Deterioro del Estado de derecho
25 de enero de 2020
Por Antonio Lorca Siero(Rebelión)
Igual que ha sucedido con la democracia representativa, el capitalismo elevó la separación de poderes a la condición de dogma político y soporte del Estado de Derecho, con el exclusivo fin de controlar a la clase política. Solo cuando, debido a las circunstancias, el personalismo que siempre acecha al poder político se impone, como en el caso de los totalitarismo o las simples dictaduras, se revela su naturaleza mitológica. Entonces se observa claramente que, si bien hay separación de funciones, no así de poderes, porque el poder general depositado en elaparato diseñado para la gobernabilidad de las sociedades tiende a ser ejercido por un solo personaje, ya sea líder o grupo.
Sin llegar a radicalismos de tal naturaleza —de lo que se ocupa el empresariado global que no suceda, en su propio interés—, la actualidad política puede servir de referencia de esa tendencia a barrenar la separación de poderes, tratando de dejar intacto el Estado de Derecho para salvar la apariencia y buena parte de su legitimidad. En cuanto a la supuesta separación entre el ejecutivo y legislativo se observa que en la práctica ha pasado a ser una simple ocurrencia doctrinal, pero la cuestión ya es más compleja en lo que afecta al ámbito de lo judicial.
Aunque legalmente establecidos procedimientos sutiles para tratar de ganarse el ejecutivo la fidelidad de la judicatura, a los ejercientes del poder político surgidos de cualquier proceso electoral les es difícil, pese a la versatilidad de la ley, asegurarse totalmente el favor de
Suele ser la prudencia una característica de todos los gobiernos que aspiran a perdurar en el tiempo, pero cuando se ven afectados por el personalismo en el ejercicio del poder es posible que
Lo trascendente de tales situaciones de personalismo en el ejercicio del poder no es tanto la anécdota del personaje —que finalmente se diluirá en el olvido quedando en simple nota, a veces sin llegar a la categoría de histórica— como el daño causado a las instituciones y el revuelo que despierta entre los confiados ciudadanos de un Estado.
Institucionalmente se pone de manifiesto, cuando no el fracaso del Estado de Derecho, su deterioro sin paliativos. Todo eso de la división de poderes, más allá del debate doctrinal, descubre claramente su condición de mito y debilita a la propia política. El orden se resiente, y eso debiera preocupar a la fuerza dominante, aunque crea controlar la situación desde el mercado global y los organismos internacionales colaboradores, porque, pese a estar afectado por los intereses de las multinacionales y debilitada su soberanía por el nuevo orden mundial, el Estado-nación sigue siendo válido para guardar el orden local.
Las masas ciudadanas, aunque entretenidas con las cosas del mercado, dada la
trascendencia del tema, no dejan pasar la ocasión para reflexionar sobre algo
que preocupa. Le dan vueltas y no aciertan a entender que se hable
continuamente de igualdad ante la ley y de Estado de Derecho, como valores
políticos fundamentales, para que luego resulte que ciertas elites ocasionales
abiertamente se burlen de ambos y, lo que es peor, se coloquen por encima de la
justicia.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264837
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