Romper cadenas
20 de agosto de 2019
Por David
Brooks (La Jornada)
Los orígenes de este país se construyen sobre el robo y
genocidio contra los indígenas de estas tierras, y por la mano de obra de
esclavos africanos. Por lo tanto, algunos historiadores recuerdan una y otra
vez que el cuento de un país basado en los conceptos nobles escritos en su
Declaración de Independencia (redactada por Thomas Jefferson, dueño de
esclavos) y poco después en su Constitución, proclamando una nación basada en
la libertad, la igualdad ante la ley, y la libre determinación de sus
habitantes es en parte mentira. Ocho de los primeros 12 presidentes de esta
república eran dueños de esclavos.
Este mes marca el aniversario 400 del inicio de la migración
forzada a Estados Unidos, cuando en agosto de 1619 un buque apareció frente las
costas de Virginia con más de 20 esclavos africanos originarios de Angola.
Estos primeros esclavos fueron aparentemente robados por piratas de un barco
español que iba rumbo a México y que los había recibido, a su vez, de los
portugueses, imperios que lucraron no sólo con los recursos naturales de otros
países, sino también con el gran negocio de secuestros y compraventa de seres
humanos.
Eran los primeros de los 400 mil a 600 mil esclavos transportados
de África a Estados Unidos, alrededor de 5 por ciento del total de
aproximadamente 12 millones de esclavos originarios de África que fueron
comercializados por los europeos en la migración masiva forzada más grande de la
historia hasta la
Segunda Guerra Mundial.
Para 1860, justo al estallar la Guerra Civil (que
entre otras cosas llevó a la abolición de la esclavitud después de casi 250
años), la población esclava estadunidense era de casi 4 millones, 13 por ciento
de la población total. Esta historia, esta migración forzada, en cadenas, fue
parte integral de la creación de este país que desde sus inicios se ha
proclamado como el faro mundial de la libertad.
Sí, todos nuestros ancestros llegaron en barco a este país, pero algunos
arribaron por su propia voluntad en las cubiertas de los barcos; otros,
involuntariamente, encadenados en las bodegas de carga debajo, solía recordar
el reverendo Jesse Jackson sobre los orígenes de Estados Unidos.
Fue la mano de obra esclava la que generó gran parte de la riqueza
de las 13 colonias y que sentó las bases económicas del país que surgió
oficialmente con la Declaración de Independencia de 1776. Por ello, algunos
historiadores afirman que la fecha de nacimiento real de este país es 1619,
cuando apareció ese barco con los primeros esclavos que fueron vendidos a los
colonialistas ingleses.
Los orígenes de este país se construyen sobre el robo y genocidio
contra los indígenas de estas tierras, y por la mano de obra de esclavos
africanos. Por lo tanto, algunos historiadores recuerdan una y otra vez que el
cuento de un país basado en los conceptos nobles escritos en su Declaración de
Independencia (redactada por Thomas Jefferson, dueño de esclavos) y poco
después en su Constitución, proclamando una nación basada en la libertad, la
igualdad ante la ley, y la libre determinación de sus habitantes es en parte
mentira. Ocho de los primeros 12 presidentes de esta república eran dueños de
esclavos.
Hoy día, 400 años después, los afroestadunidenses (en gran parte
descendientes de los esclavos) son 13 por ciento de la población, y por
múltiples indicadores socioeconómicos, aún los más oprimidos de estas tierras.
Los hogares afroestadunidenses tienen 10 centavos en riqueza por cada dólar en
hogares blancos; el ingreso medio de los blancos es 10 veces más que el de los
negros (Pew Research). Hoy día hay más afroestadunidenses encarcelados o bajo
algún tipo de supervisión judicial en Estados Unidos, que esclavos en 1850
(Prof. Michelle Alexander, autora de The
New Jim Crow). Los hombres afroestadunidenses corren mucho mayor riesgo de
ser asesinados por la policía que los varones blancos (Academias Nacionales de
Ciencias).
Son las luchas de resistencia y liberación que iniciaron también
hace cuatro siglos –las de los indígenas, los afroestadunidenses, las mujeres y
subsecuentes olas de inmigrantes– las que han exigido que este país, el cual
han construido, cumpla con sus promesas de libertad y democracia. Por eso
mismo, no se puede reducir a Estados Unidos a un país de gringos; no todos comparten el mismo
origen, la misma experiencia y ni la misma cultura.
Toni Morrison, la gran escritora afroestadunidense premio Nobel,
quien falleció el 5 de agosto, escribió en The
New Yorker poco despues de
las elección de 2016 que parte del voto por Trump fue no tanto por ira, sino por estar
aterrorizados de que están
perdiendo su privilegio blanco.
No hay manera de entender el presente estadunidense sin tomar en
cuenta este conflicto histórico y las luchas por romper cadenas, algo tan
antiguo como este país.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259531
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