Productos transgénicos:
falsas promesas para
controlar
nuestra tentación.
17 de julio de 2018
Este tipo de intervención no ha logrado
terminar con el hambre en el mundo como prometían sus mentores. El debate sobre
los alimentos transgénicos lleva más de veinte años y aún no ha sido saldado
fundamentalmente por los poderosos intereses que se mueven detrás de su
imposición y por la falta de un debate público amplio que considere la
complejidad de la problemática.
Por Carlos A. Vicente - Farmacéutico, integrante de Grain
ONG Internacional
Para ello lo primero
que debemos saber es que es un transgénico. De manera simple podemos explicar
que una semilla transgénica es aquella a la que se le ha introducido, a través
de procesos de laboratorio conocidos como ingeniería genética, un gen de otra
especie (microbiana, animal o vegetal) que le otorga una característica
particular. Pero lo central es que este fenómeno nunca ocurriría de manera
natural.
Hace 24 años cuando
lanzamos la
Revista Biodiversidad , sustento y culturas; en su primer
número decíamos: los transgénicos "prometen un mejoramiento de las
condiciones de la agricultura, con la creación de una nueva generación de
semillas milagrosas. Sin embargo, las mayores inversiones en investigación en
este campo, se están realizando en la creación de plantas resistentes a los
herbicidas, no a las enfermedades".
Esta amenaza ha sido
confirmada y hoy, con los resultados a la vista, podemos sacar conclusiones
contundentes:
La amplia mayoría de
los transgénicos que se producen hoy comercialmente tienen dos características
principales: o producen una toxina para insectos o son resistentes a
herbicidas. Su cultivo no tiene ninguna relación con lograr mayor productividad
o alimentos de mejor calidad si no con lograr mayores ganancias y control por
parte de las corporaciones. Y este control incluye la apropiación de las
semillas a través de patentes.
Los cultivos
transgénicos son los hijos dilectos del agronegocio y las consecuencias
socioambientales que han traído hoy no pueden discutirse: más de 24 millones de
hectáreas con dos monocultivos (soja y maíz) fumigadas con más de 300 millones
de litros de glifosato han llevado a la Argentina a constituirse en uno de los
territorios más afectados a nivel global por este modelo de agricultura:
deforestación récord, contaminación de suelo, agua y aire y los pueblos
fumigados son solamente algunos de los emergentes de este drama.
Los transgénicos no
han servido para terminar con el hambre en el mundo como prometían. Todo lo
contrario, la producción masiva de cultivos industriales ha arrasado con miles
de pequeños productores de alimentos, destruyendo economías regionales y
desplazando a campesinas y campesinos de sus territorios.
Finalmente los
cultivos transgénicos padecen de un mal de nacimiento: la ciencia que los ha
concebido.
El doctor Andrés
Carrasco, que fue presidente del Conicet, lo explicaba con absoluta claridad:
los transgénicos "violan procesos biológicos con procedimientos
rudimentarios, peligrosos y de consecuencias inciertas que mezclan material
genético de las plantas con el de distintas especies (vegetales y
animales)".
Alimentar a toda la
humanidad con alimentos saludables es quizás uno de los mayores desafíos que
tenemos y claramente los transgénicos no están incluidos en la lista de
recursos disponibles.
La agroecología de
base campesina es el camino y cada día se fortalece más el consenso en ese
sentido.
16 de julio de 2018
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Productos_transgenicos_falsas_promesas_para_controlar_nuestra_tentacion
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