La Masacre
de Trelew: el relato necesario
20
de agosto de 2017
“El único lugar
en que me podía mover mientras tanto era ahí, en la celda. Tenía las
colchonetas y se me ocurre ponerlas, pienso de inmediato que con las
colchonetas no paro nada, me meto abajo de la loza. Alfredo hace
otro tanto y también se mete al lado mío, del lado de afuera. Alfredo me había
tomado el brazo. Pensé muchas cosas y muy poco es lo que me acuerdo que pensé
en ese momento. Pero pensé en general en mi familia. No puedo precisar si fue
mucho lo que pensé, porque también recuerdo bien los disparos. Ya para entonces
los disparos de remate y como uno de los compañeros que estaba tendido gritaba:
‘hijo de puta’ y enseguida un disparo de remate en respuesta a eso”. Las
palabras pertenecen a Ricardo René Haidar, uno de los militantes que sobrevivió
al fusilamiento que el 22 de agosto de 1972 tuvo lugar en la base naval
Almirante Zar y que pasó a formar parte de la historia como “La Masacre de
Trelew”.
Por ANRed.
El 24 de mayo de 1973, en la cárcel de Villa
Devoto, el escritor Francisco “Paco” Urondomantiene un
extenso diálogo con Alberto Miguel Camps, María
Antonia Berger yRicardo René Haidar. El libro -que nació de esta
conversación y que Paco eligió llamar “La Patria Fusilada ”-
conforma un relato preciso, desgarrador, autocrítico y esperanzador sobre el
fusilamiento de militantes en la base naval Almirante Zar, de los cuales Camps,
Berger y Haidar fueron sus únicos sobrevivientes.
Meses antes, para ser exactos el 15 de agosto
de 1972, durante el gobierno dictatorial de Alejandro Lanusse, se fugan del
penal de Rawson, provincia de Chubut, veinticinco militantes de distintas
organizaciones. Seis de ellos logran tomar un avión y llegar a tierra chilena.
Los otros diecinueve se entregan, luego de acordar públicamente garantías para
su integridad física. El 22 de agosto de ese mismo año fueron fusilados. Trelew
de ahora en más sería para muchos sinónimo de Masacre.
Entre la unidad de acción y el plan de fuga
La cárcel de Rawson, una de las más seguras del país, comenzó a relacionarse con
la represión política poco después del Viborazo de marzo de 1971, cuando el gobierno
militar trasladó a ese penal a los detenidos durante la rebelión popular
cordobesa. En abril de 1972, alrededor de 200 prisioneros políticos compartían seis
pabellones, colmando prácticamente la capacidad edilicia. En
las inmediaciones había una base aeronaval con 600 soldados, dos aviones de
reconocimiento, una compañía de Gendarmería con refuerzo de Ejército
estacionada a cinco cuadras de la prisión, 500 efectivos de la policía
provincial y una delegación de la Policía Federal , además de los 60 hombres del
Distrito Militar de Trelew y la
Base Naval de Puerto Madryn, con helicópteros a 60 kilómetros de
Rawson, y la octava brigada del V Cuerpo de Ejército en Comodoro Rivadavia.
En este contexto, la fuga del penal de Rawson
constituyó una de las operaciones guerrilleras de mayor repercusión en la
historia argentina. El plan ideado por Mario Roberto Santucho(Ejército
Revolucionario del Pueblo - ERP), Enrique Gorriarán Merlo (ERP) y Marcos
Osatinsky (Fuerzas
Armadas Revolucionarias - FAR) y coordinado por las organizaciones presentes en
el penal -ERP, Montoneros y FAR- consistía en el traslado de
110 prisioneros políticos en camiones y camionetas hasta el aeropuerto, previo
copamiento de la cárcel. El
15 de agosto de 1972 fue el día pautado y las 18:20 la hora del abordaje.
“Nuestro compromiso es un compromiso con el
pueblo y con la lucha que teníamos que llevar adelante. La única forma de
cumplir con ese compromiso de lucha era completando la fuga -relataba Haidar a Urondo- Hubo varios planes que se fueron
pensando y desechando. Cuando se acentuó la posibilidad de una fuga, se
concretó una coordinación entre las distintas organizaciones político-militares
que estaban en ese momento en el penal. Es necesario destacar la unidad de
acción que hubo desde un principio en las tres organizaciones que participaron
de la fuga: FAR, Montoneros y el ERP. Con miembros de cada una de estas
organizaciones se construyó un cuerpo de conducción del plan de fuga”.
En este sentido, Haidar afirmaba: “Todos los que estábamos en ese
momento ahí, estábamos en manos del enemigo; un enemigo poderoso (...) Tal vez
fue la única operación que se concibió unitariamente entre las tres
organizaciones; incluso en este momento se puede seguir diciendo que es el
único tipo de operación en la cual siempre vamos a estar unidos, juntos, en la
planificación, en la ejecución y en los resultados. Porque es una operación que
tiene un neto contenido estratégico, que es el de aportar combatientes. El
resultado de todo ese proceso es la gran convivencia, el gran acercamiento que
se dio; no sólo por la operación en sí, sino por todo el trabajo paralelo:
cursos de formación política, cursos de capacitación militar, discusión
política entre las tres organizaciones. Se hizo una discusión profunda, se
lograron determinados acuerdos. Acuerdos limitados, pero que posibilitaban ese
accionar conjunto en esta fuga. Incluso motivó la discusión de temas muy
importantes, como era la confluencia entre Montoneros y FAR, y la relación con
organizaciones no Peronistas”. Berger
agregaba que discutían “doce
horas por día. Sin ese trabajo político no hubiera sido posible,
independientemente de que no hayamos salido todos. Si la fuga era y fue
posible, fue también posible por eso. No solamente por las condiciones que
hacen al conocimiento del terreno, a todas las condiciones militares que hacen
a la planificación de una operación, sino y sobretodo a las condiciones
políticas”.
A las 18:24, llegó el aviso de que estaba en
camino el avión Austral capturado por militantes en Comodoro Rivadavia. Era el
límite máximo de espera. El primer grupo, en el que se encontraban Mario
Santucho, Roberto Quieto, Fernando Vaca Narvaja, Enrique Gorriarán Merlo,
Domingo Mena y Mario
Osatinsky, ocupa el auto que trae el apoyo externo -cuyo chofer
era Carlos Goldemberg, integrante de
las FAR- y logra tomar el avión que despega rumbo a Chile.
La camioneta y los dos camiones previstos no
llegaron. Si bien la fuga masiva había fracasado, se intentó llegar en remises
y taxis. Pero el retraso les imposibilitó el despegue. En el Aeropuerto se refugian
diecinueve militantes: Ana Villarreal de Santucho, Carlos Astudillo,
Eduardo Capello, Carlos del Rey, José Mena, Clarisa Lea Place, Humberto Suarez,
Humberto Toschi, Jorge Ulla, Mario Delfino, Alfredo Kohon, Miguel Angel Polti,
Mariano Pujadas, Ricardo Haidar, Susana Lesgart, Maria Angelica Sabelli, Maria
Antonia Berger, Alberto Camps y Rubén
Bonet. Piden la presencia de un juez y de un médico y exigen
ser devueltos al penal de Rawson. El capitán de corbeta Luis
Emilio Sosa afirmó
que así lo harían. Sin embargo, fueron conducidos a la base naval Almirante
Zar.
Los que quedaron en el penal, con solamente un
par de FAL, lo mantuvieron en sus manos hasta que se garantizó el respeto a sus
vidas. Luego, al entregar el establecimiento a las fuerzas de Ejército y
Gendarmería, fueron encerrados en cada celda del pabellón 7.
Fusilamientos en la madrugada del 22
Desde el arribo a la base naval Almirante Zar,
los militantes -rigurosamente incomunicados y sancionados cada vez que eran
encontrados hablando- mantuvieron diálogos usando el lenguaje de las manos y a
veces el sistema morse con los golpes.
Una semana después, el
22 de agosto a las 3:30 de la madrugada, se les ordenó a los prisioneros
políticos salir de sus celdas y formar en el pasillo. Los diecinueve fueron
acribillados por una patrulla a cargo del capitán de corbeta Luis Emilio Sosa y
del teniente Roberto Bravo.
Alberto Camps señalaba que él era “el último de la fila mirando hacia
la salida, el último de la fila de la izquierda, que era, a la vez, la fila
donde había menos compañeros, porque estaban en orden Susana Lesgart, Clarisa
Lea Place, Alfredo Kohon, Haidar, Mario Delfino y yo. Levanto los ojos y miro a
todos los compañeros formados, mirando hacia el frente la mayoría. Todavía
recuerdo que veía el pullover blanco de Gaita (se refiere a Mariano Pujadas).
Esa es toda la visión que tengo yo. Inmediatamente empiezan las ráfagas.
Indudablemente nos agarraron totalmente de sorpresa, no esperábamos una cosa
así. Ahí vi como recibía varios tiros Polti e inmediatamente se zambullía
cuerpo a tierra adentro de la celda, cosa que hice yo también. Ya estaba
adentro Mario Delfino y ninguno de los dos teníamos tiros en ese momento.
Siguieron las ráfagas, no eran ráfagas cortas, eran largas, por lo menos dos
armas. Cuando paran se escuchan entonces quejidos,
estertores de compañeros, incluso puteadas. Y empiezan a sonar disparos
aislados. Me doy cuenta que están rematando, incluso alguien
dice: ‘Este todavía vive’ e inmediatamente se escucha un tiro”.
“Pocos momentos después, uno o dos minutos
después que terminaron las ráfagas, -continuaba Camps- llega
Bravo a la celda y nos hace parar, a Delfino y a mí, con las manos en la nuca,
en la mitad de la celda. Él estaba parado en la puerta, más o menos a un metro
y medio de distancia. Nos pregunta si vamos a contestar el interrogatorio, le
decimos que no. Ahí me tira a mí primero. Cuando estoy cayendo, escucho otro
tiro y veo que cae Mario. Yo lo toco y no se mueve, tampoco lo escucho
quejarse”.
Haidar agregaba que “inmediatamente después del primer
tiroteo, eso fue un coro de quejidos. Tal vez fue la parte más fea, cuando
todos estaban heridos. Nadie estaba muerto, sino que estaban todos heridos y se
quejaban”.
Por su parte, Berger sostuvo que lo que le
preocupaba de sus compañeros fusilados era qué habrían sentido. “Me acordé de ellos y dije: ‘Bueno,
si han sentido lo mismo que yo, no es tan grave’. No era tan triste. Yo tenía
una sospecha de que aunque muriera todo seguiría. Tenía la certeza absoluta de
que alguien iba a pagar por eso, una confianza total en que los compañeros...
de que algo iba a pasar después de eso. A mí por lo menos esto me ayudó mucho”.
Berger también contó a Urondo en aquella
entrevista que “siempre te
queda una esperanza y luchás con ese margen. Me acuerdo que después yo decía:
‘Pero si me muero, quisiera escribir aunque sea en la pared los nombres que
sea. Poner: Sosa, Bravo’. Entonces con el dedo y con la sangre empiezo a
escribir cosas en las paredes. Enseguida se apiolan y viene uno con un tarrito
y borra enseguida”.
“¿Qué habías escrito?”, le pregunta Paco a María Antonia: “L.O.M.J.E.”. “¿Lomje?”, repregunta Urondo
-L.O.M.J.E., libres o muertos, jamás esclavos -le responde Berger- Y había escrito: ’Papá, mamá’, y no sé qué más. Lo borraron y después volví a escribir de nuevo. Pero mientras estaba escribiendo ya me vieron y lo volvieron a borrar
-¿Y qué escribiste esta vez?
-Escribí lo mismo
“¿Qué habías escrito?”, le pregunta Paco a María Antonia: “L.O.M.J.E.”. “¿Lomje?”, repregunta Urondo
-L.O.M.J.E., libres o muertos, jamás esclavos -le responde Berger- Y había escrito: ’Papá, mamá’, y no sé qué más. Lo borraron y después volví a escribir de nuevo. Pero mientras estaba escribiendo ya me vieron y lo volvieron a borrar
-¿Y qué escribiste esta vez?
-Escribí lo mismo
Seis horas más tarde, los tres heridos
recibieron atención de enfermeros y, recién al mediodía, la de médicos. En ese
tiempo, fallecieron Astudillo, Kohon, Polti y Bonet. Mientras que Villarreal,
Capello, del Rey, Mena, Lea Place, Suárez, Toschi, Ulla, Delfino, Pujadas,
Lesgart y Sabelli murieron en el acto.
El gobierno militar explicó que los
fusilamientos se habían hecho por un intento de fuga de los militantes y, el 30
de abril de 1973, Lanusse premió a Sosa con una beca para instruirse
en la infantería de la marina estadounidense, con sobresueldos
y otras recompensas.
La versión oficial quedó desestimada por el
relato de los tres sobrevivientes de la masacre. Cabe
recordar las palabras de Alberto Camps: “A
veces alguien se acerca y dice: ‘Me podés contar, si a vos no te molesta’. Para
nosotros relatar lo de Trelew es una obligación para con
nuestro pueblo, por todos los compañeros que murieron allí, que aportaron con
su muerte, con su lucha, a todo ese proceso. A mí me alegraba que todas las
personas que fui tratando después, cuando me trajeron acá (se refiere al penal
de Villa Devoto), no ponían en duda que había sido una masacre. Simplemente
querían conocer bien cómo habían sido los hechos. Tanto los presos -los
compañeros ninguno, por supuesto- los presos comunes, incluso los celadores,
los médicos, ninguno dudaba de que había sido una masacre. Simplemente querían
conocer el relato de los hechos”. Haidar añadía que“cuando hablamos
estamos un poco contando la experiencia de todos, de los que murieron y de los
que vivieron. Es una cosa totalmente impersonal. Si algo tenemos que hacer, si
para algo sobrevivimos nosotros, es para transmitir todo eso que los otros, por
haber muerto, no pueden hacerlo”.
Después de Trelew
Al día siguiente de la entrevista que se
realizó en la cárcel de Villa Devoto, con la asunción de Héctor Cámpora como
presidente, fueron liberados los presos políticos. La lucha continuaba fuera de
la prisión.
En un escrito publicado el 22 de agosto de
2007, la viuda de Bonet, Alicia L., relata la sangre que
siguió corriendo después de Trelew:
-Alberto Camps murió el 16 de agosto de 1977 en un enfrentamiento en su
domicilio
-María Antonia Berger murió en 1979 en un enfrentamiento y su cuerpo fue
mostrado en la ESMA como trofeo
-Ricardo Haidar está desaparecido desde 1980.
-Roberto Quieto fue secuestrado y está desaparecido desde 1975
-Marcos Osatinsky fue ejecutado en 1975, sus hijos José y Mario de 18 y 15 años murieron en un
enfrentamiento en su domicilio, su esposa Sara fue secuestrada
-Mario Santucho murió en un enfrentamiento en 1976; gran parte de su
familia permanece desaparecida (hermanos, esposas, sobrinas)
-El padre y el hermano de Fernando Vaca
Narvaja fueron asesinados en
1976.
-El 14 de agosto de 1975 fueron secuestrados los
padres de Mariano Pujadas, José Maria y Josefa junto a su hija María
José, su hijo José María y su compañera Mirta.
Fueron ametrallados, dinamitados y tirados sus cuerpos en un pozo: Mirta se
salva y muere años después de las secuelas
-Arturo Lea Place padre de Clarisa fue matado y su hermano Luis detenido. Una vez liberado abandono el
país
-El hermano de Eduardo
Capello, Jorge, es secuestrado junto con su compañera Irma
y el hijo de ella de 12 años. Están desaparecidos
-El hermano de Susana
Lesgart, Rogelio es
arrestado en 1976, sus hermanas María Amelia y Adriana se encuentran desaparecidas desde
1979.
-Muchos familiares han sobrevivido por haber
vivido clandestinamente y/o haber salido del país.
-Raymundo Gleyzer (quien había filmado "Ni olvido ni Perdón") está
desaparecido desde mayo de 1976
-Paco Urondo muere en un enfrentamiento junto a su mujer en marzo de
1976
Los nombres pueden continuar, así como 40 años
después sigue siendo necesario recordar la Masacre de Trelew. Sólo la memoria
en el presente los mantiene con vida. Una pintada callejera bien lo señala:
16 rosas rojas
nacidas de madrugada
regresarán cada noche
de la tierra liberada
16 rosas rojas
nacidas de madrugada
regresarán cada noche
de la tierra liberada
Fuentes:
-La patria fusilada, de Francisco Urondo
-Crónica publicada por el diario Noticias el 22 de agosto de 1974
-La "Vida "
después Trelew - 35 Años de lucha por la Justicia, de Alicia L.
de Bonet-Krueger
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article14832
-La patria fusilada, de Francisco Urondo
-Crónica publicada por el diario Noticias el 22 de agosto de 1974
-
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article14832
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