El partido
del Nunca Más:
el fútbol también contra
el decreto de Macri
Por ANRed
EL PARTIDO DEL NUNCA MÁS
Jorge Di
Pascuale no pudo ir más a la segunda bandeja de La Bombonera porque el 29 de
diciembre de 1976 lo secuestraron para siempre.
Juan Carlos
Mardikian no llegó a ver a River campeón del mundo porque el 9 de abril de 1976
se lo llevaron de su casa en Valentín Alsina.
Osvaldo
Portas, becado por Independiente para nadar con los colores del club, no invitó
a sus hijos a la despedida de Bochini porque lo asesinaron el 15 de agosto de
1977.
Alejandro
Almeida dejó de gritar los goles de Racing porque el 17 de junio de 1975 le
arrebataron la vida.
Oscar
Forlenza no jugó más al bowling para San Lorenzo porque un grupo de tareas lo
sumergió en un centro clandestino de detención el 2 de septiembre de 1978.
Norberto
Morresi se perdió el debut de su hermano Claudio en la primera de su amado
Huracán porque el 23 de abril de 1976, con tan solo 17 años, lo mataron.
Sergio Kacs
se quedó con las ganas de aplaudir hasta rabiar al Ferro campeón del Nacional
82 porque el 11 de junio de 1978, en pleno Mundial, empezaron a torturarlo en
la ESMA.
Juan Carlos
Rugilo, sobrino del León de Wembely, no siguió atajando con la camiseta de
Vélez porque el 22 de agosto de 1978 lo arrancaron de las calles de Floresta.
Horacio
Ungaro no pasó más por la esquina de 1 y 57, la casa de su querido Estudiantes,
porque el 16 de septiembre de 1976, en la salvaje Noche de los
Lápices, lo privaron del futuro.
Miguel
Sánchez, jugador de las inferiores de Gimnasia, debió abandonar las gambetas y
el atletismo porque el 8 de enero de 1978 una patota de la dictadura lo
trasladó a El Vesubio.
Roberto
Olivestre no lloró el 2 de diciembre de 2007 con el título de Lanús porque el
20 de agosto de 1976 fue dinamitado en la brutal Masacre de
Fátima.
Ricardo
Chidichimo faltó al estreno de Garrafa Sánchez con la casaca de Banfield porque
el 20 de noviembre de 1976 se transformó en víctima de un plan sistemático de
exterminio.
Raymundo
Gleyzer no continuó frecuentando la cancha de Argentinos Juniors porque el 27
de mayo de 1976 lo detuvieron y no se volvió a saber de él.
Antonio Luis
Tovo no se abrazó más con su hermano en la popular de Rosario Central porque el
4 de junio de 1980 cayó en las garras de los represores genocidas.
Y Eduardo
Toniolli jamás pudo compartir la pasión por Newell’s con su hijo porque el 9 de
febrero de 1977, un mes y ocho días antes de que naciera el pequeño, fue
apresado por las huestes del siniestro Luciano
Benjamín Menéndez.
La última vez
que en la Argentina las Fuerzas Armadas se ocuparon de la seguridad interior
desaparecieron 30.000 personas. En Campo de Mayo, por donde transitaron durante los años del terror
miles de detenidos y de detenidas, se conoció la decisión gubernamental de
avanzar hacia el quiebre de un consenso esencial para esta democracia parida
desde la convicción de que la memoria es el mejor antídoto contra el horror. La
respuesta debe entonces asomar contundente en cada gol, en cada camiseta y en
cada tribuna: nunca más es nunca más.
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