Un mundo catastrófico
4 de junio de 2017
4 de junio de 2017
Aunque hay en el mundo muchos más explotados
que en cualquier otro momento de la historia, el nivel de conciencia, de
autoorganización y de independencia política de los mismos es muy inferior al
que existía antes de la Primera Guerra Mundial.
Por Guillermo
Almeyra.
En los años 30 del
siglo pasado, ante la crisis económica y la ocupación por los obreros de las
fábricas estadounidenses del automóvil, los capitalistas tuvieron que aceptar
el New Deal mientras la revolución española, la ocupación general de todas las
empresas francesas en 1936 y el miedo al comunismo condujeron a las conquistas
sociales francesas del Frente Popular. Cuando fue destruido el nazifascismo
mediante el cual el capitalismo intentaba asfixiar la protesta social, partir
de 1945 y hasta fines de los 70 ese mismo miedo a perder el poder llevó al
capitalismo a construir “Estados de Bienestar” y a conceder reformas para
cooptar a los partidos socialdemócratas y comunistas y salvar el sistema.
Después, ya domesticados los partidos obreros tradicionales y con la Unión Soviética en
crisis y en conflicto con China, el capitalismo lanzó una ofensiva contra las
conquistas y derechos seculares de los trabajadores.
La crisis económica
volvió a aparecer en 1997-1998, recrudeció en 2007-2008 y desde entonces se
mantiene a pesar del oxígeno que logró el sistema incorporando a China y la ex Unión Soviética
(URSS).
Hoy no hay ya en el
mundo ni un movimiento obrero internacional ni un gran movimiento socialista
mundial. Los partidos socialdemócratas se hicieron liberalsocialistas y se
transformaron, como el francés, en algo semejante al partido Demócrata
estadounidense y los partidos comunistas se convirtieron también en
social-liberales (como el ex partido comunista italiano). Los burócratas
stalinistas de la URSS terminaron apoderándose de los bienes colectivos y se
convirtieron en capitalistas mafiosos y en China se desarrolló una poderosa
burguesía nacional dentro mismo del partido comunista.
Corea del Norte es en
realidad una monarquía asiática hereditaria despótica, Vietnam y Cuba son
capitalistas de Estado, Rusia y China, capitalistas y neoimperialistas. El
reformismo y el oportunismo de los partidos obreros tradicionales impidió al
mismo tiempo la educación política de los trabajadores y la adquisición por los
mismos de una conciencia de clase y anticapitalista y, aunque hay en el mundo
muchos más explotados que en cualquier otro momento de la historia, el nivel de
conciencia, de autoorganización y de independencia política de los mismos es
muy inferior al que existía antes de la Primera Guerra Mundial.
Volvemos al siglo XIX.
Las jubilaciones y las pensiones (que son salarios indirectos) están siendo
atacadas en todas partes, los derechos laborales han sido pisoteados, los
horarios de trabajo se fijan según las necesidades de las empresas, se instalan
“estados de emergencia” y se aplican medidas represivas contra los movimientos
sociales y, como en México, se llega a militarizar enteros países violando sus
Constituciones ante la debilidad o carencia de partidos obreros de masa
independientes y la debilidad general de los sindicatos. Los salarios directos
caen sin cesar y la desocupación aumenta.
El capital financiero
y especulativo predomina sobre el productivo y se independiza cada vez más del
Estado, que le sirve sólo para hacer negociados o para reprimir. El capital,
mediante sus organismos internacionales como el FMI o la OMC, pesa más en las
legislaciones de los países que las leyes de los Estados, que pierden trozos
enteros de sus políticas propias al aceptar políticas monetarias y tratados de
libre comercio favorables a las grandes transnacionales, que se imponen a costa
de todos, incluso de sectores capitalistas grandes o medios
preocupados por la caída del consumo interno. El gran capital transnacional
depreda implacablemente los medios
rurales y los bienes comunes (el Amazonas brasileño, el Orinoco venezolano, las
zonas amazónicas ecuatorianas, el Norte mexicano, las provincias cordilleranas
argentinas son víctimas de la gran minería que contamina tierras y aguas).
Las deudas contraídas
con el capital financiero crecen y son impagables. La inmensa mayoría de la
humanidad tiene trabajos precarios o en peligro. Los derechos democráticos y
los derechos humanos están bajo ataque y se vuelve al pasado medioeval con las
guerras de religiones para dividir a los trabajadores y a la fusión entre esas
religiones y el Estado (Rusia impone la enseñanza religiosa como durante el
zarismo y mata homosexuales , China acepta el taoísmo y la doctrina
conservadora de Confucio pero no otras religiones, resurgen los
fundamentalismos religiosos protestante, católico, islámico, ortodoxo,
hinduísta) mientras crecen los nacionalismos xenófobos y el racismo que son
fomentados desde el poder.
Está en curso una
carrera armamentista, para “mejorar” los arsenales nucleares yanqui y ruso o
crear una gran flota de portaaviones y submarinos atómicos (China) y Japón y
Alemania quieren unirse a esa carrera para no depender de las decisiones de
Trump. Hay peligro permanente de guerra.
Por consiguiente no
hay ya margen para reformismos ni gobiernos “progresistas”: se va hacia una
guerra, que por fuerza será nuclear o hacia una catástrofe ecológica que podría
llevar a la desaparición de la mitad de las especies existentes.
Es por eso urgente e
indispensable convertir las protestas contra los efectos del capitalismo en
movimientos conscientemente anticapitalistas, defender los derechos
democráticos y los derechos humanos de las mujeres, de los pueblos nativos, de
los homosexuales, combatir el pago de la deuda externa hasta su auditoría
exhaustiva, eliminar la precariedad en el empleo y la desocupación mediante
planes de empleos, acabar con la omnipotencia de capital financiero expropiando
los bancos, restaurar el equilibrio ecológico, frenar la tendencia hacia la
guerra.
Más que nunca, es
necesaria la independencia política de los jóvenes trabajadores para acabar con
la barbarie capitalista que amenaza el futuro de la civilización.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article14327
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