Entrevista a Raúl Zibechi. América Latina – Saldo negativo. Los
gobiernos “progresistas” han resultado una regresión política
14
de enero de 2019
Los gobiernos progresistas en
América Latina “han resultado en una regresión y para los pueblos indígenas han
significado una doble o triple regresión, porque se les ha folklorizado. Hoy
hay hombres de sombrero y mujeres de pollera en el parlamento, pero
folklorizados, no representando políticamente a sus pueblos. Es una política de
despojo que los fuerza a desplazarse. Y en esto no hay ninguna diferencia entre
los gobiernos progresistas y los gobiernos de derecha y conservadores, como el
de Perú o el de Colombia. La actitud anti-indígena es una constante en ambos
casos”, advierte Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escritor y acompañante
desde hace más de 30 años de diversos movimientos sociales del continente.
Por Correspondencia de Prensa
“El saldo de los gobiernos progresistas en América Latina es
negativo”, sentencia Zibechi en entrevista con Desinformémonos, luego de
participar en una serie de encuentros con movimientos sociales e indígenas de
Chiapas y Oaxaca, durante una breve gira por México en la que presentó su más
reciente libro: Los desbordes desde abajo (Ediciones Bajo Tierra, 2018).
De la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de
México, Zibechi señala que no representa ningún cambio para la región. Y sus consultas,
opina, “son mecanismos de desarticulación de la protesta”. Habrá resistencia,
dice, “pues las luchas no van a desaparecer porque haya un gobierno que
sonría”.
La desarticulación de los movimientos sociales, la inclusión de
cuadros de abajo en el nuevo gobierno, la imposición de proyectos
extractivistas, el aislamiento de los críticos, la polarización de la prensa,
el rol de Estados Unidos, entre otros, son los temas de esta entrevista.
– ¿Cuál es el saldo de los gobiernos progresistas en
América Latina?
– El saldo de los gobiernos progresistas en América Latina es
negativo. El saldo es Bolsonaro, el saldo es Macri, es una Venezuela destruida.
El saldo es Daniel Ortega, genocida, violador. Como dijo Chico de Oliveira en
Brasil, fundador del Partido del Trabajo de los Trabajadores, “el lulismo fue
una regresión política”.
Y cuando decimos esto no hablamos de esos millones que salieron
de la pobreza pero que ahora volvieron, no hablamos de algunas cuestiones
interesantes que se hicieron interesantes, como las cuotas para las personas
negras en las universidades brasileñas. Hablamos de que destruyeron la potencia
emancipatoria de los pueblos porque dispersaron a los movimientos sociales, se
llevaron a los dirigentes a los ministerios, se corrompieron.
No hay país con gobierno progresista en el que no haya habido
casos de corrupción. El que fue vicepresidente de mi país, Uruguay, que tiene
un apellido noble, Raúl Sendic, debió renunciar a la vicepresidencia por un
caso de corrupción. En Argentina tiraban bolsos llenos de dinero adentro de un
convento para eludir el tema de la apropiación indebida que hubo.
El saldo es negativo, pero eso no quiere decir que no comprenda
a la gente que los votó, que los apoyó y que los sigue apoyando, porque frente
a eso está una derecha espantosa. Pero en resumidas cuentas el saldo es
negativo.
– En concreto, ¿cuál es el saldo en el ámbito
económico?
– En lo económico no hubo reforma agraria, pero no hubo una
reforma del sistema impositivo. No hubo reformas estructurales. Hubo una mayor
renta a los sectores populares, pero esa renta fue bancarizada, financierizada,
y entonces consiguieron, a través de las políticas sociales, que la gente
tuviera un poco más de dinero, pero tiene además un cartoncito como el de las
tarjeta de crédito o débito, que necesitan para poder sacar el dinero de las
políticas sociales del banco y con eso van a los las malls o de shopping a
comprar televisiones de plasma, motos, coches. Es una integración a través del
consumo.
Durante el periodo de Lula en Brasil, el sector que más lucró y
que tuvo las mayores ganancias de su historia fue la banca. Entonces
fue una integración de los sectores populares, pero a través del consumo, y eso
despolitiza, y además enriquece a la intermediación bancaria.
– ¿Y los megaproyectos en territorios indígenas?
– El extractivismo, la soja, la expansión del agronegocio, la
minería, generaron un desplazamiento o acorralamiento de los pueblos indígenas.
Hay un caso en Brasil que es demencial y se llama Belo Monte, que es la
represa, la tercera más grande del mundo, que desvía 100 kilómetros del
río Xingú, y en esa cuenca que se vacía se van a morir de hambre o van a tener
que emigrar los pescadores, los habitantes de las riberas, todas las personas
que vivían del río y que son pueblos originarios. Pero además, la demarcación
de las tierras indígenas no se respetó.
Por otro lado tenemos el ejemplo paradigmático que es Bolivia.
En Bolivia el movimiento popular tenía cinco organizaciones que hicieron el
pacto de unidad, y después de la marcha en defensa del Territorio Indígena y
Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) en 2011, el gobierno empezó a dividir a
las organizaciones.
Hay dos organizaciones, y esto fuera de Bolivia se sabe poco: el
Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq) y la Confederación
de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), dos organizaciones históricas de los
pueblos indígenas, a las que Evo Morales y Álvaro García dieron sendos golpes
de Estado. Mandaron a la policía, echaron a los dirigentes legítimos y atrás
llegaron, protegidos por la policía, los dirigentes afines al gobierno, al
Estado. Esto es un auténtico golpe de Estado y sucedió en Bolivia.
Cuando decimos que el progresismo ha resultado en una regresión,
para los pueblos indígenas ha significado una doble o triple regresión, porque
se les ha folklorizado. Hoy hay hombres de sombrero y mujeres de pollera en el
parlamento, pero folklorizados, no representando políticamente a sus pueblos.
Es una política de despojo que los fuerza a desplazarse. Y en esto no hay
ninguna diferencia entre los gobiernos progresistas y los gobiernos de derecha
conservadores, como el de Perú o el de Colombia. La actitud anti-indígena es
una constante en ambos casos.
– Vamos al terreno de las libertades. ¿Qué pasó en
estos gobiernos con la libertad de expresión y con la libertad de
manifestación? ¿Se llevaron a cabo “linchamientos” a quienes, desde la
izquierda, se opusieron o cuestionaron lo que estaban haciendo?
– Durante los primeros años hubo una ampliación de libertades,
de manifestación, de crítica, pero a partir de la crisis de 2008 hubo un
repliegue de estos gobiernos. Una vez más Brasil es un caso paradigmático
porque en junio de 2013, 20 millones de jóvenes salieron a las calles en 353
ciudades durante un mes, inicialmente contra el aumento del transporte, que es
muy caro en Brasil (cada desplazamiento de autobús o metro vale entre 20 y 25
pesos mexicanos), pero terminó siendo una revuelta contra la desigualdad. São Paulo
es la ciudad que tiene más helipuertos y helicópteros del mundo porque la
burguesía no se digna a ir en coche por la superficie.
Esa revuelta contra la desigualdad tocó los límites del
progresismo, que se limitó a repartir un poquito mejor la renta salarial, pero
no la renta total y no tocó las desigualdades. Cuando surgió ese movimiento
hubo un repliegue del gobierno de Dilma Rousseff, del PT y de la izquierda en
su conjunto, y mandaron a la
policía. Por supuesto que lo que habría tenido que haber
hecho un gobierno de izquierda era ponerse del lado de la gente, pero al mandar
a la policía generaron un vacío político y una desmoralización tan fuerte que
de eso se vino aprovechando la derecha hasta el día de hoy. El 2013 fue un parteaguas
en Brasil y en toda la
región. Son los movimientos, la irrupción de la gente cansada
de que le tomen el pelo, de que se burlen de ella, una de las dos o tres causas
principales de la crisis de los progresismos en América Latina.
– ¿Y los medios de comunicación? ¿Qué papel jugaron y
juegan?
– Sobre los medios de comunicación hay varias dinámicas. Hay
países donde los Estados han ido avanzando sobre los medios de comunicación,
como Venezuela, clausurándolos, domesticándolos o comprándolos. El grueso de
los medios de comunicación de Venezuela son estatales o pro-estatales. El otro
extremo podría ser Argentina, donde hay alrededor de 200 medios de comunicación
culturales, autogestionados, digitales y en papel, como Desinformémonos en
México. Esos 200 medios tienen entre cinco y siete millones de lectores
mensuales, en un país de 40 millones de habitantes. Se trata de medios
minoritarios, pero ya no son marginales. Más aún, cuando hay un conflicto, como
cuando una fábrica de Monsanto se iba a instalar en las Malvinas Argentinas, y
desde Uruguay, si se quería saber lo que pasaba, entrabas a la prensa de la
derecha, La Nación, Clarín, y no aparecía nada. Entrabas a la prensa de la
izquierda, como Página 12, y tampoco aparecía nada. Tenías que informarte en estos
medios comunitarios o alternativos.
Estos medios ya no son una minoría marginada, sino que tienen
una masa crítica, y cumplen el rol de que informan a los nuestros de lo que
otros no informan.
– Hemos visto que se ha dado una polarización de los
medios durante estos medios. Los que están con el gobierno, en este caso
progresista, y los que tiene la ultraderecha…
Sí, claro. En Brasil está pasando algo increíble, Bolsonaro hace
campaña contra la Red Globo ,
que es la hegemónica, y contra Folha de São Paulo, que es el periódico de las
élites, y se apoya en las redes sociales y en los medios de comunicación
evangélicos, que son de ultraderecha. Hay una reconfiguración de los medios muy
interesante, que hay que seguirla, porque incluso Bolsonaro amenazó con clausura
Folha de São Paulo, que es un escándalo, es como clausurar un diario de derecha
de México. Es la misma actitud que tiene Donald Trump con los medios. Pero
están emergiendo otros medios, como es el caso de los evangélicos, son una
fuerza política y social que merece ser estudiada a fondo, y están compitiendo
ya con la Red Globo
en Brasil. Por otro lado, en la mayoría de los países existen medios como los
nuestros, alternativos, pero no en todos tienen fuerza.
– Hay otros medios, que no son alternativos ni
marginales, sino grandes medios de izquierda, o críticos al poder, bien
colocados en sus países, como Brecha en Uruguay, o Página 12 en Argentina. ¿Qué
papel juegan con los gobiernos progresistas?
– Debo decir que Brecha fue crítico antes de la llegada de los
gobiernos y durante los gobiernos progresistas. Siempre hemos sido un periódico
crítico. Página 12, en cambio, se hizo kirchnerista y dependió hasta hoy de
recursos bajados por el Estado. Todo lo malo tiene una parte buena, y acá en
México lo van a vivir. La parte mala es que los progresistas nos destruyen o
nos crean muchos problemas. La parte buena es que el escenario se clarifica, ya
no quedan lugares para las medias tintas, estás o no con el Estado. Cuando
estás con el Estado la excusa es q ue ahora lo gobierna la izquierda, pero
estás con el Estado, eso es lo principal. Y los que se mantienen en su trabajo
de autonomía, de trabajo por fuera de las instituciones.
Página 12 claudicó, en los 90 fue un diario bien importante no
sólo en Argentina, tenía una estética particular y un impacto con tapas de
página muy potentes. Por otro lado, hay otros medios que se han mantenido
fieles a su trayectoria. Yo no quiero exagerar, pero diría que Brecha, en
Suadamérica, es de los pocos que ha atravesado el progresismo con muchas
dificultades económicas. No vivimos de Brecha, estamos mal económicamente, pero
mantuvimos la dignidad y una posición independiente, aunque hay matices. Hay
algunos periodistas dentro más afines al gobierno, pero siempre críticos.
– ¿Y cuáles son los costos de mantenerse críticos,
desde la izquierda, a los gobiernos progresistas?
– Los costos de mantener la postura crítica son el aislamiento,
no te llaman para hacerte entrevistas, te ignoran. Hay deterioro económico
personal, tenemos que buscarnos trabajitos para sobrevivir, y eso es un costo
importante, pero hay que fijarnos muy bien, hay una trampa del progresismo que
hemos logramos sortear, pues así cómo como la profesión periodística, en el
caso de Brecha, hoy tiene un salario muy bajo, pero ha habido una renovación
generacional y de género. Y hoy la mayoría de la planta son personas jóvenes y
mujeres. Los que quieren ganar más se han ido con el gobierno o a crear
periódicos afines al progresismo, y los que nos quedamos, bueno, pues ganamos
poco, pero ahí estamos.
– ¿Lo que nos estás diciendo es que nos va a ir muy
mal a los que mantengamos una postura crítica, en el caso de México, a Andrés
Manuel López Obrador?
– Yo no diría “irnos muy mal”. El aislamiento es duro, pero te
hace más fuerte. Y además no aspiramos a hacernos ricos. Por ejemplo en Brecha,
de 35 trabajadores, habrá cinco o seis con carro, los demás vamos en transporte
público, y eso me parece que es muy importante porque marca algo que en este
momento es una siembra, no se ve, pero están ahí las semillas y en algún
momento van a florecer.
Pero lo que está sucediendo en México hay que leerlo de otro
modo por dos razones. El ciclo progresista en América Latina inició por el 2000
y terminó por el 2014, y es un ciclo que fue posible gracias a los altos
precios de las commodities, del petróleo, de la soja, del mineral de hierro,
porque a las burguesías en esa época de bonanza económica no les importó mucho
que les subieran un poco los impuestos, y porque los sectores populares estuvieron
tranquilos. Pero hoy en día vivimos la post crisis del 2018. Las clases
dominantes del mundo se han hecho más bestiales, más brutales. El uno por
ciento tiene una riqueza como nunca soñó tener en la historia y se han hecho
mucho más intransigentes, más ultras, y están en contra de los pueblos.
El gobierno de López Obrador llega en el momento en el cual las
clases dominantes no están dispuestas a ceder en nada. Hay una situación que
llevará muy rápidamente al gobierno a alinearse con los intereses empresariales.
Estos pocos días que llevo en México he visto algo sorprendente. Prendo la
televisión y en el parlamento unos diputados del PAN ponen una manta que dice
“#NoALaDictaduraObradorista”. Son terribles, pero desde el primer día ya están
oponiéndose, no le dan ninguna chance. Parece que eso va a marcar: Te doblegas
completamente o vas a tener una oposición implacable como tuvo Dilma en sus
últimos años en Brasil.
– ¿Qué representa la llegada de López Obrador para el
Continente Americano?
Me gustaría decir que representa algo para la región, pero yo
creo que no representa nada, porque desde el punto de vista de la integración
regional latinoamericana, no aporta nada, y desde el punto de vista de un giro
a la izquierda en la región, ya no es posible, y tampoco aporta nada y porque
la política exterior, por lo que yo entiendo, va a ser de alineamiento total
con el nuevo NAFTA y con las políticas de Donald Trump. Entonces yo no espero
nada.
Si hubiera sido diez o quince años atrás, capaz que se podría
esperar algo en un clima distinto, pero hoy en día, cuando hay una guerra
comercial con China y con Estados Unidos, cuando hay un encrespamiento de las
relaciones internacionales y una intransigencia muy fuerte, como hace una
semana que se pelearon Trump y Macron y hubo un destrato mutuo muy fuerte… pues
no hay margen para ninguna otra política.
– Háblanos de los movimientos sociales dentro de los
gobiernos progresistas…
– Los gobiernos progresistas han sido maestros en el arte de
desactivar a los movimientos sociales y a la protesta social. Han cegado las
bases sociales de sus movimientos con políticas sociales, pequeñas cosméticas
que entusiasmaron a mucha gente que nunca había recibido nada. También
cooptaron a los dirigentes de los movimientos.
El personal político de los gobiernos progresistas viene de
abajo, los cuadros tecnocráticos que están al frente nacieron y conocen la
cultura organizativa de los movimientos sociales, entonces, cuando están arriba
saben muy bien qué teclas tocar para debilitar, y eso es muy peligroso.
Hay dos cosas que ponen en peligro a los movimientos sociales.
Primero, el Estado se reviste de legitimidad con el progresismo, y un Estado
con legitimidad, un Estado fuerte, es peligroso. Después, los saberes de abajo
que han llegado allá arriba están destinados a debilitarnos. Y estas dos
cuestiones juntas pueden ser enormemente depredadores para los movimientos
populares. Un ejemplo es Bolivia con Evo Morales y Álvaro García, que se
disfrazaron diciendo que era el gobierno de los movimientos sociales e hicieron
los golpes de Estado a los mismos.
En Argentina está el caso piquetero. El movimiento piquetero fue
completamente neutralizado, dispersado, destruido, por las políticas sociales.
Hay un manual en un libro del Ministerio de Desarrollo Social, donde estaba la
hermana de Néstor Kirchner, que dice que el funcionario ideal del Ministerio es
“aquel militante social que en los 90 se opuso y organizó a la gente en la base
social en los territorios contra el modelo neoliberal”. Succionan cuadros
políticos y militantes y saberes a los Estados y eso es un elemento muy
definitorio y fundamental.
El tercer ejemplo pueden ser los compañeros de Brasil del
Movimiento de los Sin Tierra y de los Sin Techo, movimientos muy importantes,
muy luchadores, con una trayectoria impecable, que reconocen que Lula y Dilma
entregaron menos tierras con la reforma agraria que el gobierno neoliberal de
Fernando Henrique Cardoso, pero aun así, los apoyaron porque hay un chorro de
dinero que fue destinado a la educación, la vivienda, etcétera. Son movimientos
potencialmente revolucionarios que quedaron neutralizados completamente.
– Y el caso de México, país al que también conoces
muy bien desde hace un cuarto de siglo…
– En México hay muchos movimientos potentes. Los movimientos
urbanos tienen una larga trayectoria de haber sido dispersados, sobre todo por
gobiernos del PRD, pero me preocupan mucho los movimientos indígenas, que son
una parte minoritaria de la población, pero importantísima, y me preocupa el
aislamiento y la posibilidad de golpes o represiones quirúrgicas. Me preocupa
mucho que en los próximos seis años haya un proceso de debilitamiento del
zapatismo y del CNI (Consejo Nacional Indígena) y de otros movimientos
indígenas y populares, que son los que se han opuesto a los grandes proyectos.
Hay una operación muy fina. Las consultas que se ha hecho y las
que se van a hacer son mecanismos de desarticulación de la protesta. Mañana
tú puedes decir que estás en contra del Tren Maya por tal o cual razón, y te van
a decir que vayas y votes. En esta consulta, la del aeropuerto, hubo 1 millón y
cacho de votos, pero yo creo que en las próximas consultas pueden votar más
personas, y si votan más personas mayor será la legitimidad de la consulta,
aunque sea ilegal, sin sustento jurídico y sin sustento de ningún tipo.
Supongamos que respeten la consulta. El mensaje
que están enviando los progresistas y López Obrador es que el conflicto no vale
la pena porque es riesgoso, que votando o apoyando al gobierno se van a solucionar
los problemas. El mecanismo de la consulta busca encasillar y conducir la
protesta al terreno de las urnas. ¿Para qué me voy a oponer a la carretera si
estoy en contra y puedo votar. Y si pierdo, por lo menos pude opinar en un
ejercicio democrático en el que no tuve que poner el cuerpo y la policía no me
dio un golpe? Lo que se hace es deslegitimar el conflicto y deslegitimar la
protesta, y eso va de la mano de aislar a los que protesten. Los que protestan
aislados son rápidamente víctimas de la represión estatal. Ése es el riesgo que
yo veo ahí.
Espero que la consulta no tenga la última palabra. Con la
consulta los pueblos tienen dos opciones: o jugarse por la consulta, que no
creo que sean tan poco hábiles, o que digan que hagan todas las consultas que
quieran pero que ellos no quieren que el tren pase por ahí, que es lo que han
hecho otros pueblos en América Latina.
Por suerte, en algunos casos como el de las comunidades
zapatistas o Cherán, hay una fortaleza. Igual la van a pasar muy mal, creo yo y
ojalá me equivoque, pero no es lo mismo pasarlo mal cuando están temblequeando
a cuando estás bien y firme en tus bases, como los zapatistas.
Por otra parte, estoy seguro de que López Obrador se jubilará,
no creo que se pueda reelegir, aunque me imagino que ya está pensando en
reelegirse. Pasarán seis años, se irá Morena o no, pero el zapatismo va a
seguir en pie, y eso es importante porque son luchas de cinco siglos que no van
a desaparecer porque haya un gobierno que sonría o tenga buenos modales.
– ¿Y la resistencia?
– Habrá resistencia. Lo que han hecho los gobiernos progresistas
es profundizar el capitalismo, han traído más capitalismo, más transnacionales
y más monopolios. Esto de hacer mega obras en el sur es para cooptar al resto
de México, porque ha sido la zona más rebelde y eso todos lo sabemos. Los
pueblos van a resistir. Hay muchas personas que, como decimos en Uruguay, “no
se comen la pastilla”, no se dejan engañar. La gente está alerta, además ya
tienen 15 años de nuestra experiencia y saben lo que pasó en el sur. Habría que
ser un poco más optimista.
– ¿Qué papel juega Donald Trump y Estados Unidos?
– Trump es más que Trump. Es la mayor intransigencia de las
clases dominantes, de los ricos, y la mayor intransigencia del Pentágono, que
tiene tanto peso como las clases dominantes. Esta gente se está inclinando por
la guerra, por militarizar el escenario global. La guerra comercial contra
China es una guerra y, comercial por ahora. La guerra va a escalar y es
probable que lleguemos a guerras entre naciones con armas nucleares, eso que
los zapatistas llaman el colapso.
El régimen Trump tiene aspectos del colapso, es una
manifestación de la crisis del sistema, del imperialismo yanqui, pero también
es una manifestación de que ellos pueden apostar al colapso antes de soltar la
sartén que creen o temen que se les está escapando. Un escenario horrible. El
que venga después de Trump, aunque sea demócrata, va a seguir muchos de los
pasos de Trump. El gobierno de Trump no es un paréntesis, sino un viraje en las
estrategias de las clases dominantes.
Estados Unidos apuesta cada vez más a la subordinación absoluta
de México. Es un patio trasero del cual no van a soltar las garras y por lo
tanto, en ese proyecto de tener a México subordinado, el gobierno de López Obrador
les pueda venir incluso muy bien, pues esto de llevar las mega obras al sur, de
facilitar el flujo de mercancías, commodities, minerales, maderas, todo lo que
haya para sacar, los monopolios lo ven muy bien, y más si además consigue
aplacar a una parte de la ciudadanía.
Lo que no va a conseguir este gobierno ni ninguno, por ahora, es
bajar los niveles de violencia, los feminicidios, la actividad del
narcotráfico, de la
ilegalidad. Eso para Estados Unidos es algo importante,
porque desde la guerra contra el narco apuesta a la violencia, al Plan Mérida,
a la descomposición del tejido social. Todos son planes del imperio que ahora
los va a ejecutar López Obrador. Con este señor además se van a cumplir los
planes que profundizan el capitalismo, el monopolio, y lo que los compas
zapatistas han llamado la cuarta guerra mundial, el despojo de los pueblos. Eso
es lo que está a la orden del día.
– Para finalizar, ¿qué lectura le das al fenómeno
migratorio que estamos viviendo estos días de Centroamérica hacia el norte?
Quiero creer que con esta marcha masiva de migrantes está naciendo un movimiento, porque antes la migración era individual, de familias, gota a gota, pero ahora es masiva y organizada. Para movilizarse 7 mil personas todas juntas hay que estar organizado. Capaz que es la primera de muchas marchas y si es así es bueno, porque la migración solitaria es fácilmente reprimible, vulnerable, pero con esta probablemente la gente haya llegado a la conclusión de que es mejor migrar en masa para estar más protegidos. No tengo claro que Trump vaya a poder impedir el paso de los migrantes por la frontera, a pesar de todas las gárgaras que hace. Es un costo político muy alto. Lo bueno es que está naciendo algo nuevo, desde abajo.
Fuente: https://www.anred.org/?p=109146
Quiero creer que con esta marcha masiva de migrantes está naciendo un movimiento, porque antes la migración era individual, de familias, gota a gota, pero ahora es masiva y organizada. Para movilizarse 7 mil personas todas juntas hay que estar organizado. Capaz que es la primera de muchas marchas y si es así es bueno, porque la migración solitaria es fácilmente reprimible, vulnerable, pero con esta probablemente la gente haya llegado a la conclusión de que es mejor migrar en masa para estar más protegidos. No tengo claro que Trump vaya a poder impedir el paso de los migrantes por la frontera, a pesar de todas las gárgaras que hace. Es un costo político muy alto. Lo bueno es que está naciendo algo nuevo, desde abajo.
Fuente: https://www.anred.org/?p=109146
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