La palma africana avanza en la selva
de México
29 de junio de 2017
Mongabay
Latam llegó a la Selva
Lacandona y a las inmediaciones de la Reserva de la Biósfera Montes Azules
en Chiapas, allí los campesinos entrevistados aseguraron que “la gente se está
desesperando y está talando la selva para sembrar palma”.
¿Qué dicen las autoridades de Chiapas sobre el
avance de los cultivos de palma africana? ¿Cómo
se está talando la selva para reemplazarla por monocultivos?
Rafael Lombera vive en la selva Lacandona
desde niño, hace 44 años. De su casa a la orilla del río Lacantún, justo al
punto donde descansan los lagartos, hay 50 metros bajando un
empinado desnivel cubierto por una espesa capa de flora y fauna que esconde la
tierra firme.
Sabe por dónde caminar, esté claro u oscuro, y
emprende largos recorridos con su cámara fotográfica, del otro lado del río,
allí donde empieza la Reserva de la Biosfera Montes Azules ,
uno de los territorios emblemáticos para la conservación ambiental en México y
Chiapas, el estado con mayor biodiversidad del país.
En Boca de Chajul, una pequeña comunidad del
municipio de Marqués de Comillas, en Chiapas, Rafael Lombera ha visto desaparecer
grandes extensiones de selva y ha sido principalmente —afirma— por la costumbre
humana de explotar recursos naturales y principalmente por la ganadería.
Durante el recorrido hacia Chajul, y hasta la
entrada de este pequeño poblado, se observan a orillas de la carretera letreros
con la leyenda de “Pago de Servicios Ambientales”, un programa del gobierno de
México que promueve la conservación en propiedades privadas o en ejidos (una
figura legal que da derechos sobre la tierra a campesinos).
Los tramos de selva se disputan el paisaje con
los predios sembrados con palma africana en tramos del camino.
En Marqués de Comillas, según un estudio del
Instituto Nacional de Ecología, están los únicos tramos de tierra en México con
selva inundable porque en otros estados, como Tabasco, han desaparecido.
Las chozas de Rafael Lumbrera están alzadas
por grandes soportes de madera que permiten el paso de las aguas del Lacantún
cuando salen a inundar sus inmediaciones.
Este rincón selvático que recibe a
investigadores de flora y fauna durante todo el año está en la región donde
empezó la siembra de la palma en México, a mediados del siglo pasado.
Y actualmente es uno de los puntos de
referencia para ese cultivo en Chiapas, que es el principal estado productor
del país con un aproximado de 64 000 hectáreas sembradas (con cifras actuales
de la Secretaría del Campo de Chiapas) que superan el 70 por ciento de toda la
superficie de palma africana en México.
El Instituto Nacional de Investigaciones
Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), una institución del gobierno
nacional, calcula que México tiene en total 2.5 millones de hectáreas propicias
para sembrar Palma Africana, una superficie mayor que el territorio de El
Salvador.
La mayor parte de esa superficie propicia para
la palmicultura está en el sureste (dos millones de hectáreas, según el
gobierno federal), una región a la que pertenece Chiapas, que tiene las condiciones
agroclimáticas para extender las plantaciones de Palma hasta en 400 mil
hectáreas.
Esas tierras propicias para la palma son las
que concentran el 75 % de las precipitaciones pluviales en México y parte de
ellas ya están sembradas en la zona de amortiguamiento de la Selva Lacandona y
en una de sus ocho áreas naturales protegidas, la Reserva de la Biosfera Montes Azules ,
de 330 000
hectáreas , según lo explicaron el especialista en palma
africana y profesor de la Universidad Intercultural de Chiapas León Ávila y
el poblador Rafael Lombera.
Son parajes que rodean por el norte, sur, este
y oeste a la cabaña de Rafael Lombera.
Este conocido personaje de Boca de Chajul
observa y escucha distinto que una persona que vive en la ciudad. Sabe , por
ejemplo, que un Mono Araña nada dando brazadas como los humanos cuando cruza el
Lacantún y que solo conserva el estilo hasta la mitad del río, porque se cansa
y después llega a la otra orilla como puede.
Sabe que no es cierto que los murciélagos
tengan un radar perfecto, porque a menudo chocan con su cuerpo; que un jaguar
hembra puede atacar a un humano con más facilidad que un macho; que los
zopilotes más fáciles de capturar son los que rondan las plantaciones de Palma
porque se comen los frutos y, como no los pueden digerir, engordan y dejan de
volar.
Nota cambios en las dinámicas de la selva y
tras cuatro décadas en el lugar, duda mucho que pueda seguir viendo
inundaciones a su alrededor, tiene una opinión clara de cuál es la mayor
amenaza para uno de los más grandes pulmones de México: “la selva se está talando
para sembrar la palma africana”.
“Ya estaba deforestado”
De acuerdo con el director de Orticultura de
la Secretaría del Campo de Chiapas, Onorato Olarte, la palma se siembra donde
ya no hay selva, en potreros que eran utilizados para ganadería.
“La estrategia de fomento a la palmicultura
está basada en la no tala de selva para apertura de nuevas plantaciones. Lo que
se ha hecho en la
Selva Lacandona es utilizar los predios que habían sido
utilizados para ganadería”, afirmó en entrevista con Mongabay Latam.
La del gobierno es una postura que polemiza
con otras opiniones que apuntan a que las plantaciones de palma “inciden
negativamente en la disponibilidad de líquido” en la zona de selva, incluyendo
la Reserva de la Biósfera de Montes Azules que, de acuerdo con la publicación
especializada, Gloobal, ha sido deforestada en un 80 por ciento.
Hasta 2013, el Servicio de Información
Agroalimentación y Pesquera (SIAP) calculaba que el 44 % de la Palma sembrada
en Chiapas estaba en zonas selváticas.
Según estimaciones de la Secretaría del Campo
de Chiapas, hay cerca de 64 000 hectáreas sembradas en ese estado, con
lo cual, el objetivo de llegar a 100 000 está cada vez más cerca, señaló Olarte. La postura del
gobierno chiapaneco es clara y existen cuatro viveros de palma que, según el
Instituto de Fomento a la Agricultura Tropical , son los más grandes de
América Latina.
En entrevista con Mongabay Latam, el investigador León Enrique Ávila,
especialista en palma africana y profesor de la Universidad Intercultural
de Chiapas, aseguró que la siembra de Palma en Chiapas no incluye un control
ambiental efectivo.
Antonio Castellanos, investigador del Centro
de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur , con seis años de trabajo con los productores de palma en
los ejidos, aseguró que una de
las condiciones para recibir el apoyo del gobierno mexicano “es comprometerse a
sembrarla solo como monocultivo”. Donde hay Palma Africana, no hay más flora.
Para León
Ávila la sensación cuando
recorre zonas de palma es la de estar en un “desierto del silencio donde ya no
hay ruido al amanecer”. Él ha caminado la región durante años y dice haber visto cómo ese cultivo
ha cambiado las dinámicas de la flora, la fauna y de las personas.
Plantación de Palma Africana en Boca Chajul,
Selva Lacandona. El Servicio de Información Agroalimentación y Pesquera (SIAP)
calculaba que el 44 % de la Palma sembrada en Chiapas estaba en zonas
selváticas. Foto: Moysés Zúñiga Santiago.
En su experiencia, donde hay palma ya no se
escucha el bullicio tropical al amanecer y es muy difícil encontrar aves. Los
monos saraguatos —territoriales como son— están en algún reducto de vegetación
peleando entre ellos, las abejas buscando polen sin encontrar y los murciélagos
están sin esparcir semillas de árboles frutales, narró con detenimiento Ávila.
Y las personas que antes vivían de sus
cosechas y los productos que les ofrecía la selva —explicó el especialista—
ahora esperan con ansia la fecha en que los dueños de las fábricas pagan a los
palmicultores y estos a su vez reparten los sueldos entre sus empleados jornaleros.
“En comunidades que vivían del autoconsumo
hemos encontrado personas pasando hambre”, contó León Ávila.
El investigador coincide con Antonio
Castellanos: la principal falla está en el hecho de que el cultivo ha sido
introducido como monocultivo.
Y de acuerdo con la publicación especializada, Gloobal,
“las miles de hectáreas de palma africana implican no solo mantener la deforestación
sino aumentar el CO2 e incrementar la contaminación del agua con agroquímicos
en las regiones de alta biodiversidad, como las regiones de la biosfera (de
Montes Azules) y la
selva Lacandona ”.
Por su parte, Onorato Olarte aseguró que el
gobierno de Chiapas, junto con el gobierno federal, tienen monitoreo sobre la
actividad de los productores para vigilar que no tiren selva para sembrar
palma.
De acuerdo con el funcionario, el actual
gobierno chiapaneco (que inició en 2012) apuesta por impulsar la siembra de
palma en territorios que ya habían sido deforestados para practicar la
ganadería, en los llamados “potreros”.
“Nosotros garantizamos que el productor
utilice estos terrenos para sembrar su palma. Tenemos un cuerpo de técnicos
bajo los esquemas de Sagarpa. Con eso garantizamos que se esté respetando la
selva”, aseguró Olarte.
Los compromisos de México
La palma es el cultivo destinado a saciar las
necesidades de los mercados extranjeros y nacionales que demandan biodiesel y
aceites para la industria de los alimentos.
Según el Banco de México, el país importa cerca de 462 000
toneladas de aceite de palma al año, lo cual equivale al 82 % de la cantidad
que consumen sus industrias. Por lo tanto, se requieren 200 850 hectáreas
produciendo para poder abastecer de aceite al mercado interno —actualmente hay 24 434 hectáreas
en producción y 30 000 en etapa pre productiva—, un largo camino que recorrer
que promete mejores ingresos en las regiones rurales de las zonas más pobres.
Las condiciones están puestas para que el
cultivo avance porque hay programas que impulsan la siembra de palma africana
en los gobiernos estatales, en el gobierno federal y en fondos extranjeros.
El avance de los cultivos de la palma africana
en la selva de Chiapas se desarrolla bajo tres compromisos adquiridos por el
país con actores internacionales.
Uno de ellos es el Proyecto Mesoamérica, con
10 países adheridos (Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa
Rica, República Dominicana, Colombia, Panamá y México) y su Programa
Mesoamericano de Biocombustibles, dentro del cual México estableció su programa
de reconversión productiva. Así, se han cambiado y se seguirán cambiando miles
de hectáreas ganaderas y áreas de cultivo destinadas a otros productos para
sembrar palma africana.
Desde el terreno, esto se traduce en
organizaciones de campesinos que dirigen sus esfuerzos a satisfacer la demanda
de un comprador, que es una empresa que estableció fábricas y que impulsa la
siembra de la palma en sus inmediaciones.
Es el cambio de la organización comunitaria a
la monocultura, la entrada de México en la “fase de enamoramiento con la
llegada de la smart
agriculture (agricultura
inteligente)”, opinó León Enrique Ávila.
La óptica del gobierno hacia la implementación
de estos proyectos, en voz de Onorato Olarte, es esta: “El cultivo ha sido
satanizado por algunas organizaciones pero el productor que vive en la selva,
que tiene su potrero y que la ganadería no da lo que ellos quieren, o lo que
necesitan para mantener a su familia, tienen que ver la forma de darle de comer
a su familia y la palma es una opción rentable”.
Los campesinos, en palabras de León Ávila, se
suben al tren del desarrollo industrial de los aceites para la industria
alimentaria y los biocombustibles. Este último es un
mercado regido por la Bolsa de Rotterdam, Holanda.
La investigadora del Colegio de la Frontera Sur
(Ecosur), Bárbara Linares Bravo, conoció a fondo la reconversión productiva con
la llegada de la palma africana al Valle de Tulijá, en el norte de Chiapas.
Ella observa un fuerte cambio que está erradicando las costumbres productivas y
de autoconsumo con la llegada de la palma, de los apoyos internacionales y
nacionales para propagar el cultivo.
“La expansión de este cultivo,
paradójicamente, en contraposición al discurso de desarrollo sustentable que le
justifica, incrementa las contradicciones sociales y ambientales”, concluyó
Bárbara Linares.
Por otro lado, con sus políticas públicas
internas, México deja claro que quiere sumarse a la ola internacional en el
desarrollo industrial de biocombustibles con el Proyecto Estratégico del
Trópico Húmedo, que incluye financiamiento a la palma africana.
“Cultivan do
en lugares indicados donde hay suficiente agua, no hay ningún problema, solo
hay que hacerlo como con cualquier cultivo, tener un plan de manejo. Por eso
hay técnicos con plan de manejo con cada parcela”, opinó Olarte, de la
Secretaría del Campo.
Por el momento, el gobierno Chiapas cree que
puede alcanzar su meta de 100 000 hectáreas , pues se acerca a las 65 000
y, según estimaciones de la Secretaría del Campo, el 80 % de esa superficie ya
se encuentra en etapa productiva.
México tiene 10 plantas extractoras de aceite
de palma. Siete de ellas están en Chiapas y todas son privadas. Alrededor de ellas los productores se organizan y hacen lo
necesario para “limpiar” sus tierras y pasar de ganar —por ejemplo— 5000 pesos
(277 USD) mensuales por el total de su cosecha de maíz sembrado para venta y
consumo, a recibir hasta 35 000 (1939 USD) cada mes por el monocultivo, según
el testimonio de José Baldovinos, palmicultor de Boca de Chajul.
“Es la opción”
José Baldovinos, agricultor, hasta el momento
ha sembrado con palma africana 27 hectáreas en las inmediaciones de Boca de
Chajul y tiene preparadas otras seis que serán destinadas al mismo cultivo.
Si no hubiera decidido sembrar palma, no
hubiera podido enfrentar los gastos médicos que tuvo cuando dos parientes suyos
se enfermaron de gravedad.
Como miles de habitantes de Marqués de
Comillas y la región selvática, Baldovinos llegó desde Michoacán en 1972 en una
avioneta que aterrizó en algún camino rural o simplemente en un claro entre la
vegetación.
“Aquí era pura selva pero ha ido cambiando
drásticamente”, recordó, sentado en un mueble que ha colocado en medio de la calle
principal de Chajul, donde se soporta mejor el calor húmedo abrasante que
dentro de casa, y los trabajadores jornaleros se reúnen a mirar televisión
afuera de un depósito de cerveza mientras los más chicos se juntan en el
quiosco inconcluso porque ahí llega señal de celular desde Guatemala.
Plantación de palma africana en el ejido boca
Chajul, ubicado en la frontera con Guatemala, Selva Lacandona, Chiapas. Foto:
Moysés Zúñiga Santiago.
Cuando don José llegó a la zona, eran tiempos
difíciles en esta área de frontera con Guatemala. Cuenta Baldovinos que se
sentía la presencia de la guerrilla del país vecino en tierras mexicanas y que
no estaba el Estado para velar por la seguridad de los habitantes.
Los recuerdos de don José evocan tiempos
caóticos en los que invadir terrenos era fácil y el gobierno —explicó— prefirió
repartir tierras a nuevos pobladores que llegaron desde Guatemala y los estados
de Veracruz y Michoacán para establecer el orden marcado por el crecimiento de
asentamientos humanos.
Los procedentes de Guatemala eran cerca de 10
000 refugiados, según el Instituto Nacional de Ecología, y los del interior de
México, personas en busca de mejor fortuna.
El gobernador de esa época, Manuel Velasco,
habló de crear un “ejército productivo” para ayudar a crear esos pequeños
núcleos sociales en la región y con ello apaciguar las aguas, recordó don José
entre risas.
Y se ríe porque cree que ese ejército no
obtuvo nada ni le ganó a nadie. El objetivo del gobierno —aseguró Baldovinos—
no se cumplió. Fue un ejército desarmado, sin pólvora. Un pelotón fallido de
unas 20 000 personas, sin contar a los que se fueron huyendo del calor, la
humedad y los insectos, según los cálculos del entrevistado.
En los setenta, dentro de los ejidos, comenzó
la práctica indiscriminada de la ganadería y el cultivo de la palma africana.
Proliferaron los “acahuales”, que son unos espacios de selva en los que los
ejidatarios talan, esperan un par de años y después inscriben esas tierras en
programas de financiamiento para la palma africana sorteando así el “obstáculo”
de que hay selva. Talan para allanar el camino hacia el cultivo que les es
redituable.
Una fuente del gobierno de Chiapas que pidió
el anonimato contó a Mongabay Latam que actualmente la principal causa de
deforestación en la selva es la tala de madera a manos de “empresas
clandestinas” que trabajan de noche.
Es el avance hormiga de la palma en la región
tropical que abarca la mayor parte del sur de México. De acuerdo con los testimonios
recabados por Mongabay Latam, es así como han crecido y seguirán creciendo los
cultivos de la palma en los estados de Veracruz, Quintana Roo, Tabasco, Oaxaca,
Guerrero y Chiapas (los estados con suelos propicios para la palmicultura) en
terrenos de ganadería, pastizales, “acahuales” o sitios selváticos deforestados
clandestinamente.
Onorato Olarte informó que el gobierno está
intentando que los palmicultores implementen planes de manejo orgánicos para
reestablecer los nutrientes del suelo reciclando los materiales que quedan de
las podas y de los procesos industriales.
Léon Ávila dijo que debería ser obligatoria la
siembra en forma de “policultivo”, es decir, reproducir ecosistemas dentro de
las plantaciones de Palma.
Pero también seguirá incrementando el flujo de
dinero en esos que son los territorios más pobres del país.
La palma africana, según el testimonio de
Rafael Lombera y de José Baldovinos, es el cultivo que ofrece la oportunidad de
salir de la pobreza a todos los campesinos dueños de pequeñas porciones de
tierra que están aumentando exponencialmente sus ganancias.
Las poblaciones del ejido Boca Chajul conviven
con la palma africana. Moysés Zúñiga Santiago.
Baldovinos ha sido agricultor más de 65 años y
solo hasta ahora logró la tranquilidad económica. Gana 30 000 pesos al mes sin
mayores esfuerzos cuando el resto de su vida trabajando otros cultivos como
frijol, maíz o chile, lograba una mínima parte con esfuerzo máximo.
La ecuación es simple: en el programa de Pago
de Servicios Ambientales el gobierno mexicano paga 300 pesos al año por
hectárea de selva y una hectárea sembrada de palma en edad productiva genera
una ganancia de 100 000 pesos al año.
Son cálculos de José Baldovinos, que camina en
su plantación de palma junto a Rafael Lombera. Son amigos desde que llegaron a
Chajul hace décadas. Antes, don José ya había probado suerte como agricultor en
Michoacán y Guerrero, Rafael era un niño.
Olarte aseguró que no ha tenido reportes de
personas que renuncien al Pago de Servicios Ambientales, tiren selva y pidan
subsidio para sembrar palma. “No tengo ningún conocimiento de esto. Nosotros
como gobierno tenemos que cuidar”, dijo.
Rafael Lombera —que es ejidatario en un tramo
selvático manejado entre más personas— afirma lo contrario. “La gente se está
desesperando y está talando la selva para sembrar palma”.
Es una lógica que recorre la región selvática
de Chiapas que se extiende a lo largo de la frontera con Guatemala, donde se
encuentran predios que suman hasta 4000 hectáreas que
surten a la fábrica de la empresa Aceites
Sustentables , según cálculos de los investigadores.
Y en territorio mexicano también hay
productores que acaparan hasta 1000 hectáreas o pequeños propietarios que
apenas comienzan —como don José en sus inicios— a acumular sus primeras
extensiones de tierra.
“Así se va cambiando de la selva a la palma”,
dijo don José Baldovinos, dueño de una de las casas más amplias del pueblo.
“El futuro es la
palma”, lamentó Rafael Lumbrera, con un juego de lotería en sus manos en el que
figuran las fotos de animales y vegetales tomadas por él mismo dentro de esa
espesura de selva que se levantaba frente a él del otro lado del Lacantún.
14 de junio, 2017
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/La_palma_africana_avanza_en_la_selva_de_Mexico
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