Acerca de la
constituyente en Venezuela (I)
13
de junio de 2017
Por José Luis Pacheco (Rebelión)
La necesidad de convocar una ANC surge de la
agudización in extremis de la contradicción universal y
antagónica, entre el interés y la sobrevivencia de un estado periférico como el
nuestro y la política de un Sistema como el Capitalista, que, en su agonía,
necesita destruir los estados territoriales que pretendan ser soberanos, para
que reine el capital financiero. Por ello lo que se requiere no es una ANC como
las precedentes, que se adecuaron al Sistema. Debería ser un corte
revolucionario para implantar una nueva institucionalidad, acorde con un
Proyecto País liberador, audaz y revolucionario, que suelte las fuerzas
creativas de nuestro pueblo mediante la participación de todos los sectores
activos en el territorio. Pienso la constituyente como un gran foro nacional
donde desnudemos la actual institucionalidad, un espacio para criticar y
definir lo concreto hundiéndonos en el detalle, para construir ámbitos donde el
dar y recibir y sobre todo donde el compromiso sea la norma, pues ya basta de
proclamas que se contradicen con los hechos y que no encontremos el mecanismo
para la participación responsable de todos, tanto en el diseño como en la
práctica política.
Muchas personas, subyugadas por la cultura
capitalista dominante, la tradición y el formalismo, se muestran temerosas ante
la posible liberación del genio que está en la botella y plantean que la próxima ANC debe
regirse por las normas morales y jurídicas del sistema histórico imperante,
empezando por la convocatoria de la misma. Se olvidan que la actual Constitución ,
a pesar de todos sus avances, fue elaborada dentro de la institucionalidad
sistémica y sujeta a sus normas. Sin embargo, por un diablillo que se escapó a
los juristas –quizás Chávez– colocaron un capítulo especial para normar la
manera de convocar al soberano para diseñar una nueva constitución. En los tres
artículos finales (347, 348 y 349) que forman el Capítulo III y trata «De la Asamblea Nacional
Constituyente » no se exigen referéndums, ni consultivo para
la convocatoria ni aprobatorio para la validación final, cosa que si hace para
la reforma y la enmienda, aparte de que en las actas de la ANC está claro que
los constituyentes consideraron que no era ni necesario ni conveniente.
Pienso que lo hicieron así porque –al igual
que Bolívar, quien pensó en Constituciones cada diez años– comprendieron que
cuando se están fundando republicas durante un cambio histórico, las fuerzas
del sistema vigente, tanto internas como externas, se oponen a ultranza
utilizando todos los medios , aun los
más extremos, tal como lo estamos viendo en los casos de Libia, Irak, Siria,
Indonesia y Venezuela. Son fuerzas extraordinariamente poderosas que solo el
pueblo puede enfrentar y es en una ANC donde éste puede verdaderamente
expresarse, sobre todo si esa ANC se elije sobre bases comiciales que reflejen
la forma como la población realmente vive y trabaja en el territorio, esto es, grupos de estatus o identitarios como comunas, sindicatos,
sectores, etc., y también por delegados de los estados, municipios, etc., de
acuerdo a la actual geometría territorial de nuestro país. Ante el antagonismo
político, ciego y prepotente, tanto de algunos gobiernos prosistema como de una
porción de la oposición interna que solo aceptan tomar el poder inmediatamente,
no queda otra alternativa que adelantar el proceso constituyente aceptando
someter la constitución futura a un referéndum aprobatorio. No era necesario
pero, políticamente, es conveniente en aras de un mayor apoyo participación.
Esta es mi en este momento ante la controversia sobre la legalidad de la convocatoria. Considero
la convocatoria y la realización de una Constituyente como un acto
fundamentalmente político, en base a la realidad y perspectivas del combate
entre el Imperio Colectivo y su cultura colonial/imperial y Venezuela con su
rol histórico/libertario; creo que ese es el asunto y que la discusión en base
a una abstracción legal es echarnos polvo en los ojos.
Como bien sabemos una Constituyente, o mejor,
un proceso constituyente, es un instrumento socio/cultural que usa el ámbito
político para institucionalizar el diseño de un Proyecto País o para modificar sustancialmente la
Constitución vigente –que también fue en su momento producto del diseño de un
Proyecto País– dado que la trayectoria histórica ha planteado retos y metas que
no pueden alcanzarse dentro del marco institucional vigente. El proceso
constituyente es consecuencia del desarrollo de la crisis sistémica en un estado territorial determinado
que no ha culminado, más bien se encuentra en estado efervescente y busca
detener la acometida de las clases
peligrosas que violenta y
sistemáticamente buscan imponer su proyecto país a cualquier precio, proyecto
que puede ser, según el caso, progresista o retrógrado, como en nuestro
presente. En los países semiperiféricos y periféricos, cuando un grupo
revolucionario o sencillamente progresista alcanza el poder ejecutivo, las
clases altas y medias alienadas son las peligrosas, se resisten al cambio y su ideología racista les impide tolerar que se destinen
recursos y energía a corregir las desigualdades y empoderar al pueblo, además
de no admitir que se actúe soberanamente, puesto que creen que su nacionalidad
es un error espacial de la
cigüeña al depositarlos en un
lugar equivocado. Ellos no se sienten ciudadanos de este país,
piensan y actúan como miembros de una
clase imperial. Los
estados capitalistas son cultural y estructuralmente racistas, necesitan, para
reproducir el Sistema, crear, como en efecto han creado, una cultura donde el
colonizado acepte los valores del colonizante; sin ello el sistema no puede
mantenerse. Por eso Venezuela, donde nos estamos liberando cada vez más de esa
mente colonial, es uno de los enemigo a vencer.
La constitución de 1999 y el marco
socio/cultural
En Venezuela estamos viviendo un proceso
constituyente continuo desde 1999, cuando Hugo Chávez alcanzó la Presidencia de
la Republica ondeando un Proyecto País contenido en su programa de gobierno –La
propuesta de Hugo Chávez para trasformar a Venezuela, una revolución
democrática– que establecía cinco polos (o ámbitos) a desarrollar en su
gobierno: el político, el territorial, el internacional, el social y el
económico. Ese fue su compromiso electoral y empezó a cumplirlo desde el
mismo día en que fue juramentado. Si hacemos un ejercicio y buscamos en
internet, precisamente en youtube, las entrevistas y escritos hechos por los
candidatos en esa campaña, recomiendo la entrevista que le hizo Marcel Granier
a Chávez, pues allí se observa, visto desde nuestro presente, que por primera
vez en la historia de Venezuela un candidato habla con honestidad, claridad y
firmeza de su Proyecto País. No engañó a nadie, habló por el pueblo, su pueblo: habló por
los pardos. Este solo hecho lo pintaba como antisistema: un enemigo del orden
establecido.
La rebelión militar de 1992 precipitó la
crisis del Proyecto Político
de la partidocracia iniciado
en 1959, acelerando la implosión del sistema institucional y del liderazgo
partidista que impulsaba la democracia liberal, que fue y es, por su propia
naturaleza, excluyente y representativa.
Desde que inventaron el concepto “pueblo″ durante la Revolución Gloriosa
de 1649 en Inglaterra –que
derrocó al Rey e instauró un gobierno parlamentario por primera vez en la
historia– las clases dominantes han buscado que el pueblo oprimido sea
representado por los notables, los
de arriba, de cada momento histórico; caso particularmente notorio es el
proceso para crear la forma de gobierno y el proceso electoral en Estados
Unidos de Norteamérica después de la independencia, donde buscaron y rebuscaron
las formas más certeras de evitar que las
clases peligrosas –los
desposeídos en todas sus formas –obreros, campesinos granjeros, intelectuales,
técnicos profesionales, pequeños y medianos empresarios, etc.– pudieran
organizarse y defender electoralmente sus intereses y, potencialmente, ser gobierno.
Por eso el liberalismo –como ideología del capitalismo– excluye del real
ejercicio del poder a las mayorías y lo hace mediante la implantación de la
democracia representativa, que en el fondo es un instrumento para crear la
ilusión de que al votar cada cierto tiempo se está ejerciendo el poder. Chávez
hablaba de la democracia participativa y protagónica como la herramienta para
construir el poder comunal territorial, garantizando de esta manera a las
mayorías, a los de
abajo, el ejercicio del poder diario y permanente. No es un asunto de ir
cada cierto tiempo a elegir representantes entre los candidatos que nos muestra
e impone el poder fáctico/comunicacional, sino el ejercicio continuo y
permanente de decidir sobre la solución a nuestros problemas.
La constitución de 1999 se hizo con la
composición y correlación de fuerzas propias del momento, pues con Chávez
llegamos al gobierno un conjunto de individualidades y grupos políticos que
arropaban, por una parte, al conjunto de luchadores por la revolución de los
últimos cincuenta años –grupo abigarrado con diferentes proyectos nacionales,
pues incluso dentro del equipo que desarrolló el programa de gobierno habían
diferencias importantes– y por la otra a los grupos militares que lo apoyaron
tanto en la insurgencia militar como en la contienda electoral y a muchos
grupos que solo buscaban acrecentar sus negocios con el estado. El encuentro
entre esas corrientes fue posterior a la llegada de Chávez a la jefatura del
Estado.
El movimiento liderado por Hugo Chávez fue
considerado “peligroso″ desde que emergió en 1992 y, en consecuencia, combatido
por los sectores que se beneficiaban y sostenían el poder durante la IV Republica , desde
los integrantes de los grupos
de estatus que componían el
Estado hasta una amplia capa de las clases medias cooptados por la ideología
liberal e infectados por el racismo. El problema era Chávez y sus grupos más
cercanos, pues eran pardos, miembros de una clase para ellos inferior y por
ende incapaces de gobernar. El fantasma, un gobierno de los pardos,
que durante doscientos años los amenazaba y desvelaba, volvía a aparecer
después del fiasco de la
partidocracia. Allí estaban otra vez los pardos y en esta
oportunidad su dirigente no era un pardo con máscara blanca, era un pardo auténtico
que tal vez no pudieran neutralizar. Ese era y es el problema con el gobierno
bolivariano, no tanto las cosas que realmente hace.
Deseosos de moverse dentro de una nueva
institucionalidad que permitiera adelantar el proceso revolucionario en
relativa paz, Hugo Chávez y su equipo se lanzaron simultáneamente a impulsar la
constituyente y a atender los graves problemas que venían arrastrando los de abajo. Es un problema
que siempre se repite: cuando los mecanismos que sostienen al poder
constituido, que es fáctico y simbólico implosiona, los de abajoirrumpen al foro
político sembrando el desconcierto entre las capas socio/culturales del centro
hacia arriba, que tiemblan y vacilan entre sostener el proceso de cambio o
respaldar al viejo orden político. Si respaldan el viejo orden el proceso que
emerge puede ser detenido mediante un golpe militar, cuestión que estuvo
planteada y que Chávez neutralizó moviendo las fichas militares, caso de la
designación temprana del General Raúl Salazar como Ministro de la Defensa. Esa
situación tan compleja e inédita, precipitó, tanto la convocatoria como la
corta duración de la Asamblea
Constituyente. Recuérdese que frente a un cambio abrupto, los
poderosos siempre necesitan tiempo para que ellos y sus cuadros recuperen el prestigio y la
legitimidad que antes tenían. Chávez
no les dio ese tiempo. Mirando al pasado con visión socio-histórica vemos que
la implantación de constituciones había sucedido muchas veces, pues desde 1811
hasta 1961 se promulgaron más de treinta Constituciones, pero ninguna había
provocado la incorporación de los
de abajo, de los pardos, como sujeto histórico. Implantar ese nuevo sujeto histórico pacíficamente, tal como lo intentó Chile en 1973,
es el mayor reto al universalismo euro centrista que los abajo podemos hacer.
Otro tema socio-histórico a resolver fue la
necesaria incorporación de un Proyecto
Nacional antisistema a la
Constitución, lo cual no se hizo, sencillamente porque no se tenía; estaba y
está todavía en construcción, pues lamentablemente fue y es una construcción
lenta, ya que la agenda política lo coloca al margen. Esa es, a mi juicio, la
mayor dificultad que tenemos para poder realizar un amplio debate a nivel
nacional, debate que empezaría, para crear masa crítica mediante la convocatoria
del archipiélago izquierdista a la tarea de diseñar ese proyecto político. Si
se tuviese una propuesta para ponerla en la mesa, las conversaciones podrían
organizarse en forma práctica y llegar a un Proyecto estratégico común de la
izquierda, lo cual permitiría un juego de agrupaciones o partidos que
contendieran por aplicar el Proyecto según sus visiones tácticas y
procedimentales, compartiendo las líneas estratégicas de la Revolución. Habría
un juego de actores de izquierda donde unos serían gobierno y otros oposición,
reconociéndose como tales y abriendo espacios de respeto y entendimiento. De
esta manera se rompería la polarización con la
derechacomo el único adversario, sería una arena política pluripolar y
romperíamos la tendencia a que todos los descontentos vayan a nutrir a esa
derecha que no reconoce a los pardos. Entonces
el descontento y el deseo de cambio inherente a vivir en sociedades
capitalistas, se imputaría a las causas verdaderas y no al gobierno
revolucionario.
Es bueno recordar la constitución de 1961 que
precedió a la
bolivariana. Esa Constitución pretendió modificar el diseño
institucional del período propiamente perezjimenista, iniciado en 1953 cuando
éste fue designado Presidente por la Asamblea Constituyente
de ese año, pero realmente solo tocó detalles que pretendían atacar los
problemas políticos del momento, como era la designación del nuevo Presidente,
manteniendo la exclusión de las mayorías y robusteciendo el carácter
presidencialista del Estado Venezolano, sobre todo cuando la Constitución de
1961 mantuvo lo establecido en la Constitución de 1953 en el artículo 99: “ Lo
relativo al Gobierno y a la Administración Nacionales
no atribuidos por esta Constitución a otra autoridad, compete al Poder
Ejecutivo Nacional ″
Recordemos el proceso ocurrido entre el 23 de
enero de 1958 y el 23 de enero de 1961 cuando se promulgó la nueva Constitución. Se
inició el primero de diciembre con el levantamiento militar del Comandante Hugo
Trejo, que duró un día al ser detenido el dos de diciembre. Su acción detonó
las contradicciones entre Pérez Jiménez y la oligarquía nacional, el clero y
los Estados Unidos; al visualizarse la crisis en el estamento dominante los de abajo se lanzaron a la calle a
manifestar su descontento y reclamar un cambio, todo lo cual condujo a una
inestabilidad del régimen militar que se fue profundizando hasta culminar el 23
de enero con la huida de Pérez Jiménez. Cuando los propietarios, el clero y USA
lograron sacar a Pérez Jiménez, los de abajo irrumpieron con fuerza y hubo de
implantarse un controvertido “plan de emergencia″ que dirigió el posteriormente miristaCelso Fortoul (el
ingeniero poeta), el cual, unido a la efervescencia popular que deseaba un
cambio profundo y estructural creó una situación
revolucionaria, que solo la
rápida implantación de unas elecciones
liberales el mismo año 1958, unida a la “ceguera″ de la izquierda que disolvió lajunta patriótica ampliándola con diversos elementos de
las clases medias altas, pudo contener el avance de la Revolución, dando tiempo
para preparar la contrarrevolución que adelantaron los sucesivos gobiernos del pacto de puntofijo, pero sobre
todo los gobiernos de Betancourt y Leoni que lo hicieron a sangre y fuego. No
se planteó, como lo hizo Chávez, adelantar primero una Constituyente y luego la
elección, pues la rapidez con que se implantara el juego electoral desarmaba a
la izquierda ante el liderazgo tradicional, tal como ocurrió. La constitución
de 1961 la hizo un Congreso elegido bajo las normas de la Constitución de 1953
y al pueblo, a los de abajo, no se les permitió participar, fueron
a las gradas en un estadio donde se diseñaba el futuro.
La constitución de 1999 y el Proyecto Nacional
actual.
El Movimiento bolivariano se lanzó a convocar la Asamblea Constituyente
del 99 sin tener claridad sobre su Proyecto Nacional y sus objetivos
territoriales, esto es, el diseño institucional y la organización
socio/cultural a construir para crear una nueva territorialidad. Repartió sus
cuadros entre los constituyentistas y el equipo de gobierno, con pocos vasos
comunicantes entre ellos y así, mientras en el gobierno se luchaba por definir
los elementos del Proyecto Nacional, desde el punto de vista del modelo
territorial socioproductivo e institucional, en la Asamblea se buscaba darle
forma al Estado desde la visión social, jurídica y política: nos dejamos
atrapar por el principio capitalista de las
dos culturas y no
establecimos una base interdisciplinaria y un Proyecto Cultural compartido.
Como no hubo claridad acerca de lo que se buscaba, se apuró el término de la
constituyente y fuimos a elecciones para elegir los cinco nuevos poderes que
conformaban el andamiaje del Estado. Había mucho de nuevo en lo social y en el
espíritu democrático que lo impregnaba todo, pero poco en la geometría del poder y en el diseño de la estructura del
nuevo modelo territorial/productivo. La lucha que se libró fuera de la
constituyente para direccionar al gobierno fue intensa y se manifestó en
derivas cambiantes en cuanto al modelo socio/productivo y sus soportes
infraestructurales: lo energético, los transportes, las comunicaciones, lo
hídrico y el hábitat (sistema de ciudades o sistema urbano regional)
También debemos considerar cómo evolucionaba
el Sistema Capitalista Mundial, por aquello de que quien se desarrolla y camina
por la historia es el sistema mundial, cambiando la cultura hegemónica y la
división axial del trabajo entre los países que lo integran, no los Estados por
separado. Ese fue nuestro caso en la década de 1970 cuando el Sistema Mundo
sufrió un ajuste en su estructura debido a las consecuencias de la revolución cultural de 1968, que materializaba la merma de la
hegemonía estadounidense: USA se salió del patrón oro, denuncio los acuerdos de Bretton Woods dando inicio a la financiarización (dominio del
capital financiero sobre el industrial, de
la economía casino sobre la material) como nueva etapa del Capitalismo. Una
vuelta a la tuerca.
Sobre nuestro país se abatió el boom petrolero de 1973,
inundándonos de divisas por la subida del precio del petróleo y,
paradójicamente, endeudándonos mediante préstamos abundantes, producto de de
esos mismos petrodólares que a escala mundial se concentraron en la banca
occidental, la cual, en jugada maestra fríamente diseñada, los irradió al mundo
como los préstamos que crearían el mundo de la deuda externa nacional. Fue un
diseño del Capital para estatizar las deudas y de esa manera abatir la soberanía
de los estados territoriales al subordinarlos a las redes financieras. En
Venezuela el punto de
inflexión para precipitar la
caída abrupta, ocurrió en 1983 con la primera gran devaluación de nuestro signo
monetario y la caída bajo el dominio de la
financiarización, que marcó
el dominio del Capital bancario en nuestra economía, provocando la contracción
y prácticamente desaparición de la economía material y el florecimiento de la
economía especulativa tipo casino.
Privó una subcultura dominada por valores especulativos y transnacionales en
cabeza de la Oligarquía y las nacientesnuevas clases medias, quienes estaban ligadas al sector
importación/exportación/financiero especulativo por intermedio del aparato
burocrático, tanto del sector estatal como del privado, que estaba y está
formado por actores que tienen un origen semejante, parecida educación y la
misma subcultura.
La Constitución fue un gran avance, pienso que
el posible, dada la correlación de fuerzas existente y la falta de un Proyecto
Nacional concreto como guía, pero abrió el camino, fue una cajita de pandora
que abrió paso al pueblo y la
revolución. El pensamiento prosistema, ideario en general de
la derecha se movió a sus anchas, contenido única y objetivamente por la
cultura parda del Presidente Chávez, quien, por su imaginario y valores,
desconfiaba y muchas veces discrepaba del
sentido común reinante, con
lo cual representaba en buena medida el pensamiento antisistema. Una anécdota:
recuerdo el Consejo de Ministro donde se discutió la última de las leyes
habilitantes del 2001, la ley de pesca, que sometida a debate generó varias
posiciones, destacándose la de Luis Miquelena que la negaba, afirmando,
además, que sería el detonante para una situación de crisis; sometida a
votación fue aprobada con su solo voto en contra; lo demás es historia: al
concluir el Consejo de Ministros en diciembre 2001 el Presidente llamó a cadena
nacional de radio y televisión e informó a la nación sobre la aprobación de las
41 leyes, en enero renunció Miquelena y ya estaba en camino el golpe de
abril.
Constitución y Proyecto Nacional
El golpe de abril del 2002 significó un
quiebre en la historia política de Venezuela, pues si bien es cierto que desde la Independencia Caracas
es el símbolo del Poder, pues allí está la sede de los poderes públicos
incluyendo la presidencia, la irrupción de la clase media alta en poderosas
manifestaciones (sobre todo en la capital) muy politizadas, puso de manifiesto
la presencia de un nuevo actor político que no suele aparecer en los análisis
tradicionales y que emerge de la dinámica misma del Sistema Mundial. Creo que
esto se debe a que los Estados territoriales, los cuales conforman los
elementos más importantes de la estructura del Sistema Capitalista Mundial y
que por la naturaleza de sus redes ocupan lugares diferentes en la pirámide
distributiva de la riqueza: los países centrales (los anteriormente
colonizantes) extraen riqueza de los periféricos (las antiguas colonias) y son
cada vez más ricos; a la par la población urbana tiende cada vez más a
concentrarse, pero esta concentración también es desigual y en sentido
contrario, es mayor en los países periféricos y semiperiféricos que en los
centrales y la distribución de la pirámide clasista en los espacios urbanos
también es diferente.
No vamos a discutir en profundidad las
características de las ciudades en Venezuela, lo haremos en un próximo trabajo,
pero sí quisiéramos decir que nuestro «sistema regional/urbano» emergió bajo el
patrón de los países periféricos del Sistema Capitalista Mundial (economía
mundo según Wallerstein y Espacio/tiempo/cultural/mundial según la unidad de
trabajo que propongo) y ha evolucionado demoniacamente hacia una concentración
de la población en pequeñas y determinadas regiones del territorio, al extremo
que el eje norte-costero concentra más del 70% de la población total de nuestro
país. Como además de periférico –y por ende conectados con los países centrales
mediante relaciones de intercambio desiguales– somos desde hace un siglo una
región petrolera y un Estado presidencialista que concentra el aparato para
distribuir la renta en el área metropolitana (de Guarenas-Guatire hasta la Victoria y desde el mar Caribe hasta la cordillera
de la costa) conformando un atractor para toda la población, pero sobre todo para
las clases medias altas con su componente tecno-profesional y las muy pobres
acuciadas por la
miseria. Hemos llegado, en consecuencia, a abrigar en la gran Caracas más del 60% de la población del eje
norte-costero, esto es, unos doce millones de habitantes, distribuidos en dos
Caracas (propongo una ciudad capital, dos Caracas históricas: una al oeste de
Chacaíto y otra al este) que podríamos estimar en 60% para la Caracas del oeste
y 40% para la del este. Si el tramo poblacional para las clases medias y la
Oligarquía es de un 40% a escala nacional, en la Caracas del este sería mayor
(debido a la condiciones petrolero/rentista), digamos un 50%; entonces
estaríamos hablando de ± 2,400.000 personas, que como conjunto socio/cultural,
internaliza el racismo más profundo y el desprecio por lo nacional, por lo que
con dinero y apoyo no debiera ser difícil concentrar, en momentos de arrebato
político, ingentes multitudes de más de medio millón de personas que clamen por
un cambio –su cambio– cifra que está lejos de lo logrado hasta ahora por esta
corriente que apoya al sistema dominante, que apenas llega a concentrar unas
treinta o cuarenta mil personas.
Podemos concluir que la evolución negativa del
Estado rentista se ha exacerbado en los últimos diez y ocho años, sobre todo
por el abandono del proyecto de desconcentración territorial que formó parte
del Proyecto Político primigenio de Hugo Chávez y la prolongación del patrón
histórico de concentración/colonial de nuestros espacios, creando, así, una
fuerte inestabilidad institucional que facilita la política de nuestro real
enemigo, el Imperio y la clase imperial.
El nuevo marco socio/cultural
Durante los últimos 18 años Venezuela ha sido
un ejemplo indeseable y peligroso para el Sistema Capitalista Mundial, pues su
lucha en defensa de la soberanía de los estados, su papel en el diseño de
mecanismos para la integración de Suramérica y el Caribe, así como sus éxitos
en la lucha contra la pobreza y la desigualdad mediante la aplicación de la
nueva democracia participativa y protagónica, más su inserción exitosa al nuevo
orden mundial pluripolar que emerge como alternativa al Sistema Mundial
hegemonizado por la
triada Imperialista (USA, Europa y Japón), nos convirtieron
en un símbolo, tanto para las naciones oprimidas como para los de abajo en todas las latitudes. Es más que
suficiente para que las oligarquías del mundo nos odien e intenten liquidarnos.
El proceso bolivariano emerge al mundo en 1992
con la rebelión militar comandada por Hugo Chávez y, desde ese momento, alumbra
la historia como llama revolucionaria, como un movimiento político con
profundas raíces en el imaginario Suramericano y del Caribe, que se enraíza con
la gesta libertadora del siglo XIX. En ese momento el neoliberalismo reinaba en
el Sistema Capitalista Mundial: habían pasado 27 años de la visita de Nixon a
China, 26 del retiro de USA de la dependencia del patrón oro y del golpe contra
Allende y 23 del golpe de Videla en Argentina, eventos que son galones del
caminar hacia la imposición de la ideología liberal al Mundo, como base
ideológica de la hegemonía estadounidense en el Sistema Capitalista Mundial.
Allí se instaló la nueva política estadounidense de eliminar la soberanía de
los estados territoriales, para que la
financiarización,como economía
de casino, reinara sobre la
economía material (real) de países como China, Brasil, Rusia e India en el rol
de semipérifericos, es decir, el Imperio colectivo maneja las finanzas, los
semipérifericos la producción material y los periféricos suministran las
materias primas. Fue la década del fin
de la historia (Fucuyama),
del no hay alternativas (Margaret Tacher y Ronald Reagan)
y de la Agenda Venezuela (Rafael Caldera), un momento sombrío
para los pueblos oprimidos del mundo, pues realmente, viendo la guerra criminal
contra Irak, parecía que no había esperanzas ni alternativas, sin embargo, de
esas sombras, emergió el movimiento bolivariano con Hugo Chávez a la cabeza. No es poca
cosa.
En estos 18 años el proceso bolivariano ha
impactado al mundo motorizando los movimientos antisistémicos y acelerando el
tiempo histórico, pues el tiempo socio/cultural no es igual al cronológico, se
acelera en los momentos de bifurcación sistémica cuando pequeñas causas generan
grandes efectos. Así fue: cambió el mapa político, sobre todo en nuestra
América y una ola de movimientos de izquierda llegaron al poder político y
muchos de ellos se plantearon procesos constituyentes (Bolivia y Ecuador) para
marcar la ruta transformadora. Pero también se proyectó a otras latitudes y está
presente en las luchas populares de Francia, España y muchos otros países.
Ahora en 2017 el mundo es otro y las
institucionalidad que creamos en 1999 ya no ayuda a manejar positivamente la
crisis socio/cultural que cada vez es más profunda y más compleja, tanto en el
Sistema Mundo, como en América y en nuestro país. Necesitamos una nueva
institucionalidad, otro marco constitucional, diseñado teniendo presente las
faltas que impidieron que la Constitución de 1999 sea aplicable a la nueva
geometría socio/política que necesitamos. No podemos olvidar que ni el Imperio
ni la clase imperial reconocieron nuestro derecho a
gobernar, nunca lo han aceptado: bolivianos, ecuatorianos, nicaragüenses,
guatemaltecos, cubanos y venezolanos no pueden gobernar para sus pueblos,
somos, para ellos, aves de paso, unos intrusos que deben eliminarse.
Las tareas que enfrentamos desde 1999 son muy
difíciles, pues en una época de transición de un sistema social a otro u otros,
reina tanto la incertidumbre como la creatividad y es el momento del
pensamiento científico riguroso, que es complejo y participativo. Tenemos que
cambiar nuestra percepción del mundo y actuar en consecuencia, y operar con los
tres niveles dialécticamente concatenados –la verdad, lo bello y lo bueno– que
permiten tener una nueva percepción de la vida, esto es, analizar lo más
científica y sistémicamente posible la totalidad en busca de la verdad,
apoyarnos en los sentimientos y las emociones, para, como personas morales y
éticas que somos, buscar el bien y la belleza y, finalmente, como políticos, y
con los pies en la tierra y mirada lejana, unificar los tres patrones de valor,
histórica y culturalmente creados.
Creemos que adelantar un proceso constituyente
que culmine en una nueva constitución es el camino correcto, pero, debido a la
situación política nacional y regional, no solo debemos blindarlo trabajando
con transparencia, sino convertirlo en un foro político-socio/cultural donde se
debata con amplitud, no solo entre los constituyentes, también y simultáneamente
con funcionarios del gobierno y con intelectuales y dirigentes sociales. Debe
ser un foro nacional e internacional (debería invitarse a intelectuales y
dirigentes importantes) de pensamiento, planificación y acción que llene de luz
a Venezuela y a nuestra América y apunte con fuerza a esa nueva
institucionalidad que los países periféricos reclaman.
No creo que el proceso constituyente deba ser
breve, al contrario, necesitamos tiempo para que ese gran foro se desarrolle y
culmine la gran tarea encomendada, que no es otra que diseñar el Proyecto
Nacional de nuestra moderna revolución, de tal manera que influya en todos los
países del mundo y ayude a canalizar su camino. Ese es nuestro verdadero
escudo.
Una sugerencia para los constituyentes.
Como dijimos el elemento fundamental de esta
constituyente debería ser la elaboración y puesta en funcionamiento del actual
y nuevo Proyecto Nacional, pues en él se compendian todos los temas que nos
afectan. Veamos cuales son los ámbitos donde desarrollar la planificación
radical. Son nueve, todos territoriales, cuatro operan sobre el territorio y
cinco son las infraestructuras que los interconectan con el mismo, ellas son:
1.- Actividades productivas. Comprenden: agricultura, ganadería,
explotación forestal, pesca, minería, construcción e industria de
transformación.
2.- Servicios
sociales. Comprenden: salud,
educación, información y entretenimiento, redes de protección social, turismo y
deportes.
3.- Instrumento
de gestión económica y social. Comprenden:
la asignación de recursos, justicia y seguridad, representación política,
actores sociales y reglamentación internacional.
4.- Intermediación
comercial y financiera. Sistema
bancario, tanto estatal/nacional como regional/local. Todo el sistema dirigido
por el Banco Nacional de Desarrollo bajo la guía del Ministerio de
Planificación o de una Comisión presidencial supraministerial.
5.- Las
cinco infraestructuras territoriales. Son
la energía, el agua, los transportes, los asentamientos humanos y los sistemas
de comunicación e información.
Todos estos elementos están concatenados, se
interconectan e interinfluyen constante y permanentemente, pues son partes de
un todo en eterno movimiento. Conforman un sistema complejo vivo y por eso, si
queremos estudiar uno de los ítems, por ejemplo la salud en el punto 2, vemos
que el resto de los elementos de ese punto están profundamente relacionados,
pero también lo están los componentes de los otros puntos. Total, no podemos ni
analizarlo y mucho menos actuar sobre él, sin tomar en consideración la totalidad. Por eso
la planificación es fundamental, es como construir un cerebro que maneje todo
el cuerpo social. En el cerebro está todo y ese es el reino de la cultura. La cultura es
lo humano, su impulso vital; allí decidimos qué es un bien o un servicio, qué
es bueno o malo, qué es bello y qué no lo es y qué es verdadero o falso. No
olvidemos que los sistemas vivos se estimulan, no se dirigen, y que si
pretendemos regir linealmente los procesos en los diferentes ámbitos de la Reproducción Socialfracasaremos ,
al igual que lo han hecho todos los países que integran el Sistema Mundial
donde muchos han crecido pero ninguno ha dinamizado plenamente la potencialidad
humana.
El elemento vital, lo que mueve este proceso
es el cambio cultural, la revolución cultural de la que tanto hablamos y
pareciera que poco comprendemos, pues de manera extraña pero constante, usamos
el concepto para referirnos a las artes, poniendo de esta manera el mundo al
revés. En verdad la Cultura es una amplia red de conversaciones que trasmiten
significados y es lo que determina la interpretación que damos a lo que
percibimos del mundo en que vivimos; todo cuanto nos estimula, desde una
sensación del medio natural hasta una conversación o una imagen, son manejados
por procesos cerebrales y se convierten en una percepción, donde intervienen
tanto nuestros sentimientos y emociones como nuestra racionalidad y la historia
de la especie, por eso la percepción que tenemos del mundo es histórica,
contextual y relativa. Si aceptamos esta visión, debemos concluir que el diseño
de un Proyecto país es una tarea que requiere un cambio revolucionario en las
estructuras de nuestro espacio/tiempo/cultural. Esa es la Revolución que está
planteada y los lineamientos que surjan de la Asamblea Nacional
Constituyente , tomados desde el emocionar y la racionalidad
concreta, se deben materializar en objetos materiales e inmateriales, tales
como libros, arte, obras de ingeniera, deportes y las tantas cosas que componen
el mundo de la cultura.
Ojalá no cometamos los mismos errores que en
1999 y sepamos repartir las tareas entre la constituyente y el conocimiento
acumulado por la
revolución. El trabajo es en dos frentes: gobierno elaborando
los contenidos sistémicos del Proyecto Nacional para que la Revolución avance,
mediante una amplísima consulta que provoque debates creadores, y la ANC
acogiendo estas propuestas para estudiarlas y convertirlas en disposiciones
político/jurídicas. Recordemos lo que dice Evo Morales sobre un proceso
revolucionario: no mentir, explicar claramente las cosas que hacemos y
deslastrarnos de vicios como la triquiñuela y la componenda.
El proceso constituyente que estamos
iniciando, es fruto de las transformaciones ocurridas, tanto en el
Espacio-tiempo/cultural mundial como en nuestra América y en Venezuela. Hemos
sido actores en este proceso y actores importantes, por consiguiente el
análisis de nuestros aciertos y errores en ese caminar es trascendente. Nos ven
y nos vemos como una rica provincia extractivista con una historia gloriosa que
vive una profunda crisis política, la cual, a nuestro juicio, es consecuencia
de la contradicción entre tener una fuente de riqueza que sólo se realiza en el
mercado mundial y depende del desarrollo de la ciencia y la tecnología en ese
ámbito, y las necesidades integrales de la población que realmente vive en
nuestro territorio con la cultura impuesta por el pasado colonial/rentista. El
cambio hacia una cultura que nos delinee desde el ahora un Proyecto país con una política territorial e
institucional que busque la soberanía alimentaria y la consecución de los
bienes salariales, mediante el desarrollo industrioso tanto del campo como de
la ciudad, servidos por una red bancaria nacionalizada y desconcentrada y que
rediseñe el modelo minero, petrolero y gasífero, nos hará salir
revolucionariamente de la crisis
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