Trump: presidencia en
fuga
3
de agosto de 2017
Por Editorial de La Jornada (La Jornada)
Resulta sorprendente, por decir lo menos, el contraste
entre la manifiesta debilidad interior de la presidencia de Donald Trump y sus
crecientes ademanes de fuerza y prepotencia.
En efecto, mientras que el equipo presidencial
pierde elementos a un ritmo acelerado –el despido más reciente fue el del
exaltado director de Comunicaciones, Anthony Scaramucci, destituido a petición
del jefe de gabinete, John Kelly– y las iniciativas de la Casa Blanca permanecen
atoradas en el Capitolio, la administración estadunidense tensa las relaciones
con Moscú por medio del vicepresidente Mike Pence, quien ayer, en la capital
georgiana, puso condiciones absurdas e inaceptables para Rusia a fin de mejorar
la relación bilateral: que el Kremlin cambie su postura sobre Ucrania y
suspender su respaldo a los gobiernos de Irán, Corea del Norte y Siria.
Por lo demás, el Departamento de Seguridad Nacional
de Washington anunció el próximo inicio de la construcción de 24 kilómetros del
proyectado muro fronterizo de Trump en la zona entre San Diego y Tijuana,
debido a que se trata de un sector donde
se detecta un elevado número de ingresos ilegales. El proyecto incluye la
instalación de barreras, caminos, cámaras, luces y sensores adicionales y,
según Washington, se llevará a cabo a contrapelo de leyes ambientales, en
virtud de un acuerdo de 1996 que permite esa clase de excepciones.
Con respecto a la nueva escalada de hostilidad
verbal hacia Moscú, es pertinente poner en perspectiva lo dicho ayer en Tiflis
por el vicepresidente Pence, quien exigió a Rusia nada menos que un giro
radical en su política exterior y geoestratégica, es decir, una condición que
el gobierno de Vladimir Putin no va a aceptar; es como si el Kremiln le
propusiera a la Casa
Blanca que suspendiera su apoyo a Israel y a Arabia Saudita a
fin de mejorar las relaciones entre una y otra potencia. En esa lógica, las
palabras del funcionario estadunidense sólo pueden tener dos propósitos:
empeorar ese vínculo o bien transmitir a la opinión pública de su país una
impresión de firmeza que, de todos modos, podrá incidir en un empeoramiento de
las tensiones bilaterales.
Por lo que hace al anuncio de la construcción
de un tramo de barrera fronteriza, es claro que tal obra será inútil en función
de sus propósitos declarados –detener los cruces de migrantes indocumentados y
el tráfico de drogas– pero logrará, de llevarse a cabo, entorpecer el intercambio
de mercancías y el tránsito de personas con papeles en regla. Pero, de alguna
manera, Trump tiene que aparentar que empieza a cumplir con una de sus
principales amenazas de campaña: la construcción de ese muro fronterizo que
habría de iniciar, según él, en cuanto tomara posesión del cargo, algo que
ocurrió hace más de seis meses.
En suma, ante su propia incapacidad para armar
un equipo de gobierno mínimamente cohesionado y funcional, y dados los
obstáculos internos que enfrentan sus propuestas, los gestos de fuerza del
presidente estadunidense parecen una suerte de fuga de una realidad mucho más
compleja y difícil de la que pudo imaginarse cuando era candidato.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229844
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