de este modelo extractivista5 es la megamiería,
pero a diferencia de las actividades ya descritas, la destrucción del ambiente
y las economías regionales locales sería definitiva. ¿Despojo disfrazado de
migración? La falsa preocupación sobre el despoblamiento de la meseta, oculta
un doble discurso, ya que el modelo extractivo exige generar “desiertos” y
expulsar población. La minería metalífera a gran escala necesita despojar social
y ambientalmente aquellos territorios que contienen los preciados commodities.
El motivo es simple, a medida que se profundiza el modelo, se hace imposible su
convivencia con otro tipo de economías regionales, ya que interfieren en su
expansión. La solución del capital ha sido despojar el campo de comunidades
pre-existentes (pequeño/as propietario/as, campesino/as y/o pueblos
originarios) por medio de la violencia o el empobrecimiento sistemático. Este
proceso no es nuevo, se remonta a la época de la colonia, pasando por la mal
llamada “Conquista del Desierto”, pero nunca había llegado a los niveles
actuales de destrucción de la
naturaleza.
¿Profundización del despojo y migración, o
búsqueda de alternativas comunitarias y arraigo de la población? Esa es la cuestión. Vale la
pena repetir que pesar de la desidia estatal, los últimos censos demuestran que
mucha población prefiere resistir en la meseta con sus costumbres y saberes
antes que integrar los barrios pobres de las ciudades. Esta es la principal
razón para pensar que a la población local no le da lo mismo destruir su
entorno y, sobre todo, que existen cuatro bienes claves para cualquier proyecto
productivo regional sustentable: energía (potencial eólico), tierras, agua en
grandes acuíferos y un pueblo con fuerte arraigo territorial. - Cátedra Abierta
de Estudios Urbanos y Territoriales
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Argentina_-_La_meseta_no_es_un_desierto_la_necesidad_de_rebatir_los_discursos_del_poder
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