Resumen del reportaje de Le Monde sobre
"La guerra contra la ciencia de Monsanto"
26 de junio de 2017
"Hay casos notables en los que estas
mismas empresas actúan haciendo todo lo contrario de lo que harían si realmente
estuvieran en busca de "la verdad científica" - generalmente cuando
sus beneficios se ven amenazados. El caso del glifosato está dando últimamente
varios ejemplos de este tipo de comportamiento, en este caso por parte de su
empresa madre: Monsanto."
Las empresas
agroquímicas han construido su imagen pública erigiéndose como "defensoras
de la ciencia", o como poseedoras de un "consenso científico" que no
existe - esto ha
ocurrido en el contexto de la polémica en torno a los transgénicos, pero no
sólo (el libro "Merchants
of Doubt" analiza cómo se han utilizado estas tácticas en
distintos sectores de la industria). Algunos defienden a capa y espada que la
seguridad de los transgénicos está más que demostrada y decir lo contrario es
ser "anticientífico", cuando incluso el informe de la Academia
Nacional de
las Cienciasexponía que no se pueden hacer afirmaciones
absolutas sobre la seguridad de los transgénicos, y que aunque no había
detectado daños para la salud relacionados con el consumo de estos, esto puede
deberse a que hasta la fecha no se han realizado los estudios adecuados para
detectar algo así - cabe tener en cuenta que meses más tarde se descubrió que en el comité que redactaba este
informe había importantes conflictos
de interesesno revelados que violaban la propia regulación de
la Academia.
Sin embargo, hay casos
notables en los que estas mismas empresas actúan haciendo todo lo contrario de
lo que harían si realmente estuvieran en busca de "la verdad
científica" - generalmente cuando sus beneficios se ven amenazados. El caso del
glifosato está
dando últimamente varios ejemplos de este tipo de comportamiento, en este caso
por parte de su empresa madre: Monsanto (aunque, desde luego, no es ni será la
única). Un ejemplo sería la lucha por mantener ocultos ante la propia IARC - agencia
para la Investigación del Cáncer dependiente de la OMS - los estudios que
demostraban la supuesta inocuidad del glifosato.
Cuando finalmente se
permitió que científicos de la IARC reanalizaran los datos, estos
llegaron a conclusiones muy diferentes; los esfuerzos activos
por ocultar
información también
se están manifestando en los juicios, también en torno a la relación Roundup-cáncer ,
que están teniendo lugar en EEUU durante estos meses, y que han permitido
desclasificar los documentos conocidos como "papeles
Monsanto".
Toda esta batalla
surgió después de que, en marzo de 2015, la IARC clasificase el glifosato como
"probablemente carcinogénico para los seres humanos". Un reportaje de
investigación del periódico francés Le Monde ha profundizado en las
consecuencias que este anuncio ha tenido para los científicos de ese comité de
la IARC, que desde entonces han estado siendo acosados y difamados por la empresa. Aunque el
acceso al reportaje
completo de Le
Monde es de pago (y está en francés), GMWatch ha publicado un
resumen, cuya traducción reproducimos a continuación.
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Título: Monsanto, en guerra
contra la ciencia - el periodismo de investigación golpea fuerte
Origen: Le Monde vía GMWatch
Autor/a: Stepháne Foucart, Stéphane Horel
Enlace: Le Monde
Fecha: Lunes, 19 Junio, 2017
Origen: Le Monde vía GMWatch
Autor/a: Stepháne Foucart, Stéphane Horel
Enlace: Le Monde
Fecha: Lunes, 19 Junio, 2017
La semana pasada tuvo
lugar un importante debate sobre los riesgos para la salud del
glifosato en el Parlamento Europeo. Entre los eventos que provocaron el debate,
y las preguntas parlamentarias más en profundidad que seguramente le seguirán,
estaba la publicación en el diario francés Le Monde de un reportaje sobre la
"guerra
contra la ciencia" iniciada por Monsanto.
En el reportaje en dos
partes de Le Monde los periodistas Stéphane Foucart y Stéphane Horel detallaban
los distintos ataques que Monsanto ha dirigido contra la Agencia Internacional
para la Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial
de la Salud (OMS) - la institución que desató la controversia tras concluir que
el glifosato era probablemente carcinogénico.
La gravedad, escala y
duración de estos ataques, según el director de la IARC, no tiene precedentes.
Y no parece que vayan a terminarse próximamente. De hecho, en cuanto miembros
del Parlamento Europeo manifestaron su descontento con el proceso de
reaprobación del glifosato, la agencia de noticias Reuters publicaba un artículo que contenía acusaciones contra el
científico que había dirigido la revisión del glifosato en la IARC.
Pronto se supo, sin
embargo, que la periodista de Reuters Kate Kelland había recibido información engañosa
y cuidadosamente seleccionada, y que el "científico
independiente de Monsanto" a quien había entrevistado para el
artículo era, de hecho, un consultor contratado por la empresa.
En su devastadora crítica del artículo de Kelland, la antigua
periodista de Reuters Carey Gillam señalaba que la entrevista debería
considerarse "parte de una jugada cuidadosamente construida de Monsanto y
el sector de los pesticidas para desacreditar el trabajo de la IARC."
Y lo que queda claro
en la investigación de Le Monde es que estos engañosos ataques mediáticos son
simplemente un elemento dentro del asalto a varias bandas que Monsanto está
llevando a cabo.
A continuación nuestro
resumen de la primera
parte del
reportaje de Le Monde.
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El asalto de Monsanto a la IARC comenzaba ya en marzo de 2015, cuando la agencia publicaba un informe en el que clasificaba al glifosato - el componente principal del herbicida superventas de la empresa, Roundup - como genotóxico (dañino para el ADN), carcinogénico para los animales y "probablemente carcinogénico" para los humanos.
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El asalto de Monsanto a la IARC comenzaba ya en marzo de 2015, cuando la agencia publicaba un informe en el que clasificaba al glifosato - el componente principal del herbicida superventas de la empresa, Roundup - como genotóxico (dañino para el ADN), carcinogénico para los animales y "probablemente carcinogénico" para los humanos.
Malas noticias para
una empresa que ha construido su fortuna en base a las ventas de Roundup y las
semillas transgénicas Roundup Ready asociadas a él. Decididos a proteger su
producto estrella, el gigante de los pesticidas se propuso hacer daño como
fuera a la agencia de investigación del cáncer de las Naciones Unidas.
Aunque la agencia ya había recibido ataques en
otras ocasiones, nunca antes, según el director de la IARC Cristopher Wild ,
habían sufrido nada parecido a la brutal ofensiva que Monsanto ha llevado a
cabo contra ellos en esta ocasión.
Según Wild declaró ante Le Monde, "Esta
vez somos el blanco de una campaña orquestada de una escala y duración nunca
vistas."
"En los dos últimos años," dicen
Foucart y Horel, "la institución que dirige está en llamas: la
credibilidad e integridad de su trabajo están siendo cuestionadas, sus expertos
son denigrados y acosados por los abogados y sus ingresos se han visto
debilitados. La IARC ha estado a cargo, durante casi medio siglo y bajo el
auspicio de la OMS, de realizar un inventario de sustancias carcinogénicas.
Pero ahora esta venerable agencia está empezando a quebrarse debido al
asalto."
La campaña de Monsanto se puso en marcha con
un comunicado en el que denominaba al veredicto de la IARC "ciencia
basura", y el resultado de "escoger selectivamente" los datos,
basándose en un "sesgo impulsado por su agenda" que les había hecho
tomar una decisión después de tan sólo "unas horas de debate en una reunión
de una semana."
Esto no tenía ningún
sentido, y Monsanto lo sabía perfectamente. Su "reunión de una
semana" era sólo el culmen de un año de trabajo sobre este tema, llevado a
cabo por un grupo de expertos en la materia.
Monsanto había tenido
incluso a su propio "observador" presente en esa reunión final, para
poder asegurarle a la empresa que todo el proceso se había realizado
correctamente. De hecho les dijo que sus aportaciones a la reunión habían sido
recibidas de forma amistosa y con interés. Podemos saber esto ahora porque su
informe sobre la reunión fue revelado en los denominados "papeles de
Monsanto" - documentos internos de la compañía publicados a principios de 2017 a raíz de la demanda
interpuesta por un grupo de víctimas de cáncer en EEUU y el juicio
subsiguiente.
Pero para Monsanto la
difamación del proceso de la IARC era sólo el principio de la operación. Durante
los meses siguientes los miembros del comité de la IARC sobre el glifosato que
no vivían en EEUU recibieron cartas del bufete de abogados de Monsanto. En
estas se les pedía que entregasen todos los archivos relacionados con su
trabajo sobre el glifosato. El experto en patología Consolato Maria Sergi,
profesor de la Universidad de Alberta en Canadá, describió la carta que había recibido
no sólo como carente de la educación más básica, sino como deliberadamente
"intimidante y dañina". En su respuesta a los abogados de Monsanto
decía, "Considero su carta perniciosa, porque busca de forma maliciosa
instigar ansiedad y aprensión en un grupo independiente de expertos."
Los miembros del grupo
de la IARC que sí vivían en EEUU no corrieron mejor suerte. Los que trabajaban
para el Instituto Nacional de Salud (NIH), la Agencia de Protección Ambiental
de California (CalEPA), la Universidad Texas A & M y la Universidad Estatal
de Mississipi no sólo recibieron solicitudes bajo la Ley de Libertad de
Información (FOIA) dirigidas a sus instituciones - la FOIA pretende permitir a
la ciudadanía el acceso a documentos producidos por organismos y trabajadores
públicos - sino que fueron además citados por los abogados de Monsanto dentro
del procedimiento legal en curso en torno al glifosato.
Foucart y Horel
preguntan si el objetivo de estas maniobras intimidatorias era silenciar las
críticas. Señalan que algunos científicos de fama mundial, que normalmente se
muestran abiertos a las peticiones de los medios ,
no respondieron a las solicitudes de Le Monde, incluso cuando estas se
limitaban a charlas informales. Algunos sí accedieron pero con la condición de
hablar con los periodistas en una línea privada fuera del horario de oficina.
Ataques a la
financiación de la IARC
Otra línea del ataque
a la IARC ha venido por la vía de los aliados de Monsanto en el Congreso
estadounidense. Foucart y Horel cuentan cómo un miembro de la Cámara de los
Representantes que preside la Comisión de Control Estatal y Reformas, el
republicano Jason Chaffetz, escribía al director del NIH, Francis Collins, el
26 de septiembre de 2016. Chaffetz solicitó todos los detalles y la justificación
de la "sustancial financiación por parte de los contribuyentes" de la
IARC a través del NIH.
La intervención de
Chaffetz fue aclamada por el American Chemistry Council (ACC), una potente
organización de lobby de la
cual Monsanto forma parte.
Al mismo tiempo
Croplife International, otro gran grupo de lobby que trabaja a nivel global
para empresas agroquímicas como Monsanto, se dirigió a algunos de los
veinticinco Estados miembros del Consejo de Gobierno de la IARC para quejarse
de la calidad del trabajo de la agencia. Estos Estados
aportan cerca del 70% del presupuesto global de la IARC.
El misterioso Sr.
Watts
Pero no sólo los
abogados y lobbies de Monsanto entraron en acción. Según Le Monde:
"Durante el año 2016 aparecieron en la saga del glifosato algunos
personajes que parecían salidos de una novela de John Le Carré."
En junio apareció en
una conferencia de la IARC un tal "Señor Watts", que a veces se
presentaba como periodista, y que intentaba obtener información detallada sobre
el funcionamiento y financiación de la IARC. Unos meses más tarde este mismo personaje
reaparecía en la conferencia anual de otra respetable organización para la
investigación del cáncer, el Instituto Ramazzini, con base cerca de Bolonia
(Italia). El Ramazzini había anunciado recientemente que llevaría a cabo un
estudio de carcinogenicidad sobre el glifosato, así que Cristopher Watts
también quería saberlo todo sobre cómo funcionaba y se financiaba este
instituto.
Watts utilizaba una
dirección de correo electrónico que terminaba en "@economist.com,"
por lo que la gente daba por hecho que trabajaba para The Economist. Al
preguntársele más insistentemente Watts dijo que trabajaba para la Economist Intelligente
Unit (EIU), una consultora dependiente de The Economist.
Aunque más tarde la EIU afirmaba que Watts "estaba trabajando en una
historia para The Economist", cuando asistía a esas conferencias la
oficina editorial del periódico dijo a Le Monde que "no había nadie en su
plantilla con ese nombre."
Foucart y Horel sí que
consiguieron relacionarle con una empresa, una que él decía haber creado a
finales de 2014: Corporate Intelligence Advisory Company. El Sr. Watts, cuya
dirección personal está en Albania según los documentos administrativos, no
quiso responder a las preguntas de Le Monde.
Cristopher Watts no
era el único que de repente estaba interesado en los procedimientos y
financiación de la IARC.
Durante los meses siguientes una serie de individuos que se
presentaban como periodistas, investigadores independientes o asistentes de
bufetes de abogados se pusieron en contacto con científicos e investigadores
asociados con el trabajo de la IARC, buscando datos específicos del mismo tipo.
Robo de identidad
Según Le Monde una de
estas personas, Miguel Santos-Neves, que trabaja para Ergo, una empresa de
inteligencia económica con base en Nueva York, había sido detenido por el
sistema judicial estadounidense por robo de identidad. Según una noticia de
julio de 2016 en el New York Times, el Sr. Santos-Neves había investigado en nombre
de Uber a una persona que se encontraba en disputa con la empresa, e
interrogado a su entorno profesional utilizando una historia falsa. La empresa Ergo no ha
querido responder a las preguntas de Le Monde.
Hay otras dos
organizaciones de dudosa reputación que han puesto a la IARC y al Instituto
Ramazzini en el punto de mira: el Energy and Environmental Legal Institute (E
& E Legal), que afirma "hacer responsables a aquellos que buscan una
regulación gubernamental excesiva y destructiva basándose en políticas
dirigidas por su agenda política, por la ciencia basura y por la histeria"
y la Free
Market Environmental Law Clinic, que busca "aportar un
contrapeso al movimiento ecologista que promueve un régimen regulatorio
económicamente destructivo en Estados Unidos".
Según el artículo de
Le Monde estos dos equipos han iniciado no menos de 17 solicitudes de acceso a
la documentación del NIH y la Agencia de Protección Ambiental Estadounidense.
En lo que Le Monde denomina "tácticas de guerrilla legal, burocrática e
invasiva," han solicitado la correspondencia de los funcionarios
estadounidenses que contenga términos como "IARC" y
"glifosato". Han llegado a pedir los detalles más mínimos sobre
becas, premios y otras relaciones económicas y no económicas entre las agencias
estadounidenses, la IARC, ciertos científicos y el Instituto Ramazzini.
Ambas organizaciones
están dirigidas por la misma persona, David Schnare - un negacionista climático
conocido por acosar a científicos que estudian el clima. El infame Steve Milloy,
anteriormente comercial de Monsanto y lobbista en favor del tabaco, forma
también parte de la misma organización, según Le Monde.
Ataques mediáticos
También se han llevado
a cabo ataques mediáticos contra la IARC, pudiéndose destacar The Hill, una web
de noticias que Le Monde describe como una lectura obligatoria para cualquier
figura política de Washington. Los autores de estos artículos atacantes vienen
de "un escuadrón de propagandistas que mantienen desde hace mucho tiempo
vínculos con empresas agroquímicas o think tanks conservadores, como el
Heartland Institute o el George C. Marshall Institute, conocidos por su
importante papel en la promoción del negacionismo climático". Estos
vínculos han sido recopilados por la organización US Right
to Know (USRTK).
Estos autores no sólo
utilizan los mismos argumentos, sino que a veces utilizan exactamente las
mismas frases: critican la "ciencia de pacotilla" de la IARC; a la
agencia en sí, o dicen que la agencia en sí ha sido "ampliamente criticada"
por estar devorada por los conflictos de interés, sin decir de quién vienen
esas críticas.
Foucart y Horel señalan que Monsanto está también llevando a cabo una campaña en redes sociales, algo que descubrieron los abogados que participan en los juicios sobre glifosato y cáncer que están teniendo lugar en EEUU.
Foucart y Horel señalan que Monsanto está también llevando a cabo una campaña en redes sociales, algo que descubrieron los abogados que participan en los juicios sobre glifosato y cáncer que están teniendo lugar en EEUU.
"No dejar pasar
nada"
Los ejecutivos de
Monsanto han revelado un programa confidencial denominado "No dejar pasar
nada", que busca asegurarse de no dejar ninguna crítica a la empresa sin
respuesta. Según los documentos de los bufetes de abogados implicados, Monsanto
utiliza terceras empresas que "contratan individuos que parecen no tener
conexión con el sector, y que a su vez publican mensajes positivos en artículos
de noticias y posts de Facebook, en los que defienden a Monsanto, sus productos
químicos y a los transgénicos."
A finales de enero de
2017 el American Chemistry Council habría también un frente en redes sociales
cuyo objetivo directo era la
IARC. Su "Campaña para la precisión en la investigación sobre
salud pública" (CAPHR) utilizaba Twitter y una página web específica para
ridiculizar las conclusiones de la IARC.
Le Monde señala
también lo siniestro que resulta que Trump haya convertido al director del
lobby American Chemistry Council en vicedirector del Servicio de regulación de
productos químicos y pesticidas de la Agencia de protección ambiental (EPA)
estadounidense. La EPA supervisa la reevaluación del glifosato. Andrew Liveris,
director de Dow Chemical y miembro del American Chemistry Council, también
forma parte de la nueva administración de Trump.
Mientras tanto, en el
Congreso, el director republicano del Comité de Ciencia y Tecnología ha
solicitado que se investiguen los vínculos económicos entre el Instituto
Nacional de Ciencias de la
Salud Ambiental (NIEHS) y el Instituto Ramazzini, para
"asegurar que quienes reciben las becas se adhieren a los criterios más
estrictos de integridad científica."
Los propagandistas se
unen al ataque
Esta jugada se ha
ganado el apoyo de dos conocidos propagandistas, Julie Kelly - una bloguera
pro-transgénicos cuyo marido trabaja como lobbista para el gigante del
agronegocio ADM, y Jeff Stier, un "experto"
del Heartland Institute (organización relacionada con el negacionismo
climático). Su artículo en National Review atacaba personalmente al director
del NIEHS por promover una "agenda quimiófoba", y al anterior
asistente del director del instituto, el profesor Cristopher Portier, que
participó en el trabajo de la IARC como especialista invitado. Este científico
de alto nivel fue descrito en el artículo como un "conocido activista
antiglifosato", y ambos fueron descritos como "amigos del Ramazzini".
La infame Breitbart
News , de extrema derecha, también incluía la historia de
Kelly y Stier.
El artículo de Le
Monde termina diciendo que es poco probable que los ataques al Ramazzini y la
IARC terminen pronto. Esto se debe a que, después del glifosato, el Ramazzini
investigará otros pesticidas conocidos y productos químicos de alto valor
estratégico, por ejemplo el bisfenol A (BPA) o el aspartamo.
Es sabido que el NIEHS
es uno de los principales financiadores de la investigación sobre la toxicidad
del BPA a nivel mundial. En el caso del aspartamo, el estudio que lanzó la
primera llamada de atención sobre la posible carcinogenicidad de este
endulzante fue realizado hace varios años - por el Instituto Ramazzini.
La última parte del artículo de Le Monde se
refiere a Fiorella Belpoggi, directora del Departamento de Investigación del
Instituto Ramazzini y del Centro de Investigación del Cáncer Cesare Maltoni. En
su conversación con Foucart y Horel decía: "Antes de esto no me había dado
cuenta de lo importantes que somos.
Pero si te deshaces de la IARC, del NIEHS y
del Instituto Ramazzini te deshaces de tres símbolos de la ciencia
independiente de la industria."
Y esa, concluye Le Monde, es un tipo de
ciencia que se ha convertido en una amenaza para unos intereses económicos que
valen miles de millones de euros.
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