domingo, 18 de junio de 2017

II. No nos quedemos con verdades del discurso, no olvidemos sus políticas de comunicación estratégica.

Comunicación estratégica, 

marketing político, psicología de masas

y control de la información 

en el régimen correísta

27 de octubre de 2014


Este texto es el capítulo elaborado por el sociólogo y periodista Decio Machado para el libro "La restauración conservadora del correísmo", el cual aparece al público a partir del mes de noviembre del presente año y ha sido elaborado por diversos autores.

Por Decio Machado   
“Una educación que remueve la cultura política para que la sociedad no busque salvadores, sino que genere socialidades para convivir, concertar, respetar las reglas del juego ciudadano (…) la educación debe desarrollar sujetos autónomos ya que frente a una sociedad que masifica estructuralmente, una sociedad que tiende a homogeneizar incluso cuando crea posibilidades de diferenciación, la posibilidad de ser ciudadanos es directamente proporcional al desarrollo de sujetos autónomos, es decir, de gente libre tanto  interiormente como en sus tomas de posición. Y libre significa gente capaz de saber leer la publicidad y para qué sirve, y no dejarse masajear el cerebro, gente que se capaz de tomar distancia del arte de moda, de los libros de moda, gente que piense con su cabeza y no con las ideas que circulan a su alrededor.”

Jesús Martín Barbero, Oficio de cartógrafo (2002)

Desde la vuelta de las democracias a América Latina, tras el aciago período histórico que se caracterizó por una concadenación de dictaduras militares en la región[1], la actividad política se ha convertido en un asunto de importante interés público para los ciudadanos de la región. Según los indicadores emanados de Latinobarómetro[2], la ciudadanía latinoamericana más allá de desear estar al día con respecto a los asuntos que les afectan cotidianamente, demandan la participación directa en la actividad política de su contexto social. Este es el origen de la enorme importancia adquirida por la comunicación estratégica en nuestros días.

Las acciones realizadas por los candidatos, líderes políticos, partidos e instituciones gubernamentales por mantener y fortalecer el respaldo de la gente hacia sus propuestas, programas y políticas públicas, se ha convertido en un factor crítico tanto para alcanzar los puestos de elección popular a los que aspiran, como para  el mantenimiento del orden, el control social y la gobernabilidad en sus respectivos ámbitos de intervención.

La imposición -dentro de un mundo globalizado y en plena evolución- de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, de técnicas y herramientas innovadoras que permiten la expansión casi sin límites de la comunicación ha hecho que a causa del marketing político, las ideas ya no basten para que los políticos convenzan a la ciudadanía de que son los más apropiados para ejercer los cargos a los que aspiran e incluso para perpetuarse durante años en el poder.

Si bien es cierto que la comunicación política existe desde los tiempos de la Antigüedad, donde se aprovechaba la reputación de los guerreros para amedrentar a potenciales enemigos internos y externos, así como para recaudar los impuestos entre sus súbditos (Maarek, 2009), las nociones actuales en las que se manifiestan este tipo de técnicas se remontan apenas a la segunda mitad del siglo XX[3].

Paralelamente, desde hace aproximadamente un par décadas, se vive un momento en el que las relaciones entre las élites políticas y los medios de comunicación se han complejizado a escala global. Mientras asistimos a una enorme concentración de medios de comunicación a nivel planetario, en algunos países a los políticos se les reprocha que ya sólo actúen o comuniquen en función de la visibilidad mediática de sus operaciones a riesgo de una suerte de populismo modernizado (Tironi y Cavallo, 2004), mientras que otros gobiernos, independientemente de su sensibilidad política, intentan desarrollar el control sobre la información con el objetivo de sufrir el menor desgaste posible en el ejercicio de su autoridad.

Campaña de 2006: punto de partida de la expertise correísta en marketing y comunicación política

De igual manera que otras tantas campañas latinoamericanas del momento, la campaña presidencial del año 2006 en Ecuador fue una campaña fuertemente mediática (Dávalos, 2012).  La campaña de comunicación política y estrategias de marketing electoral correísta se sustentaron –al igual que otras tantas en la región- en el establecimiento de alianzas entre “grupos de interés”, “poderes fácticos”, líderes de opinión y medios masivos de comunicación (López, 2003). Todo ello, más allá de la realización de múltiples eventos electorales en un recorrido que abarcó el conjunto del país, llegando a lugares que sus adversarios desecharon, ganándoles también en el pulso del contacto directo con el electorado.

En base a esta estrategia el entonces candidato Rafael Correa, además de incrementar sus indicadores de conocimiento, identificación y penetración entre la ciudadanía, generó el escenario idóneo para lanzar sistemáticos ataques en contra de sus rivales, lo que fue la base de su campaña electoral. Dichos ataques se hicieron fundamentalmente en contra de los ya muy desgastados partidos políticos tradicionales, los cuales se encontraban altamente deslegitimados ante la ciudadanía y muy deteriorados en la realidad política nacional. Con cada nuevo ataque dialéctico, el entonces presidenciable ganaba en popularidad, logrando vehicular a su favor los resentimientos de las y los ecuatorianos en contra de la llamada “partidocracia” e implementando con su modelo de comunicación una imagen que ganaba enteros en consistencia y coherencia política durante toda su campaña. En este sentido, la estrategia correísta cumplió dos de los fundamentos existentes en los actuales manuales políticos electorales modernos: a) si hay descontento social la estrategia debe ser de ataque y descalificación de los adversarios; y b) cuando un candidato tiene una estrategia clara y definida, el candidato debe mantener su postura de manera coherente durante toda la campaña electoral (Durán y Nieto, 2010).
Bajo estos criterios, la campaña de Rafael Correa durante la primera vuelta se concentró en el discurso político –necesidad de un cambio radical en el país, deslegitimación de la partidocracia e implementación de un nuevo proceso constituyente-, mientras que sus rivales se limitaron a posicionar ofertas políticas y promesas básicamente en materia de vivienda y empleo. No sería hasta la segunda vuelta cuando el hoy mandatario ecuatoriano, inmerso ya en una fuerte y estratégicamente elaborada campaña de desprestigio respecto a su adversario Álvaro Noboa, posicionara diversas propuestas y compromisos políticos para su futura gestión de gobierno.

El éxito electoral del correísmo se basó en saber segmentar de forma adecuada sus mensajes hacia los diferentes públicos objetivos de su comunicación. Así, mientras Noboa basaba su discurso en las clásicas estrategias clientelistas que han caracterizado históricamente la política ecuatoriana, dirigidas –entre dádivas, regalos y promesas de campaña- al sector más empobrecido de la población, y autodefiniéndose como “enviado de Dios” (Recalde, 2007); el correísmo se articuló con base en el desprestigio del Congreso Nacional y de los partidos políticos entonces existentes (Dávalos, 2009); dotando a su campaña de una gran creatividad publicitaria –videos que fueron virilizados en redes sociales[4] desprestigiando a sus oponentes y spots publicitarios con gran originalidad y acierto mediático[5]-. En base a lo anterior, el correísmo consiguió  conectar con sectores medios de la población y de manera especial con el target más joven del electorado.

Fueron los medios de comunicación de masas, hoy en conflicto con el oficialismo, los que se encargaron de posicionar de forma sistemática que Rafael Correa era un candidato nuevo, un outsider en la política ecuatoriana, y sobre todo una persona joven que se enfrentaba a candidatos de mayor experiencia. Aunque este posicionamiento fue intencionalmente provocado por los mass media nacionales, más que afectar a Correa lo que propició fue un positivo posicionamiento ante amplios sectores del electorado ecuatoriano. Se afianzó la imagen de Correa como un político nuevo, sin secuelas por su pasado y de fuerte personalidad contestaría. Esto lo visibilizó de forma muy diferenciada frente a su rival, un candidato de mayor edad, millonario, aburrido y reiterativo en las campañas políticas ecuatorianas. Correa se convirtió así en el exponente del cambio, en la identificación política del creciente malestar de perfil “antisistémico” existente entre la ciudadanía y en la expresión del descontento generalizado ante las tradicionales formas de hacer política y el actuar de los eternos grupos de poder (partidos políticos, empresarios, banqueros y medios de comunicación) existentes en el país.

Enmarcada en esta cuidada estrategia electoral, se articuló el compromiso de un nuevo proceso constituyente en el Ecuador. Esto permitió una nueva innovación electoral más, Rafael Correa y Alianza PAIS prescindieron de presentar candidatos a un muy desprestigiado Congreso Nacional, lo que como elemento novedoso tuvo un afortunado impacto entre el electorado. En la práctica y de esta manera, la campaña electoral correísta incorporaba en su estrategia comunicacional una consigna ya anteriormente interiorizada por millones de ecuatorianos durante el derrocamiento de Lucio Gutiérrez: el “Que se vayan todos!” (Dávalos, 2012). Bajo esta lógica estratégica electoral, se generalizaron las esperanzas ciudadanas en un cambio político de carácter radical, más allá de la sensibilidad política del votante ecuatoriano del momento, el cual estaba ya muy lejos de canalizar su descontento por vías revolucionarias.

En materia de imagen, el candidato Correa también supo diferenciarse de sus adversarios, pues realizó su campaña vestido de manera informal  -camisetas color verde y pantalones jeans-, lo que generó una imagen de cercanía con la población. Correa no aparecía como un político al uso, sino como un ciudadano similar al electorado al que le pedía su voto. Esta estrategia de imagen respondía a otra regla clásica de manual electoral, la cual hace referencia a la resonancia que determinadas imágenes tienen sobre el electorado en momentos determinados, buscando con acierto los estímulos provocados que evocan significados cercanos al votante (Schwartz, 2001). El posicionamiento de Correa como un ciudadano alejado de la política tradicional, un joven y aguerrido ciudadano -no político- que buscaba la profunda transformación del país, polarizó la elección y situó al hoy Presidente de la República en una posición privilegiada electoralmente respecto a sus contendores.

Otro elemento referenciable de la campaña correísta fue el acertado uso de la identidad corporativa que se desarrolló y el empleo del color verde brillante fosforescente. El color verde flex tuvo su origen en un anterior y agresivo posicionamiento publicitario elaborado por la transnacional española Movistar –líder en telefonía inalámbrica-, que quedó plasmado en el subconsciente de la ciudadanía, lo cual fue utilizado adecuadamente por la campaña de Correa. Respecto a eso que los expertos publicistas en la materia llamaneye tracking[6], los afiches y bandeloras del correísmo tuvieron una más que destacada visualización frente a los de sus adversarios, los cuales manejaron colores apagados como fondos de su campaña electoral.
Por último, dentro de la imagen gráfica de campaña y más allá del color verde flex, se utilizó el rostro de Correa en forma de negativo fotográfico, lo que tuvo fuerte impacto social, debido a la simpleza de la imagen y su aspecto “urbano” juvenil –asemejado a un graffiti o la imagen de un líder revolucionario[7]- (Dávalos, 2012).  La lógica icónica de un líder mirando hacia el futuro se traducía en la idea de un preparado académico que irrumpe en el mundo de la política en un país sumamente corrupto, pero que mira hacia el infinito enfocando sus sueños para la Nación más allá del horizonte inmediato. La idea aunque básica tuvo una carga innovadora y efectiva, pues a través de un efecto de fotogenia, un joven profesor universitario con escasa trayectoria política (acumulaba apenas unos meses como ministro de Economía del gobierno anterior) fue transformado en héroe revolucionario. Con su imagen elevada por una especie de luz sobrenatural que lo inspiraba, al entonces candidato presidencial se le trabajó publicitariamente como un ícono simbólico asociado al Che Guevara, lo cual combinado con eslóganes como “recuperemos la patria” y setenteras canciones de los Quilapayún o los Inti-Illimani en cada uno de sus actos electorales, reforzó el aire revolucionario y heroico de su figura mediática.

Solo faltaba entonces para ganar, amortiguar el fuerte carácter y las puntuales salidas de tono del entonces aspirante a presidente. Esto se hizo a través del asesoramiento externo de una empresa de comunicación política mexicana que llegó al Ecuador tras haber asesorado al partido conservador salvadoreño Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), organización política fundada por el paramilitar Roberto d´Aubuisson en 1989. La consultora mexicana Cuarto de Guerra fue la encargada de transformar el perfil marcadamente irascible del hoy mandatario ecuatoriano en una suerte de “Pasión por la Patria”[8].

Es a través de esta campaña electoral del 2006 donde se sentarán las bases de la futura comunicación político-estratégica del correísmo en el gobierno. El correísmo, ya como doctrina oficialista en el poder, combinará innovadoras técnicas de comunicación política en el país con un desarrollado y estratégicamente calculado culto a la personalidad del líder, la agresividad y descalificación dialéctica como norma de desacreditación sobre los adversarios políticos del régimen, el factor sorpresa como herramienta de quiebre ante sus rivales, las técnicas que reflejan proximidad ante la ciudadanía (gabinetes itinerantes, enlaces ciudadanos desde los lugares más recónditos del país o permanentes apariciones del mandatario rodeado de masas ciudadanas), los acordes de las viejas canciones revolucionarias, así como una cuidada campaña publicitaria (tanto por la destreza en la elaboración de piezas audivisuales como por la creatividad de su cartelería, gigantografías y otras herramientas de imagen estática) basadas en los logros obtenidos a través de determinadas políticas públicas auspiciadas por el gobierno.

Siete años y medio de un modelo de comunicación político-estratégica innovadora en Ecuador

Los estudios elaborados por diferentes entidades ecuatorianas especializadas en sondeos de opinión, desde finales de los años noventa hasta hoy, vienen a indicar que los ecuatorianos se identifican desde lo místico mayoritariamente como seguidores de la fe cristiana y sus valores; desde el ámbito del ocio como acérrimos seguidores del deporte del futbol; mientras que en la esfera política desean tener un líder fuerte que guíe al pueblo hacia un futuro próspero, que fomente la seguridad, el afianzamiento de la dolarización y la justicia al interior de un país que sea socialmente más o menos equilibrado. La honestidad en la gestión pública, la vuelta de los emigrantes, la implementación de una democracia real y el desarrollo económico nacional son los elementos más deseados por la ciudadanía, transversalizándose también entre estos sentimientos el orgullo de ser ecuatorianos.

En este sentido, tanto el presidente Correa como sus asesores políticos, desde la campaña del 2006 hasta la fecha, han sabido encauzar acertadamente el sentir nacional y los aspectos cognitivos de la conducta del pueblo ecuatoriano. En base a ello, se han manejando estrategias como la del famoso “correazo” (símbolo de machismo y autoridad, dado que refleja la forma en que se castigaba a los niños en el país) durante la campaña de 2006, hasta el “Rafael para el pueblo, Correa para los corruptos” o el “Ya tenemos Presidente!!” de campañas posteriores. De forma paralela, el mandatario hace gala permanente de ser un férreo seguidor de uno de los equipos estrella del campeonato de fútbol ecuatoriano, llegando incluso a dedicar amplios espacios de sus programas destinados a la rendición de cuentas a la ciudadanía a opinar sobre la calidad del juego de los diferentes equipos punteros del Ecuador y de su selección. De igual manera, el líder oficialista ha manifestado de forma permanente su fuerte identificación con la doctrina cristiana, llegando incluso a sancionar disciplinariamente a diversas asambleístas de su partido por manifestarse en el Legislativo favor del aborto en casos de violación.

Tampoco se dejó atrás el drama de la emigración nacional, el cual ha tenido un fuerte impacto sobre las familias ecuatorianas. La estafa de las políticas neoliberales en Ecuador llegó a  su “climax” con el gobierno de Jamil Mahuad (1998-2000), cuyo gabinete estaba controlado por la bancocracia, protagonizando el “salvataje bancario”[9] y la dolarización[10]. Esta crisis provocó una fuerte emigración hacia el exterior, principalmente hacía España e Italia; y aunque los números son confusos, se estima que en el año 2000 más de medio millón de personas –un 4% de la población en ese momento existente- salieron del Ecuador en busca de su supervivencia. Es por ello que en marzo de 2007, apenas dos meses después de su investidura, el presidente Correa ponía en marcha una de sus innovaciones políticas: la creación, con rango de ministerio, de la Secretaría Nacional del Migrante (SENAMI), siendo su misión “la definición y ejecución de políticas migratorias, encaminadas al desarrollo humano de todos sus actores, que servirá de enlace en las acciones de atención, protección y desarrollo de la persona migrante”[11]. Al año siguiente se pondría en marcha el Plan Bienvenidos a Casa, lo que en la práctica significaba el inicio de la llamada “operación retorno”[12]. Según datos oficiales, la combinación de las políticas del Plan Bienvenidos a Casa y del Plan Voluntario de Retorno[13], este último impulsado por el gobierno español, significó que a finales de 2013 los migrantes retornados al país alcanzaran la cifra de 37.000 ecuatorianos. Lo que desde las instituciones ecuatorianas se presenta como un triunfo de las políticas nacionales enmarcadas en la vuelta de los exiliados económicos, no oculta más que una visión muy parcializada de este “supuesto” éxito. Según los datos del INE[14], el número de ecuatorianos residente en el Estado español viene disminuyendo paulatinamente desde el año 2009, habiendo abandonado dicho país unos 47.000 migrantes ecuatorianos tan solo en el transcurso del año 2012. En resumen, la mayoría de los migrantes ecuatorianos que han salido de territorio español desde la llegada de la crisis a este país lo han hecho con destino a otros lugares de Europa (Machado, 2013); y en este sentido, cabe señalar que la Casa Ecuatoriana en Londres recibió durante ese mismo año –mediante cita previa, con tan solo tres operarios y carente de bolsa de trabajo- una media de 300 personas diarias, cuyo perfil común era ser ecuatorianos emigrados desde España en busca de trabajo y con necesidad de solicitar prestaciones sociales. Un informe elaborado en mayo del 2012 por la Universidad Queen Mary bajo el título No Longer Invisible (No más invisibles) concluía que 85% de los jóvenes sudamericanos residentes en Londres sufre abuso laboral, recibiendo un 11% de estos una remuneración inferior al salario mínimo reglamentado. En referencia a dicho informe, organizaciones de trabajadores migrantes con sede en Londres como Latin American Workers Association (Lawas), señalan que “los trabajadores latinoamericanos suelen trabajar hasta 16 horas al día, en algunos casos son racialmente abusados y pueden terminar siendo víctimas de abusos físicos y sexuales”.

Por otro lado, desde la utilización del rostro del presidente Correa con apariencia de negativo en su primera campaña electoral, han sido múltiples las imágenes  desarrolladas del mandatario bajo leyendas patrióticas y manteniendo su mirada de forma elevada hacia el horizonte o el infinito, plasmándose cierto mensaje mesiánico que no le es para nada hostil a la población ecuatoriana. El aparato de propaganda gubernamental ha ido conformando una lógica de culto a la personalidad de su líder que convirtió al presidente Correa en una especie de gran demiurgo del corazón ecuatoriano, con cierta iluminación por lo divino y un agudizado perfil caudillesco, lo cual lejos de ser entendido de manera caricaturesca forma parte de la tradición política latinoamericana. La estrategia permitió que en los ámbitos más empobrecidos y con menor formación cultural de la sociedad, al Presidente de la República se le haga alusión incluso como “Papi Correa”, en referencia a la devoción de sus votantes y el reconocimiento a la “sabiduría” y la “autoridad” del padre para determinar el futuro de sus hijos.

Encuadrados en esta realidad social, se ha desarrollado una permanente campaña publicitaria de gran creatividad, una propaganda de proximidad a la población en la cual se crea la ficción de la participación social del conjunto de los ecuatorianos en la toma de decisiones del Estado, así como la profundización de la ironía y la polémica en los discursos presidenciales, lo cual ha sido la base de la comunicación estratégica y del marketing político del correísmo durante estos casi ocho años de gobierno.

Lo anterior no quiere decir que todas las campañas de ataque y confrontación (Durán y Nieto, 2010) en las cuales se sostiene la dialéctica presidencial estén siempre destinadas a lograr penetración y recordación popular. Los equipos de marketing político y asesoramiento comunicacional de los que dispone la Presidencia de la República entienden bien que este tipo de estrategias deben basarse en los temas que realmente cuentan con la fuerza necesaria entre el electorado para movilizar simpatías y votantes. De igual manera, se busca bajo la estrategia de la descalificación política e incluso personal de los disidentes por la izquierda del oficialismo o de sus adversarios políticos conservadores, continuar con el desgaste de las figuras opositoras asociándolas a la vieja y deslegitimada partidocracia nacional. Como elemento de apoyo estratégico, se explota un discurso de lógica soberanista y patriotera basado en la convicción de que el país camina unilateralmente[15] hacia el desarrollo para salir de lo que se ha venido a llamar comúnmente “Tercer Mundo”, lo cual califica a los críticos de dichas políticas como antipatriotas e incluso como malos ciudadanos. Se pretende a su vez, mantener la imagen del presidente Correa como un político no convencional, estrategia para lo cual es necesario posicionar su figura como un líder diferenciado y reconocido en el ámbito internacional. Para ello se posiciona desde las campañas político-publicitarias auspiciadas desde el aparato de propaganda estatal y cuyo público cautivo es la ciudadanía residente en el Ecuador, el que un país de quince millones y medio de habitantes y apenas 283.560 kilómetros cuadrados de extensión –siendo más del 40% de su territorio selva húmeda tropical apenas poblada- es un referente geopolítico de gran importancia en el concierto de la gobernanza global. Todo ello se enmarca a su vez en la adulteración del término “socialismo”, concepto que si bien es cada vez más olvidado en los discursos del correísmo, tomó en el régimen un matiz “cristianismo humanista” que pretende rebajar su carga ideológica y las resistencias que pudiera ocasionar en determinados sectores de la población ecuatoriana.

Es así, inmersos en la ciencia ficción auspiciada por el aparato de propaganda gubernamental, donde por ejemplo organizaciones campesinas cercanas al régimen y conformadas mayoritariamente por población rural de escasos recursos económicos que demandan transparencia respecto al reciente acuerdo comercial firmado entre el Ecuador y la Unión Europea, encabezan sus cartas al ministro de  Comercio Exterior bajo el subtítulo “compañero Francisco Rivadeneira”, en alusión a un ex gerente del Citibank[16] y de la CORPEI[17].

La estrategia de marca de Rafael Correa

La mejor estrategia electoral del presidente Rafael Correa, desde el 2006 hasta hoy, se ha basado en la construcción de un “branding[18] asociado a su nombre y figura. Dicho branding esta conformado por cinco elementos: a) naming: creación de un nombre, b) identidad corporativa, c) posicionamiento, d) lealtad de marca, y e) desarrollo de marcas y arquitectura de una marca. Es por ello que Rafael Correa construyó su proyecto político posicionado sobre las iniciales de su propio nombre - Revolución Ciudadana (RC)- e imagen. Esta estrategia acompañada de un sinfín de herramientas auxiliares sostenidas sobre un estilo personal de gestión y la aplicación de sofisticadas técnicas publicitarias, convierte en extremadamente difícil desmontar el espejismo sociopolítico creado sin una contra campaña altamente inteligente que hasta hoy ninguno de sus rivales ha sido capaz de articular. Los que enfrenten a futuro a Rafael Correa en las urnas, deben pasar no solo el filtro del branding posicionado, sino también por el de su empoderamiento social con tintes populistas (promesa democratizadora de devolver el poder secuestrado por las élites a los ciudadanos) para poder derrocarlo. El reto es complejo, dado que el populismo surge cuando los sistemas representativos y de partidos son percibidos como excluyentes, posicionándose como las alternativas políticas que pretenden terminar con el dominio de las élites y convirtiendo a la imagen del líder en la encarnación del pueblo[19].

El correísmo no solo ha implantado una nueva forma de hacer política en el país, sino que también continúa intentando vivir estratégicamente del odio y la frustración acumulada por la ciudadanía ecuatoriana durante las dos décadas y media de un neoliberalismo que tuvo consecuencias dramáticas. Es por ello que una parte del discurso correísta se sostiene sobre el temor ciudadano a volver a un pasado caótico donde los grupos de poder existentes en el país hicieron -sin control del Estado- lo que les vino en gana. Así, la marca corporativa auspiciada durante todo el actual gobierno de la revolución ciudadana, se posiciona como única en la historia del país, unificando mensajes, el desarrollo de una propaganda que enmarcada al conjunto de instituciones públicas en una estrategia global, las cadenas gubernamentales en radio y televisión, así como el sabatino Enlace Ciudadano. Respecto a lo último, cabe señalar que los Enlaces Ciudadanos fueron concebidos inicialmente como una herramienta de comunicación entre el mandatario y la ciudadanía para ser utilizada como un espacio de rendición de cuentas, pero que ha sido transformado en una especie de “púlpito” donde el presidente da rienda suelta a su propio estilo personal de comunicación.  Es a través de esta herramienta de conexión entre el presidente Correa y la ciudadanía donde se visibiliza uno de los mayores problemas que tiene Alianza País para desarrollarse como herramienta de un proyecto de alcance nacional: en los países donde la relación política entre el gobernante y la población es una relación de líder/masa, no son necesarios los partidos políticos; es más, pudieran incluso ser contraproducentes, pues podrían generar debates políticos internos respecto a ideología, programas y liderazgos de futuro, circunstancia que se encuentra muy alejada de intención de la dirección política actualmente existente en el partido de gobierno[20].

Comunicar es persuadir y persuadir es buscar efectos en el receptor. De esta manera la comunicación desarrollada desde el poder se convierte en una herramienta más de la gestión gubernamental orientada a la consecución de los objetivos estratégicos del oficialismo. Cabe señalar al respecto de todo lo anterior, que a pesar de que ya sea notorio un mayor desgaste en la capacidad comunicativa del régimen, la estrategia aún continúa dando sus frutos. Sin embargo, tanto el presidente Correa como sus asesores estratégicos son conscientes que aquello que nos cantara Héctor Lavoe[21] décadas atrás: “todo tiene su final, nada dura para siempre…”. Es por ello, que tras las elecciones seccionales de febrero del 2014 y tras unos resultados electorales por primera vez poco alentadores para el oficialismo, el presidente Correa rectificó sobre las directrices dadas a sus ministros en junio del 2012, cuando ordenó la prohibición a los altos funcionarios del Estado de conceder entrevistas a medios privados, a los que acusó de atacar al gobierno con mentiras.

En resumen, el presidente Correa ha sido convertido a través de elaboradas estrategias de comunicación política y marketing electoral en un “lovemarks[22]. Su rostro aparece por todas partes, su voz cierra losspots publicitarios del conjunto de la propaganda emitida por los diferentes ministerios del gobierno nacional, y los medios pueden llegar incluso a ser sancionados por no recoger como noticia destacada alguno de sus viajes al extranjero o sus exposiciones académicas en el exterior[23]. Respecto a lo último, es curioso señalar el hecho de como los recién creados órganos de control sobre los medios de comunicación consideran la estrategia de posicionamiento internacional del presidente Correa como información “relevante”, argumentación sobre la que basan la justificación de sus posibles futuras sanciones sobre los medios de comunicación que no la destacan. Además, la figura del mandatario ecuatoriano ha sido no solo trabajada desde la propaganda y publicidad masiva, sino también a través de historias que lo interrelacionan: obras inauguradas –en algunas ocasiones por tramos, lo que permite reiteradas inauguraciones en la misma obra- que pretenden ser míticas, discursos posicionados como referenciales en los foros internacionales, y una visión con cierto perfil mesiánico sobre el futuro del Ecuador y del conjunto de la Humanidad. Todo ello cumple con las reglas básicas del “Lovemarks”, las cuales buscan lograr una conexión basada en el amor entre el consumidor y la marca, lo que  se soporta sobre una plataforma estratégica que explota los sentimientos y el respeto[24], o lo que es lo mismo, se carga al producto publicitado de densidad y volumen. En definitiva y gracias a los avances de la neurociencia y su aplicación al marketing (neuromarketing), lo que se viene a demostrar es algo tan sencillo como que la publicidad ya entendió que lo que mueve a los seres humanos es la emoción por encima de la razón. En base a lo anterior, se desarrollan estrategias que buscan la construcción de vínculos emocionales profundos y duraderos con los clientes/electores, consiguiendo el máximo grado de fidelidad y lealtad más allá de la razón; lo que combinado con el misterio -grandes historias que hay detrás de las grandes marcas-, crean la fuente de inspiración que suponen estas marcas/partidos para sus clientes/electores.

Desde la perspectiva corporativa de las empresas o marcas políticas, puede parecer una obviedad, pero cotidianamente se hace visible el escaso respeto que tienen la mayoría de las marcas/partidos por sus clientes/electores. Sin embargo, en el mundo del Marketing 3.0.[25], los Lovemarks se ganan el respecto de sus consumidores/electores a través de técnicas aplicadas basadas en la estrategia, determinación y autodisciplina cotidiana.

Todo lo anterior ha hecho del presidente Rafael Correa un candidato vencedor de largo tiempo, que basa sus estrategias políticas en la comunicación negativa sobre sus opositores y en el irrespeto por todo lo que pueda ser considerado como disidencia política u oposición ideológica. A su vez, como estado moderno en que se ha convertido, el gobierno ecuatoriano y por lo tanto también el partido de gobierno, utiliza las herramientas más modernas en materia de marketing político para posicionar a través de estudios cuantitativos y cualitativos los elementos que están en el sentir más profundo del pueblo ecuatoriano, con independencia que estos sentimientos puedan considerarse más o menos afortunados (entre ellos la lógica política popular de un líder/padre que implementa autoridad sobre sus subordinados/hijos). De igual manera, el correísmo se especializó en implementar elementos sorpresa en sus campañas políticas, electorales o no, basadas en claves de ataque –los cuales están siendo incorporados dentro del imaginario de los y las ciudadanas ecuatorianos- sobre el discurso de los opositores al régimen. Es por ello que gran parte de las y los ecuatorianos utilizan en la actualidad frases hechas y calificativos posicionados por el régimen a través de sus cadenas gubernamentales, su propaganda política o los Enlaces Ciudadanos. Entre esa terminología destacan calificativos como el de “ecologistas infantiles” para calificar a los ambientalistas críticos con la política neodesarrollista emprendida por el gobierno, el de “tirapiedras” o “izquierda caduca” al hacer referencia a los opositores del régimen por la izquierda, el de “ponchos dorados” o “emplumados” para significar a la dirigencia indígena no afín al régimen, el término de  “opositores caretucos” para señalar a la oposición política en general, o frases como “de donde va a salir la plata para las escuelas del milenio y el desarrollo si no es del petróleo o de la minería” para cuestionar las resistencias locales emprendidas por comunidades afectadas a las políticas extractivistas implementadas por el actual gobierno, entre tantas otras. 

A pesar de declaraciones tan ingenuas como las realizadas por el anterior secretario ejecutivo de la agrupación política oficialista, Galo Mora, quien diría en octubre del 2012 que "no necesitamos de una empresa, porque Alianza PAIS es capaz de contar y socializar los nuevos sueños"[26], la estrategia política del correísmo se ha ido perfeccionando con el paso del tiempo y ha sido incluso reconocida de manera internacional no precisamente por sus capacidades internas. No es tan solo que algunos movimientos y organizaciones políticas europeas que están apareciendo hoy, fruto de la decadencia neoliberal en Europa, estén copiando parte del discurso y la estrategia electoral de Rafael Correa en Ecuador (casos como el del Frente de Izquierda en Francia o el de Podemos en el Estado español), sino que incluso su última campaña electoral (2013) fue galardonada en una reciente edición de los Victory Awards 2014[27]. Allí se reconocieron los trabajos del ministro Vinicio Alvarado y de los consultores políticos mexicanos José Adolfo Ibinarriaga y Roberto Trad –quienes comandaron la campaña electoral presidencial oficialista de febrero del 2013- como finalistas en la categoría “Campaña del Año”[28].
Otra categoría en la que estuvo vinculada la última campaña presidencial de Rafael Correa fue la “Consultor Político del Año”. En este apartado el proyecto desarrollado en Ecuador obtuvo el primer lugar, siendo José Adolfo Ibinarriaga –consultor político que actualmente desarrolla funciones como profesor del diplomado de Comunicación Gubernamental del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM- y Roberto Trad -consultor internacional en comunicación estratégica y comunicación política, y director del Instituto de Artes y Oficios para la Comunicación Estratégica- reconocidos profesionalmente por su trabajo en la reelección de Correa.

En pocas palabras, el régimen tiene dinero y no escatima por lo tanto en gastos para traer a los mejores consultores internacionales en comunicación, cuesten estos lo que cuesten. La lista de consultores extranjeros implicados en las estrategias de marketing y comunicación política del régimen es amplia y abarca desde el prestigioso profesional norteamericano –hoy consejero presidencial- Ralf Murphine quien con más de medio millar de campañas electorales por diferentes partes del planeta ha acompañado al oficialismo desde 2006, hasta el recientemente incorporado Antoni Gutiérrez, un reconocido profesional catalán especializado en asesorías de comunicación estratégica.

El correísmo ha hecho suya aquella lógica emanada del psicólogo social antimarxista francés Gustave Le Bon[29], por la cual se afirma que conocer el arte de impresionar la imaginación de las masas equivale a conocer el arte de gobernarlas, y maneja por lo tanto a través de la comunicación estratégica lo que este pensador escribiría en su obra La psychologie des foules (1898): "Son siempre los lados maravillosos y legendarios de los sucesos los que más las impresionan. Así, los grandes hombres de estado de todas las edades y países, comprendidos los más absolutos déspotas han considerado la imaginación popular como el sostén de su poder".

Es así que las apariciones públicas de Correa se dan entre una multitud que lo abraza, hace high five,exponen a sus hijos para que el líder les bese en la frente y se fotografíe con ellos, brindan sus manos y cuerpos con el afán de ser saludados e incluso abrazados por el mandatario, mientras entran en una especie de éxtasis, entre banderas verdes y un nutrido cordón de seguridad presidencial. A pesar de lo anteriormente descrito, cabe referenciar que esto no se da tan solo por determinación popular, dotándose el régimen -a través de la Secretaria Nacional de Gestión de la Política- de mecanismos para “incentivar” la asistencia de funcionarios públicos y receptores de bonos y subsidios a los actos presidenciales.(...) Leer



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