Comunicación estratégica,
marketing político,
psicología de masas
y control de la información
en el régimen
correísta
27 de octubre de 2014
Este texto es el
capítulo elaborado por el sociólogo y periodista Decio Machado para el libro
"La restauración conservadora del correísmo", el cual aparece
al público a partir del mes de noviembre del presente año y ha sido elaborado
por diversos autores.
Por Decio
Machado
“Una educación que remueve la cultura política para que la
sociedad no busque salvadores, sino que genere socialidades para convivir,
concertar, respetar las reglas del juego ciudadano (…) la educación debe
desarrollar sujetos autónomos ya que frente a una sociedad que
masifica estructuralmente, una sociedad que tiende a homogeneizar incluso
cuando crea posibilidades de diferenciación, la posibilidad de ser
ciudadanos es directamente proporcional al desarrollo de sujetos
autónomos, es decir, de gente libre tanto interiormente
como en sus tomas de posición. Y libre significa gente capaz de saber leer
la publicidad y para qué sirve, y no dejarse masajear el cerebro, gente que se
capaz de tomar distancia del arte de moda, de los libros de moda, gente
que piense con su cabeza y no con las ideas que circulan a su alrededor.”
Jesús Martín Barbero, Oficio de cartógrafo (2002)
Desde la vuelta de
las democracias a América Latina, tras el aciago período histórico que se
caracterizó por una concadenación de dictaduras militares en la región[1], la actividad política se ha convertido en un
asunto de importante interés público para los ciudadanos de la región. Según los
indicadores emanados de Latinobarómetro[2], la ciudadanía latinoamericana más allá de desear
estar al día con respecto a los asuntos que les afectan cotidianamente,
demandan la participación directa en la actividad política de su contexto
social. Este es el origen de la enorme importancia adquirida por la
comunicación estratégica en nuestros días.
Las acciones
realizadas por los candidatos, líderes políticos, partidos e instituciones
gubernamentales por mantener y fortalecer el respaldo de la gente hacia sus
propuestas, programas y políticas públicas, se ha convertido en un factor
crítico tanto para alcanzar los puestos de elección popular a los que aspiran,
como para el
mantenimiento del orden, el control social y la gobernabilidad en sus
respectivos ámbitos de intervención.
La imposición
-dentro de un mundo globalizado y en plena evolución- de las nuevas tecnologías
de la información y la comunicación, de técnicas y herramientas innovadoras que
permiten la expansión casi sin límites de la comunicación ha hecho que a causa
del marketing político, las ideas ya no basten para que los políticos convenzan
a la ciudadanía de que son los más apropiados para ejercer los cargos a los que
aspiran e incluso para perpetuarse durante años en el poder.
Si bien es cierto
que la comunicación política existe desde los tiempos de la Antigüedad, donde
se aprovechaba la reputación de los guerreros para amedrentar a potenciales
enemigos internos y externos, así como para recaudar los impuestos entre sus
súbditos (Maarek, 2009), las nociones actuales en las que se manifiestan este
tipo de técnicas se remontan apenas a la segunda mitad del siglo XX[3].
Paralelamente,
desde hace aproximadamente un par décadas, se vive un momento en el que las
relaciones entre las élites políticas y los medios de comunicación se han
complejizado a escala global. Mientras asistimos a una enorme concentración de
medios de comunicación a nivel planetario, en algunos países a los políticos se
les reprocha que ya sólo actúen o comuniquen en función de la visibilidad
mediática de sus operaciones a riesgo de una suerte de populismo modernizado
(Tironi y Cavallo, 2004), mientras que otros gobiernos, independientemente de
su sensibilidad política, intentan desarrollar el control sobre la información con
el objetivo de sufrir el menor desgaste posible en el ejercicio de su
autoridad.
Campaña de 2006:
punto de partida de la expertise correísta en marketing y comunicación política
De igual manera que
otras tantas campañas latinoamericanas del momento, la campaña presidencial del
año 2006 en Ecuador fue una campaña fuertemente mediática (Dávalos,
2012). La campaña de comunicación política y estrategias de marketing
electoral correísta se sustentaron –al igual que otras tantas en la región- en
el establecimiento de alianzas entre “grupos de interés”, “poderes fácticos”,
líderes de opinión y medios masivos de comunicación (López, 2003). Todo ello,
más allá de la realización de múltiples eventos electorales en un recorrido que
abarcó el conjunto del país, llegando a lugares que sus adversarios desecharon,
ganándoles también en el pulso del contacto directo con el electorado.
En base a esta
estrategia el entonces candidato Rafael Correa, además de incrementar sus
indicadores de conocimiento, identificación y penetración entre la ciudadanía,
generó el escenario idóneo para lanzar sistemáticos ataques en contra de sus
rivales, lo que fue la base de su campaña electoral. Dichos ataques se hicieron
fundamentalmente en contra de los ya muy desgastados partidos políticos
tradicionales, los cuales se encontraban altamente deslegitimados ante la
ciudadanía y muy deteriorados en la realidad política nacional. Con cada nuevo
ataque dialéctico, el entonces presidenciable ganaba en popularidad, logrando
vehicular a su favor los resentimientos de las y los ecuatorianos en contra de
la llamada “partidocracia” e implementando con su modelo de comunicación una
imagen que ganaba enteros en consistencia y coherencia política durante toda su
campaña. En este sentido, la estrategia correísta cumplió dos de los
fundamentos existentes en los actuales manuales políticos electorales modernos:
a) si hay descontento social la estrategia debe ser de ataque y descalificación
de los adversarios; y b) cuando un candidato tiene una estrategia clara y
definida, el candidato debe mantener su postura de manera coherente durante
toda la campaña electoral (Durán y Nieto, 2010).
Bajo estos
criterios, la campaña de Rafael Correa durante la primera vuelta se concentró
en el discurso político –necesidad de un cambio radical en el país,
deslegitimación de la partidocracia e implementación de un nuevo proceso
constituyente-, mientras que sus rivales se limitaron a posicionar ofertas
políticas y promesas básicamente en materia de vivienda y empleo. No sería hasta
la segunda vuelta cuando el hoy mandatario ecuatoriano, inmerso ya en una
fuerte y estratégicamente elaborada campaña de desprestigio respecto a su
adversario Álvaro Noboa, posicionara diversas propuestas y compromisos
políticos para su futura gestión de gobierno.
El éxito electoral del correísmo se basó en saber segmentar de
forma adecuada sus mensajes hacia los diferentes públicos objetivos de su
comunicación. Así, mientras Noboa basaba su discurso en las clásicas
estrategias clientelistas que han caracterizado históricamente la política
ecuatoriana, dirigidas –entre dádivas, regalos y promesas de campaña- al sector
más empobrecido de la población, y autodefiniéndose como “enviado de Dios”
(Recalde, 2007); el correísmo se articuló con base en el desprestigio del
Congreso Nacional y de los partidos políticos entonces existentes (Dávalos,
2009); dotando a su campaña de una gran creatividad publicitaria –videos que
fueron virilizados en redes sociales[4] desprestigiando
a sus oponentes y spots publicitarios con gran
originalidad y acierto mediático[5]-. En base a lo anterior, el correísmo consiguió conectar con sectores medios de
la población y de manera especial con el target más joven del electorado.
Fueron los medios
de comunicación de masas, hoy en conflicto con el oficialismo, los que se
encargaron de posicionar de forma sistemática que Rafael Correa era un
candidato nuevo, un outsider en la política ecuatoriana, y sobre
todo una persona joven que se enfrentaba a candidatos de mayor experiencia.
Aunque este posicionamiento fue intencionalmente provocado por los mass media nacionales, más que afectar a
Correa lo que propició fue un positivo posicionamiento ante amplios sectores
del electorado ecuatoriano. Se afianzó la imagen de Correa como un político
nuevo, sin secuelas por su pasado y de fuerte personalidad contestaría. Esto lo
visibilizó de forma muy diferenciada frente a su rival, un candidato de mayor
edad, millonario, aburrido y reiterativo en las campañas políticas
ecuatorianas. Correa se convirtió así en el exponente del cambio, en la
identificación política del creciente malestar de perfil “antisistémico”
existente entre la ciudadanía y en la expresión del descontento generalizado
ante las tradicionales formas de hacer política y el actuar de los eternos
grupos de poder (partidos políticos, empresarios, banqueros y medios de
comunicación) existentes en el país.
Enmarcada en esta
cuidada estrategia electoral, se articuló el compromiso de un nuevo proceso
constituyente en el Ecuador. Esto permitió una nueva innovación electoral más,
Rafael Correa y Alianza PAIS prescindieron de presentar candidatos a un muy
desprestigiado Congreso Nacional, lo que como elemento novedoso tuvo un
afortunado impacto entre el electorado. En la práctica y de esta manera, la
campaña electoral correísta incorporaba en su estrategia comunicacional una
consigna ya anteriormente interiorizada por millones de ecuatorianos durante el
derrocamiento de Lucio Gutiérrez: el “Que se vayan todos!” (Dávalos, 2012).
Bajo esta lógica estratégica electoral, se generalizaron las esperanzas
ciudadanas en un cambio político de carácter radical, más allá de la
sensibilidad política del votante ecuatoriano del momento, el cual estaba ya
muy lejos de canalizar su descontento por vías revolucionarias.
En materia de
imagen, el candidato Correa también supo diferenciarse de sus adversarios, pues
realizó su campaña vestido de manera informal -camisetas
color verde y pantalones jeans-,
lo que generó una imagen de cercanía con la población. Correa
no aparecía como un político al uso, sino como un ciudadano similar al
electorado al que le pedía su voto. Esta estrategia de imagen respondía a otra
regla clásica de manual electoral, la cual hace referencia a la resonancia que
determinadas imágenes tienen sobre el electorado en momentos determinados,
buscando con acierto los estímulos provocados que evocan significados cercanos
al votante (Schwartz, 2001). El posicionamiento de Correa como un ciudadano
alejado de la política tradicional, un joven y aguerrido ciudadano -no
político- que buscaba la profunda transformación del país, polarizó la elección
y situó al hoy Presidente de la República en una posición privilegiada
electoralmente respecto a sus contendores.
Otro elemento
referenciable de la campaña correísta fue el acertado uso de la identidad
corporativa que se desarrolló y el empleo del color verde brillante
fosforescente. El color verde flex tuvo su origen en un anterior y agresivo
posicionamiento publicitario elaborado por la transnacional española Movistar
–líder en telefonía inalámbrica-, que quedó plasmado en el subconsciente de la
ciudadanía, lo cual fue utilizado adecuadamente por la campaña de Correa.
Respecto a eso que los expertos publicistas en la materia llamaneye tracking[6], los
afiches y bandeloras del correísmo tuvieron una más que destacada visualización
frente a los de sus adversarios, los cuales manejaron colores apagados como
fondos de su campaña electoral.
Por último, dentro
de la imagen gráfica de campaña y más allá del color verde flex, se utilizó el
rostro de Correa en forma de negativo fotográfico, lo que tuvo fuerte impacto
social, debido a la simpleza de la imagen y su aspecto “urbano” juvenil
–asemejado a un graffiti o la imagen de un líder revolucionario[7]- (Dávalos, 2012). La lógica icónica de un líder
mirando hacia el futuro se traducía en la idea de un preparado académico que
irrumpe en el mundo de la política en un país sumamente corrupto, pero que mira
hacia el infinito enfocando sus sueños para la Nación más allá del horizonte
inmediato. La idea aunque básica tuvo una carga innovadora y efectiva, pues a
través de un efecto de fotogenia, un joven profesor universitario con escasa
trayectoria política (acumulaba apenas unos meses como ministro de Economía del
gobierno anterior) fue transformado en héroe revolucionario. Con su imagen
elevada por una especie de luz sobrenatural que lo inspiraba, al entonces
candidato presidencial se le trabajó publicitariamente como un ícono simbólico
asociado al Che Guevara, lo cual combinado con eslóganes como “recuperemos la
patria” y setenteras canciones de los Quilapayún o los Inti-Illimani en cada
uno de sus actos electorales, reforzó el aire revolucionario y heroico de su
figura mediática.
Solo faltaba
entonces para ganar, amortiguar el fuerte carácter y las puntuales salidas de
tono del entonces aspirante a presidente. Esto se hizo a través del
asesoramiento externo de una empresa de comunicación política mexicana que
llegó al Ecuador tras haber asesorado al partido conservador salvadoreño
Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), organización política fundada por el
paramilitar Roberto d´Aubuisson en 1989. La consultora mexicana Cuarto de
Guerra fue la encargada de transformar el perfil marcadamente irascible del hoy
mandatario ecuatoriano en una suerte de “Pasión por la Patria”[8].
Es a través de esta
campaña electoral del 2006 donde se sentarán las bases de la futura
comunicación político-estratégica del correísmo en el gobierno. El correísmo,
ya como doctrina oficialista en el poder, combinará innovadoras técnicas de comunicación
política en el país con un desarrollado y estratégicamente calculado culto a la
personalidad del líder, la agresividad y descalificación dialéctica como norma
de desacreditación sobre los adversarios políticos del régimen, el factor
sorpresa como herramienta de quiebre ante sus rivales, las técnicas que
reflejan proximidad ante la ciudadanía (gabinetes itinerantes, enlaces
ciudadanos desde los lugares más recónditos del país o permanentes apariciones
del mandatario rodeado de masas ciudadanas), los acordes de las viejas
canciones revolucionarias, así como una cuidada campaña publicitaria (tanto por
la destreza en la elaboración de piezas audivisuales como por la creatividad de
su cartelería, gigantografías y otras herramientas de imagen estática) basadas
en los logros obtenidos a través de determinadas políticas públicas auspiciadas
por el gobierno.
Siete años y medio
de un modelo de comunicación político-estratégica innovadora en Ecuador
Los estudios
elaborados por diferentes entidades ecuatorianas especializadas en sondeos de
opinión, desde finales de los años noventa hasta hoy, vienen a indicar que los
ecuatorianos se identifican desde lo místico mayoritariamente como seguidores
de la fe cristian a y sus valores;
desde el ámbito del ocio como acérrimos seguidores del deporte del futbol;
mientras que en la esfera política desean tener un líder fuerte que guíe al
pueblo hacia un futuro próspero, que fomente la seguridad, el afianzamiento de
la dolarización y la justicia al interior de un país que sea socialmente más o
menos equilibrado. La honestidad en la gestión pública, la vuelta de los
emigrantes, la implementación de una democracia real y el desarrollo económico
nacional son los elementos más deseados por la ciudadanía, transversalizándose
también entre estos sentimientos el orgullo de ser ecuatorianos.
En este sentido,
tanto el presidente Correa como sus asesores políticos, desde la campaña del
2006 hasta la fecha, han sabido encauzar acertadamente el sentir nacional y los
aspectos cognitivos de la conducta del pueblo ecuatoriano. En base a ello, se
han manejando estrategias como la del famoso “correazo” (símbolo de machismo y
autoridad, dado que refleja la forma en que se castigaba a los niños en el
país) durante la campaña de 2006, hasta el “Rafael para el pueblo, Correa para
los corruptos” o el “Ya tenemos Presidente!!” de campañas posteriores. De forma
paralela, el mandatario hace gala permanente de ser un férreo seguidor de uno
de los equipos estrella del campeonato de fútbol ecuatoriano, llegando incluso
a dedicar amplios espacios de sus programas destinados a la rendición de
cuentas a la ciudadanía a opinar sobre la calidad del juego de los diferentes
equipos punteros del Ecuador y de su selección. De igual manera, el líder
oficialista ha manifestado de forma permanente su fuerte identificación con la
doctrina cristian a, llegando incluso
a sancionar disciplinariamente a diversas asambleístas de su partido por
manifestarse en el Legislativo favor del aborto en casos de violación.
Tampoco se dejó
atrás el drama de la emigración nacional, el cual ha tenido un fuerte impacto
sobre las familias ecuatorianas. La estafa de las políticas neoliberales en
Ecuador llegó a su “climax” con el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000), cuyo
gabinete estaba controlado por la bancocracia, protagonizando el “salvataje
bancario”[9] y la dolarización[10]. Esta crisis provocó una fuerte emigración hacia
el exterior, principalmente hacía España e Italia; y aunque los números son
confusos, se estima que en el año 2000 más de medio millón de personas –un 4%
de la población en ese momento existente- salieron del Ecuador en busca de su
supervivencia. Es por ello que en marzo de 2007, apenas dos meses después de su
investidura, el presidente Correa ponía en marcha una de sus innovaciones
políticas: la creación, con rango de ministerio, de la Secretaría Nacional
del Migrante (SENAMI), siendo su misión “la definición y ejecución de políticas
migratorias, encaminadas al desarrollo humano de todos sus actores, que servirá
de enlace en las acciones de atención, protección y desarrollo de la persona
migrante”[11]. Al año siguiente se pondría en marcha el Plan
Bienvenidos a Casa, lo que en la práctica significaba el inicio de la llamada
“operación retorno”[12]. Según datos oficiales, la combinación de las
políticas del Plan Bienvenidos a Casa y del Plan Voluntario de Retorno[13], este último impulsado por el gobierno español,
significó que a finales de 2013 los migrantes retornados al país alcanzaran la
cifra de 37.000 ecuatorianos. Lo que desde las instituciones ecuatorianas se
presenta como un triunfo de las políticas nacionales enmarcadas en la vuelta de
los exiliados económicos, no oculta más que una visión muy parcializada de este
“supuesto” éxito. Según los datos del INE[14], el número de ecuatorianos residente en el Estado
español viene disminuyendo paulatinamente desde el año 2009, habiendo
abandonado dicho país unos 47.000 migrantes ecuatorianos tan solo en el transcurso
del año 2012. En resumen, la mayoría de los migrantes ecuatorianos que han
salido de territorio español desde la llegada de la crisis a este país lo han
hecho con destino a otros lugares de Europa (Machado, 2013); y en este sentido,
cabe señalar que la
Casa Ecuatoriana en Londres recibió durante ese mismo año
–mediante cita previa, con tan solo tres operarios y carente de bolsa de
trabajo- una media de 300 personas diarias, cuyo perfil común era ser
ecuatorianos emigrados desde España en busca de trabajo y con necesidad de
solicitar prestaciones sociales. Un informe elaborado en mayo del 2012 por la Universidad Queen Mary
bajo el título No Longer Invisible (No más invisibles) concluía que 85% de los jóvenes sudamericanos residentes en
Londres sufre abuso laboral, recibiendo un 11% de estos una remuneración
inferior al salario mínimo reglamentado. En referencia a dicho informe,
organizaciones de trabajadores migrantes con sede en Londres como Latin American Workers
Association (Lawas), señalan que “los trabajadores latinoamericanos suelen
trabajar hasta 16 horas al día, en algunos casos son racialmente abusados y
pueden terminar siendo víctimas de abusos físicos y sexuales”.
Por otro lado,
desde la utilización del rostro del presidente Correa con apariencia de
negativo en su primera campaña electoral, han sido múltiples las imágenes desarrolladas del
mandatario bajo leyendas patrióticas y manteniendo su mirada de forma elevada
hacia el horizonte o el infinito, plasmándose cierto mensaje mesiánico que no
le es para nada hostil a la población ecuatoriana. El aparato de propaganda
gubernamental ha ido conformando una lógica de culto a la personalidad de su
líder que convirtió al presidente Correa en una especie de gran demiurgo del
corazón ecuatoriano, con cierta iluminación por lo divino y un agudizado perfil
caudillesco, lo cual lejos de ser entendido de manera caricaturesca forma parte
de la tradición política latinoamericana. La estrategia permitió que en los
ámbitos más empobrecidos y con menor formación cultural de la sociedad, al
Presidente de la República se le haga alusión incluso como “Papi Correa”, en
referencia a la devoción de sus votantes y el reconocimiento a la “sabiduría” y
la “autoridad” del padre para determinar el futuro de sus hijos.
Encuadrados en esta
realidad social, se ha desarrollado una permanente campaña publicitaria de gran
creatividad, una propaganda de proximidad a la población en la cual se crea la
ficción de la participación social del conjunto de los ecuatorianos en la toma
de decisiones del Estado, así como la profundización de la ironía y la polémica
en los discursos presidenciales, lo cual ha sido la base de la comunicación
estratégica y del marketing político del correísmo durante estos casi ocho años
de gobierno.
Lo anterior no
quiere decir que todas las campañas de ataque y confrontación (Durán y Nieto,
2010) en las cuales se sostiene la dialéctica presidencial estén siempre
destinadas a lograr penetración y recordación popular. Los equipos de marketing
político y asesoramiento comunicacional de los que dispone la Presidencia de la
República entienden bien que este tipo de estrategias deben basarse en los
temas que realmente cuentan con la fuerza necesaria entre el electorado para
movilizar simpatías y votantes. De igual manera, se busca bajo la estrategia de
la descalificación política e incluso personal de los disidentes por la
izquierda del oficialismo o de sus adversarios políticos conservadores,
continuar con el desgaste de las figuras opositoras asociándolas a la vieja y
deslegitimada partidocracia nacional. Como elemento de apoyo estratégico, se
explota un discurso de lógica soberanista y patriotera basado en la convicción
de que el país camina unilateralmente[15] hacia el desarrollo para salir
de lo que se ha venido a llamar comúnmente “Tercer Mundo”, lo cual califica a
los críticos de dichas políticas como antipatriotas e incluso como malos
ciudadanos. Se pretende a su vez, mantener la imagen del presidente Correa como
un político no convencional, estrategia para lo cual es necesario posicionar su
figura como un líder diferenciado y reconocido en el ámbito internacional. Para
ello se posiciona desde las campañas político-publicitarias auspiciadas desde
el aparato de propaganda estatal y cuyo público cautivo es la ciudadanía
residente en el Ecuador, el que un país de quince millones y medio de
habitantes y apenas 283.560
kilómetros cuadrados de extensión –siendo más del 40% de
su territorio selva húmeda tropical apenas poblada- es un referente geopolítico
de gran importancia en el concierto de la gobernanza global. Todo ello se
enmarca a su vez en la adulteración del término “socialismo”, concepto que si
bien es cada vez más olvidado en los discursos del correísmo, tomó en el
régimen un matiz “cristian ismo
humanista” que pretende rebajar su carga ideológica y las resistencias que
pudiera ocasionar en determinados sectores de la población ecuatoriana.
Es así, inmersos en
la ciencia ficción auspiciada por el aparato de propaganda gubernamental, donde
por ejemplo organizaciones campesinas cercanas al régimen y conformadas
mayoritariamente por población rural de escasos recursos económicos que
demandan transparencia respecto al reciente acuerdo comercial firmado entre el
Ecuador y la Unión
Europea , encabezan sus cartas al ministro de Comercio Exterior bajo el
subtítulo “compañero Francisco Rivadeneira”, en alusión a un ex gerente del
Citibank[16] y de la CORPEI[17].
La estrategia de
marca de Rafael Correa
La mejor estrategia
electoral del presidente Rafael Correa, desde el 2006 hasta hoy, se ha basado
en la construcción de un “branding”[18] asociado a su nombre y figura.
Dicho branding esta conformado por cinco
elementos: a) naming: creación de un nombre, b) identidad
corporativa, c) posicionamiento, d) lealtad de marca, y e) desarrollo de marcas
y arquitectura de una marca. Es por ello que Rafael Correa construyó su
proyecto político posicionado sobre las iniciales de su propio nombre -
Revolución Ciudadana (RC)- e imagen. Esta estrategia acompañada de un sinfín de
herramientas auxiliares sostenidas sobre un estilo personal de gestión y la
aplicación de sofisticadas técnicas publicitarias, convierte en extremadamente
difícil desmontar el espejismo sociopolítico creado sin una contra campaña
altamente inteligente que hasta hoy ninguno de sus rivales ha sido capaz de
articular. Los que enfrenten a futuro a Rafael Correa en las urnas, deben pasar
no solo el filtro del branding posicionado, sino también por el de su empoderamiento social con
tintes populistas (promesa democratizadora de devolver el poder secuestrado por
las élites a los ciudadanos) para poder derrocarlo. El reto es complejo, dado
que el populismo surge cuando los sistemas representativos y de partidos son
percibidos como excluyentes, posicionándose como las alternativas políticas que
pretenden terminar con el dominio de las élites y convirtiendo a la imagen del
líder en la encarnación del pueblo[19].
El correísmo no
solo ha implantado una nueva forma de hacer política en el país, sino que
también continúa intentando vivir estratégicamente del odio y la frustración
acumulada por la ciudadanía ecuatoriana durante las dos décadas y media de un
neoliberalismo que tuvo consecuencias dramáticas. Es por ello que una parte del
discurso correísta se sostiene sobre el temor ciudadano a volver a un pasado
caótico donde los grupos de poder existentes en el país hicieron -sin control
del Estado- lo que les vino en gana. Así, la marca corporativa auspiciada
durante todo el actual gobierno de la revolución ciudadana, se posiciona como
única en la historia del país, unificando mensajes, el desarrollo de una
propaganda que enmarcada al conjunto de instituciones públicas en una
estrategia global, las cadenas gubernamentales en radio y televisión, así como
el sabatino Enlace Ciudadano. Respecto a lo último, cabe señalar que los
Enlaces Ciudadanos fueron concebidos inicialmente como una herramienta de
comunicación entre el mandatario y la ciudadanía para ser utilizada como un
espacio de rendición de cuentas, pero que ha sido transformado en una especie
de “púlpito” donde el presidente da rienda suelta a su propio estilo personal
de comunicación. Es a través de esta herramienta de conexión entre el
presidente Correa y la ciudadanía donde se visibiliza uno de los mayores
problemas que tiene Alianza País para desarrollarse como herramienta de un
proyecto de alcance nacional: en los países donde la relación política entre el
gobernante y la población es una relación de líder/masa, no son necesarios los
partidos políticos; es más, pudieran incluso ser contraproducentes, pues podrían
generar debates políticos internos respecto a ideología, programas y liderazgos
de futuro, circunstancia que se encuentra muy alejada de intención de la
dirección política actualmente existente en el partido de gobierno[20].
Comunicar es
persuadir y persuadir es buscar efectos en el receptor. De esta manera la
comunicación desarrollada desde el poder se convierte en una herramienta más de
la gestión gubernamental orientada a la consecución de los objetivos
estratégicos del oficialismo. Cabe señalar al respecto de todo lo anterior, que
a pesar de que ya sea notorio un mayor desgaste en la capacidad comunicativa
del régimen, la estrategia aún continúa dando sus frutos. Sin embargo,
tanto el presidente Correa como sus asesores estratégicos son conscientes que
aquello que nos cantara Héctor Lavoe[21] décadas atrás: “todo tiene su
final, nada dura para siempre…”. Es por ello, que tras las elecciones
seccionales de febrero del 2014 y tras unos resultados electorales por primera
vez poco alentadores para el oficialismo, el presidente Correa rectificó sobre
las directrices dadas a sus ministros en junio del 2012, cuando ordenó la
prohibición a los altos funcionarios del Estado de conceder entrevistas a
medios privados, a los que acusó de atacar al gobierno con mentiras.
En resumen, el
presidente Correa ha sido convertido a través de elaboradas estrategias de
comunicación política y marketing electoral en un “lovemarks”[22]. Su rostro
aparece por todas partes, su voz cierra losspots publicitarios del conjunto de
la propaganda emitida por los diferentes ministerios del gobierno nacional, y
los medios pueden llegar incluso a ser sancionados por no recoger como noticia
destacada alguno de sus viajes al extranjero o sus exposiciones académicas en
el exterior[23]. Respecto a
lo último, es curioso señalar el hecho de como los recién creados órganos de
control sobre los medios de comunicación consideran la estrategia de
posicionamiento internacional del presidente Correa como información
“relevante”, argumentación sobre la que basan la justificación de sus posibles
futuras sanciones sobre los medios de comunicación que no la destacan. Además ,
la figura del mandatario ecuatoriano ha sido no solo trabajada desde la
propaganda y publicidad masiva, sino también a través de historias que lo
interrelacionan: obras inauguradas –en algunas ocasiones por tramos, lo que
permite reiteradas inauguraciones en la misma obra- que pretenden ser míticas,
discursos posicionados como referenciales en los foros internacionales, y una
visión con cierto perfil mesiánico sobre el futuro del Ecuador y del conjunto
de la Humanidad. Todo
ello cumple con las reglas básicas del “Lovemarks”, las cuales buscan
lograr una conexión basada en el amor entre el consumidor y la marca, lo
que se soporta
sobre una plataforma estratégica que explota los sentimientos y el respeto[24], o lo que es
lo mismo, se carga al producto publicitado de densidad y volumen. En definitiva
y gracias a los avances de la neurociencia y su aplicación al marketing
(neuromarketing), lo que se viene a demostrar es algo tan sencillo como que la
publicidad ya entendió que lo que mueve a los seres humanos es la emoción por
encima de la razón. En
base a lo anterior, se desarrollan estrategias que buscan la construcción de
vínculos emocionales profundos y duraderos con los clientes/electores,
consiguiendo el máximo grado de fidelidad y lealtad más allá de la razón; lo
que combinado con el misterio -grandes historias que hay detrás de las grandes
marcas-, crean la fuente de inspiración que suponen estas marcas/partidos para
sus clientes/electores.
Desde la
perspectiva corporativa de las empresas o marcas políticas, puede parecer una
obviedad, pero cotidianamente se hace visible el escaso respeto que tienen la
mayoría de las marcas/partidos por sus clientes/electores. Sin embargo, en el
mundo del Marketing 3.0.[25], los Lovemarks se ganan el respecto de sus
consumidores/electores a través de técnicas aplicadas basadas en la estrategia,
determinación y autodisciplina cotidiana.
Todo lo anterior ha
hecho del presidente Rafael Correa un candidato vencedor de largo tiempo, que
basa sus estrategias políticas en la comunicación negativa sobre sus opositores
y en el irrespeto por todo lo que pueda ser considerado como disidencia
política u oposición ideológica. A su vez, como estado moderno en que se ha
convertido, el gobierno ecuatoriano y por lo tanto también el partido de
gobierno, utiliza las herramientas más modernas en materia de marketing político
para posicionar a través de estudios cuantitativos y cualitativos los elementos
que están en el sentir más profundo del pueblo ecuatoriano, con independencia
que estos sentimientos puedan considerarse más o menos afortunados (entre ellos
la lógica política popular de un líder/padre que implementa autoridad sobre sus
subordinados/hijos). De igual manera, el correísmo se especializó en
implementar elementos sorpresa en sus campañas políticas, electorales o no,
basadas en claves de ataque –los cuales están siendo incorporados dentro del
imaginario de los y las ciudadanas ecuatorianos- sobre el discurso de los
opositores al régimen. Es por ello que gran parte de las y los ecuatorianos
utilizan en la actualidad frases hechas y calificativos posicionados por el
régimen a través de sus cadenas gubernamentales, su propaganda política o los
Enlaces Ciudadanos. Entre esa terminología destacan calificativos como el de
“ecologistas infantiles” para calificar a los ambientalistas críticos con la
política neodesarrollista emprendida por el gobierno, el de “tirapiedras” o
“izquierda caduca” al hacer referencia a los opositores del régimen por la
izquierda, el de “ponchos dorados” o “emplumados” para significar a la
dirigencia indígena no afín al régimen, el término de “opositores caretucos”
para señalar a la oposición política en general, o frases como “de donde va a
salir la plata para las escuelas del milenio y el desarrollo si no es del
petróleo o de la minería” para cuestionar las resistencias locales emprendidas
por comunidades afectadas a las políticas extractivistas implementadas por el
actual gobierno, entre tantas otras.
A pesar de
declaraciones tan ingenuas como las realizadas por el anterior secretario
ejecutivo de la agrupación política oficialista, Galo Mora, quien diría en
octubre del 2012 que "no necesitamos de una empresa, porque Alianza PAIS
es capaz de contar y socializar los nuevos sueños"[26], la
estrategia política del correísmo se ha ido perfeccionando con el paso del
tiempo y ha sido incluso reconocida de manera internacional no precisamente por
sus capacidades internas. No es tan solo que algunos movimientos y
organizaciones políticas europeas que están apareciendo hoy, fruto de la
decadencia neoliberal en Europa, estén copiando parte del discurso y la
estrategia electoral de Rafael Correa en Ecuador (casos como el del Frente de
Izquierda en Francia o el de Podemos en el Estado español), sino que incluso su
última campaña electoral (2013) fue galardonada en una reciente edición de los Victory Awards 2014[27]. Allí se reconocieron los trabajos del ministro Vinicio Alvarado
y de los consultores políticos mexicanos José Adolfo Ibinarriaga y Roberto Trad
–quienes comandaron la campaña electoral presidencial oficialista de febrero
del 2013- como finalistas en la categoría “Campaña del Año”[28].
Otra categoría en
la que estuvo vinculada la última campaña presidencial de Rafael Correa fue la “Consultor Político
del Año”. En este apartado el proyecto desarrollado en Ecuador obtuvo el primer
lugar, siendo José Adolfo Ibinarriaga –consultor político que actualmente
desarrolla funciones como profesor del diplomado de Comunicación Gubernamental
del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM- y Roberto Trad -consultor
internacional en comunicación estratégica y comunicación política, y director
del Instituto de Artes y Oficios para la Comunicación Estratégica-
reconocidos profesionalmente por su trabajo en la reelección de Correa.
En pocas palabras,
el régimen tiene dinero y no escatima por lo tanto en gastos para traer a los
mejores consultores internacionales en comunicación, cuesten estos lo que
cuesten. La lista de consultores extranjeros implicados en las estrategias de
marketing y comunicación política del régimen es amplia y abarca desde el
prestigioso profesional norteamericano –hoy consejero presidencial- Ralf
Murphine quien con más de medio millar de campañas electorales por diferentes
partes del planeta ha acompañado al oficialismo desde 2006, hasta el
recientemente incorporado Antoni Gutiérrez, un reconocido profesional catalán
especializado en asesorías de comunicación estratégica.
El correísmo ha
hecho suya aquella lógica emanada del psicólogo social antimarxista francés
Gustave Le Bon[29], por la cual
se afirma que conocer el arte de impresionar la imaginación de las masas
equivale a conocer el arte de gobernarlas, y maneja por lo tanto a través de la
comunicación estratégica lo que este pensador escribiría en su obra La psychologie des foules (1898): "Son siempre los lados
maravillosos y legendarios de los sucesos los que más las impresionan. Así, los
grandes hombres de estado de todas las edades y países, comprendidos los más
absolutos déspotas han considerado la imaginación popular como el sostén de su
poder".
Es así que las
apariciones públicas de Correa se dan entre una multitud que lo abraza, hace high five,exponen a sus hijos
para que el líder les bese en la frente y se fotografíe con ellos, brindan sus
manos y cuerpos con el afán de ser saludados e incluso abrazados por el
mandatario, mientras entran en una especie de éxtasis, entre banderas verdes y
un nutrido cordón de seguridad presidencial. A pesar de lo anteriormente
descrito, cabe referenciar que esto no se da tan solo por determinación
popular, dotándose el régimen -a través de la Secretaria Nacional
de Gestión de la Política- de mecanismos para “incentivar” la asistencia de
funcionarios públicos y receptores de bonos y subsidios a los actos
presidenciales.(...) Leer
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