Europa.
A 75 años del genocidio gitano en las cámaras de gas de Auschwitz
4 de agosto de 2019
Una reciente investigación
del Departamento de Historia del Museo de Auschwitz ha concluido que entre
4.200 y 4.400 personas gitanas murieron en cámaras de gas en la operación de
liquidación del «Familienzingeunerlager» el campo de familias gitanas de
Auschwitz. Ayer se cumplieron 75 años de aquella masacre.
Por Silvia Agüero Fernández y Nicolás Jiménez González para Resumen Latinoamericano.
Mujeres ondean banderas romaníes
para conmemorar el 75 aniversario del Samudaripen en los terrenos de
Auschwitz-Birkenau. (Alik KEPLICZ/AFP)
(Este artículo fue publicado
originalmente en «Arainfo« por Silvia
Agüero Fernández y Nicolas Jiménez González, y lo reproducimos íntegramente .
Gracias a los autores y al medio)
Es imposible resumir en un solo
artículo un suceso tan inabarcable como el Samudaripen, el genocidio de la
población gitana durante el nazismo.
Samudaripen [samudaripén] y
Porrajmos [porraymós] son los dos términos que se utilizan habitualmente para
denominar el genocidio al que fue sometida la población gitana europea durante
el régimen nazi (1933-1945) y que se extendió por 20 países europeos. El
término más adecuado, no obstante, es Samudaripen.
La población romaní, junto con la
población judía, fueron los dos grupos étnicos objetos de genocidio durante el
nazismo tanto en Alemania como en los países europeos que formaron el Eje, sus
socios y los gobiernos colaboracionistas.
El genocidio gitano, el
Samudaripen, se inició mucho antes del comienzo de la Segunda Guerra
Mundial. Por supuesto, en Alemania, como en el resto de países de Europa
Central y Occidental el antigitanismo tiene una larga historia que se ha ido
plasmando en las leyes y en el imaginario colectivo. En España, en concreto,
son más de 230 leyes antigitanas las que lo han sustentado.
En la actualidad, según los más
recientes estudios de la
Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA, por sus
siglas en inglés) el racismo antigitano, el antigitanismo, es la forma de
racismo más prevalente en todos los Estados miembro de la Unión Europea y el
más aceptado socialmente.
Un genocidio con características
propias
Con el ascenso al poder del
Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y el nombramiento de Hitler como
canciller en 1933 el destino de la población gitana Sinti –así es como se
denominan a sí mismas estas personas– se encaminó directamente al
exterminio. Así, en 1935, con la promulgación de las leyes de ciudadanía del
Reich y para la protección de la sangre y el honor alemanes –las famosas leyes
de Nuremberg– se despojó a la población Sinti,
clasificada como una raza inferior, de la ciudadanía y del derecho al voto.
Esas
leyes pretendían la conservación de la pureza racial alemana y para ello
prohibían los matrimonios entre personas arias y no arias. Los criterios
dispuestos para establecer qué personas eran consideradas gitanas eran
exactamente dos veces más estrictos que aquellos que definían quienes eran
judías: si uno de los ocho bisabuelos de una persona era gitano, aunque a su
vez fuera mestizo, esa persona era considerada de ascendencia gitana mientras que
se definía como judía a una persona que tuviera, al menos, un abuelo judío. Y
todo se basaba en criterios meramente sanguíneos, genéticos, sin tener en
cuenta la religión ni la práctica cultural o étnica. Por eso, cuando alguien
habla de «pureza» en relación con las personas gitanas nos saltan todas las
alarmas, ya que ese tipo de razonamiento está en la base ideológica del racismo
más atroz.
Ya en
junio de 1938, unos 700 hombres gitanos fueron enviados a los campos de
concentración de Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen y Lichtenburg dentro de la
llamada Aktion
Arbeitsscheu Reich (Acción contra los vagos). En esos y otros
campos fueron sometidos a trabajos forzados.
El 8
de diciembre de 1938 se publicó el Decreto para combatir la plaga gitana (Bekämpfung der
Zigeunerplage): «La experiencia hasta ahora en la lucha contra la
plaga gitana y el conocimiento adquirido a través de la investigación de la
biología racial hacen aconsejable abordar la regulación de la cuestión gitana a
partir de la naturaleza de la
raza. Según la experiencia, los mestizos tienen mayor
participación en el mundo del crimen. Por otro lado, se ha demostrado que los
intentos de integrar a los gitanos han fracasado, especialmente entre los
gitanos de raza pura, debido a su fuerte impulso migratorio. Por lo tanto,
resulta necesario tratar a los gitanos de raza pura y a los mestizos por
separado en la solución final de la cuestión gitana». [La traducción es de
los autores].
A
partir de 1940, las personas romaníes de Alemania y Austria fueron deportadas a
la Polonia ocupada y alojadas en los guetos judíos que se iban vaciando. La
primera deportación tuvo lugar a mediados de mayo de 1940 y afectó a unas 2.500
personas.
El
asesinato sistemático de las personas gitanas comenzó en el verano de 1941. Durante
el asalto de las tropas nazis contra la URSS, miles de Rroma [pronúnciese
romá], gitanos y gitanas, fueron víctimas de ejecuciones en masa por parte de
los Einsatzgruppen (grupos
operativos) de las SS. Estos comandos de la muerte tenían como tarea principal
la matanza de personas judías y gitanas, además, de las y los comisarios
políticos.
Aunque
no hay cifras exactas, se calcula que unas 100.000 personas gitanas fueron
asesinadas por estos comandos de la muerte tanto en la URRS como en Polonia y
otros territorios ocupados de Europa del Este y los Balcanes, especialmente en
Ucrania, Bielorrusia y Yugoslavia. Tan solo en Polonia, se conocen unos 180
lugares donde hubo ejecuciones en masa de personas romaníes. La familia de la Tía Alfreda NonciaMarkowska
cayó víctima de una de estas matanzas en Biala Podlaska (Polonia). Alfreda fue
la única que sobrevivió. Tenía solo 15 años y durante el resto de la guerra
logró salvar de la muerte a una cincuentena de niños y niñas, judíos y gitanos.
Otro
componente de la política de extinción de la población gitana fue la
esterilización forzada, tanto dentro de los campos de concentración como en
hospitales externos, de manera que el 94% de las personas esterilizadas
forzosamente durante el periodo nazi fueron personas gitanas.
Miles
de Rroma, en su mayoría mujeres y niñas, tuvieron que sufrir esta operación, a
menudo sin anestesia. Muchas murieron durante la operación.
1.500.000
víctimas
«La
repetida cifra de 500.000 muertes gitanas durante el Porrajmos se ha convertido
en una convención», tal y como afirma el Tío Ian Hancock, profesor emérito de
la Universidad de Texas. No podemos, por tanto, aceptar esa cifra como un hecho
demostrado ya que la documentación no ha sido bien analizada ni existe una
política de promoción de la investigación en torno al Samudaripen. Según el
propio profesor Hancock, la cifra de víctimas probablemente asciende al doble o
al triple, es decir, estaríamos hablando de que, probablemente, 1.500.000
personas gitanas fueron asesinadas durante el Samudaripen.
Se
estima que alrededor de la mitad de la población romaní residente en los
territorios ocupados por el Tercer Reich murieron como resultado de la
persecución y el terror nazi. En algunas zonas, este porcentaje alcanzó el 80%.
Aún
no hay un listado de víctimas gitanas. Solo listas parciales y no en todos los
campos de concentración o exterminio. Tampoco hay una voluntad política de
promover la investigación que haga posible aflorar las verdaderas dimensiones
del Samudaripen.
El
intento de minorar la cifra de víctimas responde claramente a los objetivos del
antigitanismo y sirve para postergar a las y los Rroma actuales, incluidas las
víctimas, incluso de los actos oficiales de conmemoración del Holocausto. Así
mismo, el lugar destinado a la memoria gitana dentro de los museos del
Holocausto es mínimo.
Aunque
hace algunos años que el Consejo Estatal del Pueblo Gitano, auspiciado por el
Ministerio de Igualdad, celebra un acto en homenaje a las víctimas del
Samudaripen, España aún no ha reconocido oficialmente que la población romaní
fue víctima del genocidio llevado a cabo por los nazis. Las autoridades
responsables suelen escudarse en la neutralidad de España durante la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, hubo víctimas gitanas de origen español sobre todo en territorio
francés donde entre 1939 y 1946, cerca de 6.500 personas gitanas sufrieron
presidio en unos 30 campos de internamiento desde algunos de los cuales también
fueron enviados a Auschwitz.
La
maquinaria del exterminio
Aunque
Auschwitz fue el peor de los campos de exterminio hubo otros: Belzec, Chelmno,
Jasenovac, Sobibor, Treblinka, Sachsenhausen, Buchenwald, Flossenbürg…
Hubo
personas gitanas prisioneras en todos los campos de concentración, aunque
algunos de estos se crearon específicamente para albergar a las personas
gitanas: Marzahn (Berlín, Alemania), Lety (República Checa), Dubnica nad Vahom
(Eslovaquia), Lackenbach (Austria), Litzmannstadt (Polonia), Montreuil-Bellay,
Lannemezan o Saliers (Francia)…
En
términos numéricos, las personas gitanas fueron el tercer grupo más grande de
deportadas a Auschwitz, después de las judías y las polacas.
En
Auschwitz hubo personas gitanas prisioneras procedentes de 14 países. Los
primeros Rroma llegaron el 9 de julio de 1941: dos gitanos polacos capturados
por la policía criminal alemana junto otros 7 prisioneros polacos en la cercana
ciudad de Katowice. Según Maria Martyniak, al menos 370 personas gitanas fueron
prisioneras en Auschwitz antes de la construcción del Zigeunerlager.
Finalmente,
en diciembre de 1942, el Gobierno alemán decretó que la población gitana debía
ser encarcelada en campos de concentración y Auschwitz fue el campo elegido
como prioritario. Familias gitanas enteras fueron deportadas a Auschwitz
II–Birkenau. El primer transporte llegó el 26 de febrero de 1943, cuando
el Familienzigeunerlager todavía
estaba en construcción. Cuando se completó, comprendía 32 barracones, 26
residenciales y 6 de servicio (la oficina de asignación de trabajo forzado,
almacenes, guardería y hospital).
Los
barracones, construidos de madera –tablas endebles y mal ensambladas– con el
suelo de tierra, originalmente estaban diseñados para albergar 52 caballos cada
uno. En lugar de ventanas, tenían filas de tragaluces a lo largo de ambos lados
en la parte superior del tejado (que también era el techo) que estaba hecho de
una sola capa de tablas cubiertas con tela asfáltica. Una puerta doble conducía
al interior.
Cada
barracón se dividió en dieciocho puestos, los dos primeros de los cuales,
adyacentes a la puerta, fueron asignados al supervisor del bloque y a los
presos de confianza. Una chimenea central horizontal corría a lo largo de todo
el barracón, dividiéndolo por la mitad generando un eje a cuyos lados se
situaban las literas de madera de tres alturas.
Cada familia,
dependiendo del número de sus componentes, tenía asignada una o dos de estas
literas.
Cada
barracón tenía una capacidad de unas cuatrocientas personas, pero en muchas
ocasiones estaban abarrotados con más del doble.
El
frío penetraba aquellas paredes de madera sin aislamiento y la lluvia y la
nieve chorreaban a través de las grietas del tejado: «No había camas, solo
cajas de madera donde nos acomodábamos como las sardinas en lata. No había
colchones de paja ¡una manta era un lujo! En el centro había algo así como una
estufa que nunca estaba encendida y la humedad y el frío eran casi
insoportables», como lo describió el Tio Franz Rosenbach, que en paz descanse.
Las
condiciones higiénicas eran desastrosas: no había suficiente agua y las
alcantarillas no funcionaban correctamente. Solo había lavabos en dos
barracones, retretes en otros dos y un único barracón tenía duchas, donde las
personas prisioneras se desinfectaban y les cortaban el pelo.
Entre
el 26 de febrero de 1943 y el 21 de julio de 1944, un total de 23.000 personas
gitanas estuvieron prisioneras en el campo gitano de Auschwitz. 20.967 de ellas
murieron a consecuencia del cautiverio.
Esta
cifra no incluye a unas 1.700 personas Rroma capturadas en Białystok (Polonia),
que no fueron inscritas en los registros. Este grupo, ante las sospechas de ser
portadores del tifus, fue asesinado en las cámaras de gas.
Las
enfermedades mataron a la
mayoría. Las niñas y los niños padecieron especialmente. El
noma –estomatitis gangrenosa o cancrum oris, enfermedad infecciosa gangrenosa
de la boca que destruye los tejidos de la cara y cuyo desenlace suele ser
fatal–, que afecta especialmente a niñas y niños desnutridas, la escarlatina,
el sarampión y la
difteria. Las y los nacidos en el campo no sobrevivían más de
unas pocas semanas.
Tristemente,
muchas niñas y niños se convirtieron en objeto de los criminales experimentos
del abominable Josef Mengele.
El SS Reichführer,
Heinrich Luitpold Himmler, en su condición de máximo responsable del sistema de
gestión de los campos de concentración, visitó Auschwitz en julio de 1942.
Según cuenta el demonio Rudolf Hoes, comandante del campo, en sus memorias,
juntos visitaron el campo gitano y tras una minuciosa inspección le ordenó que
apartara a quienes eran válidos para seguir siendo explotados en el trabajo
forzoso y destruyera aquella sección especial.
Así,
el 15 de mayo de 1944, el SS Unterscharführer (comandante del Zigeunerlager)
Georg Bonigut dio la orden de que las personas internas permanecieran en sus
barracones. Al día siguiente, entre 50 y 60 hombres de las SS los rodearon.
Intentaron sacar a las prisioneras y prisioneros de los barracones, pero no lo
consiguieron. Habían sido advertidos por la resistencia interna y se
atrincheraron procurándose herramientas y palos que les sirvieran para hacer
frente a aquellos malditos y vender cara sus vidas. Aquella insurrección es
recordada como el Día de la Resistencia Romaní que año a año –sobre todo
entre organizaciones juveniles– se va imponiendo en el calendario de
reivindicaciones de la memoria gitana en toda Europa.
Posteriormente,
casi 2.000 personas gitanas fueron trasladadas al campo de concentración de
Buchenwald, otras 82 fueron enviadas al campo de concentración de Flossenburg y
144 mujeres gitanas al campo de concentración de Ravensbrück.
44
hombres gitanos de los que habían sido enviados a Buchenwald fueron sometidos a
experimentación médica: los demonios nazis querían saber cuánto tiempo podía un
hombre sobrevivir tomando solo agua de mar.
La
liquidación del Zigeunerlager tuvo lugar la noche del 2 al 3 de
agosto de 1944, siguiendo el mandato del SS Reichsführer Heinrich
Himmler. La tarde del 2 de agosto se impuso la prohibición de salir de los
barracones. A pesar de la resistencia de nuestra gente, entre 4.200 y 4.400
personas gitanas de todas las edades fueron cargadas en camiones, llevados a la
cámara de gas de los crematorios II y V y exterminados, tal y como ha
demostrado el reciente estudio del equipo de historia del Centro de
Investigación del Museo de Auschwitz.
Cuando
el 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas liberaron el campo de exterminio
de Auschwitz no quedaba, entre las 7.000 supervivientes, ninguna persona
gitana.
Las
personas gitanas supervivientes, al término de la guerra, tuvieron que
enfrentarse a los mismos prejuicios antigitanos. Hasta los años 70 no pudo
organizarse un movimiento gitano europeo que recabase la atención de la opinión
pública. La mayor parte de las personas supervivientes han fallecido sin haber
recibido nunca justicia.
Desde
1994, las organizaciones gitanas, sobre todo de Polonia, conmemoran el 2 de
agosto como el Día en Memoria del Samudaripen. Esta reivindicación ha sido
finalmente asumida por el Parlamento Europeo, que en abril de 2015 aprobó una
Resolución declarando el 2 de Agosto como Día Europeo en Memoria de las
Víctimas del Samudaripen.
A
pesar de este aparente cambio, el antigitanismo sigue golpeando duramente y la
situación se parece cada vez más a aquella en que se dio el Samudaripen: en
Italia, el ministro del Interior y vice primer ministro, Matteo Salvini, ha
ordenado la elaboración de un registro de todas las personas gitanas habitantes
de los llamados campos nómadas; se suceden los ataques terroristas antigitanos
en Ucrania; en Hungría, ha nacido una milicia popular para combatir el «crimen
gitano»; en España, cada día sufrimos el racismo; en Grecia, un alcalde quiere
construir un muro para aislar un barrio gitano; en Francia, un rumor difundido
en redes sociales hizo que varios grupos de racistas salieran a la caza de
gitanos; incluso han vandalizado, hasta en dos ocasiones, el monumento en
memoria de las víctimas del Samudaripen de Berlín… Y todo esto ha ocurrido en
el último mes.
No
podemos quedarnos mirando. Como ciudadanas tenemos la oportunidad de exigir a
nuestros gobiernos que incluyan la lucha contra el antigitanismo entre sus
prioridades a la vez que tomamos conciencia de la gravedad que conlleva consentir
que el antigitanismo siga siendo el racismo más socialmente permitido.
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Fuente: https://www.anred.org/?p=119771
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