Chavismo o
independencia de clase
19 de marzo de 2014
Por Rolando Astarita
Como lo ponen en evidencia los intercambios que he tenido en
“Comentarios” a raíz de la nota sobre control bonapartista, mis diferencias con
la izquierda chavista son profundas. Alguna gente se sintió ofendida porque
planteé que, de hecho, estamos en “veredas opuestas”, ideológica y
políticamente, pero no hay otra manera de decirlo. Es que hay dos visiones
contrapuestas: una que hace eje en que el movimiento obrero mantenga una actitud autónoma y hostil hacia
el conjunto de la clase dominante y el Estado. Y otra que pone el acento en la colaboración
con el proyecto del socialismo siglo XXI, dirigido desde el Estado. En esta
entrada amplío sobre qué significa un accionar independiente, autónomo, de
clase.
Carácter irreconciliable del antagonismo
El fundamento último de una estrategia política autónoma de las
fuerzas del trabajo es la conciencia de clase. En términos leninistas,
conciencia de clase es conciencia del
carácter irreconciliable del
antagonismo entre el capital, de conjunto, y el trabajo. Es también conciencia de la naturaleza
burguesa del Estado, de su rol en el sostenimiento de la relación de
explotación, y de la imposibilidad de reformarlo “desde adentro”. Este carácter
del Estado no se altera en los países dependientes (ver más abajo).
Por eso la independencia de clase exige una actitud hostil de
los explotados hacia la clase dominante de conjunto. Es un criterio general que ordena
las orientaciones tácticas y los programas de acción. De ahí el rol de la crítica. La critica
hacia toda forma de explotación y sujeción de los trabajadores es la condición
indispensable para avanzar en la autonomía de la clase trabajadora. La raíz
última de esta crítica es la teoría de la plusvalía de Marx (esto es, la teoría
de la explotación del trabajo por el capital). Por esta razón no puede haber
política socialista y revolucionaria sin teoría, sin crítica, sin debates y
elaboración colectiva.
Contradicción de clase en
el país dependiente
Precisemos también que la autonomía de clase tiene como
fundamento el reconocimiento de que en los países dependientes la relación
social fundamental es capitalista. Esta afirmación se enfrenta al discurso
“nacional marxista”, o “nacional y popular”, que sostiene que los trabajadores
de los países dependientes deberían colaborar con las fracciones “nacionales”
de la clase dominante, o de las instituciones estatales, para liberar al país o
sostener la independencia nacional. Como he argumentado en otras notas, en
prácticamente ningún país de América Latina está pendiente la liberación
nacional. Y en particular en Venezuela, hoy no existe ninguna fracción de la
clase dominante que tenga como proyecto convertirla en una colonia o
semicolonia. Así como el ascenso del chavismo al poder no cambió el carácter
dependiente del país, un eventual ascenso de la burguesía opositora no
implicará algún cambio significativo del estatus de dependencia. Agrego: hoy no
hay ninguna posibilidad de que EEUU lance una operación colonialista sobre
Venezuela. No hay, por lo
tanto, razón para que el movimiento obrero se plantee
alguna forma de “unidad de acción antiimperialista”.
Golpes militares o fascistas e independencia de clase
A lo largo de la historia, la independencia de clase no fue
impedimento para que los marxistas distinguieran entre diversas formas de
regímenes políticos burgueses. Hay una diferencia apreciable entre ir a parar a
un centro de detenciones clandestino, a ser detenido con derechos al habeas corpus y abogado defensor. Los socialistas
defendemos una democracia burguesa frente a un golpe fascista, o una dictadura
militar. Ningún marxista dejó de luchar contra Pinochet o Videla; y la
izquierda de conjunto estuvo en contra del intento de golpe militar en
Venezuela de 2002. Pero se trata siempre de defensas de la democracia burguesa ante ataques concretos,
identificables.
Sin embargo, se plantea una situación muy distinta cuando el
gobierno o alguna fracción de la clase dominante agitan el peligro del golpe, o
del fascismo, con la única intención de impulsar a la conciliación con la
burocracia y el Estado, o reforzar el control sobre las masas populares. Y todo
indica que esto es lo que está sucediendo en Venezuela. A diferencia de 2002-3,
hoy la línea mayoritaria de la oposición burguesa no es favorable al golpe, y el Ejército está alineado con el
proyecto chavista. ¿Quiénes entonces va a dar ese golpe de Estado? Estudiantes
haciendo barricadas y tirando bombas molotov no son sinónimo de golpe fascista
o militar, por más que pidan el cambio de gobierno.
Tener claridad en este tema es vital para la actitud frente al
Estado, y al conjunto de la clase dominante. Tal vez en este punto tiene
sentido traer al recuerdo una vieja enseñanza de Lenin. También en Rusia el ala
menchevique del partido socialista y los liberales agitaban el peligro de la
extrema reacción (los centurianegras) para aconsejar la conciliación de clases.
Respondía entonces el dirigente bolchevique que “el partido obrero debe
rechazar con desprecio el acostumbrado método liberal de atemorizar al filisteo
con el espectro del peligro centurionegrista” (diciembre de 1906). Y en otras
notas destacaba que el “cuento del peligro centurionegrista” sólo sirve para
proteger a los liberales del peligro de la izquierda, y embota la conciencia de
las masas, pues no las impulsa a distinguir las verdaderas líneas de clase. Mutatis mutandi, la idea mantiene
su vigencia. Agitando el peligro del fascismo, o del golpe de Estado, la
dirección nacional burocrática chavista confunde y paraliza. Los análisis deben
basarse en relaciones de las fuerzas sociales y políticas objetivas.
Tomar distancia de todas las variantes burguesas
Mucha gente sostiene que aun cuando Capriles no esté hoy por una
salida fascista, los socialistas deben alinearse con el chavismo porque éste es
progresivo frente al resto de la oposición burguesa. El criterio que defiendo
es muy distinto: tratándose de
variantes políticas propias de cualquier democracia burguesa, la clase obrera
no gana nada sustancial apoyando a una u otra. O como decía el viejo
dirigente socialista Wilhem Liebknecht, aun cuando pudiera haber alguna ventaja
apoyando “el mal menor contra la reacción y el enemigo común”, el verdadero mal reside en oscurecer los antagonismos de clase,
e inducir a la idea de que con falsos “amigos” los obreros pueden avanzar en
organización y conciencia socialista.
Es con este criterio
que hace un tiempo firmé un manifiesto internacional en apoyo de la candidatura
obrera, en Venezuela, de Orlando Chirino, que se presentó como alternativa
independiente frente a Chávez y Capriles. La idea central era: ni Chávez ni
Capriles, sino una alternativa no subordinada a corriente burguesa alguna.
Muchos trabajadores, desilusionados con el chavismo, votaron a Capriles; otros,
temerosos de la oposición burguesa, siguieron alineados con Chávez, pero un
pequeño grupo obrero, con un programa socialista, se presentó con su propuesta.
Sin coincidir totalmente con ese programa (no soy trotskista), lo consideré
altamente progresivo. Una pequeña voz que se levanta para decir que no hay que
conciliar es fundamental.
¿Significa esto que los marxistas negamos la defensa de
conquistas? En absoluto. La
clase obrera puede defender conquistas sin embanderarse políticamente detrás de
una corriente burguesa, o burocrática estatista. Para dar algunos ejemplos:
los socialistas en Argentina defendieron la limitación legal de la jornada de
trabajo de 8 horas, sin por ello apoyar políticamente al gobierno de Alvear
(que por cierto, era bastante reaccionario); defendemos el pago del aguinaldo,
sin adherir al peronismo; y consideramos progresivo el derecho al divorcio, sin
por ello apoyar políticamente al gobierno de Alfonsín. De la misma manera, los
socialistas en Venezuela pueden defender conquistas -por ejemplo, avances en el
cuidado de la salud de los sectores más sumergidos- sin por ello adherir al
chavismo. Así como también defender libertades democráticas -por caso, en los
sindicatos- cuando son atacadas por el Gobierno, sin adherir a las fuerzas de
la oposición burguesa que denuncian esos ataques. Todo esto se resume en una
vieja táctica del marxismo, “golpear en unidad de acción por demandas
concretas, mantener banderas separadas”. Incluso desde un punto de vista
“práctico”, la autonomía de clase potencia la capacidad de defensa de
libertades democráticas o reivindicaciones económicas de la clase obrera.
Actitud crítica frente al capitalismo de Estado
Uno de los pilares de la autonomía de clase es la postura ante
el capitalismo de Estado. En varias notas de este blog me referí al tema,
recordando la crítica de Marx y Engels a los socialistas estatistas alemanes.
Con las adaptaciones del caso, la crítica se aplica al estatismo venezolano.
Hay que llamar a las cosas por su nombre:las estatizaciones y la
administración chavista de empresas no mejoraron un ápice la fuerza social ni políticade la clase obrera. De
hecho, el país se desindustrializó y la economía se primarizó. Los conflictos
de Guayana, donde está ubicada la industria pesada, siderúrgica y aluminio, son
expresión del desastre de la administración burocrática; desastre que fue
denunciado repetidas veces por los trabajadores. Algo similar ocurre en el
sector eléctrico. Incluso la producción de PDVSA (2,8 millones de barriles
diarios) está estancada. ¿Qué tiene esto de progresivo para la clase obrera?
Por otra parte, los trabajadores no tienen participación real en
la conducción de las empresas estatales. Las conducciones son jerárquicas y
burocráticas, y la relación entre la burocracia “socialista” y los obreros es
una relación de explotadores y explotados. El burócrata puesto a dirigente
estatal no es un “compañero con contradicciones”, sino un enemigo de clase de los
productores directos. En donde los conciliadores nacionalistas ven unidad
esencial, nosotros vemos antagonismo de clase. Las diferencias en este punto no
pueden ser más marcadas.
Hay que agregar que
las estatizaciones han sido utilizadas por el chavismo para atacar al
movimiento sindical en las empresas. Entre otras cosas, el Gobierno ha
planteado que siendo las empresas “propiedad del pueblo”, no tienen sentido las
huelgas, ni la acción sindical; y el control del Estado se ha utilizado para
perseguir opositores, o discriminar a trabajadores que no adhieren al
“socialismo siglo XXI”. Sólo gente que concibe el socialismo “a lo Corea del
Norte” puede ver algo progresivo en todo esto.
El manejo estatal de la renta no crea poder obrero
La actitud crítica y hostil hacia el Estado se extiende al
manejo de la renta petrolera. A lo largo de estos años Venezuela ha recibido
una gigantesca renta petrolera, posibilitada por el aumento de los precios del
petróleo. El chavismo ha utilizado una parte importante de esta renta para
mejorar las condiciones de vida de amplias masas de la población. Como
resultado, en 2011 los hogares por debajo de la línea de pobreza eran el 24,6%
del total, contra el 33% en 2001; los hogares de extrema pobreza representaban
el 11,4%, contra el 7%. A su vez, el índice Gini, que mide la desigualdad, bajó
de 0,486 en 1998 a
0,398 en 2013. Se trata de avances importantes, pero también deben ser relativizados.Hoy la pobreza afecta a casi un cuarto de
la población, y la situación está agravándose a raíz de las devaluaciones, la
inflación y el desabastecimiento. La desigualdad disminuyó, pero sigue siendo
mucho más elevada que la media de los países europeos, por caso, o
aproximadamente igual a la que existe en Uruguay. Cuando se ponen las cosas en
contexto -en casi toda América Latina mejoraron los índices de desarrollo
humano en los 2000- se toma distancia crítica.
Pero además, y por sobre todas las cosas, el reparto de una parte de la renta
por el Estado no crea poder obrero, ni es sinónimo de socialismo. En
Venezuela la clase obrera no tiene ninguna incidencia en el manejo y destino de
la renta. Cuando
el Gobierno decide pagar religiosamente los intereses de los bonos de la deuda
externa, y como contrapartida suspende los pagos de proveedores de insumos
básicos (entre ellos, alimentos y remedios ),
la clase obrera no tiene arte ni parte en tales decisiones. Y la
desindustrialización, el desquiciamiento de la economía, el desabastecimiento,
las colas para conseguir lo indispensable y la especulación, no contribuyen en
nada a mejorar la relación de fuerzas en favor de los explotados.
La unidad del trabajo
Desde las filas de la corriente nacional y popular se sostiene
que trabajadores de los sectores salud, educación o periodismo que se
manifiestan y protestan son fascistas de las “clases medias” que “defienden sus
privilegios”. Sin embargo, desde un análisis materialista, un asalariado de la
salud, de la educación, del sector financiero, los medios
de comunicación o el comercio, no pertenece a la “clase media”; por el
contrario, es explotado y forma parte de la clase obrera. Este enfoque pone el
acento en la base material, social, de la unidad obrera: la fuerza productiva
del trabajo está conformada por todos los que están subsumidos bajo la relación
capitalista y contribuyen, directa o indirectamente, a la generación de
plusvalía. La perspectiva del socialismo se basa en esta gigantesca capacidad
transformadora de la principal fuerza productiva. Por eso, cuando hablamos de
independencia de clase, aludimos a la independencia de todas las fuerzas del trabajo.
No es casual el empeño de los ideólogos del campo “nacional” por ocultar y
disimular esta cuestión.
Es necesario, además,
decir que no existe nada particularmente reaccionario en reclamos contra el
desabastecimiento, la falta de insumos en los hospitales, el cierre de
periódicos, o a favor de libertades sindicales, que han levantado esos sectores
del trabajo. Alguno podrá objetar que las demandas de los docentes, periodistas
o trabajadores de la salud son apoyadas por políticos de derecha. Pero eso no
las convierte en fascistas y reaccionarias. Después de todo, la inmensa mayoría
de las movilizaciones obreras y populares que ocurren en el mundo tienen direcciones
burocráticas o burguesas, y a nadie se le ocurre repudiarlas por reaccionarias
o fascistas. Exigir el freno de la represión, mejoras en los
aprovisionamientos, o protestar contra el cierre de periódicos, en nada
perjudica a la clase obrera. Por el contrario, debilita el control burocrático
de la sociedad, y quita banderas a la derecha que los socialistas no tienen por
qué ceder.
Ataques a la actividad sindical y poder militar
En los últimos años
organismos defensores de derechos humanos, sindicatos independientes y partidos
de izquierda han denunciado el ataque a las libertades sindicales en Venezuela
(ver referencias). Entre otros hechos, se señala la apertura de juicios penales
a líderes sindicales por ejercer el derecho a huelga; el dictado de cautelares
que prohíben a los sindicalistas acercarse a los lugares de trabajo; las
amenazas de despido a trabajadores si participan en asambleas; la prohibición
de asambleas en horarios laborales; y los despidos injustificados de
sindicalistas. También se denuncia que se somete a sindicalistas a
investigaciones penales, se los procesa, y en algunos casos se los encarcela
por convocar a manifestaciones; y que desde el Estado se fomenta el
“paralelismo sindical”, esto es, la creación de sindicatos paralelos cuando no
se domina a los existentes.
Además, sindicalistas
y organismos defensores de derechos humanos señalan que el Gobierno tiene una
amplia injerencia -establecida por ley- en la organización de elecciones
gremiales, lo que ha merecido quejas ante la OIT. También que se
ha recortado el derecho de huelga, ya que la Ley Orgánica de
Seguridad de la Nación y el Decreto Ley para la Defensa de las Personas en el
Acceso a los Bienes y Servicios castigan con prisión a quienes paralicen
servicios públicos o impidan el traslado de bienes esenciales para la población. Esta
normativa ha sido utilizada para perseguir sindicalistas y activistas. A esto
se suman los asesinatos de sindicalistas. Sólo entre junio de 2008 y agosto de
2010 se contabilizaron 122 sindicalistas asesinados, pero el presidente Chávez
declaró (1/08/10) que no había asesinato de sindicalistas . Y la Defensoría del
Pueblo y la Fiscalía
General de la Nación no toman el problema. Todo esto, que ha
sido silenciado por el “nacional marxismo”, parece encajar muy bien en la
concepción burocrático bonapartista de “construcción socialista”.
Por otro lado, se
asiste al aumento del poder e injerencia de las Fuerzas Armadas en el Estado.
De los 23 Estados de Venezuela, 12 son gobernados por militares. Los militares
también están en alcaldías, ministerios, viceministerios, en la Asamblea Nacional ,
en consulados y embajadas. Por la ley Orgánica de Seguridad de la Nación, de 2002,
se les dio participación en el desarrollo nacional y mantenimiento del orden
interno. Lo cual fue reafirmado por una nueva Ley Orgánica en 2005, que
contempló también la reincorporación de militares retirados al servicio activo,
por decisión presidencial. Los militares conducen las políticas de defensa y
seguridad, tienen puestos de responsabilidad política, gran influencia en la
dirección de la obra pública. Los ascensos en las Fuerzas Armadas son potestad
del Presidente y de los militares. La clase obrera, como clase, por supuesto,
no tiene ninguna participación en esta estructura. La izquierda nacional y el
nacional marxismo miran para otro lado, en tanto siguen parloteando sobre “la
construcción de poder popular”.
Naturalmente, la
situación no cambió con la creación, en 2007, de la Milicia Nacional
Bolivariana. Ésta constituye un quinto componente de las FFAA
venezolanas (Ejército, Armada, Aviación y Guardia Nacional), organizado desde
el Estado, y cuyos integrantes son, mayoritariamente, afiliados al partido del
Gobierno. La MNB no tiene ninguna autonomía práctica; depende del Presidente en
todos los aspectos operacionales, a través del Comando Estratégico Operacional,
y del Ministerio para la Defensa, en lo que hace a los aspectos organizativos.
En cuanto a las Comunas, se trata de entidades locales donde, formalmente, la
ciudadanía ejerce el poder popular y autogobierno comunal. Pero en los hechos
son organizadas y supervisadas por el Estado, a través del Ministerio de las
Comunas.
La liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores
Lo desarrollado hasta aquí puede explicar la ausencia casi absoluta
de una respuesta de clase, independiente, a la crisis y al desquicio de la economía. Respuesta
que permitiría atraer a sectores medios ,
incluso a muchos estudiantes, que hoy están bajo la influencia de la derecha y
no ven salida, como aliados de la clase obrera. Pero manifestaciones más o menos regimentadas de trabajadores
estatales no son sinónimo de intervención autónoma de la clase obrera. Alguna
vez Lenin escribió que “la fuerza de los combatientes sólo es real cuando es la fuerza de las masas
obreras con conciencia de clase”. Sin embargo, no puede haber conciencia de
clase cuando se llama a confiar en un “poder efectivo” que está en manos de la
burocracia bonapartista militar, autoproclamada “socialista”. Son los
resultados prácticos de la “construcción de poder popular desde adentro del
movimiento popular, bajo conducción del comandante Chávez”.
Como he planteado en
otra nota, todo esto fue un fraude ideológico, alimentado y celebrado por
muchos intelectuales y militantes de izquierda de todo el mundo que alegremente
saltaron al barco del “socialismo siglo XXI”. Algunos llegaron a anunciar que
el chavismo había puesto de nuevo en la agenda de la clase obrera mundial la
construcción del socialismo. Por supuesto, nada de esto sucedió. El socialismo,
en tanto programa liberador, en tanto crítica radical de toda forma de opresión
y explotación, sólo podrá reinstalarse en la agenda de la clase obrera mundial
desde la autonomía y autodeterminación de los explotados. Jamás podrá regenerarse
bajo la conducción de bonapartes “socialistas”, cultos a la personalidad,
enriquecimiento del lumpen burgués, milicos en las cumbres del Estado y
absurdas mezcolanzas de nacionalismos y socialismos burgueses. Es hora de
volver a las concepciones fundantes del comunismo. Y en particular, a la idea
rectora de la independencia de clase: la liberación de los trabajadores será
obra de los trabajadores mismos.
Referencias sobre situación de libertades sindicales:
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