Un nuevo modelo de Estado
22 de enero de 2020
Por Antonio Lorca Siero (Rebelión)
Si hasta ahora
en las sociedades modernas se venían guardando las formalidades políticas y las
empresas capitalistas quedaban sometidas, al menos formalmente, a la legalidad
del Estado-nación, hoy, dadas sus enormes dimensiones económicas, el asunto no
está tan claro. Surge la duda de si no sucederá al contrario y el Estado
resulta que deba cumplir las exigencias empresariales. El tema de fondo es que
el capitalismo global empieza a cuestionar el valor del Estado más allá de su
condición de carcelero de masas y
lo deja solo en ese papel como aparato aprovechable para guardar el orden
local, perdiendo así el protagonismo de antaño. Incluso en este punto previene
que la llamada soberanía le ha sido limitada, quedando en lo
que se le delega en precario por los dirigentes del orden mundial. Todo ello
va a suponer un cambio sustancial en el modelo de Estado para adecuar a los más
débiles directamente a los intereses del gran empresariado capitalista.
El
sentido de carcelero de masas habría que entenderlo como medida al
objeto de establecer un orden territorial limitado, regulado conforme a lo que
marcan las leyes, en el que es posible a los ciudadanos gozar de derechos y libertades, siempre
que no contravengan el poder establecido ni alteren la convivencia social. La individualidadcomo derecho
estaba garantizada por ley y sus límites se sitúan en la barrera del poder
oficial, así como en las demás individualidades portadoras de derechos; si se
superan la doctrina y las creencias, el resto ya es cosa de cada uno. Cabe la libertad legal confiada al plano jurídico; de manera
que, respetando la normas, ya es posible sentirse libre, e incluso fuera de
ellas, entre las fisuras no contempladas por la legalidad. Pero
con el auge de las grandes empresas tecnológicas vino esa otra libertad dirigida, que
miraba hacia los intereses del mercado, dispuesta para arrasar con todo lo
demás, incluso con las leyes convencionales, en cuya ordenación última ya no
intervienen solamente los intereses del Estado, también lo hacen los del
empresariado. Ante este panorama los consumidores están con las megaempresas
más que con su Estado, y ellas con los consumidores. Lo que supone el principio
del cambio definitivo.
Limitado
el papel estatal al de guardián del orden local en aquello que no afecte a la
buena marcha del mercado, en cuanto a que sus intereses se vean limitados, al
igual que sucede con los individuos entregados a la libertad dirigida, las
grandes empresas han introducido a su vez al carcelero de masas en la jaula capitalista.
Estrechado su poder por imposiciones foráneas, resultado de componendas capitalistas,
estas no dudan en auspiciar cualquier fenómeno colectivo que teóricamente
suponga ampliación de derechos y libertades individuales o demande
particularismo, aunque vaya en contra del interés general, siempre que redunde
en beneficio de los negocios. Con el mismo fin anima y colabora en derribar
fronteras y trocear Estados, si ello responde a una mejor perspectiva de
mercado.
La
estrategia del gran
empresariado global es clara,
se trata de debilitar todavía más a los Estados económicamente irrelevantes en
el sistema mundial, para que las grandes multinacionales impongan sin oposición
sus leyes de mercado con el fin de mejorar las ventas. En
buena parte, el Estado-nación tradicional ha perdido su anterior significado,
arrollado por los intereses de las megaempresas. El argumento es sencillo, se
trata de debilitar el Estado para ganar en poder y asegurar la libertad de
funcionamiento de esas empresas. Semejante política de actualidad pudiera
servir para entender que, en el plano de la globalidad, se permita la aparición
de nacionalismos
minimalistas o el renacer de viejos reinos casi anclados en la leyenda,
respondiendo con ello al sentido de territorialidad de sus gentes, manejadas en
su ingenuidad política por los patricios locales, que aspiran a una mayor cuota
de poder, y por las megaempresas, para vender más. Sin embargo el modelo
político con todo su esplendor de antaño no ha sido condenado a desaparecer,
porque hoy está representado por el Estado-hegemónico de zona. Esa fuerza
centrífuga auspiciada por el capital, que desmembra viejos Estados, ya sea de
derecho o de facto, se compensa con la fuerza centrípeta de los imperios capitalistas, como los
nuevos guardianes del orden político global.
Basta
echar un vistazo al plano social para observar que el dominio de las grandes
multinacionales es total a través de un mercado no sujeto a límites
territoriales que opera a nivel global y avanza imparable sin que esté
dispuesto a tolerar que cualquier Estado pueda poner trabas a su expansión.
Tampoco la garantía del orden político resulta ser imprescindible cuando quien
domina es el orden del mercado capitalista. Por lo que el Estado-nación se ve
todavía más afectado en su papel de instrumento de control de masas, lo que le
ha llevado a perder valor ante el capitalismo como aparato del orden. Al no
resultar políticamente tan imprescindible, ya no importa lo que se haga con él,
pese a que a corto plazo no sea previsible la desaparición el Estado-nación.
Aunque
se trocee un Estado, los riesgos desestabilizadores a nivel de masas hoy ya no
son relevantes, puesto que para eso está el mercado global que determina una
nueva forma de orden basada en el consumo, generalmente
consensuado por las masas. Políticamente se encuentra la dirección del imperio, como guardián superior
del orden general con vistas a asegurar un mercado común más amplio que el
local. Si, por otro lado, el poder consolidado de esas grandes multinacionales,
como exponente del nuevo capitalismo, está destinado a cumplir con eficacia la
función de crear capital, necesita eliminar cualquier obstáculo. Finalmente, si
resulta que el Estado-nación tradicional es poco significativo en el orden
general, no existirán graves inconvenientes políticos para que se divida,
surjan de él otros pequeños Estados o incluso desaparezca, si con este
procedimiento las megaempresas mundiales calculan obtener mayores cifras de
ventas aprovechando el cambio de modelo estatal.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264737
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