Bayer: de las aspirinas a los agrotóxicos
16 de julio de 2017
La empresa de origen
alemán comenzó una campaña publicitaria para ocultar la imagen negativa que
arrastra Monsanto y para vincular los transgénicos con la salud. El pasado oculto
de Bayer y sus vínculos con el nazismo.
Por Darío Aranda
De la aspirina a los
agrotóxicos. La alemana
Bayer compró Monsanto y, luego de la aprobación de Estados
Unidos y la Unión
Europea , se transformó en la empresa líder del agronegocio.
Consciente de la pésima imagen de Monsanto, comenzó una campaña publicitaria
para desligarse de las denuncias pero las organizaciones sociales y académicos
críticos ya cuestionan a Bayer por las consecuencias sociales, ambientales y
sanitarias del modelo agropecuario. En Alemania, país de origen de Bayer, está
prohibido sembrar transgénicos.
“Si es Bayer es
bueno”, fue una campaña publicitaria muy efectiva durante décadas. Pero es
resignificada por movimientos sociales: “Si es Bayer es Monsanto”. La
multinacional alemana inició en 2016 la compra de la compañía estadounidense
Monsanto, una de las empresas con peor imagen y más denuncias de la historia,
productora del químico “agente naranja” (utilizado en la guerra de Vietnam), al
refrigerante cancerígeno PCB, la soja transgénica y el agrotóxico glifosato.
A pesar de que Bayer
tendrá una posición dominante, la Dirección General de Competencia de la Unión Europea aprobó
la fusión en marzo pasado. Lo mismo hizo el Departamento de Justicia de Estados
Unidos en mayo. La compra fue por 66.000 millones de dólares.
Bayer se transformó
así en la mayor empresa de semillas transgénicas y agrotóxicos del mundo. Su
primer anunció fue que desaparecerá el nombre de Monsanto (aunque seguirá
comercializando todos sus productos) y comenzó una campaña publicitaria para
mejorar su imagen. Utiliza los mismos argumentos que Monsanto para aumentar sus
ventas: promete que con más transgénicos y químicos se combate el hambre del
mundo.
Desde hace medio siglo
que las empresas del agronegocio publicitan ese argumento, desmentido infinidad
de veces por movimientos campesinos y académicos críticos. Hasta organismos que
apoyan el agronegocio (como la FAO, de Naciones Unidas) aclaran que el hambre
no se trata de falta de alimentos sino de un problema de distribución.
La Coordinación contra los peligros de Bayer
es una red europea de organizaciones y activistas que difunden denuncias sobre
el accionar de la compañía, tanto en su aspecto farmacéutico como del
agronegocio. “El modelo de negocio de Bayer y Monsanto carece de escrúpulos.
Ambos obtienen sus beneficios con pesticidas y técnicas de manipulación
genética, dañan la salud de agricultores y consumidores, alteran el clima,
destruyen la biodiversidad y ponen en peligro las bases de la alimentación y
subsistencia de las generaciones futuras. Ahora Bayer, al fusionarse con
Monsanto, potencia este amenazador modelo de negocio y busca aumentar los
beneficios de sus grandes accionistas a costa de la gente y la naturaleza”,
afirmó la organización.
Silvia Ribeiro,
investigadora del Grupo ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y
Concentración), estudia la concentración corporativo del agro desde hace treinta
años. “La desaparición del nombre Monsanto es un triunfo de la extendida
resistencia popular, de campesinas y campesinos, de ambientalistas y
consumidores contra los transgénicos. No es un logro menor. Aunque los
transgénicos siguen en mercados, campos y alimentos, hay un rechazo generalizado
a éstos. Las trasnacionales, Bayer incluida, no han logrado colonizarnos la
mente”,
destacó.
Recordó que sólo una
veintena de países siembran de forma masiva transgénicos y que existen más de
160 países que no permiten el cultivo comercial de transgénicos (entre otros,
Alemania, país de Bayer).
Un tema central es el
control de las semillas y agrotóxicos. Tres conglomerados, más la alemana BASF , dominan
el sector: Bayer-Monsanto, Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow (formaron la nueva
empresa Corteva Agriscience). Manejan el 60 por ciento del mercado global de
semillas comerciales, el 100 por ciento del de semillas transgénicas y el 70
por ciento del mercado de agrotóxicos.
Bayer acumula denuncias de contaminación al
medio ambiente, intoxicación por agrotóxicos, causas judiciales por ensayos
clínicos de productos en la India, afecciones de sus píldoras anticonceptivas
en Estados Unidos, deformidades de pruebas hormonales en Alemania y Reino
Unido. Pero su crimen más silenciado es el que denuncia Fernando Bejarano
González, un investigador mexicano que para los 150 años de Bayer (2013)
resumió en un conciso documento el accionar de la empresa. “El pasado oscuro de
las transnacionales alemanas”, es el título y explica el acuerdo de la empresa
con el nazismo para “desarrollar experimentos con prisioneros del campo de
concentración de Auschwitz”.
El investigador mexicano retoma el trabajo de
Diarmuid Jeffreys (autor de “Historia de la I.G. Farben ”) y
recuerda que la compañía pagaba al nazismo por trabajadores esclavos y estuvo a
cargo del campo de concentración de caucho sintético llamado “Buna/Monowitz”,
que llegó a tener 10.000 prisioneros. Otro hecho silenciado por Bayer es que
producía (mediante la
subsidiaria Degesch ) el gas con el que asesinaban en el campo
de exterminio de Birkenau-Auschwitz (el “Zyklon B”, un plaguicida).
En el juicio de Nüremberg (que juzgó los
crímenes del nazismo) se declaró culpable a trece altos directivos de la I.G. Farben por
esclavización, participar en el programa de trabajos forzados y por
participación activa en la política genocida del nazismo.
Bayer oculta ese pasado, financia campañas
publicitarias de transgénicos y agrotóxicos, y cuenta con nuevo eslogan:
“Ciencia para una vida mejor”.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Noticias/Bayer_de_las_aspirinas_a_los_agrotoxicos
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