Quo vadis, orbis?
10 de enero de 2020
Por Eduardo Montes de Oca (Rebelión)
Sí, “¿adónde
vas, mundo?” es la interrogante que nos martilla las sienes. Como recordarán,
fue la que con el vocativo de “Señor” (“Quo vadis, Domine?”) sostiene la
leyenda que le hizo Pedro a Jesús, en la Vía Apia , cuando escapaba de la persecución
desatada por Nerón contra los cristian os.
A lo que el interlocutor dice que respondió: “Roman vado iterum crucifigi”
(“Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”). Pedro, avergonzado de su
actitud, retornó a la cabecera del Imperio, para continuar su ministerio, cuyo
desenlace… se sabe: resultó el martirio.
Por qué este repaso a Y como estos devienen más y más exiguos, en “el moderno sistema, basado exclusivamente en el lucro, en el que para desarrollarse hay que apropiarse de los recursos a como dé lugar, el colapso general se vuelve inevitable”, ya que “se explota ilimitadamente un planeta evidentemente limitado. Se debe comprender que es insostenible el desarrollo basado sólo en el crecimiento material, ya que éste consume los recursos de la naturaleza por encima de su capacidad de reposición. El sistema capitalista es autodestructivo debido a su accionar depredador, que niega las leyes de la lógica y el sentido común”.
Conforme a la fuente, la realidad de hoy parecería estar manejada por locos de atar; “si no cómo explicar que se despilfarren los recursos del planeta en fabricar armas, cuya finalidad es arrasar con todo lo viviente; en producir y comercializar drogas, que embrutecen al ser humano; en traficar con personas engatusadas, principalmente prostitutas, que denigra al que compra y al que vende; en sobre explotar los recursos naturales de la Tierra, especialmente los no renovables, en detrimento de las generaciones que han de heredar el actual manicomio. Esta irracionalidad, la del capitalismo, extermina la naturaleza sin importarle los intereses de la sociedad ni la preservación de la vida y la biodiversidad; es la dialéctica macabra que amenaza lo social y lo ecológico”.
Aquí hurguemos en un inapreciable hontanar cognoscitivo, que nos propicia apartar las brumas de
Por esta razón, muchos abogan por una economía que satisfaga lo básico “sin dilapidar los recursos no renovables”, en medio de una aumentada lista de países enzarzados en una pugna por el “progreso”. Pugna, entre otras causas –reiteremos-, porque “¿dónde van a obtener los recursos naturales que necesitan si éstos son cada día más escasos?”. De ahí el peligro de “[que] una nueva guerra, esta vez por recursos, sea real. En este sentido, Einstein se equivocó al predecir que la cuarta guerra mundial sería con palos y piedras. No se dará esa guerra, porque si se diera una hipotética Tercera Guerra Mundial, con la actual tecnología atómica, sería la última de todas las guerras, pues no quedaría nadie para contar quién la ganó”.
Para mayor inri del régimen, “además de agotar el petróleo, el gas natural, el agua dulce y la tierra cultivable, [su] uso intensivo de los recursos naturales contribuye al calentamiento global y da lugar a la contaminación del aire, la tierra y el agua en todo el planeta. Por eso, otro aspecto importante para analizar la crisis actual es la degradación del medio ambiente, pues el desastre climático […] supera todos los desequilibrios del pasado. En los últimos años, el deshielo de los glaciares y el incremento del nivel de los océanos y mares provocaron la aceleración del deterioro ambiental y es de esperar que, de traspasarse cierto límite, esas deformaciones lleguen a un punto sin retorno. El actual modelo de desarrollo se sustenta en la combustión de los recursos no renovables, lo que unido a la deforestación y la emisión de GEI (gases de efecto invernadero) producen el calentamiento global. El problema es que tal como van las cosas, todo se seguirá complicando a no ser que se tomen las medidas correctivas que eviten que los casquetes polares y los glaciares se sigan derritiendo y que la temperatura global de la Tierra se siga incrementando en dos décimas de grado centígrado por década, ya que en la medida que el planeta se caliente, menor será su capacidad de absorción de GEI”.
¿Cuál devendría la salida racional, en el leal saber y entender del socorrido comentador, y de una pléyade de investigadores, con los que coincidimos? Pues “la adopción de un modelo de desarrollo bajo en emisión de GEI, lo que implicaría la adopción de un sistema social [¿ecosocialismo?] en que la austeridad sea determinante en la forma de producción. Ojalá exista la solución planteada por Paul Krugman, premio Nobel de Economía: ‘En estos momentos necesitamos de algo que económicamente sea equivalente a la guerra; en fin de cuentas,
En cuanto a la automatización y el avance exponencial de la tecnología digital y la inteligencia artificial, para el colaborador de Rebelión der
De otra parte, cada día al proletario se le reclama un más profundo conocimiento teórico, y se han distanciado enormemente el capital y la mano de obra, elementos fundamentales en la elaboración de cualquier artículo. “Esto hace que se minimice el factor mano de obra y que cada vez sean menos necesarios los obreros en una fábrica. Donde antes trabajaban mil personas, hoy trabajan diez. ¿Qué hacer cuando el trabajador actual produzca mil veces más de lo que sus abuelos producían? Trabajar menos para que tenga más tiempo para el descanso académico, o sea, para prepararse para las tareas que […] le exigen. Esto significa la transformación profunda de la filosofía estatal de la moderna sociedad, lo que no se da. Esta es una de las razones por las que el movimiento de los chalecos amarillos tiene tanta fuerza”.
Con
tono lúgubre, el colega asegura que está ocurriendo la ruptura con el
pretérito, el inicio del caos, de un “nuevo orden muy difícil de entender para
los que tenemos un buen trabajo y una vida cómoda. El mundo se volverá estrecho
para el género humano y no habrá cabida para todos, especialmente para los que
lo hemos despedazado con nuestra vida fantoche; sus pedazos caerán sobre
nosotros cubriendo nuestras sepulturas. Lo que nos espera no es la anarquía,
que sería una bendición si aconteciera; es la cruel venganza de los que heredan
una naturaleza en ruinas. ¡Desastrosa! Y será peor que las pestes del medioevo;
se trata del colapso global”.
Así las cosas, “de qué nos
servirán la bomba atómica, los satélites de vigilancia, las flotas de guerra,
las bases militares y las armas más sofisticadas si no las vamos a poder usar,
pues nuestros enemigos están en todas partes, entre nosotros, en todo país y
latitud…”Entonces, se adentra en una cascada de interrogaciones y contestaciones prontas: ¿Cómo está la tierra que heredamos? Árida. ¿Cómo está el agua de los mares en que felices nadábamos de niños? Contaminada. ¿Cómo está el antiguo aroma de la brisa mañanera? Pestilente. ¿Dónde está el amor que debimos profesar por los animales? Transformado en odio. “¿Dónde están las sabias palabras de Jesús? En el tacho de basura. Tal como cantó el Predicador: Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Afortunadamente, al concluir, Bueno entona un canto de esperanza: “Es tiempo de reflexionar y actuar”. Es hora de retornar, como Pedro –para continuar con la aludida leyenda-, a la lucha descarnada, empecinada, embridando el posible temor, porque el futuro pertenece a quienes no cejan. Y de eso se precian, nos preciamos… los ecosocialistas, por ejemplo.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264379
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