El Arca de Noé
del
capitalismo global
5 de julio de 2018
Por
Homar Garcés (Rebelión)
Si se estableciera un símil entre la realidad del mundo
contemporáneo y los tiempos del patriarca bíblico Noé quizás el mismo fuera
catalogado de incongruente y poco convincente. Exagerado. Sin embargo, salvando
las referencias teológicas de los cuales algunos estarán más pendientes, se
podrá afirmar que el capitalismo global pretende algo parecido a la decisión de
Noé que permita sobrevivir a una catástrofe de iguales o mayores efectos que el
mítico diluvio universal.
Sólo hay un detalle: las intenciones de los
representantes de este capitalismo global no están demasiado motivados en
salvar la vida de toda especie existente sobre nuestro planeta. Sólo la de
quienes conforman su círculo exclusivo. Ya no sería al modo de los muros con
que protegen sus propiedades del resto del mundo. Se trata de hacer de países
enteros un coto cerrado al tránsito y sobrevivencia de personas “indeseables”,
ajenas a su “cultura” y estilo de vida. Como ya ocurre en la frontera entre
Estados Unidos y México, entre Israel y lo que queda de Palestina o entre
Europa y África (además de otras regiones menos publicitadas, pero con igual
impacto). O con las legislaciones que restringen y condenan todo flujo
migratorio, aduciéndose para ello los más disparatados argumentos, pero todos
coincidentes en propósitos. Entre éstos la calificación de terroristas y
delincuentes que se les endilga a quienes se ven forzados a expatriarse, ya sea
por causa de las guerras que, precisamente, propician los Estados que les
impiden el acceso a sus territorios, o por necesidades económicas. Todo ello
bajo unas condiciones que degradan considerablemente la condición humana.
Incluso, con actitudes y procederes que recuerdan en mucho lo hecho por el
nazi-fascismo durante su apogeo en Europa.
Esta arca de Noé capitalista no carece de
visos de realidad. Se dispone de un gran depósito de semillas extraídas de
todas las latitudes con el presunto objetivo de dotar de alimentos a la
humanidad de producirse una hambruna de magnitud apocalíptica. Lo que no se
dice y es muy poco difundido por la opinión pública es que tal banco de
semillas, también conocido como Bóveda del Fin del Mundo o del Juicio Final,
existe y se encuentra en Noruega, a 1.300 kilómetros
al norte del Círculo Polar Ártico. Entre sus principales patrocinadores se
incluyen no sólo gobiernos sino también empresas privadas, lo que hace presumir
que su provisión no será en modo alguno gratuito y altruista. Sería una forma
más de asegurar el estado de sumisión e incondicionalidad que, desde hace
décadas, persiguen con afán las clases dominantes gringas y europeas,
constituidas en un frente común contra cualquier pretensión de soberanía que
amenace sus intereses capitalistas.
No es descabellada la realidad que se
desprende de todo esto. Un imperio o dictadura corporativa mundial donde “convivan ” una minoría gobernante (con disfrute de muchos
privilegios) y una mayoría subordinada (sobre la cual recaerá la exigencia del
sacrificio total de sus derechos civiles a cambio de la posibilidad incierta de
sobrevivir). Lo que se obvia (y se debe divulgar) es que las desigualdades
sociales y económicas, sin omitir lo referente a la catástrofe ambiental que se
cierne sobre nuestro planeta y, por consiguiente, sobre el destino humano,
tiene sus causas u origen en las estructuras que sostienen y caracterizan el
modelo civilizatorio capitalista contemporáneo. Se debe comprender -como
concluye Albert Recio Andreu en su artículo “Imperialismo defensivo: de
populismos y migraciones”- que “luchar contra el capitalismo hoy, responder a
su modelo explotador y depredador, requiere más que nunca de un pensamiento
cosmopolita, orientado a elaborar propuestas de desarrollo viable, justo y
deseable para el conjunto de la
sociedad. Si algo bueno nos debería dejar la fase neoliberal
debería ser que nos sitúa inevitablemente frente a la necesidad de pensar una
economía en clave planetaria, de humanidad. A volver a la senda que trataba de
esbozar el ‘proletarios de todo el mundo, uníos’ pero sin caer en su optimismo
ingenuo”. Esto no significa cerrarse a cualquier posibilidad que entrañe diluir
por completo las pretensiones hegemónicas del capitalismo global sino sumarse
al esfuerzo común de evitar la calamidad que ellas representan para el género
humano y todo vestigio de vida.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=243750
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