UNA RENUNCIA INEVITABLE A
LA DIRECCIÓN NACIONAL
5
de agosto de 2017
El
XXII Congreso del PCC se realizó en un contexto de inflexión histórica de la
lucha política en Colombia. La consecución del Acuerdo Final para la
terminación del conflicto entre el Gobierno y las FARC-EP, le otorgaba a este
evento un contenido especial en la larga lucha de las y los comunistas
colombianos por la búsqueda de la solución política. Existía una gran
expectativa sobre las orientaciones estratégicas para la construcción de la
paz, el incremento de la conflictividad social y de clase, y los compromisos
con la unidad de los revolucionarios y el campo popular. Los antecedentes,
momentos y resultados de este XXII Congreso muestran la existencia de una
prolongada crisis ideológica, ética y de conducción política en el Partido
Comunista Colombiano. Evidencian que la actual dirección nacional no está a la
altura de las exigencias de la época histórica. Una crisis larvada y en
maduración que ha terminado en un Congreso anti-ideológico y devastador. Una crisis ideológica que se expresa en tres núcleos duros
del debate teórico. En primer lugar, en la concepción del proyecto político para
la etapa actual. En segundo lugar, en la visión de la unidad de los
revolucionarios y sus tareas en el momento presente. En tercer lugar, en la
teoría del poder dominante en el seno de ciertos sectores del partido.
Crisis ideológica y Proyecto político
Una semana antes
del Congreso, el Informe Final proyectado, postulaba que el “aspecto medular de
cara a la perspectiva es nuestra propuesta de un Proyecto democrático nacional
de sociedad en paz y convivencia en tránsito a la justicia social”, que tuve que
objetar en los últimos Comité Central y Comité Ejecutivo, por su abandono
notorio de la tradición marxista y leninista. Mi columna en el Semanario Voz
era también el aviso de incendio de esta catástrofe (“Proyecto político hoy”).
Considero que el chovinismo nacionalista no hace parte de nuestra tradición
emancipatoria y el Manifiesto Comunista es un faro ideológico en esta
constatación. del mañana, ya que lo nuevo siempre surge o se anuncia muy
pequeño, como una semilla”. Tercera. Subsiste en la Dirección Ejecutiva
del Partido una concepción de la historia lineal, evolutiva y gradualista, que
desconoce u olvida componentes importantes de la dialéctica como la noción de
contradicción y aufhebung (superar conservando). En esta visión gradualista y
mecánica de la historia la denominada “apertura democrática” sería el primer
momento de una larga ruta que avizora muy lejanamente la construcción del
socialismo. Una historia sin contradicciones y sin subjetividades
transformadoras de las relaciones de poder. Tal vez,
por esta perspectiva etapista del desarrollo social, la dirección Ejecutiva,
no concibe la existencia de gérmenes socialistas en el devenir contemporáneo,
como tampoco en la existencia de “poderes duales”, ni ha dedicado esfuerzos
reales para la consolidación de un proceso constituyente abierto.
Declaraciones de unidad y poder dual
En la última etapa se reiteran los llamados a la unidad y a la convergencia, se
multiplican las declaraciones sobre la convicción de los y las comunistas para
avanzar hacia senderos de unidad, pero la dirección Ejecutiva
trabaja en vía de centrar el foco de la unidad en la Unión Patriótica. Se
prefieren acuerdos antidemocráticos por laS alturas con la ONG “Reiniciar” para
la milimetría en la repartición de las direcciones, que una hoja de ruta
franca, democrática y desde abajo, con los movimientos revolucionarios. Y para
seguir desplegando esa táctica equivocada, en el reciente Congreso, se promueve
por parte de sectores de la Dirección Nacional la promoción de la presidenta
de esa organización al Comité Central. Una
deformación del proceso y la concepción de la unidad hacia visiones aparatistas
y personalistas. Reiterar en esta hora difícil los consejos de camarada
Álvaro Vázquez cuando subraya: “el error de la tesis
de la concertación como único horizonte de lucha, es que pretende sustituir la
lucha de masas por los acuerdos sin lucha”. No basta inundar los documentos de
declaraciones de unidad cuando el ejemplo real desmiente de tajo lo
declarativo; la unidad y la confianza son herederas de la praxis vital.
Como pude dejarlo plasmado en las Tesis de Discusión y hoy adquiere gran
relevancia: “un desafío constante de la unidad política es su práctica diaria;
de nada sirve declarar verbalmente la unidad sin practicarla en la vida
cotidiana y en la lucha de masas” (Tesis 91). Cuando el centrismo y la
concertación se imponen se abandona la teoría del poder. La lucha política es
simplemente para ampliar los “espacios democráticos” y la unidad se consigue en
las alturas de los aparatos de dirección. En nuestra tradición crítica toda
acción política transforma las relaciones de poder del orden social vigente y
se orienta por la abolición definitiva de la explotación y enajenación de los
seres humanos. “La vinculación más profunda y permanente con las masas fue
ayer, es hoy y deberá ser siempre la brújula de nuestro partido” (Lenin). La
existencia de un “poder dual” no es exclusiva de una situación revolucionaria,
sino es el despliegue real de correlaciones de grados de fuerzas en situaciones
concretas. La propuesta contenida en las Tesis de un Bloque histórico y popular
es la expresión de un poder desde abajo y de clase que emprende las
transformaciones revolucionarias. “La unidad de la izquierda tiene como sentido
y finalidad la consolidación de este Bloque histórico y popular como el
constructor real de la lucha por la revolución en nuestro país” (Tesis 101).
Crisis ética y de conducción política
Los síntomas y las manifestaciones de la crisis ética y
de conducción política son diversos. El predominio del provecho personal, los
intereses particulares y los micropoderes, sobre el sentido de lo común y
colectivo, ha hecho pedazos la fraternidad, la solidaridad y la ética
revolucionaria. La inexistencia de mecanismos para tramitar las diferencias y
contradicciones, evadiendo siempre el diálogo directo y franco, han fomentado
la hipocresía y el irrespeto profundo a las minorías críticas. La ausencia de
una dirección colectiva y colegiada en la construcción de la conducción
política ha sido reemplazada por “secretariados” y mecanismos del control
individual en las decisiones fundamentales. La obsesión por la permanencia en
los cargos ha convertido al partido en un simple “aparato” que abandonó el
horizonte de la elaboración política táctica y estratégica. Una dirección más
preocupada por la preservación del aparato y las tareas, que por la conducción
e iniciativa política. Existen unas retóricas de la “renovación” que no
se acompañan de prácticas verdaderas de transformación, sino petrifican y escrituran
los cargos a consolidados micropoderes individuales. Ingresé hace 44 años a un
partido histórico, con imaginación e iniciativa política. Un partido en que la
fraternidad y la solidaridad eran fuentes de vida para resistir la barbarie del
régimen. El partido de Luis Vidales, Luis Tejada, Manuel Marulanda, Jacobo
Arenas, Hernando González, Nicolás Buenaventura, Yira Castro, Leonardo Posada,
Mario Upégui, Anita Ardila y miles de mártires anónimos. He dedicado mi vida a
la educación y a la política; con ambos campos tengo una deuda invaluable. Me
hacen ser lo que soy. La dirección actual ha perdido su horizonte y arriesga a
cada paso el carácter histórico del partido. Hace muchas horas que abandonó la
iniciativa política en una sociedad explotada y enajenada que peticiona su
existencia.
El destino y mi lucha por la coherencia me obligan a renunciar
irrevocablemente a la
dirección Nacional del Partido. Volveré a la militancia de
base de la que nunca me ido, porque nunca he necesitado cargos para formar las
generaciones del porvenir, la construcción de la paz desde los territorios y la
coherencia ética. A los y las militantes que dieron su voto por mi permanencia,
en contra de vetos programados; a los militantes regionales que logran mantener
la dignidad revolucionaria en condiciones tan inhóspitas; a la Dirección Nacional
de la Juventud
Comunista; a mi amado Colectivo Walter Benjamin; siempre
gracias por la confianza y la fuerza en estas horas difíciles. Terminar
invocando a mi maestro Benjamin, que en la Tesis IX del Concepto de historia, logra plasmar
en la figura del Angelus Novus, lo que en estas horas siento: “Se ve en él un
ángel, al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los
ojos desorbitados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia
debe tener ese aspecto. Su rostro está vuelto hacia el pasado. En lo que para
nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe
única, que arroja a sus pies ruina sobre ruina, amontonándolas sin cesar. El
ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destruido.
Pero un huracán sopla desde el paraíso y se arremolina en sus alas, y es tan
fuerte que el ángel no puede plegarlas. Este huracán lo arrastra
irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el
cúmulo de ruinas crece ante él hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros
llamamos progreso”. Sergio De Zubiría Samper Julio 30 de 2017Fuente: http://www.rebelion.org/docs/229945.pdf
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