¿Qué es el extractivismo?
Apuntes críticos para
un debate necesario
24 de julio de 2018
Por Lorena
Natalia Riffo y Guido Pascual Galafassi
Varios autores muy citados
apelan al concepto de extractivismo como explicación de la sociedad
latinoamericana actual. En función de las reflexiones, en este artículo se
propone un análisis alternativo. "La extracción (expropiación) no es un
fenómeno exclusivo de las relaciones entre sociedad y naturaleza y claramente
va adoptando una multiplicidad de formas y variantes tanto a lo largo del
espacio como a través del paso del tiempo."
En las últimas décadas la discursividad sobre
la problemática ambiental y territorial se ha visto inundada por el concepto
“extractivismo”. Ha entrado en escena superando las disquisiciones previas que
remitían fundamentalmente la problemática ambiental a desajustes de
planificación, organización o hasta de conductas individuales para poner en el
centro de la escena al modelo de desarrollo y sus injusticias geopolíticas o,
por lo menos, a ciertos aspectos de dicho modelo como la fuente primordial a
partir de donde poder entender la “crisis ambiental” del presente. Sin embargo,
previo al concepto de extractivismo los pensamientos más lúcidos y críticos ya
habían puesto sobre el tapete la centralidad del desarrollo, pero fueron voces
escasas y casi solitarias.
En función de esto nos preguntamos cuál o
cuáles son los conceptos más pertinentes para dar un debate dialéctico sobre el
proceso de despojo, entendiéndolo como central en la confrontación con el
pensamiento científico hegemónico orientado a profundizar la
instrumentalización de la naturaleza a escalas cada vez más profundas. A su vez,
en esta tarea indagamos qué tipo de importancia tiene, en el contexto actual,
recuperar las nociones de capitalismo y lucha de clases y qué nociones o
perspectivas podemos incorporar para complejizar este tipo de reflexiones.
Aproximación a la conceptualización
extractivista
Varios autores muy citados apelan hoy al
concepto de extractivismo como explicación de la sociedad latinoamericana
actual. De este modo, al extractivismo debemos tanto la pobreza como las crisis
económicas, así como el modelo democrático y de convivencia. Al mismo tiempo,
el carácter autónomo del extractivismo, en el sentido que desde esta práctica
puede explicarse tanto el patrón de desarrollo como el derrotero político y
hasta la división internacional de trabajo, es ampliamente compartido por la
bibliografía sobre el tema. Pero además aflora en muchos escritos su carácter
novedoso, como nueva forma de producción que si bien puede guardar ciertos
lazos con el pasado, asume todas sus características y fuerzas en este presente
extractivista. Por otra parte, el carácter autónomo del extractivismo, junto a
su novedad, se colige muy ajustadamente con una de las más ilustrativas
definiciones de las últimas décadas como es aquella referida a la “sociedad del
riesgo”.
En síntesis, el extractivismo, bajo un manto
de novedad, se presenta como un modelo autónomo distinguido de otras variables
que hasta el momento han sido utilizadas para explicar el sistema dominante. A
su vez, al vincular el extractivismo con la globalización y la ruptura con lo
local, eclipsa las antiguas teorizaciones sobre la división internacional del
trabajo. En función de las reflexiones, y teniendo en cuenta la importancia del
rol que ocupa la naturaleza y lo territorial en la constitución de este
sistema, proponemos, a continuación, un análisis alternativo.
Un repaso histórico: extractivismo o
acumulación
Para percibir y entender toda la complejidad
del proceso de relación sociedad-naturaleza-territorio es necesario tomar el
proceso extractivo en tanto integrante de un complejo entramado de relaciones,
operaciones y procesos que adoptan las formaciones sociales en tanto estrategia
de producción, distribución y reproducción de los recursos (naturales y
humanos), los beneficios y el trabajo, tal como ya lo explicó Marx en El Capital.
Por esto, resulta indispensable pensar al proceso extractivo (en tanto
práctica), más que al extractivismo (en tanto fenómeno sustantivo), como una
etapa del proceso total de la
acumulación. Y como etapa, va sufriendo –al igual que el
proceso de acumulación– cambios y transformaciones a lo largo del tiempo, pero
siempre en relación con los principios básicos que implican tanto la
explotación del trabajo como de la naturaleza (primera y segunda contradicción
del capital).
Si el proceso de acumulación capitalista tiene
ya casi cinco siglos de existencia es obvio esperar que el proceso extractivo
se haya modificado ampliamente, atendiendo especialmente al dinámico ritmo de
innovación tecnológica que caracteriza al capital. Sin embargo, esto de ninguna
manera implica que con cada renovación se acceda a un nuevo (neo) proceso
extractivo ni nuevo (neo) proceso de acumulación. La lógica capitalista que
subyace no deja de asentarse en tanto estrategia de explotación y dominación,
en la extracción de plusvalía y producción de desigualdad al separar medios de producción y fuerza de trabajo. Como vemos
la extracción (expropiación) no es un fenómeno exclusivo de las relaciones
entre sociedad y naturaleza y claramente va adoptando una multiplicidad de
formas y variantes tanto a lo largo del espacio como a través del paso del
tiempo.
La articulación sociedad-naturaleza-territorio
debe entenderse como mediación dialéctica. Es la mediación social la forma de
articulación existente entre los mundos físico-biológicos y el mundo humano
(que incluye dialécticamente al primero), y es irremediablemente mediación pues
cada uno de ellos, si bien conforman la unidad diversa
naturaleza-cultura/historia, se configura en base a premisas particulares y
características singulares. Esta articulación sociedad-naturaleza-territorio y
esta unidad dialéctica de la existencia implica siempre el aprovechamiento de
la naturaleza por la sociedad más sus diversas formas de representarla y la
consecuente construcción social de un territorio.
El ser humano en sociedad tiene, desde
siempre, la capacidad de “trascender histórico-culturalmente” las leyes
ecosistémicas, convirtiéndose así en sujeto que interactúa con la materia y el
espacio, los piensa y los transforma. Esta transformación implica la
valorización y utilización de esta materia, la representación y extracción de
componentes de la naturaleza y los resignifica al introducirlos en su propio
proceso de producción y reproducción en relación siempre a un régimen de
acumulación predominante (material y simbólico); procesos que contienen al
mismo tiempo la construcción de uno y múltiples territorios. Esta
transformación permanente y creciente, implica necesariamente un proceso
social, histórico y cultural de construcción del territorio a partir de un
espacio dado naturalmente o ya previamente transformado, un territorio así, que
se hace moldeando y remodelando el espacio natural en pos de su
aprovechamiento.
Esta construcción y reconstrucción territorial
se hace siempre sobre la base de la extracción de recursos de la naturaleza,
extracción que es inherente al ser de lo humano sobre la tierra, pero que se
enhebra en cada momento histórico y en cada espacio con determinados patrones
de acumulación que son aquellos que definirán tipo e intensidad de esta
extracción. Así, el proceso de extracción nunca es la variable independiente
del proceso. Y esta construcción está mediada también por la conflictividad,
dadas las relaciones antagónicas inherentes a toda sociedad de clases y que
configuran un determinado proceso y modo de acumulación.
En cuanto al proceso socio-histórico regional
podemos confirmar que la historia del desarrollo de los países latinoamericanos
ha sido definida primariamente por la ecuación capital–recursos
naturales/territorio, por cuanto emergieron al mundo moderno con un papel
predominante de dadores de materias primas, ya sea recursos minerales o
agropecuarios. La cita de Cristóbal Colón en su Diario de Viajes no deja lugar
a dudas: “Yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vide que
algunos dellos traían un pedazuelo colgando en un agujero que tenían a la
nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el
Sur, que estaba allí un Rey que tenía grandes vasos dello, y tenía muy mucho”
(porque) “del oro se hace tesoro, y con él quien lo tiene hace cuanto quiere en
el mundo y llega a que echa las ánimas al Paraíso”. Es claro que el mismísimo
“descubrimiento” y colonización llevaba en su impronta el objetivo de
aprovecharse de los recursos materiales y humanos disponibles en las tierras
más allá del Viejo Mundo para que sirvieran de incentivo y estímulo al proceso
de acumulación capitalista de la Europa moderna naciente.
El hoy llamado extractivismo es en realidad
intrínseco, cuanto menos, a la modernidad misma y muy especialmente al
“nacimiento” de Latinoamérica y el resto de la periferia como resultado de la
expansión europea moderna. Decimos “cuanto menos” dado que, y como afirmamos
más arriba, el ser humano como especie se constituye cultural e históricamente
a partir de su capacidad diferencial para la utilización de la naturaleza a
través del proceso extracción-producción-consumo.
Es sin dudas en la modernidad cuando el
usufructo de la naturaleza y el espacio se intensifican exponencialmente para
ponerlo al servicio de la
ganancia. Es que la territorialización capitalista es, por propia
definición, sinónimo de instrumentalización diferencial del territorio que
conlleva en sí mismo los mecanismos extractivistas. Extractivismo significa no
sólo extraer componentes de la naturaleza para el sostenimiento, sino una
extracción asociada con el proceso de acumulación, ganancia y desigualdad de
clases.
El extractivismo de la modernidad capitalista
es consecuencia precisamente de la racionalidad instrumental que se constituye
con la propia modernidad y no sólo en las últimas décadas neoliberales.
Instrumentalidad, por cuanto la naturaleza pasa a ser primordialmente un objeto
de usufructo en tanto instrumento esencial para la construcción del “confort”
(ideario de felicidad según la razón subjetiva), en el sentido en el que
ampliamente lo desarrollaron Theodor Adorno y Max Horkheimer a mediados del
siglo XX.
Este extractivismo que responde a la
maximización de las ganancias variará en su expresión y modo de articulación a
medida que los procesos de producción económica y reproducción social y
política vayan evolucionando, de manera que lo que ayer no era extraíble o
transformable, hoy sí ya pueda serlo; y de lo que ayer no era una necesidad,
hoy se erija como tal. Entonces, lo que ha variado en estas últimas décadas,
además de las herramientas tecnológicas, fue una presencia complementaria en
mayor o menor medida de algún proceso parcial de industrialización y la
consolidación de un determinado tipo de consumo. De ahí que aquellos que la definen
como extractivista (o neoextractivista) están de alguna manera soslayando la
historia latinoamericana y de la propia modernidad, planteando como novedad un
proceso que define a toda la trayectoria de “acumulación dependiente” del
subcontinente americano.
En relación al concepto de neoextractivismo
que algunas posiciones esgrimen como noción diferenciadora, vale recordar que
desde una perspectiva dialéctica referir un momento en base al prefijo “neo” es
por sí mismo obvio y evidente, por cuanto la dialéctica implica precisamente
una dinámica cambiante. Por lo tanto, lo “neo” resultaría redundante, debido a
que cada nuevo momento del proceso dialéctico implicaría un “neo”-momento. Solo
desde miradas que fijan la realidad y la conciben más bien estática, asume el
prefijo “neo” algún sentido por cuanto con él se refieren al cambio como una
novedad. Claramente no es el caso si entendemos al proceso extractivo como un
componente esencial del proceso de acumulación moderno, en donde el cambio y la
novedad son unas de sus definiciones fundantes. Más que hablar de “neo” quizás
sería más preciso definir como “ni todo nuevo, ni siempre igual”.
A su vez, la particular conjunción entre
tecnología y territorio constituye un eje clave de la competencia internacional
a la vez que pilar fundamental en el proceso de construcción de hegemonía. Las
disputas internas al capital, disputas por el grado de participación en la
distribución de los beneficios, se expresan cada vez más fuertemente tanto en el
desarrollo tecnológico como en la carrera por la búsqueda y transformación de
territorios, ya sea para la extracción de los recursos-insumos como para la
construcción de mercados de consumo (de esos recursos extraídos y
transformados). Esto viene generando relaciones desiguales entre los
territorios y las naciones gestando situaciones diferenciales de desarrollo,
subdesarrollo, dependencia, desigualdad y subordinación.
Si la propia acumulación originaria se basó en
la apropiación por la fuerza (mediación violenta) de tierras y recursos para
convertirlos en la matriz esencial de arranque del sistema capitalista de
producción, su evolución posterior no estuvo tampoco ajena a esta ecuación
expropiatoria (lo que hoy se denomina “extractivismo”). Esta acumulación,
basada en la predación y la violencia sin disimulo, en un sector (clase social
y territorio), mediada por la desposesión de otro adquiere entonces en la
actualidad una evidente visibilidad, cuando el agotamiento de muchos recursos
está llamando la atención incluso al propio capital. Vale aclarar que este
proceso de crecimiento y desarrollo basado en la desposesión, el saqueo y el
pillaje no es privativo del capitalismo, aunque el ritmo y la eficiencia del
actual proceso de predación es inhallable en cualquier ejemplo del pasado. De
diversas formas y expresiones se lo registra en reiteradas oportunidades en la
historia de occidente.
Fue muy intensa la discusión sobre estos
tópicos en las décadas previas a la instalación del neoliberalismo y nos
remiten de alguna manera a las discusiones actuales sobre el desarrollo y el
extractivismo. Las discusiones y reflexiones sobre la relación
metrópoli-satélite, desarrollo-subdesarrollo, liberación-dependencia,
civilización-formación social, etc., se centraban justamente en la discusión
sobre la producción y distribución de los recursos, que incluye obviamente todo
lo referido a la actividad extractiva, pues no hay producción sin extracción.
Si el hoy llamado extractivismo no estaba presente como concepto tiene que ver,
por un lado, con la todavía escasa sensibilidad ambiental de aquellos años,
pero también, por otro lado, con la secuencia intelectual obvia que remite a la
renovación permanente de las categorías y de su capacidad de interpelación de
la realidad en dialéctica relación con los procesos sociopolíticos.
Sin embargo, esta renovación permanente no
implica desconocer o no reconocer la existencia de un modo de acumulación
particular. Por el contrario, lo ideal sería recuperar conocimientos y
discusiones previas sobre su caracterización y profundizar en su análisis. Un
ejemplo interesante es el aporte realizado por Silvia Federici en el libro
titulado El calibán y la bruja sobre el rol de las mujeres como reproductoras
de la fuerza de trabajo y sobre la necesidad del aniquilamiento de miles de
mujeres consideradas “brujas” en el proceso constitutivo del capitalismo como
sistema dominante. Por poner solo un ejemplo de todo el desarrollo que hace la
autora, las mujeres al ser consideradas como máquinas de producción de nuevos
trabajadores también son parte del proceso dialéctico
acumulación-producción-extracción. Así, la innovación intelectual, dentro de
los estudios dialécticos y complejos estructurados sobre la reflexión del modo
de acumulación, es una tarea fundamental para continuar re-pensando en
profundidad el mundo en el que vivimos.
En resumen, el extractivismo implica una
mirada sobre lo emergente, cuando lo importante sigue siendo una perspectiva de
raíz, de la fuente misma de los sucesos. Entonces, la recuperación del análisis
del capitalismo como modo de acumulación y de la lucha de clases como conflicto
social inherente, forma parte tanto de la disputa política como de la disputa
epistemológica en el contexto actual. Para estas disputas no es suficiente elegir
un tema de investigación/estudio/enseñanza de relevancia histórico-coyuntural;
sino que también es clave el modo de analizar ese tema y los presupuestos que
cada herramienta conlleva. Asimismo, son relevantes porque no quedan
enclaustrados en los limitados espacios académicos, también influyen en la
lucha diaria de numerosos movimientos sociales, en los que investigadores e
investigadoras solemos participar.
Acumulación-producción-extracción como
proceso dialéctico
Acumulación primitiva, reproducción ampliada y
nuevos cercamientos representan una ecuación importante a la hora de entender
la estrategia de apropiación de la naturaleza y construcción del territorio en
la sociedad capitalista. Los nuevos cercamientos entonces implican la
apropiación de aquellas porciones de territorio y espacios de vida aún no
incorporados plenamente a la lógica del capital, reeditando así algunos de los
procesos de la llamada acumulación primitiva que conviven de esta manera con
los mecanismos predominantes de la reproducción ampliada.
Así, debemos considerar a la “segunda
contradicción del capital” (como la denomina James O ´Connor), o sea la contradicción
capital-naturaleza (la primera sería la contradicción capital-trabajo) como
aquel proceso que trata en tanto mercancía a la naturaleza y el espacio, de tal
manera de poder incluirlos en su ecuación instrumental. La tendencia es al
socavamiento de la propia base natural de sustentación del sistema productivo,
dado que el capital no puede prever los costos de reproducción de la naturaleza
en pos de una sustentabilidad real debido a que afectaría claramente la tasa de
ganancia.
En este esquema de racionalidad instrumental,
segunda contradicción y conjunción de procesos de acumulación, se vienen
definiendo históricamente toda una serie diversa de recursos estratégicos que
se relacionan dialécticamente: por un lado, aquellos que la dinámica global del
capital define como recurso demandado en un momento histórico determinado y,
por otro, aquellos que las condiciones ecológicas regionales determinan como
aptos para ser producidos o extraídos en cada territorio.
Podemos hablar de un proceso extractivo que se
va transformando en base a la innovación tecnológica permanente y a la propia
dinámica de cambio del proceso de acumulación. En esta continuidad extractiva
en función del proceso de acumulación, el caucho es un ejemplo histórico en la América Tropical ,
la plata en la América
Andina y el quebracho en la América Subtropical. Más
contemporáneo, la explotación de los hidrocarburos y de minerales no deja de
generar conflictos socio-políticos y territoriales, donde entran en juego
intereses geoestratégicos estadounidenses, capitales multinacionales de base
europea y gobiernos con orientación popular-reformista o conservadora. Sin ir
más lejos, es importante no dejar pasar los importantes conflictos geopolíticos
derivados por la posesión de los yacimientos de gas y petróleo en las recientes
historias de Venezuela y Bolivia, más la llamada Guerra del
Agua, también en Bolivia, o las más recientes disputas en torno a la potencial
energía hidroeléctrica de los ríos patagónicos tanto como los cuestionamientos
al avance de la frontera hidrocarburífera con el fracking en dicha región, los cuales muestran
de forma elocuente lo central de esta cuestión. Primordial es también mencionar
el proceso creciente de sojización de América del Sur, que arrasó con
ecosistemas,
agrosistemas
y culturas, constituyéndose no sólo en la extracción de un recurso en base a su
“oportunidad” en términos de su demanda por las naciones más industrializadas
(alimento de ganado y biodiésel) sino que también en la aplicación de la
tecnología más concentrada y asociada a fuertes niveles de dependencia.
Alienación socio-ecológica, “extractivismo”
histórico e instrumentalización de la razón están en la base y las
consecuencias de todos estos procesos de acumulación basados en la
territorialización extractiva desde que el continente americano es
“descubierto” por el capital europeo. Es así que la caracterización que hiciera
Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina en la década del 70 sigue
absolutamente vigente, poniendo en entredicho los supuestos “descubrimientos
intelectuales” del extractivismo o neo-extractivismo.
“Es América Latina la región de las venas
abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días todo se ha trasmutado
siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha
acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo, la tierra, sus
frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de
trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de
producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente
determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del
capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función siempre en beneficio del
desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la
cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y
que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los
países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la
explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes
internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos ya habían nacido
dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la
actualidad)”.
En definitiva, la clave diferenciadora no está
en pensar en extractivismo sino en acumulación, entendiéndolo como la
articulación entre el despojo, o sea los mecanismos de la acumulación
primitiva, y la reproducción ampliada del capital. El extractivismo es sólo un
instrumento para la acumulación capitalista y debe ser tratado conceptualmente
como tal. El eje está en la lógica de acumulación. Para terminar con el
extractivismo es necesario discutir todo el proceso complejo y dialéctico de la
acumulación y sus diferentes facetas y sólo en este entramado discutir la etapa
extractiva del capital, por cuanto el proceso extractivista es parte de la totalidad
y si bien tiene sus especificidades sólo se explica en su sentido íntegro en
función de esa totalidad.
15 de julio, 2018
• Los
autores son miembros del Grupo de Estudio sobre Acumulación, Conflictos y
Hegemonía (GEACH). Lorena Natalia Riffo es docente de la Licenciatura en
Comunicación Social de la Universidad Nacional del Comahue y becaria
doctoral del Conicet en el Instituto Patagónico de Humanidades y Ciencias
Sociales en la misma universidad. Guido Pascual Galafassi es profesor titular
en la Universidad
Nacional de Quilmes, investigador independiente del Conicet y
director de la Maestría en Desarrollo Territorial y Urbano en la Universidad Nacional
de Quilmes y la
Universidad Nacional de Avellaneda.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Que_es_el_extractivismo_Apuntes_criticos_para_un_debate_necesario
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