IIRSA y los pueblos indígenas
aislados y vulnerables
2 de diciembre de 2010
Por
Pablo Cingolani
El Puente Billinghurst y la
Interoceánica: punto de no retorno para el genocidio y la devastación de la
Amazonía. Cuando se
terminen las obras de construcción del puente Billinghurst sobre el río Madre
de Dios y con ello se culmine la construcción del llamado Corredor Vial
Interoceánico Sur Perú-Brasil, la historia sudamericana cambiará para siempre.
Finalmente, el más vasto plan de
recolonización capitalista de Sudamérica, de asalto a sus recursos naturales al
servicio de las trasnacionales y el empresariado podrá exhibir una anhelada y
primera gran victoria sobre la geografía, la naturaleza y los pueblos,
inaugurando por primera vez en la historia una carretera de más de 5000 kilómetros con
puentes que aguantan hasta 60 toneladas de peso y que permitirán el flujo
permanente de inversiones y mercancías de un océano a otro, y la consecuente
apertura irreversible del espacio amazónico al mercado mundial.
“Desarrollo” y Amazonía ya no son más
que un oxímoron. A medida que avanzan las políticas desarrollistas y neo
extractivistas de los gobiernos de la región, avanza la destrucción de la
naturaleza y el etnocidio genocida de los pueblos originarios que la habitan. La
encrucijada es más acuciante que nunca: o se detiene la penetración capitalista
o desparecerán los pueblos indígenas y los bosques. O se detiene la Iniciativa
para la Integración de la Infraestructura
Sudamericana que alientan de manera decidida el estado
brasileño y los demás gobiernos de la región, los bancos multilaterales y las
trasnacionales, o la selva y los indios serán imágenes y recuerdos del museo
del horror de la violenta conquista de la última frontera interna continental
para abrirla al saqueo de sus recursos naturales, el cambio irreversible de su
ecosistema y la extinción física de sus culturas.
Brasil se ha convertido en una de las
diez mayores economías del mundo y la suya representa más de la mitad de la
actividad económica sudamericana. El PIB brasileño corresponde al 55% del PIB
de América del Sur. El nuevo monstruo del capitalismo se ha fijado una meta que
coloca a la Amazonía en el centro del escenario mundial, convirtiéndola en el
más importante espacio geoestratégico de este aún flamante siglo XXI: abrir la
Amazonía a la explotación masiva de sus recursos naturales, completando su
dominio territorial y su inexorable marcha hacia el oeste.
El prerrequisito complementario para su
cumplimiento era romper el escollo geográfico que las grandes selvas y los
grandes ríos representaron históricamente como freno a la penetración del
transporte, las máquinas, los mercados y las grandes corporaciones. De allí que
la apertura del territorio amazónico y su vinculación física con los puertos de
exportación de los dos océanos más importantes de la Tierra, el Atlántico y el
Pacífico, y a través de ellos con el resto del mundo globalizado, es el
objetivo principal de la
llamada Iniciativa para la Integración de la Infraestructura
Sudamericana , más conocida por su sigla IIRSA, que se puso en
marcha en agosto del año 2000 en Brasilia. Tan sólo diez años y algunos meses
después, la IIRSA está a punto de lograrlo.
Cuando se terminen las obras de
construcción del puente Billinghurst sobre el río Madre de Dios, que unirá la
ciudad de Puerto Maldonado con el caserío de El Triunfo, ambos en el
Departamento de Madre de Dios, en el extremo sudoriental de la República del
Perú, y con ello se culmine la construcción del llamado Corredor Vial
Interoceánico Sur Perú-Brasil, la historia sudamericana cambiará para siempre.
Ante todo, se habrá logrado cumplir el
anhelo imperial de dos siglos de unir los dos océanos por el corazón del
continente que sigue siendo el que atesora los más vastos recursos de agua,
energía, biodiversidad y tierras del planeta (1). Luego, se concretará lo
acordado en secreto cuarenta años atrás entre el entonces presidente
norteamericano Richard Nixon y el entonces dictador militar brasileño Emilio
Garrastazú Médici, de construir una carretera interoceánica (2). Finalmente, el
más vasto plan de recolonización capitalista de Sudamérica, de asalto a sus
recursos naturales al servicio de las trasnacionales y el empresariado podrá
exhibir una anhelada y primera gran victoria sobre la geografía, la naturaleza
y los pueblos, inaugurando por primera vez en la historia una carretera de más
de 5000 kilómetros
con puentes que aguantan hasta 60 toneladas de peso y que permitirán el flujo
permanente de inversiones y mercancías de un océano a otro, y la consecuente
apertura irreversible del espacio amazónico al mercado mundial.
La inauguración del puente Billinghurst
y de la bioceánica está prevista entre enero y abril de 2011, antes de que se
lleven a cabo las elecciones presidenciales en Perú, pautadas para el 10 de
abril y donde Alan García, el gran impulsor de las obras del IIRSA en su país,
se despide de su segunda gestión. Seguramente al acto de inauguración
concurrirán la recién electa presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, y el actual
presidente de Bolivia, Evo Morales, que acaba de firmar con García una acta
para la construcción de un tramo carretero de 80 kilómetros que
vincule de manera directa a Bolivia con la interoceánica, que por cientos de
kilómetros corre casi paralela a la frontera boliviana. El tramo
Nareuda-Extrema-San Lorenzo, acordado por los presidentes, es también parte de
los planes del IIRSA (3).
¿Qué pasará después que se inaugure el
puente colgante más largo del Perú, de 722 metros de longitud?
Es importante tratar de poner esta obra en contexto histórico para entender la
magnitud de los trágicos impactos que acarreará.
Hasta ahora, la navegación de los ríos
era la forma más efectiva de penetración a la selva. Cuando se
produjo el fenómeno del auge de la extracción del caucho entre los años 1870 y
1914, la primera incorporación forzosa de la Amazonía continental al mercado
mundial, los ríos se convirtieron en la vía de ingreso de miles y miles de
personas ajenas a la selva que ocasionaron un genocidio entre los pueblos
indígenas que hasta hoy sigue siendo ocultado y silenciado.
Las actuales fronteras entre Brasil,
Perú y Bolivia en los territorios atravesados ahora por la interoceánica y su
zona de influencia nacen de esta invasión violenta que esclavizó a pueblos
enteros para obligarlos a trabajar en la recolección del caucho y que condujo a
la desaparición física de muchos de ellos. Algunos se refugiaron monte adentro,
en las cabeceras de los ríos donde estos ya no eran navegables, y así pudieron
evitar el exterminio. Son los que actualmente conocemos como “pueblos indígenas
aislados o pueblos indígenas aislados voluntariamente”.
Un siglo después de esta hecatombe
étnica, muchos de esos pueblos que eligieron la libertad al aniquilamiento,
fueron forzados a través de misiones religiosas, a salir de su aislamiento y se
encuentran en la situación llamada de “contacto inicial” con la sociedad
nacional hegemónica de sus países, situación de extrema vulnerabilidad para la
supervivencia de su modo de vida y de su cultura, amenazados por la lenta
desaparición de la misma, tragedia que se conoce como etnocidio.
La apertura de la interoceánica y la
inauguración del puente Billinghurst dejaran en el pasado la historia fluvial
de la Amazonía: los ríos ya no serán la única manera de penetrar el territorio
y menos un escollo para esa penetración. El primer puente sobre un río mayor de
la Amazonía Sur
es el símbolo perfecto de esa globalización vigente, y de la escala planetaria
de las relaciones económicas, políticas y sociales que ha impuesto en el mundo.
Hoy, una interconexión como la que
provocará el puente, por más lejanas o abandonadas desde el punto de vista
nacional que parezcan las regiones donde éste influirá, es posible para ese
nuevo orden mundial, basado en el desarrollo de fuerzas productivas a escala
global y donde, por eso mismo, las agresiones y las amenazas se han vuelto
planetarias. El puente, insistimos, es el símbolo perfecto de la IIRSA que es
el otro nombre de la globalización en Sudamérica.
Cuando esté disponible para su uso, se
calcula que un promedio de 1500 camiones de alto tonelaje pasaran por allí por
día. Esto no será sino el impacto más visible que tendrá la interconexión
bioceánica en la
Amazonía. Detrás de los camiones, vendrán más madereros
ilegales, más mineros desesperados por el oro, más colonización desordenada,
más narcotraficantes y lo que es peor: vendrán las empresas nacionales y
trasnacionales mineras, petroleras y agroexportadoras de la mano de los
gobiernos para explotar hasta el último rincón de la selva, ahora abierta ya no
por los ríos, sino por los caminos de la IIRSA, como lo prueba este primer
corredor interoceánico.
De allí que su inauguración no hará
otra cosa que acelerar los procesos de genocidio y etnocidio históricos contra
los pueblos indígenas, provocando la desaparición definitiva de los últimos
pueblos indígenas aislados de la selva amazónica al ser invadidas sus tierras
como consecuencia de la nueva dinámica de agresión que traerá aparejada la
carretera; a la vez, las comunidades indígenas y nativas ya establecidas,
también sufrirán el mismo despojo: se radicalizará la invasión de sus territorios
y ellos se verán forzados o a emigrar a las ciudades para protegerse o resistir
esta ofensiva terrorífica.
La situación actual de las comunidades
indígenas se caracteriza por los conflictos permanentes por la defensa de sus
territorios, ¿qué pasará cuando las empresas ya no tengan barreras para poder
ingresar a donde lo deseen, allí donde haya un recurso natural a ser explotado?
Como decíamos al principio, si no se detiene la penetración capitalista, los
pueblos indígenas desaparecerán, desaparecerán sus comunidades, sus modos de
vida, sus costumbres, sus tradiciones, y una vez desaparecidos los pueblos que
defendían la selva –porque era esencial para su supervivencia y su cultura-,
desaparecerá también la selva misma, quemada, deforestada y arrasada para la
ocupación definitiva de su espacio para los negocios agrícolas y ganaderos
extensivos –como ya sucede en los estados brasileros de Acre y de Rondonia- y
la construcción de nuevas ciudades.
Lamentablemente, con el puente
Billinghurst, estamos llegando a un punto de no retorno de la trágica historia
sudamericana, especialmente de la Amazonía. La condena a estos planes de
penetración y de apertura de las selvas, con el vergonzoso costo humano que
esto traerá aparejado, debería ser unánime. Sin embargo, hay que decirlo: por
más que el impacto, la agresión y la amenaza sean globales, hoy pocos saben,
incluso en la propia
América del Sur, lo que está pasando en la Amazonía Sur , y mucho
menos lo que puede pasar. Habría que parar el genocidio y el etnocidio, habría
que parar la devastación, pero estamos lejos de poder hacerlo. El mundo
sensible debería pronunciarse y actuar. Y nosotros, desde acá, movilizarnos.
Más que nunca.
Referencias:
(1) Los Estados
Unidos de Norteamérica forzaron a Brasil a declarar en 1866 la libre navegación
por el Amazonas. Perú abrió sus ríos dos años después. La libre navegación no
sólo propició el comercio, sino la biopiratería, como lo probó Henry Wickham
robando 70.000 semillas de caucho en 1876. Con el tiempo, esto hundió a la
producción cauchera amazónica.
(2) Ver Roberto
Ochoa: Nixon y la Interoceánica. La República , Lima, 21 de agosto
de 2009
(3) Ver Declaración
de Ilo, firmada el 19 de octubre de 2010, entre Alan García Pérez y Evo Morales
Ayma. Allí se expresa “La decisión de iniciar en el curso del primer semestre
del año 2011las gestiones necesarias para el financiamiento y construcción del
asfaltado de los 80
kilómetros de la carretera Nareuda
– Extrema - San Lorenzo, lo que permitirá vincular a los Departamentos de Pando
y Beni en Bolivia con la Región de Madre de Dios y el puerto de Ilo en el
Océano Pacífico, constituyéndose en un nuevo eje de interconexión con la
carretera interoceánica del Sur”. Ver aquí.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Documentos/IIRSA_y_los_pueblos_indigenas_aislados_y_vulnerables
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