Cómo impacta la deforestación
en el Chaco
28 de marzo de 2018
Pompeyo y la maldición de Lewuku
Por
Graciela Elizabeth Bergallo
Crónica inspirada en el Informe antropológico-social presentado en la Justicia por la
autora (socia de
Redaf), que luego fue publicado con el título: “Bosques, Culturas y Derechos.
El impacto sociocultural de la Deforestación en Chaco. Informe antropológico-
Social”. Resistencia, Contexto, 2017.
Llegar a
Misión Nueva Pompeya no es fácil, allí la justicia queda lejos y llega tarde.
Es posible intentarlo por la ruta Juana Azurduy , desde J. J. Castelli hacia el
noroeste chaqueño, ya chaco seco. Un trayecto casi recto, abierto con filo
perfecto y sin titubeos entre palosantales, algarrobales, vinales, cactus,
tunas, quimilís, cardos. A mitad de camino está Fuerte Esperanza, creado por
decreto en 1978, “con el fin de propiciar el desarrollo de una vasta zona
despoblada” (¿?). Lo que no lograron con los soldados lo lograron con las
topadoras, la soja detrás de los antiguos habitantes de la tierra, sean
indígenas o criollos. Algunos animalitos cruzan rápidamente la ruta, hasta un
oso hormiguero, un tatú mulita muy de vez en cuando.
Pero si se
desea acortar el camino, antes de llegar a Fuerte Esperanza se dobla hacia la derecha. En el km 82, la ruta Juana Azurduy
es atravesada por la ruta 82. Desde el año 2013 esta ruta se llama “Madres de
Plaza de Mayo” hacia el sur, hasta Pampa del Infierno, plena zona sojera. Hacia
el norte, plena zona de deforestación, se llama “Abuelas de Plaza de Mayo”. Si
es posible sortear kilómetros de pozos, colchones de tierra o barro,
empantanarse casi para siempre en días de tormenta, se arriba a lo que fue una
antigua Misión Franciscana radicada allí en 1901, a quinientos
kilómetros de Resistencia.
La Misión
fue promovida por el Gobierno Nacional para posibilitar la evangelización de
los indígenas. Hoy es una localidad con considerable población wichi y criolla
que está en la zona desde hace mucho, antes de aquél decreto de 1978, algunos
desde hace siglos.
Entonces
era invisible.
Todavía lo
es.
Pero poco
antes, justo en la intersección de las mencionadas rutas, frente al
Cartel que dice “Abuelas de Plaza de Mayo” al lado de una flecha que apunta
hacia arriba, se ubica el Kiosko “Juancito”. El kiosco Juancito es una especie
de panóptico de una calesita abierta de camiones transportando cadáveres de
algarrobos centenarios en ritmo continuo. Día y noche.
En Nueva
Pompeya las catástrofes ambientales no fueron producidas por causas naturales
como en Pompeya en el año 79 d.C.
El
escenario del kiosco Juancito se repite en todo el noroeste chaqueño. Es una
especie de circo romano de la destrucción, no importa si son reservas
naturales, territorios indígenas, si con ello se destruyen las memorias, las
posibilidades de sobrevivencia de cualquier especie que allí viva. Las
consecuencias no son sólo locales. El hambre de lucro es tan colosal como las
ganancias. Titubean algunos funcionarios, no importa de qué signo político.
De repente
hay una parte del mundo que comienza a ser invisible.
…
La tierra
en carne viva se evapora en remolinos o se abre en grietas como si fuera un
gran panal incendiado. También la piel de hombres o mujeres, wichi y criollos,
que deambulan como fantasmas envueltos en brumas de polvo. Algunos a caballo,
gauchos, pequeños ganaderos con sus monturas y vestimentas que permanecen
idénticas desde fines del siglo XIX, por tradiciones de elaboración familiar.
En el
centro del poblado está el edificio de la antigua misión que se eleva hacia un
alto y enorme campanario. Imagino su sonido. Todo empuja al silencio, incluidos
mis propios labios resecos.
La
evangelización tuvo un significado diferente para los primeros franciscanos, la hermana Guillermina ,
los hermanos maristas, la pastoral aborigen, para aquellos que se aventuraron
en estos territorios del far west chaqueño, y se preocupan por los derechos de
los otros, sean animados o inanimados, con una alegría desconcertante, también
razonable indignación.
También
llegaron otros, algunos funcionarios que se creen patrones por acumulación en
años de obsecuencia. Hasta algún político de izquierda que imagina descender en
helicóptero con el logo de un megaproyecto para impresionar, con algún fondo.
Otros con otras creencias, cosmovisiones, saberes acuñados en siglos de
colonización que al imponerlos matan, a su manera. Hay también rufianes de
variado color y tamaño que van tras el tesoro de esta tierra: el algarrobo.
Nueva
Pompeya, Comandancia Frías y Nueva Población se encuentran en territorio
tradicional wichi, departamento General Güemes, noroeste del Chaco. Las tres
asociaciones comunitarias wichi hace quince años iniciaron una acción de amparo
por deforestación ilegal.
Los wichi
-junto con los nivaclé, chulupi y chorotes- pertenecen a la familia lingüística
mataguaya. Como todos los pueblos chaquenses, han sido tradicionalmente
cazadores-recolectores. Pero el despojo territorial y la inserción en sistemas
productivos como los ingenios azucareros de Salta y Jujuy, entre otros,
alteraron significativamente la vida de los pueblos indígenas de la región,
redujeron sus lugares de caza y pesca, sus ciclos y rituales vitales.
En Nueva
Pompeya hay una población aproximada de seis mil wichi que vive en un
territorio de veinte mil hectáreas jurídicamente propio. La deforestación
ilegal ha llegado al corazón de su territorio; lugares lindantes con fuentes de
agua, ríos y lagunas donde no sólo existe mayor biodiversidad…allí están sus
espacios culturales e históricos de mayor significación.
“A veces los camiones vienen de
noche, no sé cómo, trabajan de noche, se iluminan con los reflectores y
bueno…se llevan la madera; y al día siguiente vuelven, es un robo. Nosotros
queremos que se suspenda porque si no el monte se va a terminar y nuestros
hijos también, no van a tener el monte…después si morimos van a decir: ‘no,
pero mirá los viejos, no’. La gente se va desplazando a medida que va
aumentando el corte de la madera…” (testimonio wichi).
…
El Gran
Chaco fue uno de los últimos espacios americanos en iniciar el proceso de
destrucción de lo diferente, no sólo en relación a lo étnico. En el binomio
malón-expedición fue encerrada la estrategia discursiva de la ocupación del
suelo por parte del estado terrateniente moderno. Luego de Amazonía, la región
chaqueña es la mayor área boscosa que queda en Abya Yala[1],
tiene el único bosque seco subtropical existente en el planeta y los pueblos
cosmológicamente ligados a esa biodiversidad son los únicos que conocen sus
secretos.
En los
ecosistemas chaqueños ocurren procesos ecológicos -trama misteriosa de la
vida- irreemplazables: regulan temperaturas, ciclos de lluvias,
reciclan los nutrientes del suelo, liberan oxígeno, previenen inundaciones y
otros efectos a escalas mayores. Existe una fauna y flora única que posee mucho
más valor en pié y viva, que extraída. Algunas de sus especies tienen prioridad
de conservación internacional (Redford et al. 1990, IUCN, www.redlist.org) o
nacional como el caso de monumentos nacionales o provinciales, o especies
citadas en libros científicos como el libro rojo de los mamíferos argentinos:
el chancho quimilero, el pecarí labiado o maján, el tatú carreta (Camino
2014).
…
El proceso
de colonización, las explotaciones forestal, azucarera, algodonera, ganadera y
sojera, la concentración de la tierra paralela a los zarpazos de la soja transgénica
y sus paquetes tecnológicos desde fines de los años noventa, su avance luego
hacia el oeste chaqueño, provocaron efectos sociales y bioculturales en
población indígena, campesina, pequeños y medianos productores.
Entre 1994
y 2007 el Chaco perdió el ochenta por ciento de sus tierras fiscales[2],
y se produjo el avance de la deforestación sobre el Impenetrable. Desde
el año 2007 la Ley 26.331 de Presupuestos Mínimos (Ley Bonasso) representó un
enorme avance para la protección de los bosques nativos en Argentina, al
entrelazar las dimensiones ambientales, sociales, culturales, económicas. Sin
embargo, los análisis realizados sobre los resultados de los ordenamientos
territoriales en el noroeste argentino mostraron, entre otras cuestiones, la
diversidad de criterios con los que fueron realizados además de la escasa o
nula participación de la población interesada, pueblos originarios, comunidades
criollas y campesinas.
La
incorporación de estos actores resultó insuficiente y disímil entre las
provincias a pesar del énfasis de la Ley en este punto, lo señaló la Red Agroforestal
(Informes 2010 y 2013) y el Informe 2015 de Auditoría General de la Nación. Este informe
también destacó la necesidad de trabajar en relación con el Instituto Nacional
de Asuntos Indígenas (INAI), a cargo del Relevamiento Territorial de
Comunidades Indígenas (Ley 26.160), dado que la cuestión de los bosques nativos
está vinculada estrechamente a los conflictos por la tenencia de la tierra. En suma, la
pérdida de bosques nativos en los últimos años se dio: por incumplimiento de la
ley, deforestación de áreas en riesgo, escasos recursos financieros, falta de
adhesión provincial y la contradicción no resuelta entre la ampliación de la
frontera agrícola según cierto modelo unilineal y extractivo de desarrollo y el
ordenamiento territorial de los bosques nativos con la participación real que
exige la Ley.
En junio
del año 2017 la organización ambientalista Greenpeace presentó un informe
en el que demuestra que durante los primeros seis meses del 2017 fueron
desmontadas unas 45 mil hectáreas de bosques en el noroeste argentino: Salta,
Santiago del Estero, Formosa y Chaco, de las cuales un 42 por ciento se produjo
en regiones protegidas por la Ley de Bosques. Un año antes esta organización
había presentado en el Congreso, junto a una diputada nacional, un
Proyecto de Ley de Régimen Penal de Protección al Bosque Nativo[3].
El proyecto establece una pena de 2
a 10 años de prisión a quien sin autorización ocasione
intencionalmente el desmonte, incendio, cambio de uso de suelo o la destrucción
de bosques nativos, “también penaliza (con cárcel de 2 a 6 años) a quien ayude a
cometer esos delitos a través de la provisión de maquinaria o conocimiento
técnico, académico o científico. Las penas se incrementan para el funcionario
que forme parte del delito o autorice desmontes violando las normas vigentes.
En estos casos se plantea la inhabilitación perpetua para desempeñarse en la
función pública”.
…
En Nueva
Pompeya, si alguien pregunta a cualquier familia, cuatro o cinco de sus
integrantes padecen Chagas. Un 69 por ciento de chagásicos registró el
Instituto de Medicina Regional en esa localidad (Lucero et al 2011), es una de
las zonas con mayor porcentaje de chagásicos reconocida oficialmente[4].
Los sistemas naturales controlan el avance de enfermedades y plagas en el Gran
Chaco, cuando aquéllos se desequilibran se produce el avance de enfermedades
como Chagas y Leishmaniasis. Hay estudios que demuestran la relación entre
enfermedades transmitidas por vectores y deforestación (Walsh et al 1993), la
urbanización del Chagas es un ejemplo. Especies como el puma y yaguareté
controlan la cantidad de otras especies que son portadoras de enfermedades, al
desaparecer estos predadores tope aumenta la cantidad de fauna que las carga.
…
Un hawaye,
chaman wichi que apenas habla castellano y que vive en un asentamiento no muy
lejano a Nueva Pompeya, en zona rural, camina por una antigua senda (totuinek).
Lo acompaño. Estas sendas conducen hacia lugares de agua, lagunas, esteros,
donde habitan las entidades que protegen el agua (chelaj), donde se encuentra
la miel y pueden mariscar el alimento, lograr algunos remedios del monte para la cura. Las mujeres
también caminan kilómetros para buscar la chagua, obtener las tinturas de los
frutos de algunos árboles para luego tejer las yicas, con delicadísimos diseños
que preservan la memoria de su pueblo, diseños que hablan. Algunas son vendidas
para comprar otras cosas. Piden permiso a los dueños o protectores del monte
(tahyi) y del río (tewukw), es decir, a los ayudantes de Lewuku, entidad
inmanente más importante en la cosmovisión wichi.
De repente
comienzo a tener cuidado, de mis propias pisadas, de elevar la voz, mientras un
ser invisible le susurra a una semilla “vive”, “vive”.
Tales seres
pueden provocar que alguien se pierda en el monte, como etek-sayntaj -también
dueño del monte, dicen- que puede seguir a la persona y golpearla con un
garrote si corta una rama de más. Se lo reconoce porque tiene siempre avispas
rondando su cabeza, es melero. Pero ojo, la maldición de Lewuku es terrible
cuando la transgresión a un tabú del monte o del agua es muy grave. Puede
afectar a la persona y a sus descendientes, a todo su entorno. Además de la
pérdida del alma todo tipo de dolencias aguardan a quienes se atreven a la
destrucción.
No habrá
hawaye que pueda salvarlos.
…
No
solamente la biodiversidad de un territorio es impactada por la alteración de
los bosques nativos, también lo son espacios y saberes, significaciones espirituales
y materiales de esos espacios, memorias que los impregnan, los sentidos, los
derechos que articulan una comunidad. También la gente se muere de
tristeza cuando se desestructura su universo psicobiocultural por el
vaciamiento de su territorio, el desplazamiento forzado, cuando voltean sus
árboles sagrados, sus alimentos, sus medicinas, sus medios de vida. La
aniquilación no es sólo física, se produce también con la ruptura de un orden
simbólico pleno de significados con el cual se nombra y ordena el mundo. El
ecocidio conlleva un genocidio silencioso y aparentemente invisible, salvo por
la voz de las poblaciones que dignamente se atreven a reclamar en todas las
instancias institucionales y legales para que alguien pare esto.
…
Los hawaye
son personas que han recibidos dones y cuidan a su comunidad; pueden ponerse en
contacto con las entidades que habitan el monte, el aire, el agua; pueden
curar, leer los sueños, anticipar el futuro, pueden recuperar las almas
perdidas y devolverlas a sus dueños.
“Los hawaye son gente que defiende el monte y ellos tienen contacto
con los espíritus que nosotros no vemos, en cambio ellos sí ven. Hawaye es como
un doctor que ayuda a su comunidad y, cuando hay una enfermedad, ellos curan.
Si, por ejemplo, en los montes hay pocas frutas ellos se preocupan. Se juntan
los curanderos para ver qué problema hay y después, cuando solucionan el
problema dentro de dos días, tres días, una semana, ya viene de todo: el monte
ya tiene miel, por ejemplo, los árboles la algarroba, nos dan muchas frutas y
encima los frutos son muy sanos. ¿Por qué?, porque gracias hay abuelos, hay
curanderos que defienden a su comunidad y también el monte, defiende su monte,
y todo eso es la parte de la espiritualidad, de la cosmovisión. Ellos
siempre me contaron” (testimonio wichi).
Qué
pensaría el hawaye mientras mirábamos las antiguas sendas destruidas por las
profundas huellas que dejan los camiones y acoplados en los que se llevan los
algarrobos centenarios. Caminos de los mapas de la memoria hacia los lugares
sagrados, sendas que transitan los niños que van a la escuela. Qué pensaría
de los cementerios improvisados, playones en los que se acumulan los troncos de
algarrobos para ser transportados. Con ellos se llevan no sólo el principal
alimento, la bebida de sus rituales.
Es uno de
sus árboles sagrados.
Qué
pensaría de las medicinas, de los alimentos y artes que se destruyen con el
arrastre de cadenas y troncos. Qué pensaría de los hermanos que traicionan a su
pueblo firmando algún papel arrimado por algún empresario o funcionario con la
promesa de alguna mejora, pero que termina significando el saqueo y la
destrucción del territorio propio. Saqueo que parece imposible controlar o
detener. Sobran amenazas. Qué pensaría del empresario o funcionario (¿lo dijo
un técnico, un abogado?) que le dijo que ya no se usa más el monte, que hay que
explotarlo, que es un recurso, que estamos en la era de la globalización.
Eso se lo
dijo a él, a un hawaye antes de avanzar con sus máquinas de muerte sobre la
memoria del agua de su tierra.
Nadie le
pidió permiso, tampoco a los intermediarios de Lewuku.
Que llueva
todo lo que tenga que llover hasta que se agote el agua del cielo, la memoria
está escrita en el agua.
Nadie les
pidió perdón.
Nadie pide
perdón.
Bibliografía citada:
Auditoría General de Nación (Nov/2015). Informe Gestión Ambiental.
Informe sectorial del Presidente de la AGN Dr. Leandro
Despouy.
Camino Micaela, Erica Cuyckens, Mariana Altrichter y Silvia Diana
Matteucci. 2014. Identificación de sitios prioritarios de conservación en una
porción del Chaco Semiárido, en base a modelos de hábitat de cinco especies de
mamíferos grandes. Reunión Argentina de Ecología, Cmodoro Rivadavia, Argentina.
Lucero et al (2011). La Enfermedad de Chagas en poblaciones
aborígenes del Noreste de Argentina. Enfermedades Emergentes 2009;11(3):22-29.
Instituto de Medicina Regional, Resistencia, Chaco.
REDAF (2010). Conflictos sobre tenencia de tierras y ambientales
en la región del chaco argentino. Observatorio de tierras, recursos naturales y
medio ambiente. 2° Informe. Datos relevados hasta agosto del 2010. Red
Agroforestal Chaco Argentina (REDAF), Reconquista, Santa Fe.
REDAF (2013). Conflictos sobre Tenencia de Tierra y Ambientales en
la Región del Chaco Argentino. 3º Informe. Observatorio de Tierras, Recursos
Naturales y Medioambiente. Red Agroforestal Chaco Argentina. Reconquista, Santa Fe .
Walsh, J.F., Molyneuxf D. H., and
M. H. Birley: “Deforestation: effects on vector-borne disease”. Liverpool School
of Tropical Medicine, Pembroke Place, Liverpool
L3 5QA , U.K.
Parasitology (1993), 106, S55-S75 Copyright © 1993 Cambridge University Press.
[1] Abya Yala es el nombre con que se conocía al continente que hoy se
denomina América, significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre
vital. Dicho nombre le fue dado por el pueblo Kuna en Panamá y en Colombia y la nación Guna Yala
del actual Panamá.
[3] http://www.greenpeace.org/argentina/es/noticias/Presentan-proyecto-de-ley-que-penaliza-los-desmontes-ilegales-e-incendios-intencionales/
Fuente: http://redaf.org.ar/como-impacta-la-deforestacion-en-el-chaco/
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