Revista Biodiversidad,
sustento y
culturas N° 93
8
de agosto de 2017
Dedicamos
este número totalmente a las semillas: ese tramado de saberes, conversaciones y
reciprocidades entre humanos y plantas y entre gente empeñada en mantener un
horizonte de justicia y entendimiento mutuo. Por las amenazas que se tienden
sobre las semillas (las corporaciones buscan privatizarlas para detentar su
diversidad, y robar literalmente la posibilidad de transformación de la
actividad campesina), como Alianza Biodiversidad celebramos en Coyoacán, México
el seminario: “Semillas: ¿bien común o propiedad corporativa?”.
Nos
reunimos organizaciones, redes, comunidades y movimientos sociales, de Brasil,
Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Honduras,
Guatemala y México. Desde cada lugar compartimos la defensa de nuestras
semillas en manos de la gente, manteniendo viva la soberanía alimentaria, la
independencia material y moral de las comunidades campesinas y originarias, y
de la población en general.
Editorial
La foto nos muestra un grupo de personas que
intercambian semillas, frutos, en una comunidad. Es Colombia, pero podría ser
cualquier lugar de América Latina o del mundo.
Y el razonamiento salta de inmediato:
intercambiar materiales vegetales, alimentos, semillas necesarias para
producirlos, es sin duda uno de los más antiguos cuidados que se han ejercido
desde por lo menos 12 mil años según las regiones. Guardar esas semillas,
repartirlas, aceptar recibirlas, implica de inmediato los elementos que
configuran una comunidad: ese empeño de ser con otros, porque se pone en el
centro de la relación el cuidado general y detallado de la vida y su
continuidad, y la responsabilidad que se ofrece y se acepta como parte de una
reciprocidad, de una mutualidad y un cariño que la palabra “solidaridad” no
alcanza siquiera a teñir.
Este número de Biodiversidad, sustento y
culturas hemos querido dedicarlo a las semillas: ese tramado de saberes,
conversaciones y reciprocidades entre humanos y plantas y entre gente empeñada
en ser, en un horizonte de justicia y entendimiento mutuo.
Sabedores de todas las amenazas que se tienden
sobre las semillas, pues las corporaciones tienen puesto el ojo en
privatizarlas (para detentar su fuerza de diversidad, y para robar literalmente
la posibilidad de transformación de la actividad campesina), como Alianza
Biodiversidad celebramos en Coyoacán, México, un seminario al que llamamos
“Semillas: ¿bien común o propiedad corporativa?” donde nos reunimos
organizaciones, redes, comunidades y movimientos sociales, todas personas
cercanas al cuidado de las semillas, procedentes de Brasil, Uruguay, Paraguay,
Argentina, Chile, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Honduras, Guatemala y México.
La idea fue compartir las experiencias que a
lo largo y ancho de América Latina llevamos adelante los pueblos mediante el
cuidado, la siembra, la multiplicación y el compartir las semillas.
Corroboramos que ellas son parte indisoluble de nuestra culturas y nuestros
sistemas de vida.
Constatamos que las amenazas a nuestra
agricultura y nuestras semillas se han multiplicado adquiriendo formas cada vez
más perversas y sofisticadas —que van del desarrollo de nuevas tecnologías
promovidas por el capital a la imposición de instrumentos de libre comercio,
inversión y comercio bilaterales o multilaterales.
Denunciamos dos amenazas a nuestros pueblos
que se repiten con diferentes matices en todo el continente y que atentan de
manera brutal contra la continuidad de nuestra existencia como pueblos y la
posibilidad de seguir compartiendo y multiplicando nuestras semillas:
1. La ocupación de nuestros territorios por
megaproyectos, monocultivos industriales, proyectos extractivistas y
energéticos es una amenaza que
destruye, contamina y expulsa a campesinas y campesinos, pueblos originarios y
comunidades locales. Sólo teniendo control y autonomía sobre nuestras tierras,
territorios y bienes naturales (agua, biodiversidad) los pueblos podremos
seguir defendiendo las semillas y produciendo los alimentos de los que la humanidad
depende para su subsistencia, como lo hemos hecho a lo largo de la historia
hasta la actualidad.
2. La violencia, persecución, criminalización y asesinato de
nuestros dirigentes ha adquirido en los
últimos años dimensiones alarmantes que hacen urgente que la frenemos de manera
inmediata poniendo por encima de cualquier interés económico o corporativo la
defensa irrestricta de los derechos humanos y colectivos de los pueblos. Frenar
la violencia atroz del agronegocio, las corporaciones mineras, las empresas
forestales, las corporaciones energéticas y cualquier proyecto corporativo en
nuestros territorios es hoy una exigencia de los pueblos que todos los
gobiernos, organismos internacionales y regionales deben poner en primer lugar
en sus agendas.
Quisimos que este número reflejara la
conversación colectiva que sostuvimos durante esos días para que en el tejido
resultante asomáramos nuestra experiencia común, las principales amenazas que
enfrentan nuestros sistemas de semillas nativas y criollas y la deshabilitación
que pretenden imponernos para despojarnos de las claves de la vida. Este saber es lo
que nos impulsa también a reivindicar la declaración de Durban, Sudáfrica,
resultante del diálogo sur-sur sobre leyes de semillas que entre otras
cuestiones afirmaba en 2015:
Se está produciendo un asalto renovado y más
fuerte sobre las semillas, el patrimonio de la biodiversidad agrícola y los
saberes asociados a éstas. Los procesos de formulación de leyes y políticas
están ya muy avanzados en Europa, Estados Unidos y otras partes del mundo, y se
están imponiendo en nuestros países del Sur a través de acuerdos comerciales y
de inversión bilaterales y multilaterales. Se basan en sistemas jurídicos que
otorgan derechos monopólicos bajo la falsa afirmación de que estas variedades
han sido “descubiertas” y mejoradas. Pero estas variedades son el producto de
toda una historia de mejoras y mantenimiento colectivos llevada a cabo por
manos campesinas. Para hacer valer estos derechos exclusivos sobre las
semillas, [las corporaciones] hacen pequeñas modificaciones que justifican la
privatización de las semillas.
De igual modo, la reunión de la Alianza Biodiversidad
en Yvapuruvú, Paraguay en octubre de 2013, arrojó una declaración que seguimos
reivindicando:
Las semillas son obra y parte de la historia de
los pueblos. Ellas fueron criadas mediante el trabajo, la creatividad, la
experimentación y el cuidado colectivo. A su vez, ellas fueron criando a los
pueblos, permitiendo sus formas específicas de alimentación, de cultivar, de
compartir y de desarrollar sus visiones de mundo. Están, por lo tanto,
íntimamente ligadas a normas comunitarias, responsabilidades, obligaciones y
derechos. Las semillas nos imponen responsabilidades que son incluso anteriores
a nuestro derecho a utilizarlas.
Las semillas son la base fundamental del
sustento. Si hoy podemos nutrirnos de la agricultura en el mundo entero, gozar
de los sabores y formas de alimentación, sustentarnos y sustentar a la
humanidad, es porque los pueblos las han cuidado, llevado consigo y permitido
su circulación. Esa base del sustento y de la existencia está hoy bajo ataque.
El objetivo de este ataque es acabar con la agricultura campesina e indígena y
especialmente con la producción independiente de alimentos, intentando cerrarle
el futuro a la soberanía alimentaria, para convertirnos en una población sin
territorio, que sólo puede ser mano de obra barata y dependiente. Es un ataque
que se despliega de diversas formas y mediante mecanismos múltiples.
Necesitamos enfrentar la agresión de manera integral.
Para documentar esa agresión integral y para
generar reflexiones y propuestas, estamos comprometidos en la Alianza Biodiversidad
y en nuestra revista.
Descargue la revista (PDF) a continuación:
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