La crisis del
Antropoceno
27 de junio de 2017
Por John Bellamy Foster (Monthly Review)
Traducción y edición de Carlos Valmaseda
Y es debido a que nos mantenemos en la
oscuridad sobre la naturaleza de la sociedad humana -entendida como opuesta a
la naturaleza en general- por lo que ahora nos enfrentamos (así me lo aseguran
los científicos implicados) a la completa destructibilidad de este planeta que
apenas se ha convertido en un lugar en el que vivir.
Bertolt Brecht [1]
El Antropoceno, visto como una nueva era
geológica que ha desplazado al Holoceno de los últimos 10.000 a 12.000 años,
representa lo que ha sido denominado "brecha antropogénica" en la
historia del planeta [2]. Introducido formalmente en el debate científico y
medioambiental contemporáneo por el climatólogo Paul Crutzen en 2000, defiende
la idea de que los seres humanos se han convertido en la fuerza geológica
emergente primaria que afecta al futuro del Sistema Tierra. Aunque a menudo se
ha seguido su rastro hasta la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII,
el Antropoceno se ve probablemente con más claridad como algo surgido a finales
de los años 1940 y principios de los 50. Pruebas científicas recientes sugieren
que el periodo desde aproximadamente 1950 en adelante muestra un gran pico,
marcando la Gran
Aceleración en el impacto humano sobre el medio ambiente,
encontrándose la traza más importante de la brecha antropogénica en la lluvia
de radionúclidos procedentes de ensayos de armas nucleares [3]
Planteado de esta forma, el Antropoceno puede ser visto como algo
que coincide aproximadamente con el auge del movimiento ecologista moderno, que
tuvo sus inicios en las protestas llevadas a cabo por científicos contra las
pruebas nucleares terrestres tras la Segunda Guerra Mundial ,
y surgió como un movimiento más amplio tras la publicación de Primavera Silenciosa de Rachel Carson en 1962. Al libro de
Carson le siguieron pronto en los 60 los primeros avisos por parte de
científicos soviéticos y estadounidenses del calentamiento global acelerado e
irreversible[4]. Es esta interrelación dialéctica entre la aceleración hacia el
Antropoceno y la aceleración del imperativo radical ecologista en respuesta lo
que constituye el tema central del nuevo y maravilloso libro de Ian Angus. Es
su capacidad para ofrecernos perspectivas sobre el Antropoceno como un nuevo
nivel emergente de interacción naturaleza-sociedad producido por el cambio
histórico -y cómo los nuevos imperativos ecológicos que genera se han
convertido en la cuestión central a la que nos enfrentamos en el siglo XXI- lo
que hace que Facing the
Anthropocene sea tan
indispensable.
Hoy parece probable que el Antropoceno llegará
a estar vinculado especialmente con la ciencia de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial.
En cualquier caso, como en el de todos los grandes puntos de inflexión en la
historia, hubo signos de picos menores en etapas tempranas durante todo el
periodo a partir de la Revolución Industrial. Esto refleja lo que el
filósofo marxiano István Mészáros denomina "la dialéctica de continuidad y
discontinuidad" que caracteriza todos los nuevos desarrollos emergentes en
la historia [5] Aunque el concepto de Antropoceno solo se ha desarrollado
completamente con la noción científica moderna de sistema Tierra, y se ve cada
vez más como algo que tiene su base física en la Gran Aceleración
posterior a la
Segunda Guerra Mundial , estuvo prefigurado por ideas
anteriores, surgidas de pensadores que se centraron en los cambios dramáticos
en la interrelación humanos-medio ambiente producidos por el auge del
capitalismo, entre los que se incluye la Revolución Industrial ,
la colonización del mundo y la era de los combustibles fósiles.
"Naturaleza, la naturaleza que precedió a
la historia humana", tal como destacaron Karl Marx y Frederick Engels en
una fecha tan temprana como en 1845, "ya no existe en ninguna parte
(excepto quizá en unas pocas islas coralinas australianas de origen
reciente)." [6] Puntos de vista similares fueron presentados por George
Perkins Marsh en Hombre y
naturaleza en 1864, dos años
antes de que Ernst Haeckel acuñase el término ecología, y tres años antes de
que Marx publicase el primer volumen de El
Capital, con su advertencia sobre la brecha metabólica en la relación entre
los seres humanos y la Tierra [7]
No fue hasta el último cuarto del siglo XIX y principios del siglo
XX, sin embargo, que surgió el concepto clave de biosfera, a partir del cual se
desarrolló la idea moderna de sistema Tierra, con la publicación,
principalmente, de La Biosfera del geoquímico soviético Vladimir I.
Vernadsky en 1926. "De manera notable", escribieron Lynn Margulis y
Dorian Sagan en ¿Qué es la
vida?, "Vernadsky desmanteló los rígidos límites entre organismos
vivos y medio ambiente no vivo, describiendo la vida globalmente antes de que
ningún satélite nos mostrase fotografías de la Tierra desde órbita" [8]
La aparición del libro de Vernadsky coincidió
con la primera introducción del término Antropoceno (junto con Antropogeno) por
parte de su colega, el geólogo soviético Aleksei Pavlov, quien lo utilizó para
referirse a un nuevo periodo geológico en el que la humanidad era el principal
causante del cambio geológico planetario. Como observó Vernadsky en 1945,
"A partir de la idea del rol geológico del hombre, el geólogo A. P. Pavlov
(1854-1929) en los últimos años de su vida solía hablar de la era antropogénica,
en la que ahora vivimos… Destacó correctamente que el hombre, ante nuestros
propios ojos, se está convirtiendo en una poderosa y siempre creciente fuerza
geológica… En el siglo XX el hombre, por primera vez en la historia de la
Tierra, ha conocido y abarcado toda la biosfera, completado el mapa geográfico
del planeta Tierra y colonizado toda su superficie" [9]
Simultáneamente al trabajo de Vernadsky sobre
la biosfera, el bioquímico soviético Alexander I. Oparin y el biólogo
socialista británico J.B.S. Haldane desarrollaron de manera independiente en
los años 20 la teoría del origen de la vida, conocida como la "teoría de
la sopa primigenia". Tal como lo resumen los biólogos de Harvard Richard
Levins y Richard Lewontin, "La vida surgió originalmente de la materia
inanimada [lo que como es bien sabido Haldane describió como una "sopa
caliente diluida"], pero este origen hizo que su repetición fuese
imposible, porque los organismos vivos consumen las complejas moléculas
orgánicas necesarias para recrear la vida de
novo. Además, la atmósfera reductora [falta de oxígeno libre] que existía
antes del principio de la vida se ha convertido, por acción de los organismos
vivos, en otra rica en oxígeno reactivo". De esta forma, la teoría Oparin-Haldane
explicó por primera vez cómo se pudo haber originado la vida a partir de
materia inorgánica, y porqué el proceso no se podía repetir. De manera
igualmente significativa, la vida, surgida de esta forma hace miles de millones
de años, podría ser vista como la creadora de la biosfera dentro de un complejo
proceso de coevolución [10]
Fue Rachel Carson, presentadora como es bien
sabido del concepto de ecosistema al público estadounidense, en su charla de
1963 que supuso un hito, "Nuestro medio ambiente contaminado", quien
expresó de la forma más elocuente esta perspectiva ecológica integrada y la
necesidad de tenerla en cuenta en todas nuestras acciones. "Desde el
principio de los tiempos biológicos", escribió, ha existido la
interdependencia más íntima posible entre el medio ambiente físico y la vida
que este sostiene. Las condiciones de la Tierra joven produjeron la vida; la
vida, inmediatamente después, modificó las condiciones de la Tierra, de manera
que este único y extraordinario acto de generación espontánea no podía ser
repetido. De una forma u otra, la acción y la interacción entre la vida y lo
que le rodea ha estado en marcha desde entonces.
Este hecho histórico tiene, creo, un
significado más que académico. Una vez lo aceptamos vemos porqué no podemos
llevar a cabo con impunidad repetidos asaltos contra el medio ambiente como
ahora hacemos. Un estudiante serio sobre la historia de la Tierra sabe que ni
la vida ni el mundo físico que la mantiene existen en pequeños compartimentos
aislados. Por el contrario, reconoce la extraordinaria unidad entre organismos
y medio ambiente. Por esta razón sabe que las sustancias dañinas liberadas en
el medio ambiente vuelven con el tiempo para crear problemas a la humanidad.
La rama de la ciencia que trata de estas interrelaciones es la
ecología…. No podemos pensar sólo en los organismos vivos, ni podemos pensar en
el medio ambiente físico como una entidad separada. Los dos existen juntos,
actuando uno sobre el otro para formar un complejo ecológico o ecosistema [11].
Sin embargo, a pesar de la visión ecológica
integrada presentada por figuras como Carson, los conceptos de Vernadsky de
biosfera y ciclos biogeoquímicos fueron minimizados durante mucho tiempo en
Occidente debido al modo reduccionista que prevalecía en la ciencia occidental
y el trasfondo soviético de estos conceptos. Los trabajos científicos
soviéticos eran bien conocidos por los científicos en Occidente y fueron
traducidos con frecuencia en los años de la Guerra Fría por
editoriales científicas e incluso por el gobierno de los EEUU -aunque
incomprensiblemente La
Biosfera de Vernadsky no fue
traducida al inglés hasta 1998-. Esto era una necesidad puesto que en algunos
campos, como la climatología, los científicos soviéticos iban muy por delante
de sus homólogos estadounidenses. Pero este amplio intercambio científico, que
cruzaba las divisiones de la
Guerra Fría , era raramente transmitido al público general,
cuyo conocimiento de los logros soviéticos en estas áreas fue prácticamente
inexistente. Ideológicamente, por tanto, el concepto de biosfera parecer haber
caído durante mucho tiempo bajo una especie de prohibición.
No obstante, la biosfera ocupó el centro del
escenario en 1970, con un número especial de Scientific
American sobre el tema [12].
Aproximadamente por esa misma época, el biólogo socialista Barry Commoner
advirtió en El círculo que se
cierra de los enormes cambios
en la relación de los humanos con el planeta, a partir de la era atómica y el
auge de los desarrollos modernos en química sintética. Commoner recordaba los
tempranos avisos de la alteración medioambiental del capitalismo de los ciclos
de la vida representados por el debate de Marx sobre la brecha en el
metabolismo del suelo [13]
En 1972, Evgeni K. Fedorov, uno de los
principales climatólogos mundiales y miembro del Presidium del Soviet Supremo
de la URSS, así como el principal partidario soviético de los análisis de
Commoner
(escribió unas "Observaciones finales" a la edición rusa), declaró
que el mundo debería desengancharse de los combustibles fósiles: "El
ascenso de la temperatura de la Tierra es inevitable si no nos limitamos al
uso, como fuentes de energía, de la radiación solar directa y las energías
hidráulica, maremotriz y eólica, en lugar de obtener energía de los
[combustibles] fósiles o las reacciones nucleares"[14] Para Fedorov, la
teoría de Marx del "metabolismo entre la población y la naturaleza"
constituía la base metodológica para un enfoque ecológico de la cuestión del
sistema Tierra [15] Fue en los 60 y 70 cuando los climatólogos de la URSS y los
Estados Unidos hallaron por primera vez "pruebas", en palabras de
Clive Hamilton y Jacques Grinevald, de un "metabolismo mundial" [16]
El auge de los análisis del sistema Tierra en
las décadas siguientes se vio también fuertemente impactado por las extraordinarias
vistas desde fuera, aparecidas con las primeras misiones espaciales. Como
escribió Howard Odum, una de las figuras principales en la formación de la
ecología de sistemas, en Medio
ambiente, poder y sociedad:
Podemos empezar una visión de sistema de la
Tierra con la macroscópica del astronauta muy por encima de la Tierra. Desde un
satélite en órbita, la zona viva de la Tierra parece ser muy simple. La delgada
cáscara de agua y aire que cubre la Tierra -la biosfera- está limitada hacia el
interior por sólidos densos y hacia el exterior por el casi vacío total del
espacio exterior… Desde los cielos es fácil hablar de equilibrios gaseosos,
presupuestos energéticos de millones de años y la magnífica simplicidad del
metabolismo total de la delgada cáscara exterior de la Tierra. Con la
excepción del flujo de energía, la geobiosfera en su mayor parte es un sistema
cerrado del tipo en que los materiales se reciclan y reutilizan [17].
"El mecanismo de sobrecrecimiento"
que amenaza este "metabolismo total", seguía Odum, "es el
capitalismo" [18] El concepto actual de Antropoceno refleja por tanto, por
una parte, un reconocimiento reciente del rol en rápido aceleramiento de los
impulsos antropogénicos en la alteración de los procesos biogeoquímicos y de
los límites planetarios del sistema Tierra y, por otra, un serio aviso de que
el mundo, bajo el "business as usual" [seguir como siempre], está
siendo catapultado a una nueva fase ecológica -menos propicia para el
mantenimiento de la diversidad biológica y una civilización humana estable -.
Unir estos dos aspectos del Antropoceno -vistos de forma diferente
como el geológico y el histórico, el natural y el social, el clima y el
capitalismo- en una visión única, integrada, es lo que constituye el logro
principal de Facing the
Anthropocene. Angus demuestra que el "capitalismo fósil", si no
es detenido, es un tren fuera de control que lleva al apartheid medioambiental
global y a lo que el gran historiador marxista británico E.P. Thompson llamaba
la amenazada etapa histórica del "exterminismo", en la que las
condiciones de existencia de centenares de millones, quizá miles de millones de
personas, cambiarán drásticamente, y estarán en peligro las bases mismas de la
vida tal como la
conocemos. Además , todo esto tiene su origen en lo que Odum
llamaba "capitalismo imperial", que pone en peligro las vidas de las
poblaciones más vulnerables del planeta en un sistema de desigualdad global
forzada [19]
Los peligros son tales que sólo un enfoque nuevo, radical, de las
ciencias sociales (y por tanto de la sociedad misma), nos dice Angus -uno que
se tome en serio la advertencia de Carson de que si socavamos los procesos
vivos de la Tierra esto "volverá en su momento" para acosarnos- puede
daros las respuestas que necesitamos en la era del Antropoceno. Por lo que se
refiere a la urgencia del cambio, "mañana es demasiado tarde" [20]
Pero la ciencia social dominante, la que sirve al orden social
dominante y a sus capas dirigentes, hasta ahora ha servido para oscurecer estos
temas, poniendo su peso en las medidas paliativas junto a soluciones
mecanicistas como los mercados de carbono y la geoingeniería. Es
como si la respuesta a la crisis del Antropoceno fuese estrechamente económica
y tecnológica, compatible con la ulterior expansión de la hegemonía del capital
sobre la Tierra y sus habitantes -a pesar de que el actual sistema de
acumulación de capital se encuentra en la raíz de esta crisis. El resultado es
empujar al mundo a un peligro aún mayor. Lo que hace falta, por tanto, es reconocer
que es la lógica de nuestro actual modo de producción -el capitalismo- lo que
se interpone en el camino para crear un mundo de desarrollo humano sostenible
que trascienda el desastre en espiral que de otra manera espera a la humanidad. Para
salvarnos debemos crear una lógica socioeconómica diferente que apunte a fines
humano-ambientales diferentes: una revolución ecosocialista en la que las
grandes masas de la humanidad participen.
¿Pero no hay riesgos en un cambio tan radical?
¿No nos esperan grandes luchas y sacrificios ante cualquier intento de derrocar
el sistema dominante de producción y de uso de la energía en respuesta al
calentamiento global? ¿Hay alguna seguridad de que seremos capaces de crear una
sociedad de desarrollo humano sostenible como conciben ecosocialistas como Ian
Angus? ¿No sería mejor equivocarse por el lado del negacionismo que por el del
‘catastrofismo’?¿No deberíamos dudar en pasar a la acción a este nivel hasta
que no sepamos más?
Aquí puede ser útil citar el poema didáctico del
gran dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht "La parábola de Buda de la
casa en llamas":
Buda, sentado todavía bajo el árbol del pan, a
los que no le habían preguntado les narró la siguiente parábola: «No hace mucho
vi una casa que ardía. Su techo era ya pasto de las llamas. Al acercarme
advertí que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité que el
techo estaba ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamente. Pero aquella
gente no parecía tener prisa. Uno me preguntó, mientras el fuego le chamuscaba
las cejas, qué tiempo hacía fuera, si llovía, si no hacía viento, si existía
otra casa, y otras cosas parecidas. Sin responder, volví a salir. Esta gente,
pensé, tiene que arder antes que acabe con sus preguntas. Verdaderamente,
amigos, a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear
gustosamente cambiarse de sitio, nada tengo que decirle.» [21]
Es el capitalismo y el medio ambiente global
alienado que éste ha producido lo que constituye hoy nuestra "casa en
llamas". Los ecologistas mayoritarios, ante este monstruoso dilema, han
preferido generalmente hacer poco más que contemplarlo, observando y haciendo
pequeños ajustes a lo que les rodea en el interior mientras las llamas lamen el
tejado y toda la estructura amenaza con derrumbarse a su alrededor. El punto,
en cambio, es cambiarlo, reconstruir la casa de la civilización con principios
arquitectónicos diferentes, creando un metabolismo más sostenible entre la
humanidad y la Tierra. El
nombre del movimiento para conseguir esto, surgiendo de los movimientos
socialistas y ecologistas radicales, es ecosocialismo, y Facing the Anthropocene es su manifiesto más actualizado y
elocuente.
Notas:
Nota del autor: Este artículo es una
adaptación de prólogo al libro de Ian Angus Facing
the Anthropocene: Fossil Capitalism and the Crisis of the Earth System (Monthly Review Press, 2016).
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