50 años, 50 mentiras
4
de junio de 2017
Supongamos que la ocupación en Palestina
está justificada. Digamos también que Israel no tiene elección. No le llamemos
siquiera ocupación. Digamos que ha sido reconocida por el Derecho Internacional
y que el mundo la ha aplaudido. Supongamos que los palestinos y palestinas
están agradecidos por su presencia. No obstante, todavía hay un pequeño
problema: toda ella está enteramente basada en mentiras.
Por Gideon Levy.
Desde el principio hasta el cada vez más lejano final,
todo es un paquete de mentiras. No hay una sola palabra de verdad asociada a
ella. Si no fuera por estas mentiras, su podredumbre habría implosionado hace mucho
tiempo. Si no fuera por estas mentiras, es dudoso que alguna vez hubiera
llegado a existir. Estas mentiras, algunas de las cuales enorgullecen a la
derecha (“por el bien de la Tierra de Israel está permitido mentir”), son
suficientes para que cualquier persona decente retroceda con repulsión. No se
necesita los otros horrores para convencerse.
Comenzó con la cuestión de cómo llamar a los territorios.
En Radio Israel se decidió usar el término “territorios temporalmente
retenidos”. Esa fue la
mentira N º 1, al implicar que la ocupación era temporal y que
Israel tenía la intención de evacuar esos territorios, los cuales eran sólo una
moneda de cambio en la búsqueda de la paz. Ésta es probablemente la mayor
mentira, y ciertamente la más decisiva. Es la que ha permitido la celebración
de su aniversario jubilar. La verdad es que Israel nunca pensó en acabar con la ocupación. Su
supuesta temporalidad sólo sirvió para que el mundo se echara a dormir en el
engaño.
La segunda gran mentira fue el argumento de que la
ocupación sirve a los intereses de seguridad de Israel, que es una medida de
autodefensa por parte de una nación indefensa rodeada de enemigos. La tercera
mentira fue el “proceso de paz”, que en realidad nunca tuvo lugar, y que en
todo caso sólo se proponía comprar más tiempo para la ocupación. Esa
mentira tuvo muchas patas. El mundo fue su cómplice, mintiéndose continuamente
a sí mismo. Hubo argumentos, presentaciones de mapas (todos ellos iguales), se
llevaron a cabo conferencias de paz con numerosas cumbres y rondas de
conversaciones, con enviados corriendo de aquí para allá, y básicamente
charlatanería vacía. Todo esto estaba basado en una mentira: la
suposición de que Israel siquiera contemplaba poner fin a la ocupación.
La cuarta mentira, obviamente, es la empresa de
colonización. Este proyecto nació y se crió en la mentira. Ni una sola
colonia fue establecida honestamente: empezando por la estadía de una noche en
el Park Hotel de Hebrón (1) y siguiendo por los “campos de trabajo”, los
“campamentos de protección”, las “excavaciones arqueológicas”, las “reservas
naturales”, las “áreas verdes”, las “zonas de tiro”, las “tierras de estudio”,
los puestos de avanzada y las expansiones: todas ellas fabricaciones ejecutadas
con un guiño y un ‘ajá’, culminando con la mayor mentira en ese contexto: la de
las “tierras estatales”; una mentira que sólo comparable con la de los
palestinos “ausentes presentes” en Israel (2).
Los colonos mintieron y los políticos mintieron; el
ejército y la
‘Administración Civil ’ (3) en los territorios mintieron:
todos mintieron, al mundo y a sí mismos. De la protección de la torre de una
antena creció una mega-colonia, y de un fin de semana en ese hotel creció lo
peor del lote. Los miembros del gabinete que ratificaron, los miembros del
Parlamento que asintieron con un gesto y un guiño, los oficiales que firmaron y
los periodistas que lo blanquearon: todos sabían la verdad. Los
estadounidenses que “condenaron” y los europeos que se “enfurecieron”, la Asamblea General
de la ONU que “convocó” y el Consejo de Seguridad que “decidió”: ninguno de
ellos tuvo jamás la intención de pasar de la palabra a la acción. El mundo también
se está mintiendo a sí mismo: es conveniente para todos que siga de esta
manera.
También es conveniente promulgar las eternas mentiras
cotidianas que encubren los crímenes cometidos por las Fuerzas de Defensa de
Israel [Ejército], la Policía de Fronteras, el Shin Bet [servicio de
inteligencia], el Servicio Penitenciario y la Administración Civil
-todo el aparato de la
ocupación. Es conveniente usar un lenguaje aséptico, el
lenguaje del ocupante tan caro a los medios
de comunicación, el mismo lenguaje que usa para describir sus excusas y
autojustificaciones. No hay en Israel blanqueo semejante al que describe la
ocupación, ni existe otra coalición tan amplia que lo expanda y apoye con tal
devoción. ‘La única democracia de Medio Oriente’ que impone una tiranía militar
brutal, y ‘el ejército más moral del mundo’ que mata a más de 500 niños y 250
mujeres en un verano: ¿puede alguien concebir una mentira más grande? ¿Puede
alguien pensar en un mayor autoengaño que la opinión predominante en Israel,
según la cual todo esto se nos impuso, no queríamos hacerlo, y los árabes
tienen la culpa? Y no hemos mencionado todavía la mentira de los dos estados y
la mentira del Israel que busca la paz, las mentiras sobre la Nakba de 1948 y
la “pureza” de nuestras armas en esa guerra, la mentira de que el mundo entero
está contra nosotros, y la mentira sobre que ambos bandos son culpables.
Desde las palabras de Golda Meir: “Nunca perdonaremos a
los árabes por obligar a nuestros hijos a matarlos” hasta “Una nación no puede
ser ocupante en su propia tierra“, las mentiras siguen sucediéndose. No han
parado hasta el día de hoy. Cincuenta años de ocupación, cincuenta sombras de
mendacidad. ¿Y ahora qué? ¿Otros cincuenta años?
Publicado en Haaretz el 1º de junio. Traducción: María
Landi.
NOTAS
[1] Se refiere al
comienzo de la ocupación ilegal de la ciudad palestina de Hebrón/Al-Jalil. En
1968, tras la ocupación de la ciudad por los militares israelíes, un grupo de
unos 30 judíos israelíes respondió a un anuncio del rabino fundamentalista
Moshe Levinger para celebrar la Pascua judía en el Park Hotel del centro de
Hebrón, haciéndose pasar por turistas. Cuando el grupo proclamó su intención de
establecerse en la ciudad indefinidamente, el Ministro de Defensa Moshe Dayan
ordenó su evacuación, pero más tarde acordó que se trasladaran a la base
militar cercana, que con el tiempo se convertiría en la colonia Kiryat Arba ,
una de las más grandes y violentas de Cisjordania. (N. de la T.).
[2] En la legislación
israelí se llama así a las personas palestinas que en 1948 fueron expulsadas o
huyeron, y sus tierras y propiedades fueron apropiadas por el naciente Estado,
bajo el pretexto de que estaban “ausentes”; pero aunque pudieron regresar, el
Estado no les devolvió sus propiedades, declarándoles “ausentes presentes”. (N.
de la T.).
[3] El nombre (otra
mentira) que reciben las autoridades israelíes que gobiernan los territorios
palestinos ocupados, y que en realidad son militares. (N. de la T.).
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