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#3 – En el principio, las semillas
13 de agosto de 2018
Quizá el primer episodio de la
agricultura tuvo como protagonista a una mujer, que reconoció y empezó a
cultivar una variedad vegetal silvestre para alimentarse; aprendió su ciclo
vital y desarrolló los rudimentos de técnicas que la humanidad perfeccionó
durante más de 10.000 años.
Carlos
Vicente dice que
ese primer acto es probablemente el hecho cultural más maravilloso e importante
en la historia del vínculo de nuestra especie con el resto de la naturaleza.
Emociona imaginar a esa mujer, a su mirada
puesta en una planta y a sus manos desatando el mundo que conocemos. Desde
entonces las semillas viajaron con los pueblos hacia distintos territorios y
climas. Las comunidades campesinas e indígenas de todo el mundo, las
modificaron generación tras generación mediante selección, cuidado e
intercambio, generando toda esa enorme diversidad de variedades que nos
alimenta aún hoy. Las semillas y la humanidad nos
criamos juntxs en este camino
de miles de años. Pero en algún momento lo hemos perdido de vista: para lxs
millones que vivimos en las ciudades, a quienes la dinámica urbana nos
transformó totalmente el acto alimenticio y el vínculo con la naturaleza, las
semillas nos son ajenas y su destino no cuenta entre nuestras preocupaciones.
Este extrañamiento es aprovechado por las
corporaciones que desde la llamada Revolución Verde y, sobre todo, desde la
generación de semillas transgénicas, pretenden apropiarse de los frutos de esta
labor ancestral. Detrás de toda la parafernalia tecnológica y el marketing, lo
que las corporaciones ocultan es que ninguna
semilla agrícola aparece en una probeta de laboratorio, y que cualquier
modificación se apoya sobre miles de años de trabajo de otros. Por eso, su intención de aplicarles
derechos de propiedad intelectual constituye escencialmente un robo.
Mientras el porcentaje de transgénicos
aumenta en nuestros campos, las corporaciones que los impulsan se fusionan cada
vez más. Así, en más del 60% del área sembrada de Argentina encontramos
variedades transgénicas desarrolladas por poquísimas empresas. A nivel mundial
entre Bayer-Monsanto, ChemChina-Syngenta, Basf y Corteva Agrociences
(Dupont+Dow)concentran más del 75% de todo el mercado de semillas.
Los intentos de modificar la Ley de Semillas Argentina (nro.
20.247) según los intereses corporativos no son nuevos: A partir
del lanzamiento de la
soja Intacta RR 2 de Monsanto en 2012 las presiones
corporativas arreciaron. Hubo intentos durante el kirchnerismo, y con Macri en
el Gobierno asistimos una nueva y brutal ofensiva. Lo que buscan es cercenar el
llamado “uso propio”: el derecho que cada agricultor tiene de reutilizar una
parte de su cosecha para volver a sembrar en el siguiente ciclo.
Pretenden transformar un derecho de todos en
una “excepción” para algunxs (“pequeños
agricultores” y “pueblos originarios” inscriptos en registros ad-hoc). Las empresas
y sus
vocerxs argumentan que con la legislación vigente se vulneran sus
derechos de obtentor (una forma de derechos de propiedad intelectual reconocida
en la ley actual) sobre las variedades que comercializan. Pretenden cobrar
regalías cada vez que alguien use estas semillas y presionan por una nueva ley
que les garantice esto: Nadie
tendría derecho a replantar, ni tampoco a intercambiar, sin pagarles. Profundizando su control de la cadena
agroindustrial y agroalimentaria, aumenta además su capacidad de incidir en los
precios de los alimentos. Dicen que no hacerlo constituye “un obstáculo para
realizar inversiones”, retomando aquel rancio argumento de que la biotecnología
es indispensable para alimentar a la humanidad, y de paso mostrándose como
fuente de divisas en tiempos de crisis. Como en tantos otros temas, ahora el
Estado reproduce el discurso de las corporaciones que han colonizado los
organigramas oficiales con sus cuadros y referentes. Lo que están cocinando no
huele bien, y lo están haciendo de
espaldas al pueblo, en “mesas de
trabajo” donde sólo se sientan “ellos”: ASA, ARPOV, AAPRESID,
AACREA, SRA, Coninagro y CRA, junto con funcionarios y legisladores; y desde
ahí anuncian “consensos”.
Si bien las empresas ponen el foco en los
commodities de exportación como la soja o el maíz, en realidad la modificación
de la ley abre la puerta hacia TODAS
las variedades vegetales, que pueden así, ser blanco de biopiratería.
Imagináte que alguien modifica uno de los 35 mil genes que tiene el tomate y
después dice ser "el dueño del tomate”: parece de locos no? pero
por ejemplo, Syngenta ya intentó hacerlo. Esta
es una batalla global. Ofensivas como ésta se suceden en todos los países,
y en aquellos donde pudieron imponer sus leyes de semillas pasan cosas
tremendas: Persecución de agricultores; criminalización del intercambio;
destrucción de cosechas; y finalmente derechos de propiedad que ponen en jaque
el acceso a los alimentos para los pueblos. Desde hace 60 años vienen
machacando con que la biotecnología es la clave para terminar con el hambre,
pero es mentira. En este tiempo no sólo que sigue
habiendo millones de hambrientxs, sino que la desigualdad y la violencia se
han profundizado en nuestros territorios a
medida que aumenta el poder del agronegocio. Y lo que es gravísimo: la humanidad ya perdió las ¾ partes
de la agrobiodiversidad que
nos alimentó por siglos; esto significa que tenemos menos tipos distintos de
comida disponible, lo que nos hace más
vulnerables frente a los desafíos que plantea el cambio climático.
Parece una locura que "Ley de
Semillas" pueda tener un lugar en nuestras habituales reuniones con amigxs
y familiares, pero sin embargo definir "qué comemos" nos ocupa y
entusiasma. La distancia que la mayoría de nosotrxs tenemos con el tema es
enorme, y sin embargo lo que suceda ahí va a tener impactos en lo que nos pase
a cada bocado. Por el otro lado también es cierto que en las ciudades viene
creciendo la preocupación sobre lo que comemos y su vínculo con la explosión de
algunas enfermedades. Se fortalecen alternativas de comercialización de
productos agroecológicos y crece el convencimiento de que necesitamos avanzar
hacia la Soberanía Alimentaria.
A veces falta ese pasito de reconocer que ésta sólo será posible con semillas
libres en manos campesinas, como plantea desde hace años La Vía
Campesina.
Desde Huerquen integramos
desde su fundación la Multisectorial
contra la “Ley Monsanto” de Semillas, un espacio amplio desde
donde intentamos resistir estos intentos junto a muchxs otrxs de distintos
territorios. Hay otros espacios y entidades que desde distintas formas y
caminos plantean cosas similares. Quizá en este momento, donde enfrentamos un
embate tan fuerte, sea tiempo de alianzas nuevas, amplias, ¿insólitas?, donde
lasorganizaciones del campo y de la ciudad aunemos esfuerzos para frenar lo
que está en marcha. La
defensa de las semillas en manos de los pueblos es una peleaestratégica.
Ojalá en su curso podamos recuperar la perspectiva maravillosa de reconocernos
parte de todo lo viviente, retomando ese camino de hermanxs que iniciamos con
las semillas hace miles de años. (continuará)
Videos para acompañar esta nota:
> SEMILLAS ¿Bien común o propiedad
corporativa? (Grupo
Semillas - 2017)
> Ley de Semillas: Alerta
Argentina! (Huerquen
- 2015)
> ¿Por qué nos oponemos a la Ley
"Monsanto" de Semillas?(Huerquen - 2016)
> Ley de Semillas en el Congreso:
¿Por qué nos oponemos a su modificación? (Huerquen - 2016)
Fuente: www.huerquen.com.ar
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